A 40 años del golpe
El rol de Agustín Edwards antes y después del 11 de septiembre de 1973
10.09.2013
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A 40 años del golpe
10.09.2013
Lo dijo el poderoso ex secretario de Estado Henry Kissinger: una visita de Agustín Edwards a Washington gatilló la decisión de Richard Nixon de apoyar un Golpe de Estado en Chile. Lo escribió Kissinger en su biografía y lo rescató el director del National Security Archive, Peter Kornbluh, en su libro The Pinochet File (2003). El volumen reconstruye la historia secreta del golpe a partir de archivos de la CIA. Una historia en la que el dueño de El Mercurio juega un rol importante.
Ahora que se cumplen 40 años del Golpe de Estado, el Presidente Sebastián Piñera arrastró a los medios a la discusión sobre los cómplices pasivos de la dictadura y sobre quiénes deben pedir perdón. Insistió sobre ello en el discurso con que conmemoró el aniversario del golpe en La Moneda: “La responsabilidad también alcanza a algunos medios de comunicación, que con frecuencia se limitaron a entregar la versión oficial del gobierno y no siempre investigaron e informaron con la objetividad y veracidad que los graves atropellos a los derechos humanos exigían”.
Y este domingo 8, el abogado Carlos Peña –rector de la Universidad Diego Portales y vicepresidente del directorio de CIPER– usó las páginas del propio El Mercurio para apuntar hacia las responsabilidades del diario. Recordó específicamente la portada de La Segunda –también propiedad de Agustín Edwards– que bajo el titular “Exterminados como ratones” fue parte de una operación para encubrir el asesinato de 119 opositores al régimen.
Pese a haber transcurrido 40 años, El Mercurio no parece lamentar su actuación en dictadura. El mismo domingo, un editorial del periódico reivindicó lo hecho, congratulándose incluso de haber contribuido “decisivamente a una transición pacífica y democrática” gracias a que al intentar relajar las restricciones, la prensa establecida permitió que surgieran los medios opositores en la década de 1980.
El camino seguido por El Mercurio contrasta con el del conglomerado de medios brasileños O’Globo, que recientemente admitió que fue un “error” haber apoyado editorialmente a la dictadura en dicho país. El reconocimiento fue valorado por unos y cuestionado como oportunista por otros, pero indudablemente representa un paso más allá de lo que han hecho los medios chilenos.
No es la primera vez que la atención pública está puesta en la responsabilidad de El Mercurio en incitar el Golpe de Estado y cubrir los crímenes de la dictadura. El último episodio que incomodó al periódico fue el lanzamiento en 2008 de “El Diario de Agustín”, un documental de Ignacio Agüero que ahondó en el papel jugado por los diarios de la cadena de El Mercurio.
Hasta ahora, Agustín Edwards nunca ha tenido que dar explicaciones sobre sus actuaciones. Eso podría cambiar pronto, pues de acuerdo a La Tercera, el juez Mario Carroza ya emitió una orden a la PDI para “ubicar y entrevistar” al dueño de El Mercurio, en el marco de la investigación que busca aclarar cómo se gestó el golpe de estado
A diferencia de lo que la editorial de El Mercurio sugirió este domingo 8 de septiembre, el periódico apoyó explícitamente al régimen de Augusto Pinochet. Su actuación se puede rastrear mucho antes del golpe y está documentada desde que en 1975 el informe del Comité Church del Congreso estadounidense revelara el detalle de cómo la CIA usó a El Mercurio para desestabilizar a Salvador Allende. La intervención se da en el marco de las operaciones Track I y Track II, que desde 1970 la agencia de inteligencia llevó a cabo para, primero, evitar la asunción de Allende, y después, para derrocarlo.
Según el libro de Kornbluh, la relación entre El Mercurio y la CIA era de larga data. Ya en los años sesenta la agencia de inteligencia tenía en su nómina de sueldos a periodistas y editores del diario, y también había pagado gastos operativos del periódico. Más tarde la CIA llevó a cabo el “Proyecto El Mercurio”, destinando fondos para el que sería un actor relevante en el derrocamiento de Allende, usándolo como máquina propagandista.
La pista sobre el involucramiento de Agustín Edwards en el golpe se puede seguir tan atrás como septiembre de 1970, días después de las elecciones presidenciales que tuvieron lugar el 4 de ese mes y en las que Salvador Allende obtuvo una estrecha victoria que debía ser ratificada por el Congreso. “Agustín Edwards ha huido y llega aquí el lunes. Me voy a reunir con él…”, le dijo Kissinger a Nixon, según un documento desclasificado en 2008 y publicado entonces por CIPER.
El lunes al que se refería Kissinger correspondía al 14 de septiembre de 1970, cuando faltaban aún 40 días para que el Congreso decidiera si ratificaba a Allende como presidente o elegía a Jorge Alessandri, quien resultó segundo. Agustín Edwards y el gobierno estadounidense ya planeaban cómo evitar su asunción o derrocar su eventual gobierno.
