COLUMNA DE OPINIÓN
Tiempos de crisis: reposicionando la importancia de los vínculos afectivos en la escuela
30.04.2020
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COLUMNA DE OPINIÓN
30.04.2020
El éxito académico no depende solo de la transmisión de conocimientos. El compromiso de los alumnos con su aprendizaje se ve muy influido por “la calidad de la relación afectiva del docente con los estudiantes”, argumentan las autoras y el autor de esta columna. ¿Cómo se fortalece esa relación en tiempos de distanciamiento físico? Expresando interés personal por el ánimo y las condiciones de aprendizaje de los jóvenes. Entendiendo la escuela “no como una prestadora de servicios sino como una comunidad de aprendizaje”.
Desde los primeros anuncios del cierre de las escuelas como estrategia para frenar el avance del coronavirus, se ha advertido sobre las barreras y desafíos que enfrenta el fraccionado sistema educativo chileno para abordar esta emergencia.
Intentando responder a esas dificultades, se han desplegado diversas plataformas educativas, tanto públicas como privadas, que ofrecen a los docentes recursos para “continuar” con el año escolar. Asimismo, las noticias muestran diariamente el esfuerzo de docentes por hacer llegar materiales de estudio a sus alumnos/as, incluso en lugares sin acceso a internet y recursos tecnológicos. A este esfuerzo se suman expertos que brindan recomendaciones para apoyar la transición de la labor educativa desde el aula presencial a las aulas virtuales.
Todo lo anterior es relevante, pues busca dotar de oportunidades a los/as estudiantes para adquirir aprendizajes. No obstante, es importante considerar que la exposición a contenidos y el logro de la cobertura curricular es solo una parte de la ecuación pedagógica que mayoritariamente se centra en qué y cómo se enseña, dejando de lado el cómo y por qué se aprende. Por consiguiente, es fundamental preguntarse de qué manera deberían estructurarse los ambientes para el aprendizaje, cuando las condiciones estructurales en las que se ejerce la enseñanza son tan disímiles. O dicho de otro modo: ¿existe alguna alternativa al intento frenético por la cobertura curricular en tiempos de distanciamiento físico? Como investigadores, pensamos que sí.
La orientación utilizada hasta ahora para hacer frente a la crisis tiene un foco totalmente adulto céntrico, guiado por las necesidades urgentes -de los adultos- de cumplir con ciertas metas (contenidos), para evitar consecuencias.
La orientación utilizada hasta ahora para hacer frente a la crisis tiene un foco totalmente adulto céntrico, guiado por las necesidades urgentes -de los adultos- de cumplir con ciertas metas (contenidos), para evitar consecuencias.
En el caso de las escuelas, ya se habla del temor por la inseguridad de los recursos económicos. Ese temor emerge, por una parte, del miedo a no recibir subvención del Estado como consecuencia de no tener “evidencias” del trabajo realizado; y por otra, de las acciones de los apoderados, quienes presionan por reducir o eliminar pagos por no prestación “del servicio”.
En el caso de los apoderados, la presión a los niños/as y jóvenes puede estar guiada por la intención de “cumplir” con lo solicitado por la escuela por el miedo a que el hijo/a obtenga malas calificaciones, o para no causar una mala imagen ante los docentes, por el incumplimiento en el envío de tareas.
La visión adulto-céntrica no tiene en cuenta aspectos importantes de cómo los niños, niñas y jóvenes en etapa escolar aprenden y se comprometen con su escuela. El concepto de compromiso escolar ofrece una forma más adecuada de enfrentar la actual emergencia. Esta perspectiva describe el nivel de involucramiento que la/el estudiante tiene con su escuela, el cual se traduce en el sentido de pertenencia y participación, el vínculo con su institución, la motivación hacia el aprendizaje y la obtención de logros académicos[i].
Proponemos repensar hacia qué tipos de esfuerzo se deben enfocar los sistemas educativos en tiempos de crisis. Para esto se debe pasar del énfasis de cobertura curricular hacia esfuerzos centrados en las necesidades claves de los estudiantes para mantener su compromiso escolar y favorecer su aprendizaje. Todo esto fortalecerá el vínculo con sus docentes y el sentido de pertenencia con sus escuelas.
En las circunstancias actuales, en las cuales se buscan alternativas de educación a distancia (virtuales y no virtuales), la relación docente-estudiante es una variable sobre la cual las escuelas podrían trabajar para favorecer condiciones y oportunidades para el aprendizaje. La relación docente-estudiante es una variable contextual que ha demostrado consistentemente tener una influencia relevante en el compromiso escolar. La evidencia de su impacto ha sido demostrada ampliamente en diversas investigaciones internacionales[iii],[iv]. El rol docente y, en particular, la calidad de la relación afectiva que el docente establece con los estudiantes, así como los estilos de enseñanza, se vinculan con el comportamiento social de los estudiantes, la adaptación a los contextos educativos, y los logros académicos, siendo especialmente crítica en el caso de estudiantes con bajo nivel socioeconómico, pertenecientes a minorías o con dificultades emocionales o de aprendizaje, quienes se ven más afectados en su compromiso escolar a consecuencia de la calidad de la relación que establecen con sus docentes[v],[vi].
