Mujeres y poder: El drama de llegar a la cima
29.11.2007
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29.11.2007
La explosión de carcajadas femeninas no se hizo esperar. Y el eco se expandió. Habían transcurrido 13 meses desde que la primera mujer llegara la presidencia del país, y el mensaje de Bachelet hizo que muchas revivieran la emoción y el desafío experimentado el 11 de marzo de 2006.
Duras de matar. Un calificativo que las mujeres profesionales y también las empresarias bien conocen en Chile. Un estudio hecho por el diario El Mercurio en diciembre de 2006, reveló que sólo el 5% de los gerentes de áreas de las 100 empresas de mayor cotización bursátil en Chile son mujeres. Y se encontró una sola gerente general: Viviana Horta de la Compañía Chilena de Fósforos. En octubre de 2007, otro estudio de Icaran&Ovalle dio cuenta de que el 20% de los gerentes y el 25% de los empresarios chilenos son mujeres.
Fue frente a representantes de esas mujeres profesionales que Michelle Bachelet vivió un momento especial tres días antes de que asumiera el mando del país, en marzo de 2006.
La hija del general Alberto Bachelet levantó su copa y el silencio se apoderó de la galería de arte del edificio de Telefónica. Las decenas de mujeres allí reunidas sintieron que un pedazo de historia se estaba escribiendo en ese gesto -victorioso e íntimo a la vez- de la primera Mandataria electa. Las anfitrionas –Comunidad Mujer, una agrupación de profesionales y emprendedoras chilenas- acertaron al cerrar el acceso a la prensa. Porque ello permitió que la Presidenta se sintiera a sus anchas y rápidamente expulsara parte de la tensión acumulada a solo horas de la histórica ceremonia.
Margarita María Errázuriz, entonces presidenta del directorio de Comunidad Mujer, recuerda que lo más increíble fue que, después de meses de una reñida campaña electoral que terminó con el triunfo de Bachelet por sobre el candidato derechista Sebastián Pïñera, a esa cita también asistieron opositoras a la Concertación.
Eran días fundacionales. Por ello, independiente de simpatías e ideología, para muchas mujeres la solidaridad de género en esas horas fue un imperativo. Allí estuvo, por ejemplo la ex gerente y actual decana de la Facultad de Ciencias Administrativas y Empresariales de la Universidad Mayor, Verónica González Gil, una de las socias de Comunidad Mujer que no le dio su voto a Bachelet.
-No voté por ella, pero así y todo dije “ojalá que le vaya bien”. Un Presidente de Chile tiene tanto poder, que realmente pensé “ojalá que lo haga bien por todos nosotros y por las mujeres”. Cuando una mujer está tan expuesta en un cargo público, si lo hace de una manera extraordinaria, pasa a ser una estrella y si lo hace mal o comete un error, es castigada como si fuera la única persona en el mundo que comete ese error.
El motivo de la reunión organizada por Comunidad Mujer en la céntrica torre de Telefónica fue la conmemoración del Día Internacional de la Mujer. Margarita María Errázuriz la recuerda muy bien:
-La ceremonia del cambio de mando no fue tan impactante para mí como lo fue ese 8 de marzo en que vivimos con la Presidenta momentos de mucha emoción. A pesar de que asistió mucha gente, tuvimos un encuentro relativamente íntimo, una conversación entre mujeres. Era la primera vez que la celebrábamos como Presidenta y como ella ya había anunciado el gabinete paritario, hubo otro motivo adicional.
No obstante, la ahora vicepresidenta de Comunidad Mujer reconoce que el principal hito para las chilenas se produjo cuando vieron a Bachelet jurar el 11 de marzo: “Las mujeres asumieron mayor control sobre sus vidas y potenciaron todas sus capacidades el mismo día en que la Presidenta asumió. Se sintieron más seguras, con más derechos, con más poder en lo personal. Hubo una especie de espejo en la Presidenta que las reflejó. Eso ya no cambia. Podrá ser bueno o malo su gobierno, pero ese pararse seguras y sintiéndose dueñas de sus vidas, con derechos, no volverá atrás”.
