CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
Obesidad: El protagonismo de la ‘Biomedicina’ y las consecuencias que esto tiene en la salud pública
05.03.2021
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
05.03.2021
Hasta no hace mucho la homosexualidad fue considerada una enfermedad. La columna trae a colación este ejemplo para mostrar cómo las ciencias biomédicas se alían e imbrican con ideas sociales para establecer “lo normal”. La autora argumenta que eso ocurre con la obesidad. Sin negar que en casos extremos ésta genera problemas de salud, examina algunos mitos sobre el tema, argumenta que el indicador de masa corporal se usa para fines fuera de su alcance; y advierte que en la alarma sobre el peso hay intereses económicos y de control social. La promoción de un cuerpo ideal y la transformación de la obesidad en un estigma social, afectan especialmente a niños y niñas y debería ser un tema de preocupación en salud pública, sostiene la autora.
Este artículo está basado en un extracto de la revisión de literatura que la autora realiza para su tesis doctoral. En esa investigación explora las experiencias de crecimiento y prácticas cotidianas de salud de niñas y niños que han sido diagnosticados con sobrepeso y obesidad en un centro de salud familiar en Santiago.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido el sobrepeso y la obesidad como enfermedades, es decir, las reconoce como condiciones patológicas del cuerpo, con signos y síntomas clínicos (WHO, 2019). Sin negar la evidencia médica que sostiene esta calificación (la cual, sin embargo, está sometida a importantes cuestionamientos, como se verá luego), esta columna busca llamar la atención sobre los prejuicios, estigmas y discriminación que sufren niñas, niños y adultos cuando la obesidad se considera una enfermedad.
Sostendremos que la difusión de discursos alarmantes sobre los efectos del peso, antes que una preocupación por la salud del otro, evidencian una construcción social, promovida por una industria biomédica que impone un cuerpo ideal al que todos los géneros, etnias y edades tienen que someterse. Tomar conciencia de los dispositivos que posibilitan esta construcción social puede disminuir o evitar el estigma social y repensar nuestras políticas públicas en salud, particularmente las enfocadas en niñas y niños.
En adultos, la obesidad se define como una acumulación anormal o excesiva de grasa que contribuye a la mala salud (WHO, 2016a). Esta definición se basa en el Índice de Masa Corporal (IMC), que proporciona una estimación del exceso de peso corporal, la adiposidad futura, así como la presión arterial y el riesgo de desarrollar otras complicaciones futuras (Taitz, 1983, Fletcher, 2014). La obesidad en niñas(os) se define como un aumento excesivo de peso, según la altura; y se puede expresar como percentiles que indican la posición relativa de un niño en comparación con los niños del mismo sexo y edad (WHO, 2020).
Desde el punto de vista médico, la obesidad se relaciona con el desarrollo de resistencia a la insulina, diabetes, hipertensión, dislipidemia, cáncer y muerte prematura (WHO, 2016b, Cancer Research UK, 2019). El consenso es bastante extendido por ejemplo, en cuanto a la relación entre obesidad e hipertensión. Sin embargo, se han cuestionado las asociaciones entre mortalidad y exceso de peso, que podrían estar permeadas por otros factores como el tabaquismo (Fletcher, 2014). Estudios angiográficos han demostrado poca o ninguna correlación entre la masa grasa total y la aterosclerosis coronaria, excepto en aquellos con obesidad abdominal (Alexander, 2001). Esto sugiere que el lugar dónde se localiza la grasa puede ser un elemento que se debe sopesar de manera distinta como factor de riesgo.
La crítica actual más importante a la idea de la obesidad como una enfermedad no proviene, sin embargo, de la medicina sino desde la filosofía y las ciencias sociales. En parte importante esta crítica se nutre de la idea de “medicalización” -descrita por Michel Foucault a mediados del siglo XX- que apunta a situaciones cotidianas o ‘normales’ que comienzan a tratarse con una perspectiva biomédica o se intenta ‘tratar’ desde la medicina.
No hay un consenso con relación a cómo se mide sobrepeso y obesidad; se utiliza mayormente un índice que no fue diseñado para ello
Así, mientras la perspectiva biomédica presenta la obesidad como un “desequilibrio energético”, fruto de una ingesta excesiva de alimentos y/o una actividad física insuficiente, la mirada filosófica y antropológica entiende que vemos la obesidad como un problema también a partir de las ideas que dominan nuestra sociedad (Neville, 2014, Hill et al., 2012, Gard and Wright, 2005).