Debido a lo anterior proponemos repensar hacia qué tipos de esfuerzo se deben enfocar los sistemas educativos en tiempos de crisis. Para esto se debe pasardel énfasis de cobertura curricular hacia esfuerzos centrados en las necesidades claves de los estudiantes para mantener su compromiso escolar y favorecer su aprendizaje. Todo esto fortalecerá el vínculo con sus docentes y el sentido de pertenencia con sus escuelas. Aquí es importante hacer hincapié que no estamos hablando de acciones que recaen exclusivamente en manos de los docentes, sino de cambios que se deben iniciar en la gestión institucional y pedagógica de los establecimientos. En ese sentido, son los líderes (dirección y equipo directivo) los llamados a generar condiciones profesionales y recursos pedagógicos, para que los docentes dirijan acciones específicas a fortalecer el compromiso de los estudiantes y la relación docente-estudiante.
Estos tiempos de crisis abren una oportunidad inédita para el sistema educativo, las escuelas, los docentes y las familias: pueden servir para reposicionar el rol central de los vínculos en los aprendizajes, pensando en el bienestar y desarrollo de los estudiantes y entendiendo la escuela en su definición más amplia: no como una prestadora de servicios sino como una comunidad de aprendizaje.
En concreto, es importante centrar esfuerzos en fomentar una relación docente-estudiante que favorezca comportamientos hacia el aprendizaje y asista al estudiante a lidiar con las demandas educativas y las dificultades de cumplirlas en el contexto actual.
Esto se traduce, por una parte, en desplegar prácticas pedagógicas que brinden a los estudiantes ejemplos de los contenidos, oportunidades para ensayar respuestas, y procesos de retroalimentación constante para identificar errores y realizar mejoras. Por otra parte, las prácticas anteriores deben ir de la mano del apoyo emocional en el proceso de aprendizaje3. Usualmente en el aula, este apoyo se evidencia en la creación de ambientes estructurados y solidarios, en los que se manifiestan explícitamente altas expectativas, y se abordan las inquietudes y dificultades de adquisición de conocimientos de los estudiantes mediante oportunidades que fortalezcan el sentimiento de competencia académica. En la situación actual, el ambiente social puede significar una plataforma de videoconferencia, pero también mensajería como correo electrónico, foros, videos, WhatsApp de curso. A través de estos medios se puede propiciar el contacto y preocupación del docente por cada uno de sus estudiantes.
Mientras la distancia física medie el vínculo docente–estudiante, es importante generar oportunidades educativas y de cercanía. Algunas acciones a considerar son:
Las ideas anteriores posicionan a las distintas plataformas educativas disponibles como importantes aliados. Asimismo, es posible visualizar estrategias remotas que permitan repensar cómo promover logros académicos y fortalecer relaciones entre los estudiantes y entre ellos y los docentes. Estos tiempos de crisis abren una oportunidad inédita para el sistema educativo, las escuelas, los docentes y las familias: pueden servir para reposicionar el rol central de los vínculos en los aprendizajes, pensando en el bienestar y desarrollo de los estudiantes y entendiendo la escuela en su definición más amplia: no como una prestadora de servicios sino como una comunidad de aprendizaje.
[i]Christenson, S. L., Reschly, A. L., &Wylie, C. (Eds.). (2012). Handbook of research on student engagement. Springer Science & Business Media.
[ii]Lei, H., Cui, Y., & Zhou, W. (2018). Relationships between student engagement and academic achievement: A meta-analysis. Social Behavior and Personality: an international journal, 46(3), 517-528.
[iii]Quin, D. (2017). Longitudinal and contextual associations between teacher–student relationships and student engagement: A systematic review. Review of Educational Research, 87(2), 345-387
[iv] Wang, M. T., Brinkworth, M., & Eccles, J. (2013). Moderating effects of teacher–student relationship in adolescent trajectories of emotional and behavioral adjustment. Developmental psychology, 49(4), 690.
[v]Hamre, B.K., &Pianta, R.C. (2001). Early teacher–child relationships and the trajectory of children’s school outcomes through eighth grade. Child Development, 72, 625–638.
[vi]Roorda, D., Koomen, H., Spilt, J., &Oort, F. (2011). The influence of affective teacher–student relationships onstudents’ school engagement and achievement. Review of Educational Research, 81(4), 493-529.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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