Estudio de edificio de Penta revela falla que se repite en modernas torres afectadas por el terremoto
07.04.2010
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07.04.2010
CIPER constató que en al menos 11 de los 24 edificios más dañados por el terremoto en Santiago se repite la misma falla estructural: armaduras de fierro del concreto que no soportaron la presión. Diversos expertos indican que ello se debe a que en los últimos años han proliferado los edificios con menos muros estructurales en sus plantas bajas porque las inmobiliarias ponen estacionamientos en subterráneos o zócalos para mejorar el negocio. Si bien la norma chilena de construcciones sísmicas adopta las especificaciones de una norma norteamericana para la confección de estos muros, incluyó una excepción que permitió que las enfierraduras se hicieran de manera distinta, lo que provocó las fallas. Una lección trágica para inmobiliarias y constructoras, que pagan a los enfierradores por kilo de acero instalado, lo que los estimula a “correr” para ganar más y atenta contra la calidad del trabajo.
Un balazo en el pie. En eso se convirtió para la inmobiliaria Penta el informe que encargó a los calculistas de su edificio Regina Oriente (Ñuñoa). El documento, que evaluó los daños que sufrió ese conjunto residencial con el terremoto del 27 de febrero, lejos de poner a la empresa a salvo de posibles demandas de clientes que se sienten estafados, se ha convertido en la principal prueba que enarbolan los propietarios de esos departamentos para demostrar que efectivamente hubo gruesos errores de construcción al edificar el inmueble.
Elaborado por la reputada oficina de René Lagos y Asociados, el informe es lapidario. Bajo la firma del ingeniero Luis de la Fuente Martínez -el mismo que hizo los cálculos originales del edificio para la constructora Vital-, el estudio está fechado el 4 de marzo, pero los residentes lo conocieron recién la semana pasada. De la Fuente establece que el principal daño es la falla en la base de un muro estructural del primer piso.
La falla, de una longitud de 70 centímetros con desprendimiento de hormigón, dejó a la vista enfierradura retorcida y se proyecta en una grieta de cuatro metros hacia el interior del muro. Según los cálculos del profesional, este daño le ha restado al edificio un 10% de su capacidad de resistencia a un sismo. En todo caso, el informe establece que eso “es suficiente para resistir un terremoto importante”.
Aunque la conclusión que probablemente resaltará Penta es que el edificio es reparable y la estructura sigue siendo capaz de resistir un terremoto, el análisis de De la Fuente es taxativo al indicar que el muro falló porque la constructora no respetó las indicaciones que se hicieron en los planos de cálculo para poner las armaduras de fierro del concreto. Un duro golpe propinado por René Lagos y Asociados a la dupla formada por Vital y Penta:
-La falla local afecta al extremo del muro y se debe a la falta de confinamiento del hormigón en dicha zona. Al fisurarse, el hormigón se desprende dejando expuestas las armaduras que se pandean (doblan) por efecto de la compresión (…).Al observar la falla en terreno se constató que el muro se construyó sin las armaduras de confinamiento especificadas en los planos de cálculo.
En castellano, el estudio concluye que los responsables de la construcción hicieron caso omiso de las indicaciones del calculista para asegurar la resistencia de la enfierradura. Según diversas fuentes consultadas por CIPER, se trata de una práctica que no es aislada en el mundo de la construcción y que se debe, en primer lugar, a que el trabajo de los enfierradores se paga por kilo de acero instalado, lo que les obliga a “correr” para obtener más dinero en el mes. Y, en segundo término, a la falta de especialización en temas estructurales de los supervisores presentes en las obras:
– Habitualmente, cuando el calculista hace su primera visita a la faena, la primera nota que pone en el libro de obras es: “Señores, no se están poniendo los estribos y trabas de las armaduras como lo indican los planos” –señala René Lagos, profesor de Ingeniería de la Universidad de Chile y socio principal de la oficina que evacuó el estudio del edificio de Regina Oriente para Penta, una de las más reputadas en el mercado.