Al día siguiente, a las 9 de la mañana, Kissinger le pidió a Richard Helms, entonces director de la CIA, que conversara con Edwards y luego le diera su opinión, según consta en la transcripción de la conversación telefónica entre ambos. “Iré al centro a reunirme con él”, le contestó Helms.
Esa misma tarde Nixon dio a la CIA una orden que sería clave para el futuro de Chile: “Evitar que Allende asuma el poder o derrocarlo”. Al igual que Kissinger, Helms dijo al Comité Church del Senado estadounidense que tenía la impresión de que Nixon llamó a una reunión para dar la orden de intervenir en Chile debido al testimonio que Agustín Edwards había llevado a Washington sobre la situación chilena.
El memorándum que registra lo que se habló en la reunión de Helms con Edwards está fechado tres días más tarde. Como muchos de los documentos desclasificados, partes del texto están tachadas. Por ejemplo, sólo el nombre de uno de los asistentes –Richard Helms– es legible, pero Kornbluh, el mayor experto en archivos desclasificados sobre Chile, asegura que por las fechas y el contenido, no hay dudas de que se trata de la reunión con Agustín Edwards.
El reporte señala que alguien –presumiblemente Edwards, porque el nombre está tachado– se queja de no haber podido hacer algo para quitarle votos a Tomic. Luego se explica que el gobierno estadounidense limitó su apoyo, permitiendo que alguien–nuevamente el nombre está tachado, puede ser Edwards– hiciera una campaña contra Allende, pero no le permitió apoyar directamente a Alessandri.
Durante el encuentro se analiza la contingencia política chilena, como la oferta de Alessandri de renunciar a asumir la presidencia en caso de ser electo por el Congreso, de modo de que Eduardo Frei Montalva (entonces presidente en ejercicio) pudiera presentarse en los siguientes comicios y ser electo. Sin embargo, las posibilidades de Alessandri eran bajísimas y se decía que los democratacristianos estaban asustados porque los comunistas ya estaban haciendo listas negras con los nombres de los funcionarios de gobierno DC.
El documento evalúa tres riesgos de intentar evitar la asunción de Allende: qué hacer en caso de que el plan falle (el cambio de mando era el 4 de noviembre, apenas 10 días después de que el congreso definiera la presidencia); algunos parlamentarios podían anunciar prematuramente su apoyo a Alessandri, gatillando que los comunistas “salgan a la calle”; y el general Roberto Viaux “o algún otro loco” podían intentar hacer un golpe, dificultando cualquier esfuerzo serio.
El último punto del reporte desclasificado es el más relevante, pues ya entonces se analiza el “timing para una posible acción militar”. Uno de los asistentes se pregunta si pueden correr el riesgo de que el plan Alessandri-Frei funcione.
El “Proyecto El Mercurio” implicó el desembolso de millones de dólares para financiar el periódico. A juzgar por los documentos de la CIA, sin esos fondos es posible que el decano de la prensa chilena no hubiera sobrevivido a la Unidad Popular.
“El Mercurio fue un canal de propaganda mayor durante 1970-75, así como lo fue durante las elecciones de 1970 y en el período previo al cambio de mando”, concluyó el Comité Church. Y agregó: “La CIA gastó U$ 1,5 millones para apoyar a El Mercurio, el diario más grande del país y el canal más importante para propaganda contra Allende. De acuerdo a los documentos de la CIA, esos esfuerzos tuvieron un rol importante en preparar el escenario para el golpe militar del 11 de septiembre de 1973”. Tiempo después se descubriría que el flujo de dinero fue aún mayor.
Documentos desclasificados más tarde muestran que en 1971 la CIA analizó dos alternativas opuestas para El Mercurio: gastar mucho dinero para financiar al diario, pero corriendo el riesgo de que Allende decidiera cerrar el diario; o dejar que El Mercurio saliera de circulación y usarlo como una forma de propaganda para mostrar el daño que la UP hacía a la libertad de prensa. Sin embargo, precisa el memorándum, Allende podría haber sido capaz de demostrar que la “ineptitud financiera” de los administradores del periódico lo llevaron a la ruina. Por todo lo anterior, el entonces embajador de Estados Unidos en Chile, Edward Korry, recomendó optar por financiar el diario.
La opinión de Korry se impuso por sobre otras y el propio Nixon aprobó el desembolso de U$700 mil, los que al mes siguiente se complementaron hasta alcanzar U$1 millón. De acuerdo a los documentos citados por Kornbluh, siete meses más tarde la CIA pidió otros U$965 mil, lo que generó un debate en el gobierno estadounidense, pues el diario ya no estaba bajo amenaza directa de Allende y lo que pasaba era que se estaba quedando sin acceso al crédito. Sin embargo, el diario era considerado esencial para liderar la oposición a Allende en vista de las elecciones parlamentarias de marzo de 1973. Los fondos se aprobaron y no fueron los únicos que alimentaron la caja de Agustín Edwards, quien también recibió apoyo a través de la empresa de telecomunicaciones estadounidense ITT, cuyos bienes en Chile sentía amenazados.