COLUMNA DE OPINIÓN
¿Chilecracia? No gracias, quiero democracia
03.11.2019
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COLUMNA DE OPINIÓN
03.11.2019
En medio de la crisis social del 18/O LUN promocionó en su portada “las 90 prioridades de los chilenos”. La lista provenía de Chilecracia, plataforma creada por el físico C. Hidalgo que está teniendo influencia en establecer qué quieren los chilenos. Los autores de esta columna de opinión analizan la metodología y la validez de la lista. Detectan sesgos y falencias que la hacen poco confiable (no controla los bots). Más de fondo, estiman que la crisis se origina en la larga postergación de un sector y Chilecracia no recoge necesariamente esa opinión. Pero sí pueden hacerlo los cabildos.
En medio del estallido social del 18/O, Carlos Navarrete y César Hidalgo –ingeniero y fundador de la empresa Datawheel, respectivamente– presentaron y comenzaron a operar Chilecracia, un portal que en palabras de sus creadores busca “organizar y rankear preferencias sobre distintas demandas sociales”. En términos técnicos, se trata de un portal de agregación de preferencias sobre “temas país”, que se presenta como una manera de recoger las inquietudes de la ciudadanía a propósito de las demandas expresadas por las masivas protestas ciudadanas de las últimas semanas.
Chilecracia propone al internauta 90 temas que intentan reflejar las peticiones de un movimiento que hoy reúne a millones de personas en las calles a lo largo de todo el país. Estos temas se presentan en parejas de modo que el usuario elija el que le parece más relevante. En total hay 4005 pares de opciones.
Varios. El primero es la elección de los temas. Una discusión consiste en dos cosas: primero proponer el tema y luego discutirlo para reflexionar en profundidad. Quien propone el tema lleva más de la mitad de la discusión ganada.
Como se ha dicho, las 90 propuestas que ofrece el portal intentan reflejar las válidas demandas de millones de personas, cientos de propuestas en periódicos, radio y prensa en general, así como artículos académicos. Esto puede sesgar la opinión pública, pues en cierto sentido monopoliza arbitrariamente la selección de temas.
La documentación del portal no es clara sobre quién define que un tema es importante. Otro aspecto que no se explica bien es el orden en que se hacen las preguntas. La empresa dice que el orden está dado por un algoritmo. Pero los algoritmos no son más que recetas, procedimientos hechos por humanos. ¿Qué criterios usaron los humanos que hicieron estos algoritmos? Eso es lo que debe explicarse. No transparentar esta información genera suspicacia.
¿Qué problemas puede acarrear esto? Una de las primeras preguntas que nos hace el sitio es “¿Prefieres una Nueva Constitución o aumentar el sueldo mínimo?” ¡Qué! ¿No puedo querer las dos cosas? En este caso la supuesta contraposición de alternativas es totalmente falaz. Esto es lo que la literatura llama “el problema de la comparación de alternativas”. Comparaciones forzadas que se prestan a manipulación.
En otros casos, el ejercicio entregado por la plataforma llega a ser derechamente inmoral, forzando al usuario a elegir entre dos demandas de alta relevancia pero que son incomparables entre sí, como por ejemplo, elegir entre “dignidad y justicia al enfrentar un aumento del sueldo mínimo” con “la investigación de violaciones a los Derechos Humanos” ¡Como si una de ellas pudiese ser «más importante» que la otra!
Al presentar todas las alternativas mezcladas y sin entregar ningún contexto para la toma de decisión, Chilecracia pone las demandas a competir entre ellas, en un ejercicio que crea la percepción de que la aprobación de una demanda implica necesariamente el rechazo de otra que puede ser igualmente válida para la ciudadanía. Lo anterior resulta completamente incorrecto, ya que la garantía de derechos sociales no constituye un juego de suma cero. Consagrar un derecho para un grupo no necesariamente implica vulnerar o desatender a otro, lo que en economía ha sido ampliamente discutido y estudiado bajo el concepto de Eficiencia de Pareto.
Un aspecto más delicado que hace al sitio absolutamente inútil para el objetivo que se propone, es la manera en que se elige la muestra. ¿Quién vota? ¿Cuántas veces vota? ¿Quién controla esto? Peor, ¿cómo nos aseguramos que no haya bots? Estas son disyuntivas metodológicas y éticas cruciales a la hora de diseñar plataformas de este tipo.