Lo grave es que las inspecciones preliminares a los edificios residenciales que sufrieron daños severos durante el terremoto indican que efectivamente presentan fallas en sus enfierraduras. CIPER constató que en al menos 11 de los 24 edificios residenciales más dañados de la Región Metropolitana (vea el mapa), las armaduras de acero de algunos muros estructurales o machones (el típico muro corto que se usa en estacionamientos) sencillamente no resistieron el esfuerzo a que fueron sometidas por el sismo.
Aunque falta un análisis riguroso de las múltiples causas que pueden haber provocado las fallas, preliminarmente las imágenes muestran que las enfierraduras en muros estructurales no soportaron las cargas derivadas del terremoto en algunos puntos de edificios como Emerald (de Paz Corp), El Parque (Socovesa), Gregorio de la Fuente (Santiago Tres), Vista Hipódromo (Mujica y González), Regina Oriente (Penta), Sol Oriente (Viva), Central Park (DLP), Los Jazmines (Konhill), Don Tristán (Mujica y González), Don Luis (Mujica y González) y Hermanos Carrera (Inmobiliaria Hermanos Carrera).
En particular, son los llamados edificios de “primer piso blando” –con menos muros estructurales en sus plantas bajas- los que más sufrieron este tipo de daño (ver diagrama 1). En los últimos años han proliferado estas construcciones con un diseño que privilegia el uso intensivo del suelo para maximizar el negocio de la inmobiliaria. Ello obliga a poner los estacionamientos en subterráneos o zócalos. Eso significa que las plantas bajas, para permitir la circulación de vehículos, tienen más muros discontinuos o machones. En síntesis, para soportar el peso propio de la estructura y las cargas adicionales provocadas por un sismo, tienen menos elementos estructurales –muros, columnas o pilares- que los edificios tradicionales.
Lo anterior fue corroborado por Andy Thompson e Ignacio Barandiaran, arquitectos de la empresa londinense Arup, especializada en ingeniería estructural, quienes viajaron desde San Francisco para revisar los daños que dejó el terremoto. De vuelta a Estados Unidos dictaron una charla sobre ciertos problemas que detectaron en Chile que San Francisco –una ciudad de alto riesgo sísmico- debe tener en cuenta. Citado por La Tercera del domingo 4 de abril, Barandiaran dijo: “Los mayores daños estaban en edificios hechos en los últimos cinco años que, al igual que en California, se construyen con menos muros en la base. Ahora esperamos los estudios que lo prueben”.
Lo mismo opina uno de los académicos chilenos más reputados en este campo:
– En los últimos años se ha construido mucho este tipo de edificios más flexibles, con menos muro estructural en la base. Había confianza en ese diseño porque hubo muchos avances, mucha innovación en la calidad de los materiales de construcción. Pero vamos a tener que esperar las pruebas que se están haciendo a estos edificios para determinar si hay que precisar más las normas para esas estructuras –indicó a CIPER el profesor de Ingeniería Civil de la Universidad de Chile, Rodolfo Saragoni, uno de los 30 especialistas que participaron en la reformulación de la norma chilena de diseño sísmico de construcciones (NCh 433) después del terremoto de 1985.
El experto norteamericano Peter Yanev, que visitó el país tras el sismo, publicó una columna en The New York Times el 28 de marzo pasado. En ella señala que tras el gran terremoto de Valdivia en 1960 “los chilenos reaccionaron con mejores códigos de construcción, mejor ingeniería estructural y sísmica; los edificios fueron hechos con estructuras de hormigón reforzado masivamente y respaldados con numerosas murallas de concreto reforzado, llamadas muros de corte. Sin embargo, a lo largo de la última década, una arquitectura más imaginativa y la presión de reducir costos resultaron en nuevos edificios con menos y más delgados muros de corte”.
Tratando de sacar lecciones que sirvan para las zonas sísmicas de California, Yanev agregó: “En Concepción (…) el 20% de los edificios de 15 o más pisos (quedaron) dañados y sin arreglo. La mayoría de los edificios que fallaron eran nuevos; varios estaban aún a la venta. Tenían menos muros de corte que las antiguas estructuras chilenas, pero aún así eran más rígidos y más fuertes que muchos en California”.
