COLUMNA DE OPINIÓN
Rechazo: el Arcoíris que no fue
29.07.2020
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COLUMNA DE OPINIÓN
29.07.2020
El autor analiza la última encuesta Cadem para caracterizar cuán variado es el grupo que votaría rechazo en el plebiscito por una nueva Constitución. Sostiene que quienes se inclinan por esta opción “son, en promedio, hombres y mujeres de clase más bien acomodada (con un componente D/E igualmente relevante), más viejos y de derecha. Si siguiéramos la analogía del arcoíris, este grupo se parece a uno en escala de grises”.
(Nota de Transparencia: El autor es parte del Consejo Consultivo de la encuesta Plaza Pública Cadem).
Gran parte de la discusión sobre el plebiscito del 25 de octubre se ha realizado en torno a la viabilidad de ese evento en medio de una pandemia. Sin duda, esta debe ser una de las principales preocupaciones de quienes tienen a su cargo la administración electoral. Sin embargo, ya sea por la lejanía en el tiempo o por la falta de información, se ha hecho poco análisis de cómo se han ido ordenando las preferencias electorales alrededor de este plebiscito de entrada.
En este artículo pretendo levantar dos ideas principales: la primera es que el plebiscito, a diferencia de mis propias expectativas iniciales, no estaría relacionado con una mayor polarización política. Lo segundo es que, a pesar de lo planteado por algunos (cfr. Navia 2020), la opción de rechazar una nueva Constitución no se asemeja a un arcoíris de personas diversas, sino todo lo contrario.
Gracias a la evidencia proporcionada por la última encuesta Plaza Pública de Cadem, podemos hacer un análisis preliminar de cómo se construye el apoyo de cada una de las opciones. Para partir, es importante mencionar que la encuesta de la semana pasada otorga un 71% de las preferencias a la opción Apruebo (un aumento de 6 puntos desde la última medición en abril) y una reducción al 20% de la opción Rechazo. Este es el resultado más extremo mostrado por Cadem, pero está en línea con lo observado en otras encuestas.
Antes de partir, es importante hacer algunas salvedades. La primera es que aún falta mucho para la elección. Si bien hemos visto que las preferencias mostradas en las encuestas siguen un patrón bastante estable en favor del Apruebo, la verdad es que la literatura especializada (Jennings and Wlezien 2016) es bastante clara sobre la falta de precisión de las encuestas cuando son tan lejanas a la fecha de la votación. Eso no quiere decir que la carrera pueda cambiar de forma drástica en los próximos meses (es más, lo dudo), pero sí que las proporciones presentadas aquí y en otros sondeos pueden diferir de manera más o menos importante con los resultados de octubre. Sin ir más lejos, las características en las cuales se va a desarrollar el plebiscito (en medio de una pandemia, con parte de la población manteniéndose en sus casas) puede afectar de forma notoria (y no aleatoria) la probabilidad de ir a votar de ciertos segmentos de la población.
La segunda salvedad es que este ejercicio no es un intento de predecir la elección de octubre, sino que simplemente, usando los datos disponibles hasta el momento, estudiar cómo se componen las preferencias ante el plebiscito. Quizás esta advertencia sea un poco ingenua, pero es importante aclarar que las preferencias electorales se modifican en el tiempo y que shocks electorales tienen efectos sobre ellas (Fieldhouse et al. 2019).
La polarización política en Chile viene aumentando hace un buen tiempo. La evidencia ha mostrado un progresivo vaciamiento del centro político, tanto a nivel de electorado (Fábrega, González, and Lindh 2018; Lindh, Fábrega, and González 2019) como de élites (Fabrega, Sajuria, and Drobny 2020). En estricto rigor, esto debiera limitar las opciones del plebiscito de aumentar la polarización, ya que la línea base es una bastante alta.
Sin embargo, al revisar la experiencia de plebiscitos en otras partes del mundo, podemos ver que efectivamente estas instancias de democracia directa pueden tener un efecto polarizador en la población. Por ejemplo, en un análisis sobre la composición del electorado del Brexit, Hobolt, Leeper, and Tilley (2020) plantean que el referéndum de 2016 generó un nivel de polarización afectiva, que escapa a las identificaciones partidarias y se relaciona con una serie de patrones identitarios (raza, edad, ubicación geográfica, ideología, entre otros).