Ese, es justamente, el eje del extenso debate en favor y en contra de entender la obesidad como una enfermedad (Greenhalgh, 2015b, Lupton, 2013, Gard and Wright, 2005, Campos, 2004). A pesar de que algunos investigadores han afirmado que las definiciones de enfermedad se basan en estándares médico-biológicos, es relevante considerar que lo que comprendemos como enfermedades y diagnósticos también son construcciones sociales que han sido moldeadas por nuestros contextos sociales, culturales, históricos y políticos (Nettleton, 2013, Jutel and Nettleton, 2011). Un ejemplo clásico de esto es que la homosexualidad fue considerada una enfermedad hasta 1992, e incluida por la OMS en la misma clasificación mundial de enfermedades en que hoy está la obesidad.
En este sentido, el construccionismo social permite cuestionar ciertos puntos presentados como hechos o verdades, puesto que hay aspectos que dependen mucho más de la apariencia corporal y los sistemas de clasificación subjetivos que de los marcadores biológicos. Por ejemplo, un mito recurrente es que el peso ´normal´ o IMC bajo 24 es un buen indicador de salud. Sin embargo, existe evidencia de que las personas con bajo peso o peso ´normal´, de acuerdo con este estándar podrían también tener un riesgo asociado a enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer (Flegal et al., 2007). Esto es lo que la antropóloga Susan Greenhalgh ha denominado un «Biomyth«, una idea que persiste en el sentido cultural colectivo a pesar de que ha sido ampliamente refutada por la ciencia.
A principios del siglo XX, la fórmula del IMC comenzó a usarse para estimar la esperanza de vida. Este fue el inicio para que el cálculo de riesgo que utilizan las compañías de seguros (Nuttall, 2015). En la década de 1990, el IMC (kg/m2) se estableció como ‘la’ fórmula para clasificar a la población adulta en general, como una estandarización internacional para indicar la prevalencia de sobrepeso y obesidad y define los cuartiles entre poblaciones y peso:
Bajo peso |
Peso normal |
Sobrepeso |
Obesidad |
IMC= 15-19,9 | IMC=20-24,9 | IMC=25-29,9 | IMC=30-39,9 |
Fuente: OMS, 1995
El IMC también se utiliza para medir la prevalencia de sobrepeso y obesidad en niña(os) según los criterios de la OMS. Este enfoque asume que, en condiciones ideales, el crecimiento infantil promedio es el mismo en todo el mundo (Monasta et al., 2011); pero ¿es posible estandarizar los cuerpos y clasificarlos?
Detractores del IMC argumentan que éste no logra diferenciar entre masa corporal magra y grasa, tamaño de piernas, músculos o huesos, entre otros (Rubino et al., 2020, Lobstein et al., 2015, Evans and Colls, 2009, Gard and Wright, 2005, Campos, 2004). Existe una fuerte crítica a la ausencia de las diferencias sexuales, sociales, culturales, raciales y étnicas que no están incorporadas en esta medición (Alqahtani and Scott, 2015, Brady et al., 2015, Lear et al., 2007). De hecho, los asiáticos cuentan con diferentes límites para establecer sobrepeso u obesidad (Lim et al., 2017).
En el caso de niñas(os) y adolescentes, el problema es aún mayor porque el IMC en la infancia está muy determinado por el de los padres (Aguilar Cordero et al., 2015, Lawrence et al., 2014, Murrin et al., 2012), pero, además, en niña(os) el crecimiento es dispar y adicional durante la pubertad debido a los cambios hormonales (Dean, 2018, Daniels, 2009, Evans and Colls, 2009).
La experiencia del estigma puede ser desde la primera infancia a través de las burlas, el acoso físico, la victimización relacional, entre otros
Por lo tanto, el sobrepeso/obesidad podrían estar sobreestimados. No solo el IMC sería problemático en su uso, sino también cómo se interpretan sus medidas; lo que hace que el IMC sea una medida sumamente débil para esta población (Cole and Lobstein, 2012, Evans et al., 2008).
Probablemente, una de las principales críticas a la medida del IMC es que no existe una relación causal entre un IMC más alto y resultados o riesgos adversos para la salud (Ersfjord, 2018, Greenhalgh, 2015b, Campos, 2004). Sin embargo, a pesar de que el IMC no refleja con precisión el sobrepeso y obesidad, sigue siendo la medida más utilizada a nivel mundial para evaluar el peso en infancias, adolescentes y adultos.
Lo anterior no busca negar que la obesidad tenga consecuencias para la salud. Por el contrario, la obesidad severa tiene consecuencias graves, incluso de muerte prematura. Sin embargo es importante preguntarse si la medimos bien y si con los datos que tenemos, podemos decir que estamos ante un problema pandémico; y si afecta equitativamente a la población.