El gran problema es cómo evitamos la manipulación y minimizamos el sesgo en este tipo de sistemas.
Un grupo de académicos de la Universidad de Chile analizó la muestra de resultados de Chilecracia el día viernes 31 y descubrió que había alrededor de 4 millones de votos y 63.000 votantes, concluyendo que un 20% de los votantes cubren el 63% del total de votos. Un caso extremo en los resultados es el de un usuario (a todas luces un bot) que votó casi 17.000 veces (1).
Lo que hace Chilecracia es ofrecer un mecanismo de participación que plantea, de manera aleatoria, dos ideas que podrían ser discutidas en el país y solicita al usuario darle prioridad a una por sobre la otra.
“El ejercicio entregado por la plataforma llega a ser derechamente inmoral, forzando al usuario a elegir entre demandas de alta relevancia, pero que son incomparables entre sí”.
El problema de lo que se entiende como orden de preferencias en Humanidades y Ciencias Sociales, en particular en Economía, es un problema completamente abierto, en el sentido de que nadie ha logrado proponer una solución definitiva. Ya en tiempos de la Revolución Francesa, en 1785, el Marqués de Condorcet planteaba el problema de un electorado que, por ejemplo, prefiere A por sobre B, B por sobre C y aún así elige C por sobre A. En resumidas cuentas, no es posible generar un orden de preferencias de la población que sea coherente.
Chilecracia podría ser un ejercicio interesante en situaciones normales, pero en el actual conflicto político que estamos experimentando, cuando se discute la necesidad de resolver una crisis que ha causado más de 20 muertos, miles de heridos, las posibles consecuencias no son un juego académico, y puede transformarse en un ejercicio peligroso.
Dado que algunos políticos y la prensa están considerando y publicando los resultados, es preciso hacer notar que quienes responden la encuesta deben contar con acceso a internet, lo que inmediatamente introduce sesgos socioeconómicos, geográficos y demográficos, disminuyendo la validez externa de los resultados. Nada se puede decir de un punto de vista cuantitativo respecto del margen de error de los resultados al no haber un muestreo adecuado.
El solo hecho de que se trate de una plataforma digital significa una barrera de acceso para toda la población del país que carece de acceso a internet o que no utiliza redes sociales, ya sea por condiciones socioeconómicas, edad o nivel educacional, lo que se traduce en la invisibilización de la opinión de estos sectores.
Una consulta ciudadana seria, representativa y aterrizada, como por ejemplo la realizada durante el Gobierno de Michelle Bachelet, se acerca mucho más al Proceso Constituyente que esta plataforma buscaba promover (2). Dicho proceso, con todas sus críticas, fue hecho “en papel” para luego ser digitalizado y se llevó a cabo por medio de la discusión presencial en parques, plazas, gimnasios municipales, juntas vecinales, universidades, entre otros, con la finalidad de recabar las opiniones de quienes no acceden a internet y con una metodología definida que buscaba aumentar la participación ciudadana.
En medio de la coyuntura nacional, y siguiendo el espíritu del proceso constituyente ya mencionado, vecinos de distintas comunas del país han organizado cabildos abiertos para dialogar localmente potenciales soluciones a la crisis. Son los ejercicios abiertos y transversales los que logran acercar la democracia a la ciudadanía, en lugar de ponerla tras metodologías limitadas que finalmente opacan la democracia.
El hecho de que Chilecracia sea una votación abierta a través de internet crea sesgos de selección y de información y eso está ampliamente estudiado. Un caso emblemático fue el de la revista Literary Digest en Estados Unidos, que pretendía predecir resultados de elecciones presidenciales encuestando por correo. Al no considerar la tasa de no respuesta, los llevó a fallar enormemente en sus predicciones y trajo consigo la quiebra de la revista. La estadística es una ciencia compleja y la creación de los instrumentos debe considerar tanto la metodología como los aspectos éticos.
A lo anterior, hay que agregar que en Chilecracia, se puede votar 1, 2, …, 200, 100 veces. Es decir, la inexistencia de filtro al número de votos por persona introduce otro error imperdonable más allá del sesgo de representatividad propio de las redes sociales.
“Un grupo de académicos analizó la muestra de resultados de Chilecracia del viernes 31 y descubrió que había alrededor de 4 millones de votos y 63.000 votantes, concluyendo que un 20% de los votantes cubren el 63% del total de votos”.
