Bocamina: Los pobladores que sentaron a negociar a Endesa
20.11.2008
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20.11.2008
Rocas, bloques de cemento, ramas y restos carbonizado se amontonan en las esquinas de las calles de tierra. Son huellas recientes de barricadas. Por primera vez desde que en Coronel se construyeron estos barrios hace más de cuarenta años, los vecinos de las poblaciones Aroldo Figueroa y Capitán Cabrejo salieron a sus calles a protestar. Promedia octubre y los pobladores, en su mayoría pescadores hijos de mineros, siguen dispuestos a dar la pelea. Y confían en la oferta que esperan de un ingrato vecino.
La ubicación de sus casas pudo haber sido -o fue- privilegiada. A 30 kilómetros de Concepción, a pocos metros del mar, en la zona de Lo Rojas. Ahora los separa del océano una línea de plantas pesqueras que les tapa la vista y exhala un fuerte olor a pescado. Al menos dan trabajo, porque lo peor para los pobladores está en la frontera oeste de su barrio, donde se levanta la segunda unidad de Bocamina, la central termoeléctrica de Endesa que los tiene en pie de guerra.
A sus 39 años, Carolina Fernández ríe como una niña cuando recuerda la primera vez que salió a protestar contra Endesa. Sus vecinos pasaron levantando a todos a gritos a las cuatro de la mañana para ir a impedir el ingreso de los trabajadores de Bocamina. Estuvo más de siete horas bajo la lluvia, gritando y bloqueando la entrada. Revive el miedo al relatar que después las cosas se salieron de control y su calle se convirtió en una trinchera. «Yo nunca había vivido una guerra», grafica. La segunda ola de protestas la vivió encerrada en su casa, protegiéndose de las piedras, los gases y el guanaco.
Carolina confiesa que más miedo le da tener a Bocamina tan cerca de su casa. Ella creció al lado de Bocamina I, porque desde niña vive en la Aroldo Figueroa, donde se enamoró de un vecino y se quedó después de casada. «Si hubiéramos tenido plata hace ratito que habríamos volado de acá», asegura, pues cree que la termoeléctrica es una «bomba de tiempo».
Al otro lado de su calle pareciera que la bomba ya hubiera explotado. Hay viviendas desmanteladas; sin puertas, ni ventanas, menos muebles. Algunos vecinos aún esperan la mudanza, mientras en otros sitios sólo quedan escombros. Por la cercanía a la nueva planta, los vecinos que vivían frente a Carolina están siendo erradicados, pero ahora será ella quien estará en primera fila, a unos 20 metros de la pandereta que separará su vida de los 350 MW de potencia instalada que tendrá Bocamina II.
La tramitación del permiso ambiental para Bocamina II se inició en julio de 2006 y ya en agosto de 2007 Endesa podía echar a andar el proyecto. Antes de construir la planta, fue necesario compactar el terreno con maquinaria pesada. Según los vecinos, las faenas generaron fuertes temblores que, aunque sin aval científico, igualan con el grado 4 de la escala de Richter. «Empezamos a ver que se trizaban las murallas. Al principio no nos dimos cuenta de que era por los temblores. Después, otros vecinos dieron la alerta y ahí nos dimos cuenta», dice Teodocia Vásquez, quien se mudó al barrio cuando fue inaugurado, en 1966.
La tramitación del permiso ambiental para Bocamina II fue lenta, pero sin inconvenientes. Se inició en julio de 2006 y ya en agosto de 2007 Endesa tenía todos los papeles en regla para echar a andar un proyecto que contempla una inversión de US$ 460 millones. Todo cambió en los últimos meses.
Antes de comenzar a construir la planta, fue necesario compactar el terreno con maquinaria pesada. Entonces a la empresa se le empezó a mover el piso. Según los vecinos, las faenas generaron fuertes temblores que, aunque sin aval científico, igualan con el grado 4 de la escala de Richter. «Empezamos a ver que se trizaban las murallas. Al principio no nos dimos cuenta de que era por los temblores. Después, otros vecinos dieron la alerta y ahí nos dimos cuenta», dice Teodocia Vásquez, quien se mudó al barrio cuando fue inaugurado, en 1966.