En Chile las encuestas poblacionales en donde se utiliza el IMC como indicador nos muestran que las mujeres presentan obesidad en mayor proporción que los hombres; y que hay una gradiente social en el problema: la población de menores ingresos se ve más afectada que sectores de mayores ingresos en mayores de 15 años (ver Encuesta Nacional de Salud 2016-2017).
Esta información da cuenta de un problema social: existe cierta población mal alimentada, que podría o no tener consecuencias en su salud. Pero no es sólo el IMC lo que determina su probabilidad de salud futura.
La medicalización de la obesidad ha implicado estandarización y vigilancia (Lupton, 2013, Jutel, 2014). El uso del IMC se transformó en un mecanismo de ´Biopoder´; los cuerpos son disciplinados y monitoreados para mantener el orden social (Foucault, 1963). Es así como este Biopoder, emanado desde la Biomedicina, ha dado lugar a «Biopedagogías» (Wright, 2009), que muestran que prácticas de salud pueden priorizar ciertos cuerpos y subjetividades sobre otros. Se afirma que, desde los primeros años de vida, los cuerpos disciplinados serán normales y saludables en el futuro. Por lo tanto, manteniendo el cuerpo ‘ideal’ (delgado), sería posible reducir el riesgo futuro y la carga económica asociados con el sobrepeso, una forma de Biopoder.
Los cuerpos se entrenan mediante dieta y actividad física. En países occidentales, la actividad física se utiliza para perder peso, y no necesariamente por ocio (Lupton, 2013, Gard and Wright, 2005). Esto también ha sido motivo de preocupación en Chile en las clases de educación física (Poblete Gálvez et al., 2014). Las dieta se educa a través de las comidas escolares con la institucionalización de una alimentación saludable (Cappellini et al., 2018) ya que las «biopedagogías» podrían ayudar eficazmente a modificar las prácticas alimentarias en los niños obesos. Por tanto, se ha producido una ‘biopedagogía’ de la vida cotidiana. Sin embargo, esto podría producir graves efectos adversos como trastornos alimentarios (Ersfjord, 2018).
Estas biopedagogías no están siendo cuestionadas en el debate nacional de salud pública, a pesar de que desde la academia -particularmente desde las ciencias sociales- se han levantado estas discusiones (Energici Sprovera and Acosta González, 2020). A niñas(os) se les enseña a pesarse, medirse y evaluarse desde una lógica de mantener el peso, más allá de la mirada nutricional y/o crecimiento. Vemos como el aspecto biomédico trasciende a otras esferas de la vida cotidiana.
Hay consecuencias negativas para la salud no tienen que ver con el peso en sí mismo, sino en toda la construcción asociada a la obesidad que hay detrás
La recopilación y el análisis de información ha sido relevante para el monitoreo y para establecer prioridades en los programas y políticas de salud. Medir el IMC es barato y no presenta daños físicos asociados con la evaluación (Daniels, 2009), por lo tanto, es posible controlar cómo deben verse los cuerpos y cómo los ven los demás (Bury, 1986). En Chile, la vigilancia en peso de niñas(os) de 0 a 6 años es parte del programa de salud (Ministerio de Salud, 2017), pero también se realiza en colegios públicos en niña(os) de 4-10 años y adolescentes en 1° medio (JUNAEB, 2018).
Estas mediciones sistemáticas van en línea con las sugerencias de la OCDE, indicando que para una mejor evaluación del impacto de las políticas en el sobrepeso/obesidad, es necesario realizar evaluaciones periódicas (OECD, 2019). Pero ¿podría ser perjudicial que niñas y niños piensen en su salud solo en términos de ingesta de calorías, IMC y peso a edades tempranas? Esto es una de las preguntas que intento responder a través de mi investigación, pues no tenemos evidencia en Chile. Más aún hace ya una década, el Reino Unido había alertado que los beneficios y los daños de la vigilancia de IMC siguen siendo inciertos (Lake, 2009).
En este debate es importante tener en cuenta que de 10 adultos con obesidad, sólo dos tuvieron sobrepeso en la infancia. Los niños y niñas con obesidad no necesariamente serían obesos en su adultez (Herman et al., 2009, Simmonds et al., 2016). Esto quiere decir que la obesidad y el sobrepeso en los niños y niñas puede no ser un problema, sino parte de su desarrollo; y que estamos actuando sobre ellos como si pudiéramos detener el problema en los adultos, pero lo cierto es que no hay evidencia de una relación causal.