Asimismo, Rontos et al. (2016) muestran que en Grecia, luego del referéndum de 2015 para aceptar o rechazar las condiciones de los créditos ofrecidos por el Banco Central Europeo, el FMI y la Comisión Europea, se acentuó la polarización basada en patrones geográficos y de clase. Similares resultados se han visto en Francia (Lemennicier 2005), Noruega (Saglie 2000) y Colombia (Laengle, Loyola, and Tobón-Orozco 2020). En resumen, los plebiscitos binarios tienen una tendencia natural a polarizar a la población.
Sin embargo, analizando la evidencia, pareciera que el caso chileno es distinto. Por ejemplo, tomemos algunos de los predictores típicos de la literatura y comparémoslo con los datos chilenos. El primer sospechoso es la posición política. Se ha planteado que este plebiscito puede ser una cristalización de la polarización entre izquierda o derecha existente en el país. Sin ir más lejos, el flamante ministro Bellolio anunció hace poco que cambiaba su voto desde el Apruebo al Rechazo, lo que fue leído por algunos como una consolidación de que la derecha votaba por el Rechazo. Otros, como el diputado de Evópoli Francisco Undurraga han planteado argumentos similares.
Fig. 1: Opción de voto por posición política
Como podemos observar en la Figura 1, esta distinción entre izquierda y derecha tiene poco asidero. En la opción Rechazo, la principal identificación política es con la derecha. Le sigue un grupo de independientes o que no se identifican con una posición. Los votantes de centro y de izquierda que dicen apoyar el Rechazo representan un porcentaje insignificante, sobre todo considerando el tamaño de la muestra. La opción Apruebo, en cambio, tiene un apoyo mucho más distribuido en términos políticos. De hecho, más del 40% de quienes se identifican con la derecha plantean que van a votar por el Apruebo. En términos políticos, el apoyo a una nueva Constitución reúne a personas de todos los sectores políticos del país, rompiendo con la tendencia a la polarización en esta dimensión.
Otra dimensión que suele estar asociada a preferencias en plebiscitos es la clase social. Cómo muestra la evidencia del Brexit o del plebiscito en Grecia el 2015, no es poco común que haya un clivaje entre clases trabajadoras y élites. Incluso, no es poco común que parte del discurso a favor o en contra de algunas de las opciones del plebiscito tengan un componente de discurso antielitista.
Fig. 2: Opción de voto por Grupo Socioeconómico (GSE)
Al mirar las preferencias de voto dentro de cada grupo socioeconómico (Figura 2), la distinción entre pueblo-élite es menos clara. La opción Apruebo es la mayoritaria en todos los segmentos, pero hay diferencias entre cómo se distribuyen internamente. Si bien la diferencia entre el grupo C1 (clase media alta) y los C2C3 (Clase media) es estadísticamente significativa, no así en la diferencia entre el C1 y el D/E.
Quizás donde sí hay cierta diferencia más importante es en términos de edad, donde votantes de mayor edad tienen una probabilidad más alta de preferir (Figura 3). Sin embargo, si miramos el gráfico con detalle, podemos revisar que sólo al final del rango de edad se la probabilidad se ubica por sobre el 0.5, y no es estadísticamente significativo a ese nivel. Si bien la preferencia a favor del Rechazo aumenta con la edad, pareciera no ser una opción determinante.
Fig. 3: Opción de voto por Edad
Para ser justos con la tesis de Patricio Navia, su argumento no se trata de una diversidad demográfica o ideológica, sino que una diversidad en términos de los argumentos. Así, Navia se hace cargo de las críticas sobre la legitimidad de origen de la constitución, sobre la incertidumbre económica y política del proceso o sobre la necesidad de un proceso constituyente en contraposición a canalizar la discusión por la vía legislativa, entre otras. Sin embargo, la idea del arcoíris es, en el imaginario político chileno, una de diversidad ideológica y social y no sólo de argumentos para preferir una opción u otra.
No podemos olvidar es que el proceso no puede excluir a quienes no quieren que ese proceso exista. Esto puede sonar paradójico, pero la legitimidad del proceso descansa en su capacidad de convocar a quienes no están a favor del proceso. Un proceso legítimo requiere, al menos, hacer un esfuerzo sincero por convocarlos y hacerlos partícipes. Un triunfo apabullante del Apruebo no asegura el éxito del proceso constituyente, sólo lo posibilita”.
Las distintas características mencionadas anteriormente están analizadas de forma individual, pero eso no permite saber cómo éstas se relacionan entre ellas a la hora de predecir (o correlacionar) con las preferencias electorales. Para ello estimé un modelo de regresión logística tratando de mirar cuáles son los factores que predicen la opción por el Rechazo.
