COLUMNA DE OPINIÓN
COVID-19, pobreza energética y contaminación: redefiniendo la vulnerabilidad en el centro-sur de Chile
15.05.2020
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COLUMNA DE OPINIÓN
15.05.2020
A través del análisis de cómo los hogares se calefaccionan en el centro-sur de Chile los autores y autoras de esta columna muestran una dimensión no considerada del COVID-19: allí donde se recurre masivamente a la leña en invierno y las viviendas tienen mala aislación, el virus contará con condiciones muy favorables. Trabajando con Valdivia como caso de estudio, y usando el concepto de “pobreza energética”, muestran que el 25% de los hogares de menores ingresos tiene que recurrir a sistemas de calefacción contaminantes o definitivamente pasar frío. La columna advierte que el consumo de leña es también elevado en los sectores de altos ingresos. Sugieren políticas urgentes y de mediano plazo de modo de mejorar la aislación de las viviendas y el uso de energías limpias y sostenibles.
Las ciudades del centro-sur de nuestro país han estado entre las más contaminadas del mundo en varias ocasiones, superando urbes norteamericanas y europeas, y con niveles similares a los reportados en algunas ciudades chinas. Teniendo en cuenta la pandemia del SARS-CoV-2, es clave analizar la importancia que tendrá la calidad del aire en cuanto a la morbilidad y mortalidad que afectará a las ciudades del país, especialmente en el centro-sur.
Si bien las medidas de cuarentena en otros países y en ciudades como Santiago han disminuido la contaminación atmosférica, que en general se asocia al transporte y la actividad de las industrias, en las ciudades del centro-sur de Chile podría ocurrir lo contrario, debido a que una mayor permanencia y uso de la vivienda durante el invierno va a implicar un mayor uso de los calefactores a leña, lo que se podría traducir en un aumento del material particulado fino.
En este contexto, resulta urgente mitigar la demanda sanitaria a través de acciones dirigidas a mantener la calidad de aire. En busca de antecedentes que permitan adoptar medidas, este artículo aborda el caso de la ciudad de Valdivia desde el concepto de pobreza energética. Valdivia es la capital de la Región de Los Ríos, y presenta un uso intensivo de leña para calefacción.
Existen antecedentes de que la contaminación atmosférica aumenta la tasa de incidencia y mortalidad de las enfermedades respiratorias.
Es conocido el efecto de la contaminación del aire sobre enfermedades respiratorias, cardiovasculares y cánceres, particularmente en sectores socialmente vulnerables[1]. Existen antecedentes de que la contaminación atmosférica aumenta la tasa de incidencia y mortalidad de las enfermedades respiratorias. En 2002, el síndrome respiratorio agudo causado por un virus genéticamente similar al actual coronavirus tuvo una letalidad promedio cercana al 6,6% en ciudades de China. Recientemente, en la provincia china de Shandong, se estudió la correlación diaria entre contaminantes como material particulado fino (MP2, 5) y grueso (MP10), monóxido de carbono (CO), dióxido de azufre (SO2) y dióxido de nitrógeno (NO2) y la incidencia de enfermedades respiratorias. De acuerdo con este estudio, cuando aumenta la concentración diaria de estos contaminantes aumenta también la incidencia de éstas[2].
Actualmente existe evidencia en Estados Unidos[3] e Inglaterra[4] acerca del rol de los contaminantes en la dispersión e incidencia de COVID-19. Tanto el sentido común como el principio precautorio llevan a pensar que, aunque no tengamos certeza absoluta sobre la transmisión aérea del virus, la calidad del aire debería ser un factor relevante por consideraren esta pandemia.
La contaminación atmosférica generada a partir del uso de leña requiere un abordaje integrado para entender las condiciones que favorecen su uso intensivo, y las causas que han impedido lograr controlarla. El concepto de pobreza energética posibilita comprender mejor el uso de leña como combustible, considerando su asequibilidad (precio relativo en comparación a otras fuentes de energía), su accesibilidad (posibilidad de autoabastecerse a través de recolección) y su capacidad calorífica. Este último aspecto es muy relevante en un contexto ambiental caracterizado por el frío y la humedad.