Después de que la Asociación Médica Estadounidense (AMA) también etiquetara la obesidad como una enfermedad, aumentaron los recursos para la prevención, el tratamiento y la investigación de obesidad (Hruby and Hu, 2015). Esta decisión económica, es un fuerte argumento para explicar la relevancia de etiquetar nuevas enfermedades. Como se ha discutido en los estudios de psicología, el interés de la industria farmacéutica es un camino hacia la medicalización, es decir, ha dado forma a lo que entendemos como enfermedad y ha promovido el sobrepeso como enfermedad (Ebeling, 2014).
Existe una noción de ‘medicina basada en el marketing’ porque las prioridades en salud las proporciona la industria alimentaria y farmacéutica en lugar de los gobiernos o expertos en salud (Ebeling, 2014, Herrick, 2009).
Dirigirse a las inseguridades y aspiraciones de los consumidores es la estrategia de la industria -en general- utilizada para implementar sus productos. Por ejemplo, permanentemente se anima a la población a perder peso mediante el uso de fármacos que intervienen el metabolismo (Lobstein et al., 2015, Greenhalgh, 2015a, Lupton, 2013). Esto encaja en las sociedades occidentales como la nuestra, en donde existe una construcción social de la forma del cuerpo y un alto estatus de buena apariencia, cuerpo delgado y atractivo.
De manera similar, otros críticos se refieren a los determinantes comerciales de la salud; es decir, estrategias utilizadas por el sector privado para promover productos y opciones que son perjudiciales para la salud (Kickbusch et al., 2016). A lo anterior se agrega la falta de regulación de la industria, puesto que aparece como un actor comprometido con la salud pública, cuando lo cierto es que hay un lucro través del marketing dañino (Piggin and Lee, 2011), y peor aún, creando y perpetuando estructuras de significado relacionados con estas ideas de un cuerpo ideal (delgado) y la salud.
El discurso «epidemia de obesidad» se hizo popular en la agenda política durante la década de los ’90 (Quirke, 2016, Popkin, 2001). Hoy los académicos, los responsables de la formulación de políticas, los medios de comunicación y las organizaciones globales apenas son criticados por utilizar el discurso de la ‘pandemia global’, enfatizando el rápido aumento, el riesgo, el impacto en la salud y la carga económica de la obesidad.
Se ha argumentado que la obesidad no es una epidemia a pesar de tener algunas de las características epidémicas (Flegal, 2006). La OMS afirma: “Las epidemias son provocadas por la reaparición de patógenos que han sido familiares durante mucho tiempo, pero que ahora amenazan a poblaciones nuevas e inmunológicamente vulnerables, o son nuevas” (WHO, 2018). Literalmente hablando, la obesidad no se ajusta a esta definición.; basta con mirar lo que ha sido la epidemia del virus Sars-CoV-2.
En Chile, el gobierno, encargados de los programas de salud, y otros, refieren la obesidad a través de discursos medicalizados y de ‘pandemia’ (Muzzo B and Monckeberg B, 2012); incluso una reciente columna de Cristian Warnken mencionaba: “la verdadera pandemia en Chile no es el Covid, es la obesidad” (…) “declaremos estado de catástrofe por la pandemia de la obesidad”. Estas narrativas incrementan las emociones vinculadas al riesgo (Farrell et al., 2016, Evans, 2006) que luego son internalizadas por niños y adultos creando pánico a su alrededor; y pueden producir un daño desproporcionado en la salud pública y en las poblaciones por los prejuicios que genera y el impacto en la salud mental. Lo que hemos visto objetivamente es una tendencia creciente en el IMC, pero ello no es equiparable a una ‘epidemia de obesidad’. Por lo tanto, los discursos de investigadores, médicos y los encargados de la formulación de políticas deberían ser más cautos en ese punto.
El peso es una condición altamente estigmatizada y en la que una persona está socialmente devaluada debido a su sobrepeso (Bernard et al., 2019, Puhl and Heuer, 2009, Puhl and Brownell, 2003). Ejemplos en Chile tenemos de sobra, como lo fue el trending topic “#GuatonesConHambre”, y la reciente columna de Warnken que generó polémica en redes sociales.
El prejuicio asociado con el peso y la gordura exacerba el estigma sobre la obesidad porque el atributo -considerado negativo- es físicamente visible. En EEUU es tanto el estigma por peso, que ha igualado o superado al estigma de género y raza (Puhl et al., 2008). El estigma social incluye las relaciones interpersonales, los sistemas educativos, desigualdades laborales y de salud, entre otros (Puhl and Brownell, 2001, Rubino et al., 2020).
