Dueño de El Mercurio pasó información de militares y políticos
Nuevo informe de cita de Agustín Edwards con el jefe de la CIA devela su rol clave en el Golpe
27.05.2014
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Dueño de El Mercurio pasó información de militares y políticos
27.05.2014
“Reitero que tuve una reunión en Washington con Helms [Richard, el director de la CIA,]”, testificó bajo juramento el dueño del diario El Mercurio, Agustín Edwards, ante el juez Mario Carroza a fines de septiembre del año pasado. Y agregó: “Además, esta reunión se efectuó días después de la elección de Salvador Allende, oportunidad donde se comentó la circunstancia de haber sido electo un presidente comunista en un país democrático, pero en ningún caso se pensaba en un Golpe de Estado o algo parecido” (ver la información de El Mostrador sobre su declaración ).
De hecho, Edwards y Helms sí discutieron exhaustivamente y en detalle la necesidad de un Golpe de Estado en Chile en ese encuentro realizado el 14 de septiembre de 1970, diez días después de la elección presidencial en la que Allende obtuvo la primera mayoría. De acuerdo a un documento desclasificado que en diez páginas resume la reunión, el dueño de El Mercurio entregó extensa información de inteligencia sobre los potenciales conspiradores para un Golpe de Estado en las distintas ramas de las Fuerzas Armadas chilenas y sobre sus preocupaciones respecto al apoyo de Estados Unidos.
Agustín Edwards, quien había decidido abandonar Chile y partir al exilio,también le entregó a la CIA nombres de otros políticos quienes “aún tienen buenos contactos con los militares” que la CIA podría aprovechar: los dirigentes del Partido Nacional Sergio Onofre Jarpa y Francisco Bulnes, entre ellos.
Edwards también le hizo un reporte a Helms de las actividades del Presidente Eduardo Frei Montalva contra Allende después de la elección, compartiendo sus opiniones sobre la falta de coraje de Frei para evitar que Allende asumiera la presidencia. “Describió a Frei como alguien que habitualmente colapsa bajo presión”, de acuerdo al memorándum de la conversación. “Edwards dijo que Frei es indeciso, siempre vacilando, siempre esperando que ‘otro dé el primer paso’ ”. Agustín Edwards predijo que Frei “probablemente se acobardará a último minuto”, en vez de avanzar hacia un golpe.
Finalmente, Edwards intentó incitar a la CIA para que hiciera algo para evitar que Allende se convirtiera en Presidente de Chile. Le dijo a Helms que Fidel Castro había aparecido en la televisión en Chile recomendando a los chilenos no preocuparse de una intervención de Estados Unidos pues Washington estaba “neutralizado” por la guerra de Vietnam y la extendida oposición doméstica a ésta. “Una pregunta clave en la mente del chileno medio es: ¿Le importa a Estados Unidos [lo que pase en Chile]?”, le informó Edwards al director de la central de inteligencia estadounidense.
El hecho de que Agustín Edwards se reuniera con el director de la CIA el 14 de septiembre en Washington D.C. fue conocido públicamente desde que un comité especial del Senado estadounidense, liderado por el senador Frank Church, reveló en un reporte detallado la acción encubierta de la CIA en Chile hace casi cuarenta años. Pero el contenido de la dramática conversación sólo emergió recientemente. En septiembre pasado, para el 40° aniversario del Golpe de Estado, CIPER publicó las primeras cuatro páginas del memorándum de la CIA sobre esa conversación, titulado “Conversación sobre la situación política chilena” (Ver reportaje).
El documento resume la primera parte de la reunión Edwards/Helms e indica, al contrario del testimonio bajo juramento de Edwards ante el juez Carroza, que discutieron el “timing para una posible acción militar”. Una segunda versión desclasificada del mismo documento (obtenida por el autor y que CIPER publica ahora) totaliza diez páginas fuertemente censuradas y que prueban que más de la mitad de la reunión fue dedicada a una discusión explícita sobre una conspiración para un Golpe de Estado y de cómo Estados Unidos podría apoyarlo (ver documento).
En ambas versiones de este “memcon” –como son llamados estos documentos en Estados Unidos–, el nombre de Agustín Edwards está tachado. Es claro que la agencia de inteligencia aún quiere proteger su identidad como fuente confidencial. Pero no lo logró. El documento se refiere a que la reunión tuvo lugar a petición de Henry Kissinger, entonces asesor de seguridad del Presidente Nixon, quien había tomado desayuno con Edwards el 14 de septiembre de 1970 en Washington. Transcripciones desclasificadas de las conversaciones telefónicas de Kissinger, obtenidas por el National Security Archive, revelan que Kissinger ese mismo día llamó a Helms para decirle: “Edwards está aquí”. En el mismo llamado, Kissinger le pidió a Helms que personalmente le preguntara a Edwards sobre la situación en Chile. Helms accedió.