La pobreza energética, considerada como una forma de privación distinta de la pobreza de ingresos, y que releva las dificultades de acceso a energía de calidad[5], ha sido asociada a tres causas principales: bajos niveles de ingresos, altos costos de energía y bajos niveles de eficiencia energética residencial[6]. En ciudades como Talca, Chillán, Temuco, Valdivia y Osorno estos tres aspectos aparecen con extraordinaria claridad: la alta demanda de leña para calefacción es consecuencia directa de la ineficiencia térmica de las viviendas, luego, las familias deben destinar un alto porcentaje de sus ingresos a calefacción (no pudiendo acceder a alternativas menos contaminantes) y quedando expuestos a condiciones intradomicilarias deficientes en términos de temperatura, humedad y calidad del aire.
La precariedad del ambiente intradomiciliario, que afecta a gran parte de la población del centro-sur de Chile, tiene consecuencias negativas para la salud física y mental de las personas, y aumenta su vulnerabilidad frente a enfermedades que atacan al sistema respiratorio.
Dado que este es un problema complejo, su abordaje requiere de una mirada interdisciplinaria y multisectorial, que vaya más allá de prohibir lo que parece ser la causa del problema, combinando estrategias de corto, mediano y largo plazo. Identificar los factores que inciden en la precariedad del ambiente intradomiciliario es clave para enfrentar esta emergencia y focalizar acciones para proteger a los grupos más vulnerables.
A continuación, abordaremos la problemática que vincula la contaminación del aire con COVID-19, desde la pobreza energética, tomando Valdivia como caso de estudio. Esto nos permitiría redefinir la vulnerabilidad en el contexto de la pandemia con fuertes implicancias urbanas, ambientales y sociales.
Actualmente existe evidencia en Estados Unidos e Inglaterra acerca del rol de los contaminantes en la dispersión e incidencia de COVID-19.
Estudios recientes del Instituto Forestal muestran que la concentración de material particulado fino al interior de las viviendas es significativa (25 μg/m3, promedio 24 horas), aunque mucho menor al registrado al exterior de la vivienda (56 μg/m3, promedio 24 horas)[7]. De todas maneras, ese nivel de material particulado fino dentro de la vivienda puede ser suficientemente alto para generar daños en la salud de las personas si se mantiene por periodos prolongados[8],[9].
Por otra parte, el 25% de las familias están sometidas a un estrés económico agudo y permanente, en el cual el abastecimiento de energía es secundario ante las dificultades que tienen para alimentarse, vestirse, transportarse, y acceder a educación y salud. En los hogares más vulnerables se observan estrategias alternativas para el abastecimiento de energía, como la recolección de leña en el interior o en torno a la ciudad, la quema de desechos (como madera de desecho, cartón, plásticos o ropa en desuso), la existencia de conexiones eléctricas ilegales, o simplemente una mayor tolerancia a condiciones ambientales desfavorables dentro del hogar. Considerando sólo los meses de invierno, el 60% de los hogares de Valdivia podrían estar en un estado de pobreza energética (en su definición más tradicional), ya que utilizan más del 10% de sus ingresos para satisfacer necesidades de energía16.
La Figura 1 muestra la distribución del consumo de leña por hectárea en Valdivia. Las áreas de color rojo oscuro representan alto consumo de leña y tienden a concentrarse en las poblaciones Altos de Mahuiza, Pablo Neruda, Yáñez-Zabala, y los Ediles hacia el sur, en el sector conocido como CORVI hacia el este, y en torno al Parque Kramer (centro del polígono urbano), que es justamente donde se encuentra la estación de monitoreo de la calidad del aire de la ciudad. Un menor consumo de leña se observa en Isla Teja, el sector de Collico, y en general, en torno a los ríos que cruzan Valdivia. Esto quiere decir que la contaminación atmosférica no afecta a todos por igual, concentrándose en ciertas áreas.
La vulnerabilidad de las personas a la contaminación atmosférica, y por extensión a COVID-19, también varía en los distintos sectores.
La Figura 2 muestra áreas de la ciudad donde existe una mayor concentración de adultos mayores (vulnerabilidad a COVID-19), los que tienden a agruparse hacia el sur y sureste de la ciudad (poblaciones Altos de Mahuiza, Los Ediles, Pablo Neruda, Yáñez-Zabala, Picarte 4000, Rubén Darío y CORVI, entre otras).