La discriminación relacionada con el peso -chistes u opiniones- ha sido reconocida como un estigma directo. Esta estigmatización es exhibida incluso por los profesionales de la salud aumentando así la reticencia hacia el sistema de salud (Phelan et al., 2015). El estigma por peso también se ha relacionado con consecuencias conductuales como mala adaptación, riesgo de mortalidad y depresión (Vartanian and Porter, 2016, Puhl and Heuer, 2010) y empeora cuando se internaliza, es decir, cuando las personas respaldan los estereotipos negativos de sí mismos basados en el peso, lo que devalúa su identidad social y posiblemente conduce al aislamiento social. En Chile, esta discriminación por peso está más asociada a las mujeres (Energici et al., 2016, Robinovich et al., 2018).
Esta discriminación preocupa aún más cuando hablamos de niñas(os). La experiencia del estigma puede ser desde la primera infancia a través de las burlas, el acoso físico, la victimización relacional, entre otros (Pickett and Cunningham, 2017, Puhl et al., 2007). Los niños son ridiculizados por sus pares debido a su peso y las suposiciones asociadas con él. Sin embargo, el acoso también se ha identificado en educadores físicos, padres y profesores (Puhl and King, 2013).
Estas experiencias fisiológicas, sociales y psicológicas del estigma por peso pueden ser extremadamente dañinas. Algunas de las consecuencias son: estrés crónico, más aumento de peso, resultados de salud deficientes en el futuro y rendimiento académico insatisfactorio (Tomiyama, 2014, Krukowski et al., 2009). Incluso en Chile, niños con obesidad que se han sentido excluidos de la clase de educación física, han presentado menor autoestima en comparación con los de peso normal (Delgado Floody et al., 2019). Es decir, las consecuencias negativas para la salud no tendrían que ver con el peso en sí mismo, sino en toda la construcción asociada a la obesidad que hay detrás.
En conclusión, no hay un consenso con relación a cómo se mide sobrepeso y obesidad; se utiliza mayormente un índice que no fue diseñado para ello. Asimismo, ha habido un aprovechamiento de la industria en términos de potenciar las ideas del ‘cuerpo ideal’ junto a narrativas alarmantes que poco hacen para reducir las consecuencias en la salud, y más aún generan un impacto en la salud mental de las personas y particularmente -y que me parece aún más preocupante- de niñas(os) y adolescentes. El estigma por peso es un problema global, y es lamentable que haya permeado tantos aspectos de la vida de las personas. Esto es relevante porque el peso del cuerpo se experimenta y define subjetivamente y no necesariamente a partir de los límites estandarizados, la dieta y la actividad física, como nos han hecho creer.
AGUILAR CORDERO, M. J., ORTEGÓN PIÑERO, A., BAENA GARCÍA, L., NOACK SEGOVIA, J., LEVET HERNÁNDEZ, M. C. & SÁNCHEZ LÓPEZ, A. M. 2015. Efecto rebote de los programas de intervención para reducir el sobrepeso y la obesidad de niños y adolescentes: revisión sistemática. Nutrición hospitalaria: Organo oficial de la Sociedad española de nutrición parenteral y enteral, 32, 2508-2517.
ALEXANDER, J. K. 2001. Obesity and Coronary Heart Disease. The American Journal of the Medical Sciences, 321, 215-224.
ALQAHTANI, N. & SCOTT, J. 2015. Childhood Obesity Estimates Based on WHO and IOTF Reference Values. J Obes Weight Loss Ther, 5.
BERNARD, M., FANKHÄNEL, T., RIEDEL-HELLER, S. G. & LUCK-SIKORSKI, C. 2019. Does weight-related stigmatisation and discrimination depend on educational attainment and level of income? A systematic review. BMJ Open, 9.
BRADY, G., LOWE, P. & OLIN LAURITZEN, S. 2015. Connecting a sociology of childhood perspective with the study of child health, illness and wellbeing: introduction. Sociology of Health & Illness, 37, 173-183.
BURY, M. R. 1986. Social constructionism and the development of medical sociology. Sociology of Health & Illness, 8, 137-169.
CAMPOS, P. F. 2004. The obesity myth: why America’s obsession with weight is hazardous to your health, New York, New York: Gotham Books.
CANCER RESEARCH UK. 2019. Our Policy on Obesity and Diet [Online]. Disponible aquí. [Accessed December 2, 2019].