Carolina y Teodocia abren las puertas de sus casas para mostrar las grietas. La mayoría son leves. La molestia de los pobladores empezó a aumentar cuando las trizaduras aparecieron no sólo en estas casas aledañas a la construcción de la termoeléctrica, sino que también en otras situadas a cuadras del lugar, donde denuncian que incluso llegó a hundirse el terreno. Ahora exigen que todos, unas 200 familias, sean erradicados.
La primera medida de Endesa fue comprar las casas de los pobladores más cercanos a Bocamina, pues vivían sólo a un par de metros de la pandereta de la termoeléctrica. No calmó los ánimos. Las demandas del resto de los vecinos aumentaron al punto que la molestia traspasó la frontera de las poblaciones Aroldo Figueroa y Capitán Cabrejo, transformándose en un dolor de cabeza para las autoridades locales.
Entre ambas poblaciones hay una polvorienta cancha de tierra. Paradójicamente, desde una de las casas que bordea la cancha suena fuerte una canción de Soda Stereo: Cuando pase el temblor. En realidad en este momento no tiembla. El 8 de septiembre el alcalde de Coronel, René Carvajal, ordenó a Endesa detener las obras de la construcción de Bocamina II. Se inició entonces una batalla judicial que en primera instancia ganó la empresa. Los vecinos siguieron movilizados y la eléctrica consideró que no había condiciones de seguridad para el ingreso de sus trabajadores. Las labores se reiniciaron con protección policial a comienzos de octubre, aunque la intensidad del movimiento es baja.
Uno de los responsables de los problemas de Endesa es Eugenio Villablanca, pescador de 49 años. Su mujer atiende el pequeño almacén que está al costado de la cancha de tierra. Villablanca llega anunciado por el reaggetón que sale por las ventanas de su flamante camioneta Hilux negra y que acalla la música que antes emitía una casa vecina. Moreno, de pelo cortísimo y con un mechón de pelo largo y fino que cuelga desde su nuca, se baja con el celular en la mano y una polera que lleva por leyenda. «Very very macho».
Villablanca es el presidente de la junta de vecinos de la población Aroldo Figueroa. Su única experiencia como dirigente era en el club de fútbol Estrella Negra, pero Endesa cambió todo. «Había que levantar a la gente», dice. Se une a la conversación Hernán Bravo, 44 años, empleado de una pesquera, quien representa a la población Capitán Cabrejo. «También soy primerizo. Me metí porque el gerente de Endesa me decía que sólo conversaría con el presidente de la junta de vecinos, entonces le dije que lo sería en dos meses. Y así fue», dice muy serio.
Se les suma Guadalupe Prieto, 34 años y dueña de casa. A ella le encomendaron el catastro de los vecinos que quieren irse del lugar. Debe tener la información lista en caso de que Endesa se allane a una salida favorable. La gente revolotea a su alrededor. Un adolescente le pide que lo inscriban porque su polola está embarazada y necesitan vivienda. La respuesta es igual de dura que la que ha recibido Endesa: «Por ningún motivo».
«Endesa nos obligó a salir a la calle», dice Eugenio Villablanca. Y salieron con todo. Fue después de varias infructuosas reuniones con las autoridades locales y Endesa que los dirigentes golpearon la mesa al decidir impedir por la fuerza la entrada de los trabajadores a las obras. Carabineros arremetió. Se replegaron a la población, escudados por barricadas. Su mejor arma: cables de hierro atados a los postes que impedían el ingreso de los carros policiales. En esa batalla, demostraron una sorpresiva pericia que, según Villablanca, se debe a la experiencia acumulada por las manifestaciones de los pescadores, pues en estas poblaciones ni en dictadura hubo protestas.
-Las Fuerzas Especiales reconocen que nunca han demorado más de 2 horas en las protestas. Y aquí han estado días completos. Y semanas. En una de las protestas estuvimos de lunes a viernes -asegura con orgullo Hernán Bravo.