Por otra parte, la presentación de los resultados de Chilecracia introduce inequidades para la interpretación de los datos, dado el uso de términos como eigenvector o skill score, la ausencia de explicación de conceptos estadísticos complejos y las instrucciones crípticas para interpretar gráficos y tablas que son sólo comprensibles para una minoría de personas que tienen la suerte de contar con una educación especializada, limitando la correcta interpretación de la información a todo el resto de la población.
Otro problema, gravísimo y evitable, es presentar información derechamente falsa. La falta de validación o fact-checking en el portal es evidente. Además de las 90 preguntas originales que se mostraban el día de lanzamiento del portal, ahora se despliegan además preguntas propuestas por los usuarios, sin previo filtro o verificación. El portal pregunta respecto de «reducir el cálculo de jubilación en las AFP que ahora es de 110 años», la cual es una de las preguntas consideradas como de mayor prioridad en los resultados de las votaciones.
Debemos ser claros en precisar que las AFP no proyectan 110 años al momento de calcular las jubilaciones. Lo que las AFP hacen es calcular las pensiones con base en la tabla de mortalidad de la Superintendencia de Pensiones, la cual tiene un límite superior de 110 años. El cálculo de la jubilación se basa en que las mujeres jubilan a los 60 y tienen una sobrevida esperada de 30 años, mientras que los hombres jubilan a los 65 y tienen una sobrevida esperada de 20 años. A modo de referencia, la esperanza de vida de los chilenos hoy en día es 80 años de acuerdo al Banco Mundial.
¿Qué pasa con los usuarios que quieren balancear o derechamente mover los resultados en cierta dirección, que en estos conflictos los hay y muchos, suban más preguntas? ¿Prefieres el proyecto de legalizar la poligamia del diputado Máximo Cozzeti o seguir con la familia tradicional? Por cierto, ni el diputado Cozzeti ni la propuesta de poligamia existen, pero actualmente se pueden proponer en Chilecracia.
Si algo se ha entendido de esta crisis, es que durante mucho tiempo un sector importante de la población estuvo postergado. En estos momentos, ni los políticos más experimentados son capaces de decir exactamente cuál es el orden de prioridades que permitirá resolver esta crisis. Estamos ante una crisis múltiple: problemas económicos, problemas sociales, falta de confianza, falta de respaldo a la Constitución, pérdida de la seguridad pública y atropellos a los Derechos Humanos.
“La fragilidad metodológica de Chilecracia es enorme, tanto las propuestas, de por sí presentadas de modo sesgado, como los votos”.
Intentar fijar los temas a tratar dado un fenómeno de características caóticas, o en plena ebullición, si se prefiere, exigir considerar, por ejemplo, que la reducción de sueldos de los diputados es más importante que la ley medioambiental, sin proporcionar los espacios para que eso se discuta y decante en un diálogo, no contribuye a la solución.
Un resultado indeseable del uso de esta plataforma sería sugerir que Chile es un país en el cual el populismo o la ingobernabilidad son salidas preferibles por sobre los consensos ciudadanos que tanto nos faltan. Aún tenemos la fortuna de vivir en una República con poderes independientes y es deber de todos trabajar por un futuro próspero.
En resumen, los problemas de Chilecracia son importantes y varios, tanto las propuestas, de por sí presentadas de modo sesgado, como los votos, y más importante, la interpretación de sus resultados. El peligro es que pueden ser fácilmente capturados o manipulados por partidos o grupos políticos en momentos en que la ciudadanía se ha manifestado en las calles por no ser escuchada y que hoy reclama participación en la construcción de una nueva forma de convivencia. El desarrollo de la discusión sobre la actual situación que enfrenta nuestro país no está en manos de una plataforma online que, a través de algoritmos sofisticados, ordene nuestra discusión.
El ingrediente clave, creemos nosotros, es sentarnos y escucharnos mutuamente.
(1) Cabe destacar que Chilecracia ahora cuenta con mecanismos de seguridad para mitigar este tipo de problemas.
(2) Esta oración es sólo una interpretación de los autores y Chilecracia ni sus autores han hecho tal declaración.
Uno de los autores de esta columna, Mauricio Vargas, es un ex empleado de la compañía de Cesar Hidalgo, Datawheel. Dejó la empresa una vez entregado el proyecto DataChile para incorporarse al Servicio Público. Actualmente trabaja en la banca.
Esta columna de opinión fue actualizada el 5 de noviembre de 2019.
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