CAPPELLINI, B., HARMAN, V. & PARSONS, E. 2018. Unpacking the lunchbox: biopedagogies, mothering and social class. Sociology of Health & Illness, 40, 1200-1214.
COLE, T. J. & LOBSTEIN, T. 2012. Extended international (IOTF) body mass index cut-offs for thinness, overweight and obesity. Pediatric obesity, 7, 284.
DANIELS, S. R. 2009. The Use of BMI in the Clinical Setting: TABLE 1. Pediatrics, 124, S35-S41.
DEAN, J. 2018. Imagining body size over time: Adolescents’ relational perspectives on body weight and place. Fat Studies, 7, 203-215.
DELGADO FLOODY, P., CARTER THUILLIER, B., JEREZ MAYORGA, D., COFRÉ, A. & MARTÍNEZ SALAZAR, C. 2019. Relación entre sobrepeso, obesidad y niveles de autoestima en escolares. Retos: nuevas tendencias en educación física, deporte y recreación, 67-70.
EBELING, M. 2014. Chapter 9 The Promotion of Marketing-Mediated Diagnosis. In: JUTEL, A. & DEW, K. (eds.) Social issues in diagnosis: an introduction for students and clinicians. Baltimore: Johns Hopkins University Press.
ENERGICI, M. A., ACOSTA, E., HUAIQUIMILLA, M. & BÓRQUEZ, F. 2016. Feminización de la gordura: estudio cualitativo en Santiago de Chile. Revista de psicología (Santiago), 25, 01-17.
ENERGICI SPROVERA, M.-A. & ACOSTA GONZÁLEZ, E. 2020. El estudio de la obesidad y la gordura desde la sociología y la psicología social. 2020, 20.
ERSFJORD, E. M. I. 2018. ‘Look mommy, I’m eating the plate model!’ Biopedagogies and coping with obesity through objectification. Sociology of Health & Illness, 40, 793-806.
EVANS, B. 2006. ‘Gluttony or sloth’: critical geographies of bodies and morality in (anti)obesity policy. (Author abstract). Area, 38, 259.
EVANS, B. & COLLS, R. 2009. Measuring Fatness, Governing Bodies: The Spatialities of the Body Mass Index (BMI) in Anti‐Obesity Politics. Antipode, 41, 1051-1083.
EVANS, J., DAVIES, B. & RICH, E. 2008. The class and cultural functions of obesity discourse: our latter day child saving movement. International Studies in Sociology of Education, 18, 117-132.
FARRELL, L. C., WARIN, M. J., MOORE, V. M. & STREET, J. M. 2016. Emotion in obesity discourse: understanding public attitudes towards regulations for obesity prevention. Sociology of Health & Illness, 38, 543-558.
FLEGAL, K. M. 2006. Commentary: the epidemic of obesity–what’s in a name? International journal of epidemiology, 35, 72.
FLEGAL, K. M., GRAUBARD, B. I., WILLIAMSON, D. F. & GAIL, M. H. 2007. Cause-Specific Excess Deaths Associated With Underweight, Overweight, and Obesity. JAMA, 298, 2028-2037.
FLETCHER, I. 2014. Defining an epidemic: The body mass index in British and American obesity research 1960-2000. Fletcher, I 2014, ‘ Defining an epidemic: The body mass index in British and American obesity research 1960-2000 ‘, Sociology of health & illness, vol. 36 , no. 3, pp. 338-53. Disponible aquí..
FOUCAULT, M. 1963. The Birth of the Clinic, Florence, Florence: Taylor and Francis.
GARD, M. & WRIGHT, J. 2005. The obesity epidemic: science, morality and ideology, London, London: Routledge.
GREENHALGH, S. 2015a. Chapter 2 Creating Thin, Fit Bodies. Fat-talk nation: the human costs of America’s war on fat. Ithaca: Cornell University Press.
GREENHALGH, S. 2015b. Fat-Talk Nation: The Human Costs of America’s War on Fat, Ithaca, Ithaca: Cornell University Press.
HERRICK, C. 2009. Shifting blame/selling health: corporate social responsibility in the age of obesity. Sociology of Health & Illness, 31, 51-65.
HILL, J. O., WYATT, H. R. & PETERS, J. C. 2012. Energy balance and obesity. Circulation, 126, 126-132.
HRUBY, A. & HU, F. 2015. The Epidemiology of Obesity: A Big Picture. PharmacoEconomics, 33, 673-689.
JUNAEB, U. D. E. 2018. Mapa Nutricional 2018 [Online]. Available: https://www.junaeb.cl/mapa-nutricional [Accessed December 2, 2019].