Todo ocurrió las semanas previas a las elecciones municipales. Acá ni se notaba el clima electoral, porque estas poblaciones eran quizás las únicas de todo Chile donde no había ni un solo cartel de propaganda.
-El gobernador nos quiso ensuciar diciendo que éramos políticos. Con esto le estamos demostrando que no es así, porque no aceptamos ninguna propaganda y nos sentimos orgullosos de que en Chile, unos simples pobladores, vetaron a todos los políticos-afirma Villablanca.
Se enteraron de los riesgos de las termoeléctricas en un programa televisivo sobre Tocopilla, pero ahora hablan con naturalidad del efecto invernadero y de la globalización. Y, pese a que sólo reconocen una pequeña asesoría técnica de investigadores de la Universidad de Concepción, hoy aparecen como experimentados dirigentes. Dicen que lo han aprendido en la práctica. De los políticos, sólo han aceptado la ayuda del senador Alejandro Navarro, quien les puso dos abogados cuando Endesa presentó un recurso judicial en su contra y cuando hubo que sacar a los vecinos presos en las manifestaciones.
En un computador de la CONAMA del Bio-Bio, una carpeta con el nombre «problemas» archiva los últimos documentos sobre la ampliación de la central Bocamina. Imposible más gráfico, porque si algo ha generado la central de Endesa a las autoridades regionales, son grandes problemas. El 25 de septiembre un comité técnico realizó una visita inspectiva a las casas que presentaban grietas. La Corema decidió que la única forma de saber si el origen estaba en las obras, era hacer un estudio geológico, el que debiera adjudicarse en los próximos días.
Una de las voces que pesó en el análisis de la Corema fue la de Hugo Constanzo, quien trabajó en Schwager y es el actual encargado de medioambiente del Servicio Nacional de Geología y Míneria regional (Sernageomin). Parado en la cima de una colina que se levanta sobre Bocamina y sobre cuyas laderas están algunas de las casas agrietadas, Constanzo retrocede hasta 1880, cuando en esta zona se construyó una mina de carbón que explotaba el chiflón Adelaida. Las faenas se cerraron años más tarde, pero un siglo después, en la misma área, fueron retomadas por la mina San Norberto. Fue en la década de 1980 cuando empezó a llenarse de pirquenes y ocurrieron los primeros desastres.
«Esto está todo mineado», advierte Constanzo en jerga minera para graficar que bajo la tierra está lleno de minas. A fines de los ‘90 hubo subsidencias en el terreno, que se hundió en algunas partes porque los pirquenes estaban muy cerca de la superficie y la tierra se acomodó. Incluso una Iglesia Evangélica, ubicada al otro lado de la colina, cedió 70 centímetros cuando una galería nueva chocó con una antigua llena de agua, produciéndose una fuerte succión.
Hasta Bocamina I tuvo problemas la década pasada. Según cuenta Constanzo, los pirquineros cavaron por debajo de la central termoeléctrica y Sernageomin tuvo que intervenir. «Nos mandaron a buscar porque se había producido un hundimiento en la Bocamina I. Nos metimos a la galería e incluso sentíamos el ruido de las turbinas», recuerda Constanzo. Cuenta que echaron a los mineros y le recomendaron a Endesa que rellenaran los espacios bajo tierra con arena a presión. «Afortunadamente, fue al lado de la torre que distribuye la energía, si no hubiera quedado la escoba.», resume.
Endesa recurrió nuevamente a Sernageomin este año, durante los trabajos de Bocamina II, pues se encontraron con otra galería en el lugar donde se iba a construir la nueva planta. El dato es confirmado por el director regional de la CONAMA, Bolívar Ruiz: «Se identificó una estocada principal, una galería grande. Pasaba por debajo del sector preciso donde se va a construir la segunda unidad de Bocamina. Se tuvo que rellenar con arena y hacer toda una obra de ingeniería de estabilizado del terreno de manera de poder contar con una adecuada seguridad de construcción. Por eso la subsidencia minera no sorprende ni a los vecinos ni al titular del proyecto».