La misma solidaridad de género traspasó a Paola Cordero, una pobladora de La Pintana que en 2005 había soportado golpes y bombas lacrimógenas policiales protestando contra el gobierno por la deuda hipotecaria que la agobiaba. Pero en el momento en que asumía el mando una mujer que representaba a la misma coalición política blanco de sus protestas, la alegría le aceleró el pecho:
-Yo no entiendo mucho de política, pero el solo hecho de tener una Presidenta mujer fue como constatar que el hombre ya asumió que la mujer es capaz de hacer cosas, tiene aspiraciones, derechos y es independiente de él.
A unos 150 kilómetros del hogar de Paola, en Valparaíso, Bachelet se ponía la banda tricolor en el momento culmine del rito democrático que unge a los Presidentes. Sonriente, la mujer convertida en ese instante en Mandataria, levantó su mano respondiendo a la aclamación que inundó el salón del Congreso Pleno. Fue entonces que Paola, sentada frente al televisor, no pudo seguir luchando y las lágrimas la tomaron por asalto.
-Era un ejemplo para todas las que viven metidas en el “no puedo, no me va a resultar, mi marido no me va a dejar”. Todo eso, aunque sea un poquito, cambió al ver la imagen de Bachelet con la banda. Por lo menos en mi villa ha sido así. Ahora la mayoría de las mujeres trabaja y hace valer sus derechos -cuenta Paola, jefa de un proyecto que instaló una guardería infantil al servicio de las mujeres trabajadoras de su barrio.
La ministra del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), Laura Albornoz, resume los sentimientos de esa jornada: “El cambio se sintió el mismo 11 de marzo. Cuando miles de mujeres decidieron ponerse una banda presidencial sobre el pecho, sintieron ese cambio. Se hicieron visibles en el discurso público cotidiano, en los diarios, en la televisión. ¡Aparecieron!”.
El último Censo realizado en el país fue en 2002. Y determinó que en Chile hay 7.668.740 mujeres y 7.447.695 hombres (50,7% y 49,2% de la población total, respectivamente). Diez años antes (1992), otro Censo nos informó que el 25,3% de las mujeres se declaraba jefa de hogar. En quince años esa cifra se elevó a 32% (agosto 2007), revelando un significativo aumento del número de mujeres que cría sola a sus hijos.
Miles de ellas se congregaron en la Alameda ese 11 marzo de 2006 para celebrar a la primera mujer que ocupó el sillón de O’Higgins. Para un país en que la tradición conservadora se hace sentir a la par que la influencia de la Iglesia Católica, el hito histórico decía que el mando del país lo asumía una mujer como muchas: separada, madre soltera y que sola crió a sus hijos y se abrió camino en el mundo laboral, profesional y político. Y todo ello a pesar del machismo que impera en Chile.
Una consecuencia de ello se hace visible en el Congreso. Mientras el promedio de participación femenina en los parlamentos del mundo es de 16,9%, América Latina ostenta un 20%. Pero Chile es un lunar en la región con su 12,6% de sillones parlamentarios femeninos, en el duodécimo lugar, muy por detrás de Perú, Argentina, México, Bolivia, Venezuela, Panamá y Honduras.
Una discriminación que se hace más clara en el estudio Eliterazgo, de la economista y actual ministra de Planificación, Clarisa Hardy, que indica que el 40% de las dirigentas de la Concertación y el 60% de las de la Alianza (Oposición), son hijas de padres que cumplían roles políticos y casi sin excepción pertenecían al 10% más rico del país. La propia Hardy explica que en la medida que se han ido incorporando más mujeres a las cúpulas de poder, se ha ido diversificando tanto el perfil como los estilos de la dirigencia femenina.
Y ello se multiplicó a los pocos días de iniciado el gobierno de Bachelet. Si al recuperar la democracia en 1990, había sólo un 10% de mujeres en cargos políticos, en marzo de 2006 esa cifra se elevó al doble.
No obstante la llegada de Bachelet a La Moneda, la mayor parte de las mujeres relacionadas con las altas esferas políticas y empresariales cree que la cultura patriarcal no está en retirada. Y un grupo no menor admite que si bien este gobierno ha enfrentado varios episodios conflictivos, las críticas se amplifican por el sólo hecho de que lo lidera una mujer.
-La Presidenta es una muy buena persona, aunque posiblemente le faltan algunas capacidades. Pero también ha heredado de los gobiernos anteriores, liderados por hombres, montones de problemas: Transantiago, Chiledeportes, Ferrocarriles del Estado, MOP, todos temas que fueron vistos por hombres. ¿Dónde están las mujeres que hicieron todas esas barbaridades? -se pregunta la decana Verónica González.