Ahora, con la desclasificación la semana pasada de una nueva colección de registros de la oficina histórica del Departamento de Estado, tenemos una nueva versión del famoso “memcon”, una transcripción oficial y mucho memos censurada del gobierno de EE.UU. del documento que identifica a los participantes de la reunión: Agustín Edwards, Donald Kendall, el presidente ejecutivo de Pepsicola, el director de la CIA Richard Helms y un ayudante no identificado de Helms en la CIA, quien tomó notas y escribió el resumen de la reunión. Los censores de la CIA intentaron ocultar el nombre de Agustín Edwards a lo largo de la transcripción, refiriéndose a él como “nombre no desclasificado”. Pero en al menos dos partes del documento, los censores no percibieron la referencia a Edwards y su nombre es reproducido como la fuente de la información (ver documento).
La reunión fue clave en el impulso que se le dio a partir de ese día a la acción desestabilizadora emprendida por el gobierno de Nixon en contra de Allende. Agustín Edwards no fue sólo el primer civil chileno del que se tenga conocimiento que se haya reunido en esos álgidos días con el director de la CIA. De acuerdo a los documentos desclasificados hasta ahora bien podría ser el único chileno que se sepa se haya reunido con el director de la CIA. Además, no fue coincidencia que la reunión tuviera lugar justo un día antes de que el Presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, ordenara a Helms iniciar un conjunto de acciones encubiertas para “hacer que la economía chilena chille” y así provocar un Golpe para evitar que Salvador Allende asumiera la presidencia.
Entre los miles documentos de la CIA y el Departamento de Estado de EE.UU. que han emergido de la decisiva intervención encubierta de Estados Unidos en Chile, no hay otro que deje tan claro el rol de uno de los principales socios chilenos en la conspiración extranjera: Agustín Edwards.
En la tarde del 14 de septiembre de 1970, acompañado por el presidente de la Pepsi, Donald Kendall, quien era un amigo cercano del Presidente Richard Nixon, Agustín Edwards se reunió con el jefe de la CIA, Richard Helms, en el Hotel Madison, ubicado en el centro de Washington. El contenido del informe de dicha reunión deja claro que Edwards venía bien preparado para hacer lobby frente a su interlocutor para la necesidad de ejecutar un Golpe de Estado en Chile. De allí que le entregara a Helms información de inteligencia sobre las Fuerzas Armadas chilenas, dirigentes políticos pro-golpe y la situación política general que había provocado la mayoría relativa del candidato de la Unidad Popular sólo diez días antes.
Por ejemplo, Edwards le informó a Helms de una reunión secreta que el Presidente Frei Montalva había tenido –usando al vicepresidente del PDC Bernardo Leighton como intermediario– con el candidato presidencial de la derecha y el Partido Nacional, Jorge Alessandri, quien había obtenido la segunda mayoría relativa con sólo 40 mil votos de diferencia con Allende. Allí se había discutido la posibilidad de crear un nuevo escenario en el cual el Congreso chileno –con los votos de la derecha y la Democracia Cristiana– ratificaría a Alessandri y no a Salvador Allende. Inmediatamente después del pronunciamiento del Congreso, Alessandri renunciaría y habría nuevas elecciones presidenciales, en las cuales Frei participaría y probablemente ganaría.
En el memorándum se dice que Agustín Edwards le manifestó a Helms su preocupación sobre la viabilidad y las probabilidades de éxito de dicho plan, conocido como “la solución constitucional”. Según se lee, Edwards le dijo a Helms: “[el plan] podría no funcionar. ¿Entonces qué?”. Agustín Edwards prefería una solución no constitucional.
El grueso de la reunión de Edwards con Richard Helms, según el informe recientemente desclasificado, estuvo dedicado a evaluar a los miembros de las Fuerzas Armadas de Chile, sus liderazgos y sus verdaderas y potenciales consideraciones para involucrarse en un Golpe de Estado. Edwards le entregó al jefe de la CIA detalles concretos de comandantes en toda las ramas uniformadas, las tropas que controlaban y lo que costaría hacerlos moverse para un golpe.
Uno de los ejemplos que entregó Agustín Edwards en esa reunión estaba relacionado con los obstáculos que se preveía en la Fuerza Aérea, la que difícilmente jugaría un rol de liderazgo para el golpe. Informando sobre el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, el general Carlos Guerraty, Edwards le dijo a Helms: “Él quiere actuar contra Allende, pero Guerraty no es muy inteligente”.