Que el terreno esté mineado no sólo atañe a Endesa. Los más afectados son los habitantes de las casas construidas sobre el terreno inestable, principalmente las que están sobre la ladera del cerro. «Nosotros pedimos al Serviu que las retiraran por el peligro de subsidencia de terreno y por el riesgo de remoción en masa, por la pendiente del cerro. Informamos a la municipalidad que no permitiera que viviera gente aquí, pero la gente vino y se tomó el lugar», se queja Constanzo.
-¿Quién es responsable?, ¿nosotros o el Estado por darnos estos sitios sabiendo que estaban mineados? Estaban las firmas del presidente Ricardo Lagos. El alcalde entregó los papeles regulatorios -acusa Guadalupe Prieto, quien vive en una de las casas más altas del cerro.
El tipo de suelo sedimentario y la inestabilidad del terreno mineado podrían estar en el origen de que las vibraciones por compactación del terreno de Bocamina II se hayan expandido con más fuerza, afectando las viviendas. Lo que le extraña a Constanzo es que algunas casas que están en el plano donde no hay pirquenes y más lejos de Bocamina, tengan grietas. Cree que allí el problema puede ser mala construcción.
Sólo después del estudio se podrá saber con certeza si hubo impactos no previstos en la tramitación ambiental y si la empresa deberá compensar por ellos. Pero el asunto es más complejo. Los pobladores no avalan el estudio geológico y piden además uno epidemiológico.
Porque si algo ha sucedido en estos meses es el empoderamiento de los pobladores. No es sólo protestar contra Endesa por daños a las viviendas. Es una gran pasada de cuenta por años de molesta convivencia.
Las casas más antiguas se construyeron antes que Bocamina I, en 1966. Los pobladores llegaron tras el terremoto de 1960, cuando el mar se salió y barrió con sus casas. Al lado de su nuevo hogar había un pastizal, que pronto ocupó la central termoeléctrica de la entonces estatal Endesa, inaugurada el 30 de junio de 1970.
Según Eugenio Villablanca, en esa época nadie chistó porque se decía que la planta consumiría el carbón local, lo que fue valorado por los pobladores, en su mayoría mineros. Pronto se comprobó que las propiedades calóricas del carbón de la zona eran inapropiadas para la maquinaria. Se empezó a importar el combustible.
Según los vecinos, Bocamina siempre fue una molestia. «Cuando recién empezó, botaba una ceniza que cuando había viento dejaba todo oscuro. Y empezaba con un estampido tan fuerte, que parecían balaceras. A veces pasaban semanas con ruido y cuando terminaba uno no se daba cuenta porque seguía con el zumbido en los oídos», recuerda Teodocia Vásquez.
Los dirigentes reconocen que las grietas sólo detonaron las quejas por años acumuladas. Ya no les basta saber si los daños son estructurales o pueden ser reparados. Acusan que durante décadas los pobladores han sufrido enfermedades respiratorias y a la vista, sin que nadie se haga cargo.
Hasta hace un par de años, Bocamina era el principal emisor de material particulado del Gran Concepción, un área con muchas industrias que el 2006 fue declarada zona de latencia por material particulado respirable (PM 10). Fue a propósito de la construcción de la segunda unidad que Endesa instaló un filtro de mangas para atrapar el humo y la ceniza. De acuerdo al estudio de impacto ambiental, esto permitirá que cuando estén ambas plantas funcionando, la contaminación sea equivalente al 19,29% de lo que emitía la primera unidad. También se abatirían un 98% de las emisiones de óxidos de azufre y de nitrógeno.
Las plantas a carbón estuvieron en retirada en la última década. En julio de 2005, el gerente general de Endesa, Héctor López, demostró en una entrevista al diario El Sur que tenía claros los costos: «El gran problema que tiene el carbón son las emisiones, por eso cuando hablamos del coste de generar con carbón no es simplemente la inversión propiamente tal, sino la inversión en todo lo que son los factores medioambientales. Las centrales de carbón van a ir costando más, porque se va ir exigiendo la instalación de más medidas del tipo que estamos anunciando aquí en Coronel (US$ 2,5 millones para un precipitador electrostático en Bocamina) (…) Por eso creemos que el carbón puede ser competitivo desde el punto de vista económico, pero no medioambiental.»