Para Margarita María Errázuriz, vicepresidenta de Comunidad Mujer, ha sido notoria la resistencia que ha despertado en los partidos políticos -incluso de gobierno- y en la administración pública la llegada de una mujer al timón. Y ello, afirma, porque Bachelet tomó el riesgo de renovar las caras en los principales cargos del gobierno –a lo que agregó la paridad de mujeres en su gabinete y otros cargos de gobierno-, lo que dejó a muchos “caciques” políticos fuera de juego:
-Aquí hay una razón de fondo -explica Errázuriz- y es que ella fue impuesta como candidata presidencial por la gran aceptación que tenía en los electores y que se vio en las encuestas, pero no tenía una trayectoria de dirigente en su partido y tampoco era un personaje dentro de la Concertación. Y eso, los hombres a los que les amagó la oportunidad, no se lo perdonan. Truncó expectativas de posibles ministros y su cierta independencia de los partidos, que ha ido disminuyendo por la crítica y oposición que ha tenido, provocó incertidumbre. Su primer año y medio ha sido difícil. Mi preocupación es que estas dificultades la hagan retroceder en su forma más auténtica y femenina de innovar en la gestión.
En sólo un año el apoyo a Bachelet ha caído en las encuestas. Uno de los “oráculos” políticos del país, el sondeo de Adimark, en abril de 2006 le daba un 62,1% de respaldo, un año después la cifra bajó a un 43,3% y en octubre 2007 a 38,9%. Lo extraño es que esa misma última encuesta indicó que un 67% la considera “querida por todos los chilenos”; un 57%, “respetada por todos”, un 52%, “creíble”; y 51% con “capacidad para enfrentar crisis”. Por ello cobra valor la otra encuesta seria en Chile, la de CERC, la que arrojó un 51% de apoyo a su gestión en julio de 2007.
María Margarita Errázuriz reconoce que en el último cambio de gabinete -el 27 de marzo- la señal que envió Bachelet apuntó a restaurar las confianzas con los grupos más tradicionales del oficialismo:
-Desgraciadamente era necesario que ella se apoyara en los actores políticos fuertes, porque venía desmoronándose su credibilidad dentro del sistema político.
A juicio de Errázuriz, Bachelet debiera movilizar más a las organizaciones de mujeres para que salgan al paso de las críticas de corte machista, pero está consciente de que eso es riesgoso:
-Puede ser mal interpretado, porque si las mujeres necesitan que las apoyen, es un signo de debilidad. Y si las mujeres se organizan para apoyar su gobierno, puede leerse como la instalación de un feminismo muy mal visto. Las mujeres tenemos un montón de cargas emocionales y objetivas sobre nuestro desempeño que muchas veces nos inhiben para hacer cosas que a lo mejor nos ayudarían como grupo, pero que nos distanciarían del quehacer público en general.
La vicepresidenta de Comunidad Mujer identifica un problema de diseño comunicacional en este gobierno, especialmente en relación a mostrar los logros en el tema de género:
-Ha habido una cantidad enorme de políticas en beneficio de la mujer. Y ese avance se ve opacado. No ha habido una política comunicacional que lo haya puesto al frente. Las personas que recibieron el beneficio están conscientes de los logros, pero no todas las mujeres. Ahí ha habido una gran debilidad en la política comunicacional, porque se ha seguido la lógica de la discusión pública y no se ha puesto de relieve la propuesta de la Presidenta. El impacto del Transantiago para una importante cantidad de mujeres ha sido duro y eso ha opacado los avances.
Una de las mujeres que abandonó su puesto en el último cambio de gabinete, la ex ministra de Defensa Vivianne Blanlot, se refiere a la dureza con que el mundo político ha tratado a Bachelet:
-En comentarios políticos hechos por hombres, sistemáticamente y por meses se hizo una evaluación negativa, basada en la “ineptitud” de algunas ministras, siendo que eran carteras que por su naturaleza no muestran mucho lo que hacen. Y si uno analiza la labor de los hombres que habían precedido a estas ministras “ineptas”, realmente aparecían muy poco. En este caso la “ineptitud” tenía su origen en un prejuicio y en la total ignorancia de lo que las ministras estaban haciendo. También las ministras más visibles fueron calificadas por su aspecto y expresiones faciales: “dureza”, “rigidez”, “lejanía”, todas expresiones subjetivas sin relación con la gestión. Y esa dureza se extendió incluso a la Presidenta. Muchos actores políticos y comentaristas han vertido permanentemente calificativos sobre la “ineptitud” de la Presidenta, una palabra que no habíamos escuchado respecto de ningún gobernante (link a entrevista de Blanlot).