Una tendencia similar se observa en la Figura 3, que muestra zonas donde existe una mayor concentración de familias pertenecientes a los primeros tres deciles de ingreso, es decir, familias con una mayor vulnerabilidad económica y social, lo cual es coincidente con la precariedad de la vivienda (se define como vivienda irrecuperable todas aquellas no susceptibles de arreglar debido a que se encuentran construidas en base a material de desecho o muy precario – definición Ministerio de Desarrollo Social) (Figura 4). El estado de la vivienda es probablemente uno de los factores más relevantes en este análisis, en términos del impacto potencial que el frío, la humedad y la contaminación atmosférica puedan tener en la salud de las personas que las habitan y, por tanto, debería ser uno de los ejes para abordar el problema a mediano plazo.
Al superponer las figuras, se observa que hay zonas de la ciudad que tienen un alto consumo de leña, como Villa del Rey, Parque Kramer y Bosque Sur, entre otros, que pertenecen a estratos sociales medios y medio-altos, donde sería posible avanzar hacia el reemplazo de estufas a leña por otras tecnologías, sin necesidad de subsidios o al menos sin que el Estado haga un esfuerzo significativo.
Al mismo tiempo, existen otras áreas que, si bien tienen una alta concentración de familias en los tres primeros deciles de ingreso, no están en las zonas más críticas en términos de contaminación atmosférica y vulnerabilidad socioambiental. En consecuencia, el esfuerzo público debería focalizarse en aquellos barrios donde el impacto social se maximiza, como las poblaciones que se ubican hacia el sur y sureste de la ciudad. En especial, aquellos donde el estado de las viviendas y la presencia de adultos mayores es más crítico: Altos de Mahuiza, Pablo Neruda y Yáñez-Zabala, por mencionar algunos.
A partir del consumo de leña se estableció un cálculo del estadístico LISA[10] que permite ver el grado de aglomeración de dicho consumo, es decir cuales con las manzanas que tiene un alto consumo por persona, rodeadas de manzanas similares (high–high Clúster, en rojo) y aquellas zonas en donde el comportamiento es más de enclave (high–low Outliers, en rosado), es decir manzanas de alto consumo rodeadas de manzanas de consumo bajo.
En tal sentido destaca la aglomeración alto consumo de la parte sur de la ciudad de Valdivia sumado al alto consumo del sector de Barrios Bajos (sectores de ingresos medios a altos); de esta forma se produce un equilibrio entre el alto consumo de las clases más alta (no aglomerado por menor densidad, pero si auto segregado[11]– ver Figura 1) y el alto consumo de los sectores más vulnerables del sur de la ciudad de Valdivia, que en este caso se aglomera espacialmente (ver Figura 5) producto de la mayor densidad de población asociado al menor tamaño de las viviendas y sitios.
En base a este análisis entonces se pueden entender dos grandes patrones espaciales en la ciudad. Primero, un consumo mayor de leña, más disperso, propio de los patrones de las clases más acomodadas. Y al mismo tiempo, en las zonas más vulnerables de la ciudad, un patrón más aglomerado, intercalándose zonas de bajo consumo con zonas de alto consumo, lo que no implica una menor vulnerabilidad. Por el contrario, desde la perspectiva de la pobreza energética se hace necesario verificar los casos en donde se conjuguen las condiciones más deficientes en la aislación térmica de la vivienda, la alta densidad en zonas residenciales más vulnerables, así como otros factores de vulnerabilidad asociados a la actual pandemia de COVID-19.
Estudios recientes del Instituto Forestal muestran que la concentración de material particulado fino al interior de las viviendas es significativa (25 μg/m3, promedio 24 horas), aunque mucho menor al registrado al exterior de la vivienda (56 μg/m3, promedio 24 horas).
La información que hoy tenemos sobre pobreza energética asociada a uso de leña es limitada. Sin embargo, lo que está disponible es suficiente para indicar que un porcentaje muy importante de los habitantes del centro-sur de nuestro país está sometido a condiciones desfavorables de acceso a la energía para lograr confort térmico en sus hogares. Como consecuencia, la población enfrenta una carga económica importante asociada a la compra de energía para calefacción, llevándola a preferir combustibles de mala calidad, pero a precio asequible, con múltiples consecuencias para la salud[12].
