Ciper en «ReVista Harvard Review of Latin America»
06.04.2011
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06.04.2011
A continuación les presentamos el reportaje original publicado en «ReVista Harvard Review of Latin America».
Fue a fines de 2006. Culminaban seis años de intenso esfuerzo por sacar adelante un medio de comunicación que rompiera el duopolio de los medios de comunicación escritos en Chile, y el Diario Siete, que yo fundara y dirigiera junto a uno de los mejores equipos periodísticos del país, cerraba sus puertas por falta de avisaje de las empresas privadas y también del Estado.
La frustración se apoderó del equipo. Después de haber trabajado en turnos inhumanos entregando lo mejor de sí, quedaban cesantes. Una derrota para los que habíamos batallado junto a tantos por recuperar la democracia sin enfrentamientos, preservando a como diera lugar los pocos espacios donde pudiéramos usar nuestra única arma: contar la verdad a pesar de la dura represión.
Por ello, no había justificación para que, en democracia, los organismos del Estado privilegiaran con el dinero de sus avisos a los medios de comunicación que habían sostenido la dictadura. El oxígeno indispensable que a nosotros se nos negaba a pesar de nuestra calidad informativa, ampliamente reconocida.
Fue así como con un grupo de editores del Diario Siete nos instalamos en el escritorio de mi casa para buscar trabajos dignos que nos permitieran subsistir. Era también un desesperado intento por preservar a parte del equipo que con tanto esmero y convicción habíamos forjado. Y fue allí que se empezó a dibujar el sueño. La utopía que nace en un escritorio casero al compartir un café entre un grupo de periodistas que anhela poder desplegar su mejor talento para informar verazmente a los ciudadanos.
Un medio donde la investigación periodística fuera el plato principal, la información relevante que afecta y determina la vida de las personas una prioridad y el rigor una obligación. Sin anteojeras políticas, sin censuras y menos autocensuras. Sin silencio a cambio de publicidad. Un sueño. Para algunos, una locura.
No lo creyó así Álvaro Saieh, uno de los empresarios más importantes de Chile, dueño principal –entre otras inversiones- de COPESA, uno de los ejes de ese dupolio informativo al que hacía mención.
Saieh había financiado en un 50% el Diario Siete. Y lamentaba su cierre. Creo incluso que se había encariñado con ese diario que aportaba cada día información que no se encontraba en otro medio. Que entretenía y rescataba identidad. Y un día de marzo de 2007, al pedirme que aterrizara mi sueño en su amplio despacho en Santiago, tomó un papel y fue poniéndole números. Al final, tomó su calculadora, sumó y dijo: “¡Vamos, yo lo financio. Esto me gusta!”.
Así nació CIPER, el Centro de Investigación Periodística. Partimos el primero de mayo de 2007 en el escritorio de mi casa con cuatro periodistas, equipo al que se sumó en un comienzo, entusiasta y con muchas ideas, el periodista y profesor de la Universidad de Columbia John Dinges.
La estricta verdad: era una apuesta débil. Tampoco teníamos claro cuál sería finalmente nuestro formato. Sentíamos que lo que no está en papel no tenía impacto. Seis meses después adquirimos nueva identidad cuando bajo el impulso del presidente del directorio de COPESA, Jorge Andrés Saieh, tuvimos nuestro sitio web propio para difundir nuestras investigaciones. También estrenamos nuestra casa, con una cocina para alimentar nuestras extensas jornadas de trabajo y una gran mesa de reuniones para desplegar mapas, documentos y testimonios donde verificar el desarrollo de nuestros trabajos.
Un tímido inicio. Sin publicidad ni anuncios. Casi como pidiendo permiso. Los medios periodísticos chilenos respondieron como si fuéramos un medio artesanal, de esos a los que llaman despectivamente “alternativos” y se les puede plagiar con total impunidad. Y nos copiaron sin pudor. Sin mencionar a los autores de reportajes que demandaban más de un mes de trabajo y que terceros difundían como propios. Como ocurrió con la investigación “Paco ladrón: delincuentes de uniforme”, que develó la alta cifra de policías que delinquían a espaldas de la justicia y la opinión pública.