Margarita María Errázuriz pone el acento en que uno de los objetivos de Comunidad Mujer es que no se instale la idea de que un gobierno femenino es un mal gobierno. Y en esa tarea, dice, también se alinean las socias que no son concertacionistas:
-Somos una corporación transversal, que es lo que nos da fuerza, pero no hay ninguna objeción a hacer solidaridad de género. En la evaluación de la gestión de Bachelet, hay diferencias. Pero hay coincidencia en apoyarla desde el punto de vista de mujer. Y hay que tener presente que este gobierno arrastra una serie de errores de gobiernos pasados, y éste ha sido el que ha dado la cara y eso no se ha valorado suficientemente. El oficialismo defiende mucho lo que se ha hecho antes, pero eso no ayuda en nada a la Presidenta.
El temor de Errázuriz se vio confirmado el 22 de noviembre de 2007 con una encuesta de la Universidad Diego Portales que indicó que el 54.6% de los interpelados afirmó que el próximo Presidente de la República debe ser “hombre”.
Pero el que la gestión de Bachelet sea considerada un fracaso de las mujeres, no está en los códigos de la ministra Albornoz: “Si se afirmara ese mensaje, todos los fracasos en la historia, las guerras, corrupción y hambruna, serían responsabilidad de los hombres”.
Bachelet sabe que ese miedo ronda en el aire y es explotado por la oposición y por dirigentes de su propia coalición. Y ha decidido enfrentarlo públicamente. Así lo hizo en la celebración del 8 de marzo 2007 en La Moneda, cuando afirmó: “Me atrevo a asegurar que los futuros mandatarios lo pensarán dos veces antes de volver al esquema tradicional que llenaba la testera pública tan solo de trajes oscuros y corbatas. ¡Las mujeres llegaron para quedarse en la política chilena!.. Fueron los propios ciudadanos los que nos abrieron estas puertas… esta casa de los presidentes de Chile será desde ahora la casa de los presidentes y las presidentas de Chile”.
Comunidad Mujer es una institución que agrupa a poco más de mil socias. Aunque entre ellas hay funcionarias del sector público y académicas, la mayoría ha hecho carrera en empresas privadas. Y a juicio de Margarita María Errázuriz, se trata de un mundo donde las cosas son particularmente difíciles para las mujeres, lo que prácticamente no ha cambiado en los últimos 18 meses:
-Los cambios en el sector privado son lentos, allí se manejan otros tiempos. Y un año y medio de gobierno liderado por una mujer no cambia el ritmo de los movimientos internos del mundo privado. No podría decir que hay muchas más mujeres que han asumido cargos de liderazgo en el sector privado. En cambio, si hay una decisión de la autoridad de incorporar más mujeres en el sector público, se hace. En el mundo privado tienen que ser los hombres los que abran espacio a la mujer.
Verónica González habla con propiedad sobre este tema, pues fue una de las primeras mujeres en ocupar un cargo de alta responsabilidad en una empresa de primer nivel -como gerenta general de Iansa- y hoy integra el directorio de la Cámara de Comercio de Santiago. Aunque muchas chilenas la ven como un ejemplo por su voluntad para derribar las barreras de género en el mundo empresarial, ella tiene otra visión:
-Nunca he tenido el complejo de ser mujer. Mi relación con los hombres nunca ha sido desde mi rol de mujer, sino de un profesional a otro. En una oportunidad, yo estaba presentando un proyecto en un ambiente de hombres y me di cuenta de que no me hicieron caso. No podía creerlo. Entonces, un siquiatra amigo me dijo “a la próxima reunión anda acompañada de un hombre experto en el tema, pero que no abra la boca, un aval masculino a tu postura”. Y funcionó: se abrió el espacio y resultó la idea.
Según Verónica, este año y medio de gobierno de Bachelet no ha influido para abrir espacios a las mujeres en el sector privado: “Las empresas son más jerárquicas que otras instituciones. Sus estilos de gestión pueden ser participativos, pero al final del día son jerárquicas. Y si las mujeres no saben trabajar en ese esquema, les va a costar más ascender o ubicarse en los puestos sin generar disonancias con sus jefes o con el grupo”.