El profesor Saragoni no ha parado desde que lo sacó de la cama el sacudón de la madrugada del 27 de febrero. Considerado una eminencia por sus pares, en el último mes prácticamente recorrió todos los edificios –de Santiago, Concepción y Viña del Mar- que sufrieron daños y ha tenido que hacerle trampas al reloj para atender, al mismo tiempo, a delegaciones extranjeras ávidas de conocer el comportamiento de las estructuras edificadas bajo la NCh 433, norma cuya última versión comenzó a regir en 1996.
Saragoni no quiere aventurar teorías: “Son muchos los factores que pueden afectar una estructura sometida a la fuerza de un terremoto: un mal estudio de suelo, errores en la construcción, materiales defectuosos, problemas de cálculo. Es difícil sacar conclusiones sin pruebas más detalladas. Y eso toma tiempo”. Sin embargo, confirma que en sus visitas a edificios con daños ha detectado de manera recurrente problemas en enfierraduras de los primeros pisos o subterráneos:
– Cuando una estructura de concreto es sometida a compresión, el hormigón tiende a proyectarse, es decir a partirse en trozos y salir hacia los lados, dejando fierros a la vista. Esa es la típica foto que hemos visto del pilar o muro al que le falta un pedazo y se le ven los fierros doblados. Un temblor hace que el edificio oscile y durante esta oscilación la estructura primero se carga sobre un sector y luego sobre el otro. Entonces hay un momento en que un muro o un pilar recibe más carga de lo habitual, más compresión. El hormigón debería permanecer confinado, sin proyectarse –explica Saragoni.
Pero si el hormigón se proyecta, los fierros quedan “desnudos” y, luego, cuando el sismo inclina el edificio sobre el sector contrario, el acero se estira o rompe. Al siguiente ciclo de oscilación, este sector debilitado vuelve a soportar compresión y como las barras ya no están recubiertas, se doblan o “pandean”. Hay una mayor probabilidad de que esto ocurra cuando la duración del ciclo de oscilación se acerca o supera un segundo, lo que obviamente se da con más frecuencia en los edificios altos.
Para mantener confinado el hormigón, la NCh 433 establece en su anexo B que deben seguirse las indicaciones del capítulo 21 de la norma norteamericana ACI 318, que contiene especificaciones para las armaduras de fierro del concreto con resistencia sísmica. Esta norma de Estados Unidos, en su apartado 21.4, establece cómo deben colocarse las gruesas barras de fierro longitudinales (orientadas verticalmente) y los estribos o trabas que las amarran (que son barras de menor diámetro dispuestas horizontalmente) para darle “refuerzo transversal” al muro o columna. Esta armadura es un tejido, una verdadera costura hecha a mano, que evita el desprendimiento del hormigón.
La norma indica que “el refuerzo transversal debe proporcionarse ya sea mediante estribos cerrados de confinamiento sencillos o múltiples. Se pueden usar ganchos suplementarios del mismo diámetro de barra y el mismo espaciamiento que los estribos cerrados de confinamiento”. Los “estribos cerrados” y los “ganchos suplementarios” (ver diagrama 2 ampliado) son barras que tienen la particularidad de terminar en un ángulo de 135º, lo que se conoce como “gancho sísmico”, el que virtualmente “amarra” los gruesos fierros longitudinales para que no se doblen a causa de un terremoto.
-He visto en edificios con fallas estructurales que no se usó esa forma de estribo con gancho. Lo que hay son estribos que terminan en 90º, cuadrados, que quedan envolviendo el fierro, pero no enganchándolo. Quizás sea necesario revisar la norma (NCh 433) para agregar en ella, directamente, el detalle de este requerimiento de estribos terminados en 135º –opina el ingeniero Saragoni.