En Coronel no hay registro alguno que permita decir que la contaminación de Bocamina ha dañado la salud de las personas. Y ello porque simplemente nadie ha hecho un estudio. Los pobladores insisten en las altas tasas de enfermedades, pero el director del hospital, Hugo Arce, dijo a CIPER que no se ha detectado nada fuera de lo normal. Recién ahora la Universidad Católica de Temuco está haciendo un estudio epidemiológico por encargo de la CONAMA, que contempla tres puntos industriales de la región, entre los que está Bocamina.
En esos días se descartaba la construcción de Bocamina II. Pero a la escasez de gas natural en Chile se sumó el alza el precio del petróleo, lo que las ha hecho regresar a nivel internacional. En Estados Unidos hay una gran polémica porque la autoridad ambiental rechazó una termoeléctrica debido a su alta producción de dióxido de carbono y su efecto invernadero. En ese país, actualmente hay 25 centrales en construcción y otras 85 podrían desarrollarse en el corto plazo, aunque la reciente decisión ambiental podría ponerlas en jaque. En Chile, si el 2004 la CNE proyectaba 4 centrales a carbón, el 2007 ya calculaba que serían 10. Sólo en los últimos dos años se han tramitado ambientalmente 7 plantas de este tipo, entre ellas Bocamina II.
En Coronel no hay registro alguno que permita decir que la contaminación de Bocamina ha dañado la salud de las personas. Y ello porque simplemente nadie ha hecho un estudio. Los pobladores insisten en las altas tasas de enfermedades, pero el director del hospital, Hugo Arce, dijo a CIPER que no se ha detectado nada fuera de lo normal. Recién ahora la Universidad Católica de Temuco está haciendo un estudio epidemiológico por encargo de la CONAMA, que contempla tres puntos industriales de la región, entre los que está Bocamina.
El director de la Conama, Bolívar Ruiz, no descarta que puedan existir efectos acumulativos, pero insiste en que es un error metodológico mezclar las quejas por la contaminación de Bocamina I con la construcción de Bocamina II. Para Ruiz, el tema de fondo es de planificación urbana, pues la localización de las industrias con respecto a las áreas habitacionales no se ha abordado en el país. Y asume que si las normas permiten que una planta se instale al lado de una población, no es mucho lo que las autoridades ambientales pueden hacer.
-Las empresas no ponen mucha atención a la localización geográfica, más bien condicionada al análisis económico: dónde es más barato y se maximiza la rentabilidad de la inversión. Todavía no se ha entronizado en la cultura empresarial chilena el análisis de los factores sociales y culturales que podrían hacer que una localización económicamente muy conveniente, a la larga resulte incluso más cara producto precisamente de conflictos culturales y de difícil relación futura con las comunidades aledañas. Casos, hay miles en este país. Aparte de Endesa está lo ocurrido con las celulosas -dice Bolívar Ruiz.
La experiencia de Bocamina II también podría convertirse en emblemática. Tras los convulsionados episodios de septiembre y octubre, a comienzos de noviembre las partes volvieron a sentarse a negociar. Ahora Endesa sí estaría dispuesta a hacerse cargo de la erradicación de los vecinos.
«Ya nos sentamos a conversar con la empresa, ellos están conscientes de que hubo un daño patrimonial de salud de nuestra gente y están llanos a darle solución a las personas que están complicadas. Son cerca de 200 familias que llegaron a un preacuerdo con la empresa», afirma Leonidas Romero, el alcalde electo de Coronel. Donde están las casas, se construiría un parque.
Endesa no quiso referirse a ningún tema relacionado con Bocamina, pero según cuentan los vecinos, el acuerdo podría implicar $25 millones por familia. De ser así, la eléctrica española tendría que desembolsar unos $5 mil millones de pesos para zanjar una disputa que mientras más se alargue, más cara puede costarle a la empresa. Y eso que el proyecto ya estaba aprobado.