Su experiencia le indica –dice- que una de las principales trabas para el ascenso de las mujeres en las empresas es que tienen problemas para manejarse con las jerarquías:
-En algunas situaciones el líder tiene que poner orden y en otras hacer red y aunar voluntades. Las mujeres son más capaces para armar redes pero tienen más conflicto con las estructuras de poder. No tienen conciencia clara de las jerarquías. No distinguen bien entre el jefe, el igual y el de abajo, a diferencia del hombre, que tiene una estructura de poder más vertical y reconoce al jefe, independiente de que sea mujer u hombre.
El diario El Mercurio resaltaba en su edición del último 8 de marzo las tres grandes compañías que han incorporado más ejecutivas en la cima: Scotiabank, PriceWaterhouseCoopers y Grupo Entel. Aunque sólo la primera de estas compañías ha desarrollado un programa para incrementar la presencia femenina en los puestos superiores (pasó de 18,9% en 2003 a 31% en 2006), las tres aplican criterios flexibles a su jornada laboral, de modo que las mujeres puedan compatibilizar sus roles familiares y profesionales.
Dos son los espacios donde la mujer ha avanzado claramente en los últimos años en el sector privado. El primero, la microempresa, lo resalta Margarita María Errázuriz:
-Ahí sí las mujeres tienen un liderazgo grande. Hay una cantidad de fundaciones que han sido reconocidas por pensar políticas para microempresarias.
El segundo lo menciona Verónica González y es el fuerte incremento de las profesionales con formación universitaria. Entre el censo de 1992 y el de 2002 las mujeres de 25 a 29 años con instrucción universitaria aumentaron de 7,5% a 17,1%. Y en la proporción con los hombres también hay sorpresas: de los casi 30 mil jóvenes que el año 2006 recibieron su título profesional, el 53,9% fueron mujeres. En los niveles de postgrado es distinto: el 2006 se graduaron 2.400 personas de las cuales solo un tercio corresponde a mujeres. En doctorados, la cifra sube a 35,7%.
Lo que viene está indicado por las cifras de las postulaciones para ingresar a la universidad. Y allí también hay una evolución: entre 1998 y 2007 hubo un incremento de 79.479 a 112.974 inscritas para rendir la Prueba de Selección Universitaria, con lo que el porcentaje en relación al total de postulantes varió de 44,9% a 53,5% en ese mismo periodo.
Y en Las Fuerzas Armadas y a pesar de todas las reticencias, el cambio se concretó trayendo consigo una gran valoración ciudadana (link a recuadro Mujeres con uniforme)
La abogacía es un sector donde en los últimos tres años se consolidó la tendencia que acerca el número de mujeres y hombres. En 2004 se graduaron como abogados 616 mujeres y 820 hombres. Y en 2006 los números se estrecharon a 731 y 881.
-El nivel de mujeres en empleos profesionales está subiendo porque hay más mujeres en la base. Y el ejemplo es el Poder Judicial, donde en algunos años no les va a quedar otra que elegir más mujeres para los cargos superiores –dice Verónica González.
Aunque cerca de un 30% de los ministros de tribunales de segunda instancia son mujeres (52 de un total de 154) y que nueve de las 17 cortes de Apelaciones del país son presididas por juezas, en la cima del Poder Judicial hay solo 3 mujeres (de 21 ministros). Las dos últimas fueron propuestas por este gobierno en este año (Gabriela Pérez y Sonia Araneda).
-Hay una nueva generación de hombres, más igualitaria y respetuosa. Algunos viven todavía anquilosados en un sistema patriarcal, pero hay cada vez más hombres igualitarios y es posible avanzar con ellos –acota con optimismo la ministra del Sernam, Laura Albornoz.
El histórico ingreso de Michelle Bachelet a La Moneda el 11 de marzo de 2006 se convirtió en un hito no sólo para Chile. Así por ejemplo, el libro Women in Power (2006), escrito por la académica noruega Gunhil Hoogensen y su homóloga estadounidense Bruce O. Solheim, y que analiza la historia de 22 mujeres que han asumido el máximo poder en sus países desde 1960, lleva en su portada la foto de Michelle Bachelet. Un símbolo.