JUTEL, A. 2014. Putting a name to it: diagnosis in contemporary society, Baltimore, Baltimore: Johns Hopkins University Press.
JUTEL, A. & NETTLETON, S. 2011. Towards a sociology of diagnosis: Reflections and opportunities. Social Science & Medicine, 73, 793-800.
KICKBUSCH, I., ALLEN, L. & FRANZ, C. 2016. The commercial determinants of health. The Lancet Global Health, 4, e895-e896.
KRUKOWSKI, R. A., WEST, D. S., PEREZ, A. P., BURSAC, Z., PHILLIPS, M. M. & RACZYNSKI, J. M. 2009. Overweight children, weight‐based teasing and academic performance. International Journal of Pediatric Obesity, 4, 274-280.
LAKE, J. 2009. The development of surveillance and screening for childhood obesity in the UK. Critical Public Health, 19, 3-10.
LAWRENCE, G. M., SHULMAN, S., FRIEDLANDER, Y., SITLANI, C. M., BURGER, A., SAVITSKY, B., GRANOT-HERSHKOVITZ, E., LUMLEY, T., KWOK, P.-Y., HESSELSON, S., ENQUOBAHRIE, D., WANDER, P. L., MANOR, O., SISCOVICK, D. S. & HOCHNER, H. 2014. Associations of maternal pre-pregnancy and gestational body size with offspring longitudinal change in BMI: Maternal Adiposity and Offspring Change in BMI. Obesity, 22, 1165-1171.
LEAR, S. A., HUMPHRIES, K. H., KOHLI, S. & BIRMINGHAM, C. L. 2007. The use of BMI and waist circumference as surrogates of body fat differs by ethnicity. Obesity (Silver Spring, Md.), 15, 2817.
LIM, J. U., LEE, J. H., KIM, J. S., HWANG, Y. I., KIM, T.-H., LIM, S. Y., YOO, K. H., JUNG, K.-S., KIM, Y. K. & RHEE, C. K. 2017. Comparison of World Health Organization and Asia-Pacific body mass index classifications in COPD patients. International journal of chronic obstructive pulmonary disease, 12, 2465-2475.
LOBSTEIN, T., JACKSON-LEACH, R., MOODIE, M. L., HALL, K. D., GORTMAKER, S. L., SWINBURN, B. A., JAMES, W. P. T., WANG, Y. & MCPHERSON, K. 2015. Child and adolescent obesity: part of a bigger picture. The Lancet, 385, 2510-2520.
LUPTON, D. 2013. Fat, Abingdon New York, N.Y.: Routledge.
MINISTERIO DE SALUD, M. 2017. Vigilancia del estado nutricional de la población bajo control y de la lactancia materna en el Sistema Público de Salud de Chile.
MONASTA, L., LOBSTEIN, T., COLE, T. J., VIGNEROVÁ, J. & CATTANEO, A. 2011. Defining overweight and obesity in pre-school children: IOTF reference or WHO standard? Obesity Reviews, 12, 295-300.
MURRIN, C. M., KELLY, G. E., TREMBLAY, R. E. & KELLEHER, C. C. 2012. Body mass index and height over three generations: evidence from the Lifeways cross-generational cohort study. (Research article) (Medical condition overview) (Report) (Clinical report). BMC Public Health, 12, 81.
MUZZO B, S. & MONCKEBERG B, F. 2012. Reflexiones sobre el aumento de la obesidad en Chile. Revista chilena de nutrición, 39, 113-115.
NETTLETON, S. 2013. The sociology of health and illness, Cambridge, Cambridge: Polity.
NEVILLE, R. 2014. Chapter 2: Too Late to Challenge the Modern Obesity Epidemic? In: HASLAM, D. W., SHARMA, A. M. & LE ROUX, C. W. (eds.) Controversies in obesity. London: Springer.
NUTTALL, F. Q. 2015. Body Mass Index: Obesity, BMI, and Health: A Critical Review. Nutrition today, 50, 117-128.
OECD 2019. OECD Reviews of Public Health: Chile.
PHELAN, S., BURGESS, D., PUHL, R., DYRBYE, L., DOVIDIO, J., YEAZEL, M., RIDGEWAY, J., NELSON, D., PERRY, S., PRZEDWORSKI, J., BURKE, S., HARDEMAN, R. & RYN, M. 2015. The Adverse Effect of Weight Stigma on the Well-Being of Medical Students with Overweight or Obesity: Findings from a National Survey. Journal of General Internal Medicine, 30, 1251-1258.