Tabla 1: Modelo de regresión logística para predecir la preferencia por el Rechazo
El modelo plantea algo similar a lo que se mostraba más arriba. Las variables que predicen el voto Rechazo son la edad, la posición política y el nivel socioeconómico. Los coeficientes en negativo indican que esos factores disminuyen significativamente la probabilidad de preferir el Rechazo. En resumen, quienes se inclinan por esta opción son, en promedio, hombres y mujeres de clase más bien acomodada (con un componente D/E igualmente relevante), más viejos y de derecha. Si siguiéramos la analogía del arcoíris, este grupo se parece a uno en escala de grises.
La poca evidencia disponible muestra que el apoyo al Apruebo es amplio (sobre 70%) y diverso. La composición de ese electorado atraviesa posturas políticas, grupos etarios y socioeconómicos y no tiene diferencias entre hombres y mujeres. Es un verdadero arcoíris y, por ahora, desafía la tendencia creciente a la polarización política. Sin embargo, es importante tomar en cuenta que esa misma característica puede confinar a los votantes del Rechazo a una esquina del electorado, excluyéndolos de forma simbólica y substantiva del proceso constituyente.
El proceso que, seguramente, se inicia el 25 de octubre requiere recomponer confianzas colectivas en la institucionalidad y la política. Ya nos advertía Claudio Fuentes sobre la desconfianza radical sobre la que se construye este proceso. Para poder resolver este dilema, es importante que el proceso constituyente no sea sólo una discusión de élites de espaldas a quienes los votaron, sino que se construyan mecanismos (formales o informales) de participación política.
Pero lo que tampoco podemos olvidar es que el proceso no puede excluir a quienes no quieren que ese proceso exista. Esto puede sonar paradójico, pero la legitimidad del proceso descansa en su capacidad de convocar a quienes no están a favor del mismo. Siempre habrá quienes preferirán marginarse, amén de las iniciativas para permitir su inclusión. Pero un proceso legítimo requiere, al menos, hacer un esfuerzo sincero por convocarlos y hacerlos partícipes. Un triunfo apabullante del Apruebo no asegura el éxito del proceso constituyente, sólo lo posibilita.
Fabrega, Jorge, Javier Sajuria, and Sammy Drobny. 2020. “We Did Not See It Coming: The Unintended Polarization Induced by an Institutional Reform. The Case of the Chilean Constitutional Tribunal.” SocArXiv.
Fábrega, Jorge, Jorge González, and Jaime Lindh. 2018. “Polarization and Electoral Incentives: The End of the Chilean Consensus Democracy, 1990–2014.” Latin American Politics and Society 60 (4): 49–68.
Fieldhouse, Edward, Jane Green, Geoffrey Evans, Jonathan Mellon, Christopher Prosser, Hermann Schmitt, and Cees Van der Eijk. 2019. Electoral Shocks: The Volatile Voter in a Turbulent World. Oxford University Press.
Hobolt, Sara, Thomas J Leeper, and James Tilley. 2020. “Divided by the Vote: Affective Polarization in the Wake of the Brexit Referendum.” British Journal of Political Science.
Jennings, Will, and Christopher Wlezien. 2016. “The Timeline of Elections: A Comparative Perspective.” American Journal of Political Science 60 (1): 219–33.
Laengle, Sigifredo, Gino Loyola, and David Tobón-Orozco. 2020. “Bargaining Under Polarization: The Case of the Colombian Armed Conflict.” Journal of Peace Research, 0022343319892675.
Lemennicier, Bertrand. 2005. “Political Polarization and the French Rejection of the European Constitution.” European Journal of Political Economy 21 (4): 1077–84.
Lindh, Jaime, Jorge Fábrega, and Jorge González. 2019. “La Fragilidad de Los Consensos. Polarización Ideológica En El Chile Post Pinochet.” Revista de Ciencia Polı́tica (Santiago) 39 (1): 99–127.
Navia, Patricio. 2020. El Acroíris Del Rechazo. Santiago, Chile: El Líbero.
Rontos, Kostas, Efstathios Grigoriadis, Adele Sateriano, Maria Syrmali, Ioannis Vavouras, and Luca Salvati. 2016. “Lost in Protest, Found in Segregation: Divided Cities in the Light of the 2015 ‘O’ Referendum in Greece.” City, Culture and Society 7 (3): 139–48.
Saglie, Jo. 2000. “Values, Perceptions and European Integration: The Case of the Norwegian 1994 Referendum.” European Union Politics 1 (2): 227–49.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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