A ello contribuyó que fuera la hija de un general muerto en una cárcel pinochetista por efectos de la tortura y que ella misma también hubiera sufrido los embates de la represión junto a su madre. Pero también influyó el que diera una señal de nuevo liderazgo, muy distinto al de Margaret Thatcher: uno que no asfixia su femineidad ni su condición de mujer sino que la pone de relieve.
Por ello, no es de extrañar que el Washington Post calificara el reciente triunfo de Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones presidenciales de Argentina, como una consecuencia del movimiento político iniciado con la elección de Michelle Bachelet en Chile. A pesar del machismo imperante en el Cono Sur –dice el influyente diario estadounidense- ha surgido un nuevo liderazgo femenino, creando un nuevo “cliché” del siglo XXI: “La era de la Presidenta”.
Al igual que Bachelet, Cristina Fernández sabe que asume un desafío difícil. En reciente entrevista en el diario argentino Página 12, afirmó: “Siento que tengo una obligación con el género en cuanto a la demostración de eficiencia y eficacia en gestión de gobierno. Es un pressing que una siente”.
Y al responder en qué le jugó en contra y a favor su condición de mujer, respondió:
-No creo que me juegue a favor. Mejor le contesto esa pregunta en un tiempo. Michelle Bachelet tuvo esa experiencia y dijo que “se juzga distinto al hombre y la mujer. Si el hombre grita, es enérgico. Tiene autoridad. Si la mujer grita, no tiene control, es una histérica”. O sea, siempre es más difícil ser mujer. En el Senado me pasaba argumentar algo y no me hacían caso, era como si pasara un carro. Un hombre decía lo mismo y lo aceptaban. Me daba una rabia. Vamos a tratar de quebrar la racha histórica de género.
Y lo impensable sucedió. Tras 188 años de historia, en enero de este año, la Armada de Chile abrió sus puertas a las primeras 44 mujeres. Fue un gran acontecimiento que concitó la atención de los medios mientras la plana mayor institucional se afanaba en planificar los cambios para que el 2011, cuando las primeras cadetes se hayan convertido en oficiales, el buque Escuela Esmeralda esté reacondicionado para llevarlas en el primer viaje de instrucción mixto por el mundo.
Pero no todo será sonrisas y disciplina. La Armada creó un rígido código para ellas el que les exige informar cuando inician una relación sentimental con un compañero como también jamás hacer demostraciones de amor al interior de sus recintos. También les impone llevar el cabello hasta 15 centímetros por debajo de los hombros. Y así como por “condiciones físicas”, en lenguaje oficial, no podrán ser por ahora “infantes de Marina, tampoco podrán aspirar a la especialidad de submarinistas.
Los submarinos son muy pequeños y allí sí que sería imposible impedir contactos estrechos. La perla curiosa del nuevo reglamento para ellas indica que la puerta de sus dormitorios solo se podrá abrir por dentro. La moral estará así a buen recaudo.
Si la Armada fue la última rama de las instituciones castrenses que aceptó el ingreso de las mujeres, la primera fue la policía uniformada, seguida por el Ejército en 1974 y la Fuerza Aérea en 2000.
En 1962, con un uniforme tosco, entraron a la Escuela de Carabineros las primeras 109 “paquitas” que buscaban convertirse en oficiales. Durante años les dieron como única misión el cuidado de menores, pero hoy es la única institución que las tiene integradas a todas sus especialidades. Para ello debieron luchar contra todas las formas de discriminación. Desde la “invitación” a irse cuando se era madre soltera hasta la humillación pública cuando alguna era sorprendida en amores con algún compañero.
Era el retiro seguro mientras el “enamorado” seguía en las filas.
Garbiñe Ardantza, una de las pioneras y la primera en sacar su certificado como piloto de avión, debió bregar infatigablemente contra el machismo imperante para que le confiaran un avión. Hoy el problema se ha trasladado a los homosexuales.
Los que no discriminaron fueron los servicios represivos de la dictadura de Pinochet. En todos ellos -Dina, Comando Conjunto, Dipolcar y otros-, se incluyeron mujeres en tareas operativas, incluso como torturadoras. También como “acompañantes. Algunas llegaron a ser famosas por su crueldad. Y otras hoy están tras las rejas luego de haberse constatado que eran las encargadas de aplicar inyecciones letales a los prisioneros antes de ser lanzados al mar. Un historial que hoy pocos quieren recordar.