Esto se debe a que la NCh 433, si bien remite a la norma norteamericana para la elaboración del concreto, introdujo una excepción, aceptando que los estribos de confinamiento y los ganchos suplementarios se doblen sólo en 90º. Para esa excepción también hay una explicación:
-La excepción se debe a que, cuando se revisó la norma chilena (después del terremoto de 1985), se vio que el confinamiento de los muros que se había hecho hasta entonces se había comportado bien. Hubo entonces un consenso entre los colegas que consideraban excesivo el requerimiento de la ACI 318 (la norma estadounidense), que hasta ese momento estaba basado en pruebas teóricas, nunca enfrentado a un terremoto real de las magnitudes que se dan en Chile. Los mismos norteamericanos estaban pensando suavizarla, hasta que vino este terremoto que estaría demostrando que son necesarios en edificios altos con menos muro estructural en la base –dice el ingeniero calculista René Lagos.
Lagos explica que en 2008 se puso en vigencia la última actualización de la norma chilena para el tratamiento del hormigón (NCh 430), la que determina que sí deben utilizarse los estribos y ganchos como están descritos en el código de Estados Unidos. La vigencia de la nueva norma se formalizó en el Diario Oficial del 2 de mayo de 2008. “Desde entonces las armaduras deben hacerse según la norma norteamericana. Y aunque persista una contradicción entre la NCh 433 y la nueva NCh 430, prima la más exigente, que en este caso es la 430”, señala Lagos.
Desde mucho antes de 2008 que la oficina de Lagos utiliza las especificaciones de la norma norteamericana. Por eso, el edificio Regina Oriente, de Penta, si bien tiene permiso de edificación de diciembre de 2006, ya tenía en sus planos los estribos y trabas de armadura de acuerdo con los estándares de Estados Unidos.
-Lo hacemos porque me parece que conceptualmente tiene mucho sentido que con agregar muy poco se gane mucho en seguridad, a pesar de que algunos colegas nos consideraban exagerados. Es legítimo que las inmobiliarias quieran hacer sus proyectos económicamente más viables, pero cuando se estruja el sistema hasta llevarlo al límite, ese límite no es una línea clara y precisa que permita decir “de este lado estamos seguros y de este lado, no”. Ese límite es más bien una zona gris. El ingeniero, entonces, debe tomar los recaudos que estime convenientes, porque es el profesional del proyecto inmobiliario que juega el rol de decir con la mayor certeza posible si se está en el lado seguro –explica René Lagos.
Al revisar las fallas del edificio Central Park (Santiago Centro), a primera vista se aprecia que los estribos no terminaban en el “gancho sísmico”, sino en ángulos de 90º, los que se abrieron producto del esfuerzo a que fueron sometidos por el terremoto. No obstante, el calculista de ese proyecto inmobiliario, Marcial Sáez Baeza, asegura que los planos se hicieron conforme a las normas. En todo caso, Sáez evita culpar a la constructora (DPL) porque considera que las imágenes por sí solas no bastan para determinar la ausencia del “gancho sísmico”, debido a que la fuerza del terremoto pudo haber alterado la figura original de los estribos:
– Los planos están bien detallados, con los fierros puestos a 135º y estribos de confinamiento en los cabezales de los muros. No le puedo decir si se usó la figura de los ganchos, porque como todo se rompió y se movió, los fierros quedaron alterados. Tendríamos que hacer una investigación en las zonas sanas, picarlas, para ver cómo se hicieron. Sería imprudente calificar en este momento porque la imagen muestra una cosa, pero hay que pensar que un terremoto mueve las armaduras –indica Sáez.
Por el contrario, en el edificio El Parque (San Miguel), la oficina de René Lagos sí se atrevió a señalar problemas en las armaduras para explicar los daños en varios muros estructurales del primer subterráneo, los que provocaron la inclinación de una de las torres del condominio. El informe indica que el constructor no confeccionó las enfierraduras de esos muros garantizando el confinamiento del hormigón: “No se realizó correctamente el retorno de malla horizontal del muro. Esto se observa en varios muros del primer subterráneo”.