En un contexto de pandemia como el que se enfrentará este invierno, la situación no solo será dramática por las deficientes condiciones de contaminación y sobrecarga de los servicios de salud por enfermedades respiratorias, sino que además se profundizará por las condiciones específicas que impone el COVID-19, tales como el aislamiento y distanciamiento social.
La contaminación atmosférica es uno de los principales problemas ambientales que aqueja a nuestro país, sin duda es momento de enfrentarlo de otra manera. Es evidente la necesidad de mejorar las condiciones de aislación térmica de las viviendas, el acceso a fuentes energéticas de mejor calidad y la protección de la población vulnerable a partir del refuerzo del sistema de salud.
Tendremos que implementar medidas de urgencia, pero también acompañarlas de medidas más estructurales de mediano y largo plazo. En este sentido, se ha avanzado con la implementación de Planes de Descontaminación Atmosférica (PDA) en las grandes ciudades de la zona centro-sur de país, pero se requiere ampliar estas estrategias a otras ciudades de menor tamaño. El mejoramiento de las viviendas para la reducción del consumo energético, la transición hacia energías limpias y sostenibles, y el mejoramiento del acceso a confort térmico son elementos clave para avanzar en los desafíos de desarrollo sustentable del siglo XXI.
[1]Mannucci, P., &Franchini, M. (2017). Health Effects of Ambient Air Pollution in Developing Countries. International Journal of Environmental Research and Public Health, 14(9), 1048. Disponible aquí.
[2] Su, W., Wu, X., Geng, X., Zhao, X., Liu, Q., & Liu, T. (2019). The short-term effects of air pollutants on influenza-like illness in Jinan, China. BMC Public Health, 19(1), 1–12. Disponible aquí.
[3] Wu, X. et al. Exposure to air pollution and COVID-19 mortality in the United States: A nationwide cross-sectional study. (2020). MedRxiv. Disponible aquí.
[4] Travaglio, M., Yu, Y., Popovic, R., Santos Leal, N., & Martins, L. M. (2020). Links between air pollution and COVID-19 in England. MedRxiv. Disponible aquí.
[5] Urquiza, Amigo, Billi, Calvo, Labraña, Oyarzún, Valencia (2019). Quality as a hidden dimension of energy poverty in middle-development countries. Literature review and case study from Chile. Energy and Buildings 204. Disponible aquí.
[6] Boardman, B. (2010). Fixing Fuel Poverty: Challenges and Solutions. London: Earthscan.
[7] Reyes, R., Schueftan, A., Ruiz, C., & González, A. (2019). Controlling air pollution in a context of high energy poverty levels in southern Chile: Clean air but colder houses? Energy Policy, 124, 301-311.
[8] Bernstein, J.A., Alexis, N., Bacchus, H., Bernstein, L., Fritz, P., Horner, E., Li, N., Mason, S., Nel, A., Oullette, J., Reijula, K., Reponen, T., Seltzer, J., Smith, A., &Tarlo, S.M. (2008). The health effects of nonindustrial indoor air pollution. American Academy of Allergy, Asthma & Immunology, 121(3), 585-591.
[9]WHO. (2005). Air quality guidelines for particulate matter, ozone, nitrogen dioxide and sulfur dioxide Global update 2005. Summary of risk assessment. World Health Organization. Disponible aquí.
[10] Anselin, L. (2010). Local Indicators of Spatial Association-LISA. Geographical Analysis, 27(2), 93–115. Disponible aquí. El indicador calcula el Z-Score (observación – promedio/ desviación estándar) en función de una matriz de pesos espaciales (w) que para este caso particular está modelada en 1600 metros. Con eso el algoritmo determina 5 tipologías: las no significativas, que no pasaron el valor p=0.95, que son las manzanas no pintadas; las HH que son manzanas de alto consumo de leña anual rodeadas de manzanas de igual tipo; HL que son outliers, en este caso enclaves de alto consumo rodeados de bajo; LL bajo consumo rodeado de bajo y LH outliers de bajo consumo rodeados de alto.
[11]Sabatini, F., Cáceres, G., & Cerda, J. (2001). Segregación residencial en las principales ciudades chilenas: Tendencias de las tres últimas décadas y posibles cursos de acción. EURE, 27(82), 21–42. Disponible aquí.
[12]Red de Pobreza Energética (2019). Pobreza Energética. El acceso desigual a energía de calidad como barrera para el desarrollo en Chile. Policy Paper. Disponible aquí.
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