En otro acápite del informe de la reunión de Agustín Edwards con Richard Helms, se registra que el director y dueño de El Mercurio le dice al jefe de la CIA que antes de dejar Chile había podido hablar personalmente con el general Camilo Valenzuela, jefe de operaciones militares en Santiago, quien semanas después se transformaría en un líder en la operación respaldada por la CIA para instigar un golpe a través de la neutralización del general René Schneider. De acuerdo a Edwards, Valenzuela declaró que “lo haría por su cuenta” si debía, para evitar que Allende se transformara en Presidente de Chile.
En el informe se dice que luego de esa conversación personal con el general Camilo Valenzuela, Edwards le transmitió un mensaje sobre el apoyo de Estados Unidos a cualquier esfuerzo para un Golpe de Estado. De acuerdo a la transcripción de la reunión de Edwards con Helms, el dueño del diario El Mercurio “agregó que al discutir la situación post-electoral con [el general Camilo] Valenzuela y algunos oficinales navales clave, estaban preocupados de dos puntos básicos:
1) Si el gobierno chileno fuera derrocado en una acción militar, ¿recibiría el nuevo gobierno el reconocimiento diplomático de Estados Unidos?
2) ¿Recibirían las Fuerzas Armadas chilenas apoyo logístico por una acción contra el gobierno?”.
Luego Edwards informó a Helms que el subjefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional (y el corazón de la preparación y articulación del Golpe en 1972 y 1973), el capitán Carlos Le May Délano, había identificado dos posibles “gatilladores” para un movimiento militar contra Allende: ruido de sables en Perú o Argentina contra Allende, o una decisión del gobierno de Estados Unidos de retener ayuda.
En algún punto durante la reunión, Richard Helms le preguntó a Agustín Edwards sobre la mejor forma en que el gobierno de Estados Unidos podía enviar un mensaje de “aliento” a los militares chilenos. Edwards respondió que sería “desastroso” si un mensaje así se enviara abiertamente. Y agregó que, no obstante, “si la palabra sobre la actitud de Estados Unidos fuera enviada discretamente, podría ayudar”.
La conversación continuó con la entrega por parte de Agustín Edwards al jefe de la CIA de información de inteligencia muy necesaria sobre quiénes en el establishment político de la derecha tenían lazos cercanos e influyentes con los militares. Allí el dueño de El Mercurio mencionó a Sergio Onofre Jarpa y a Francisco Bulnes, entre otros nombres que, más de 40 años más tarde, la CIA sigue manteniendo en secreto.
Al final del memorándum de la conversación, el oficial de la CIA que tomó notas entregó su propia opinión sobre Edwards: “Estaba a ratos algo emocional y frecuentemente divagaba. Parecía estar buscando las soluciones posibles pero su conversación no indicaba que ya hubiera encontrado una que considerara factible o efectiva”.
El acta de la reunión deja claro, sin embargo, que ese 14 de septiembre de 1970, Agustín Edwards no sólo abogó por una solución militar para impedir que Allende llegara a La Moneda, sino que asumió el rol de informante de la CIA al proveer a la central de inteligencia de información sobre figuras políticas y militares clave que podrían ayudar en los objetivos ideológicos y económicos de Estados Unidos, los que coincidían con los intereses financieros y políticos que representaba el dueño de la empresa El Mercurio. Para ambos resultaba de vital importancia derrumbar la democracia constitucional en Chile.
Los argumentos e informaciones entregadas por Agustín Edwards al jefe de la CIA ese 14 de septiembre, ayudaron a poner en movimiento el más cuestionado y dañino conjunto de operaciones encubiertas en la historia de Chile y Estados Unidos, que incluyó el Plan “Track II”, ordenado por el Presidente Nixon durante una reunión con Helms al día siguiente (15 de septiembre), para instigar un golpe militar que llevó directamente al asesinato del general René Schneider en octubre de 1970.
Como el propio Richard Helms testificó ante el Comité Church en el Senado estadounidense: “Tengo la impresión de que el Presidente organizó esta reunión -de la que tengo mis notas escritas a mano- por la presencia de [Agustín] Edwards en Washington y que [lo que Nixon] escuchó de Kendall sobre lo que Edwards estaba diciendo sobre las condiciones en Chile y lo que estaba pasando allá”.
En términos de verdad histórica, este documento entrega la más acabada y precisa versión sobre lo que Agustín Edwards hizo, sabía y dijo para ayudar y apoyar al coloso del norte para intervenir en los asuntos internos de su propio país. Al menos los chilenos ahora saben lo que el más importante empresario de medios de comunicación ya sea por olvido o intencionalmente engañó al juez Carroza cuando testificó que nunca había conspirado con la CIA para presionar por un Golpe de Estado.
Tal vez este documento tenga un rol legal que jugar también para determinar si Edwards cometió perjurio y conspiró con una potencia extranjera para hacer daño y provocar un quiebre institucional en su patria. En efecto, es tiempo de confrontar a Agustín Edwards con las evidencias contundentes de sus verdaderas acciones como un traidor de su país y a su Constitución.