El responsable del cálculo estructural de los dos edificios más dañados de Santiago, los condominios Don Tristán y Don Luis de Maipú, ambos con decreto de demolición, es Delfín Muñoz. Consultado por CIPER, aseguró que sus planos incluyeron todas las especificaciones de las normas vigentes:
– Nosotros usamos la norma. Se calculó según todos los procedimientos existentes. En este momento hay una investigación (de la fiscalía de Maipú) y habrá que ver, porque pueden ser muchas las causas que llevaron a la falla. En este momento no puedo decirle si es una u otra.
Respecto de si al revisar las fallas en terreno detectó problemas en los estribos de confinamiento, Muñoz dijo: “La única manera de ver si se cumplió o no se cumplió es picar y revisar, pero eso ya es parte de la investigación”. El profesional señaló que periódicamente inspeccionaba los avances de las obras, pero reconoció que esas visitas “no son todos los días. Uno no puede estar todo el día en la obra”.
El doblado de los estribos es una tarea artesanal, cuya calidad depende de la maestría del enfierrador y de la supervisión de un responsable con grado técnico o universitario. Las grandes constructoras subcontratan el enfierrado. Y el subcontratista paga por kilo de fierro instalado.
Los maestros enfierradores son considerados obreros calificados y bien remunerados en relación al promedio de los trabajadores de una obra, pues ganan entre 400 y 500 mil pesos mensuales. Un constructor con 20 años de experiencia, que pide la reserva de su nombre, dice que el principal problema es que al pagarles por kilo, los enfierradores apuran el trabajo para recibir más dinero en el mes. Además, señala que las inmobiliarias presionan a las constructoras para que aceleren la obra y éstas hacen lo propio con los subcontratistas, lo que relaja la rutina de las inspecciones:
-Les ponen metas, terminan corriendo y ahí la calidad a veces no se hace al ciento por ciento. Trabajan con ayudantes y jornaleros, que son los que limpian o traen las herramientas. Y a veces hasta al jornalero lo ponen a doblar fierro. Los viejos ven cómo se mueven los jefes y saben cuándo van a venir a inspeccionar. Y cuando no vienen, ahí aceleran y ponen un estribo bien y el siguiente, más o menos. Lo que pasa es que es difícil hacerle la vuelta al gancho, sobre todo cuando el fierro es más grueso.
La misma fuente señala que las empresas grandes pagan mal a los técnicos y subcontratistas, por lo que muchas veces éstos tienen que trabajar al mismo tiempo en dos o tres faenas para tener ingresos mensuales superiores al millón de pesos. El trajín entre una y otra obra les impide tener el ojo puesto sobre la calidad de las armaduras: “El ITO (Inspector Técnico de Obra) es el que debe supervisar que todo esté ok antes de que pongan hormigón. Pero es un empleado de la constructora, no es un inspector independiente, y muchas constructoras son de las mismas inmobiliarias que están apurando los trabajos. Entonces, si el ITO se pone pesado y manda a rehacer cosas, piensa que no lo van a contratar más”.
René Lagos señala que las especificaciones de la norma norteamericana son un problema para las constructoras, porque se traducen “en un trabajo más lento que atenta contra las liquidaciones de fin de mes de los enfierradores”. A su juicio, esto podría corregirse si las normas incluyeran una “inspección técnica estructural” dentro de las obras.
– Muchas veces los ITO no manejan bien el tema estructural, ponen énfasis en aspectos secundarios de las armaduras y descuidan lo importante. Se necesita una supervisión competente, profesional. Si un médico está operando y hay que supervisar que lo haga bien, lo lógico es que lo supervise otro médico, no un enfermero –dice el ingeniero calculista René Lagos.
La reforma que se introdujo al mercado inmobiliario en 2005 por presiones de las grandes empresas terminó con las direcciones de Obras municipales convertidas en una ventanilla que sólo concede permisos de edificación, visa los planos y certifica las recepciones, pero que ya no inspecciona en obra si se cumple lo que proyectó un calculista.
Los antiguos inspectores municipales tenían un amplio espectro de facultades, desde cursar una infracción porque un obrero andaba sin casco hasta detener la obra porque no se estaba ejecutando correctamente. En comunas como Ñuñoa o San Miguel, donde la construcción de edificios residenciales ha sido explosiva, la escasez de inspectores para atender tantas obras los convirtió en un cuello de botella para el mercado. Una solución era ampliar las plantas municipales, pero las inmobiliarias y la Cámara Chilena de la Construcción presionaron para que la reforma traspasara a empresas privadas la revisión de los planos de cálculo.