Ni siquiera cuando publicamos la increíble investigación “Viaje al fondo de la biblioteca de Pinochet”, que revelaba una faceta inédita y absolutamente desconocida del ex dictador, hubo replicas. Pero sí mucha lectura en la web. Ese texto de Cristóbal Peña logró el prestigiado premio al mejor reportaje del año de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Un galardón que ningún chileno había obtenido antes.
Hasta que el 17 de marzo de 2008 subimos a nuestro portal una investigación que demandó más de dos meses de trabajo de tres periodistas. Detallamos las múltiples irregularidades en la licitación de la plataforma tecnológica, de comunicaciones e informática del Registro Civil a la empresa india TATA Consultancy Services BPO Chile S.A., para administrar la base de datos de todos los chilenos (US$80 millones).
Al día siguiente el ministro de Justicia anuló la licitación, al subsiguiente licenció a la plana mayor del Registro Civil y tres días después entregó la información de CIPER al Ministerio Público iniciando la investigación judicial. Por primera vez fueron inculpados ejecutivos de una empresa privada, el socio invisible en la corrupción. El escándalo obligó a todos los medios a citarnos. Y desde entonces nos ganamos el respeto del medio.
Supimos con certeza cuál era nuestro camino. Esa investigación se ganó varios premios. Y se han sumado muchos otros. No son las distinciones las que nos importan, sino el impacto en las políticas públicas y el debate ciudadano. El buen producto investigativo no sólo debe fiscalizar los poderes del Estado y a los privados, sino que también puede influir en la agenda obligando a cambiar políticas públicas que violentan o perjudican a los ciudadanos y a cautelar de mejor manera los bienes públicos.
Así ocurrió con nuestra investigación sobre las irregularidades en la construcción de viviendas que el violento terremoto que sacudió nuestro país en febrero de 2010 dejó al descubierto.
En estos 3 años y ocho meses de vida hemos perseverado en esa línea. Hemos puesto en la agenda el negocio de la seguridad privada, que recluta delincuentes para la custodia de casas y empresas; el mercado paralelo del agua en el norte de Chile, donde el vital elemento se transa en millones por la demanda de empresas mineras en perjuicio de los campesinos y la población. También hemos levantado el mapa inédito de las zonas copadas por narcotraficantes y donde ninguna institución del Estado y menos la ley pueden ingresar. Y la inédita radiografía de los clanes que controlan el mercado de la droga en la capital. No hemos olvidado los abusos laborales de las empresas del retail ni los abusos sexuales de sacerdotes. Ambas temáticas han tocado teclas del poder económico.
Durante un año investigamos los hospitales públicos y demostramos cómo los médicos le niegan con su mala atención el derecho a la salud a millones (los más pobres), mientras por las tardes despliegan su rigor con aquellos que pagan su consulta en clínicas privadas.
Un instrumento clave para profundizar nuestras investigaciones ha sido la Ley de Acceso a la Información Pública. Nos hemos hecho expertos en su buen uso y también adictos. De hecho, nuestra petición de información sobre una fundación sin fines de lucro del Presidente Sebastián Piñera (Fundación Futuro), solicitada cuando era candidato presidencial, fue calificada por el Consejo para la Transparencia de Chile como una de las diez solicitudes que sentaron jurisprudencia. Ahora los balances de todas las instituciones sin fines de lucro son públicos.
Terminamos 2010 con un libro que recopila las 12 mejores investigaciones de CIPER, que rápidamente se ubicó entre los diez más vendidos en el país. Fue producto de un convenio amplio con la Universidad Diego Portales para fortalecer el periodismo de investigación. Hemos sumado varios ceros a la cifra de visitas a nuestro sitio web que provienen de todo el mundo, principalmente de América Latina. No hubiéramos podido crecer en impacto y mayor producción sin el apoyo financiero de la Open Society Foundation y la Fundación Ford que creyeron tempranamente en nuestro producto.
Cuando estamos a punto de convertirnos en una fundación sin fines de lucro, iniciamos una nueva etapa. Estamos llenos de proyectos, todos con el mismo norte: producir investigaciones periodísticas de alto impacto y calidad, que sirvan a la sociedad y aporten diversidad informativa en un país donde el ejercer el buen periodismo es un desafío permanente.
*Descargue acá el articulo original publicado en «ReVista, Harvard Review of Latin America»