Hoy, los “revisores independientes” –agrupados en un registro que lleva el Ministerio de la Vivienda- son los encargados de esta delicada tarea. Pero, tras el terremoto, se ha puesto el acento en que la independencia de estos profesionales es relativa, pues son pagados por la misma constructora del edificio:
– Si un revisor se pone quisquilloso y encuentra defectos por aquí y por allá, quizás no lo vuelvan a contratar. El sistema, en ese sentido, no es óptimo –señala el ingeniero estructural Rómulo Vidal, impulsor de la nueva agrupación “Calculistas por Chile”, que ya cuenta con 70 profesionales (ver recuadro).
Max Monreal, el vocero de la comunidad de propietarios del edificio Regina Oriente, dice que el propio René Lagos los recibió para explicarles lo que había sucedido. Una actitud muy distante de la que ha adoptado la inmobiliaria Penta, “que le ha bajado el perfil al informe (de la oficina de Lagos) y nunca se ha sentado a hablar con nosotros sobre ese documento”, dice Monreal.
– A la primera reunión fue René Lagos en persona y nos dijo “nosotros somos objetivos e imparciales y vamos a reconocer lo que pasó”. Y él es el propio calculista de la constructora. Y no es cualquier calculista… es “don” calculista –comenta Monreal.
Cuando se enteraron de las fallas en la construcción de las armaduras, Monreal dice que quedaron perplejos: “Lo que señala ese informe es la prueba máxima de la ineficiencia y la incompetencia”. No obstante, asegura que seguirán buscando un acuerdo prejudicial y que esperan no tener que usar el documento ante un tribunal.
Patricio Herman, presidente de la Fundación Defendamos la Ciudad, que ha prestado asesoría gratuita a los residentes del edificio Regina Oriente, considera poco probable que Penta quiera llegar a un juicio: “Como conocemos el informe del cálculo estructural de la oficina que intervino en el proyecto, estamos seguros de que Penta no se arriesgará a defender su posición en los tribunales de justicia”, declaró. Estaba en lo cierto, el martes 6 Penta y los copropietarios del edificio firmaron un principio de acuerdo en presencia de fiscales del Ministerio Público, que operan como mediadores.
En todo caso, Monreal señaló que el preacuerdo es satisfactorio sólo para los propietarios que decidieron irse, porque aquellos que optaron por quedarse aún siguen negociando una indemnización por la devaluación que ellos estiman que sufrieron sus departamentos.
Monreal remata con un dato de utilidad para todos los propietarios afectados por daños en sus edificios que siguen en conflicto con las inmobiliarias: “René Lagos es profesor de la Universidad de Chile y nos dijo que el problema de las armaduras es una falla típica, que incluso la enseña en clases y que también enseña cómo repararla… Y justo nos pasó a nosotros”.
El 14,4% de las edificaciones revisadas en Santiago por el Colegio de Ingenieros después del terremoto presenta daños. Así lo informó El Mercurio del 23 de marzo, citando fuentes de la orden gremial, las que indicaron que de 285 inspecciones realizadas en 14 comunas, se detectó que un 0,4% colapsó, un 3% presenta daños estructurales reparables y un 11% tiene fallas no estructurales, pero cuya reparación obligó a desalojar.
El profesor Rodolfo Saragoni indica que el número de edificios dañados está dentro de lo esperable, porque la norma chilena NCh 433 admite que en caso de sismo severo las construcciones sufran daño estructural, pero que no colapsen. El académico reconoce que de esta forma la norma busca proteger la vida de los moradores, pero al mismo tiempo se maneja con un criterio económico, porque asegurar “daño cero” encarece la construcción.
Un documento del Departamento de Estructuras y Geotécnica de Ingeniería Civil de la UC resume así esta ecuación entre seguridad y mercado contenida en «la filosofía» de las normas de diseño sísmico: “Los edificios deben diseñarse de modo que no sufran daños de ninguna especie durante los eventos sísmicos que ocurren frecuentemente, esto es, varias veces durante el período de vida útil (50 a 70 años) del edificio. Pero, establece que las estructuras pueden sufrir daños, e incluso tener que demolerse con posterioridad, ante la eventualidad del sismo más severo que se puede esperar en un determinado lugar, siempre y cuando se garantice que la estructura no colapsará (…). La justificación de esta filosofía radica en el elevado costo que significaría diseñar las estructuras (…), unido al hecho de la muy baja probabilidad de ocurrencia de tal evento sísmico. Esta filosofía (…) garantiza la preservación de las vidas, junto con optimizar el uso de los recursos económicos de la sociedad”.
Para el líder de “Calculistas por Chile”, Rómulo Vidal, es importante que la NCh 433 revise estos criterios: “Es cierto que un terremoto es un evento de escasa ocurrencia, pero en Chile ocurren y no podemos estar reconstruyendo amplias zonas del país cada 25 ó 30 años”.
Saragoni admite que el país está en un punto de desarrollo en que sería prudente replantear estos aspectos de la norma:
– El criterio siempre ha sido preservar la vida, pero tal vez debamos comenzar a preocuparnos de preservar la inversión de personas de clase media, que en muchos casos es el patrimonio de toda la vida. Quizás debemos asimilar la NCh 433 a la norma de diseño sísmico de edificios industriales, que no sólo protege la vida, sino que asegura la continuidad operativa de la industria. Esa es la diferencia entre el Metro, construido con la norma industrial, que siguió operando sin problemas, y el aeropuerto, edificado con la NCh 433, que sí sufrió daños.
La norma industrial es la NCh 2329, que entró en vigencia en 2003, y en su apartado 4.1 establece entre sus objetivos “mantener los procesos y servicios esenciales” y “evitar o reducir a un tiempo mínimo la paralización de la operación de la industria”.
El ya citado documento de la UC explica los criterios económicos que justifican las diferencias entre ambas normas: “Esto se debe a dos razones principales: la primera, es la magnitud de las pérdidas económicas que pueden eventualmente producirse en una industria debido a la interrupción o suspensión del proceso productivo debido a los daños producidos por el sismo en la estructura o en los equipos; la segunda, es el menor costo relativo de la estructura sismorresistente de una obra industrial en comparación con el costo de los equipos que alberga”.
Rómulo Vidal contagia entusiasmo. Lidera una agrupación que ya está integrada por 70 ingenieros estructurales. La asociación de voluntarios “Calculistas por Chile” nació para aportar a la reconstrucción, especialmente a la población de escasos recursos.
– Queremos profesionalizar al máximo las decisiones que se tomen para reconstruir. Contamos con una plataforma digital, aportada por la minera australiana SKM, que pone en línea los datos que recabamos en las zonas de desastre; la información anterior que está en planos, mapas o memorias; los materiales que se requieren y dónde están disponibles (vea el diagrama de la plataforma). La idea es administrar asesoría voluntaria de calidad para municipalidades, ministerios y otros organismos gubernamentales. Este cruce de datos nos va a permitir ahorrar mucho tiempo y tomar decisiones avaladas por varios profesionales con competencia y experiencia, porque los procesos de revisión de las memorias de cálculo se harán en línea –explica Vidal.
La iniciativa busca apoyar lo que Vidal llama la “auto-reconstrucción” de viviendas, especialmente en el área rural, y la construcción de infraestructura mayor, como puentes, pavimentos y obras hidráulicas:
– Nos organizamos porque constatamos un desgaste del oficio. Hay oficinas de calculistas que ven la reconstrucción como una oportunidad de negocios. Es legítimo, pero nosotros tenemos otra mirada. Queremos aportar a una reconstrucción de calidad, donde podamos discutir y aportar información a través de esta plataforma digital, que sea útil para tomar las mejores decisiones desde el punto de vista de la ingeniería y del buen uso de los recursos. Queremos fortalecer el oficio.