PICKETT, A. C. & CUNNINGHAM, G. B. 2017. Physical Activity for Every Body: A Model for Managing Weight Stigma and Creating Body-Inclusive Spaces. Quest, 69, 19-36.
PIGGIN, J. & LEE, J. 2011. ‘Don’t mention obesity’: Contradictions and tensions in the UK Change4Life health promotion campaign. Journal of Health Psychology, 16, 1151-1164.
POBLETE GÁLVEZ, C., MORENO DOÑA, A. & RIVERA GARCÍA, E. 2014. Educación Física en Chile: Una historia de la disciplina en los escritos de la primera publicación oficial del Instituto de Educación Física de la Universidad de Chile (1934-1962) %J Estudios pedagógicos (Valdivia). 40, 265-282.
POPKIN, B. M. 2001. The nutrition transition and obesity in the developing world. Journal of Nutrition, 131, 871S.
PUHL, R. & BROWNELL, K. D. 2001. Bias, discrimination, and obesity. Obesity research, 9, 788.
PUHL, R. M., ANDREYEVA, T. & BROWNELL, K. D. 2008. Perceptions of weight discrimination: prevalence and comparison to race and gender discrimination in America. International Journal of Obesity, 32, 992.
PUHL, R. M. & BROWNELL, K. D. 2003. Psychosocial origins of obesity stigma: toward changing a powerful and pervasive bias. Obesity Reviews, 4, 213-227.
PUHL, R. M. & HEUER, C. A. 2009. The Stigma of Obesity: A Review and Update. Oxford, UK.
PUHL, R. M. & HEUER, C. A. 2010. Obesity stigma: important considerations for public health. American journal of public health, 100, 1019.
PUHL, R. M. & KING, K. M. 2013. Weight discrimination and bullying. Best Practice & Research Clinical Endocrinology & Metabolism, 27, 117-127.
PUHL, R. M., MOSS-RACUSIN, C. A. & SCHWARTZ, M. B. 2007. Internalization of weight bias: Implications for binge eating and emotional well-being. Obesity (Silver Spring, Md.), 15, 19.
QUIRKE, L. 2016. «Fat-proof your child»: Parenting advice and «child obesity». Fat Studies, 5, 137-155.
ROBINOVICH, J., OSSA, X., BAEZA, B., KRUMEICH, A. & VAN DER BORNE, B. 2018. Embodiment of social roles and thinness as a form of capital: A qualitative approach towards understanding female obesity disparities in Chile. Social Science & Medicine, 201, 80-86.
RUBINO, F., PUHL, R. M., CUMMINGS, D. E., ECKEL, R. H., RYAN, D. H., MECHANICK, J. I., NADGLOWSKI, J., RAMOS SALAS, X., SCHAUER, P. R., TWENEFOUR, D., APOVIAN, C. M., ARONNE, L. J., BATTERHAM, R. L., BERTHOUD, H.-R., BOZA, C., BUSETTO, L., DICKER, D., DE GROOT, M., EISENBERG, D., FLINT, S. W., HUANG, T. T., KAPLAN, L. M., KIRWAN, J. P., KORNER, J., KYLE, T. K., LAFERRÈRE, B., LE ROUX, C. W., MCIVER, L., MINGRONE, G., NECE, P., REID, T. J., ROGERS, A. M., ROSENBAUM, M., SEELEY, R. J., TORRES, A. J. & DIXON, J. B. 2020. Joint international consensus statement for ending stigma of obesity. Nature Medicine.
SWINBURN, B. A. 2014. Chapter 4 Why Are Governments Abdicating from Dealing with the Obesity Crisis? In: HASLAM, D. W., SHARMA, A. M. & LE ROUX, C. W. (eds.) Controversies in obesity. London: Springer.
TAITZ, L. S. 1983. Chapter 1 The Nature of the Problem. The obese child. Oxford: Blackwell Scientific.
TOMIYAMA, A. J. 2014. Weight stigma is stressful. A review of evidence for the Cyclic Obesity/Weight-Based Stigma model. Appetite, 82, 8-15.
VARTANIAN, L. R. & PORTER, A. M. 2016. Weight stigma and eating behavior: A review of the literature. Appetite, 102, 3-14.
WHITEHEAD, M. 2012. Waving or drowning? A view of health equity from Europe. Australian and New Zealand Journal of Public Health, 36, 523-523.
WHO. 2016a. Obesity and overweight. Fact Sheet; Updated June 2016 [Online]. Disponible aquí. [Accessed November 26, 2019].
WHO 2018. Managing epidemics: key facts about major deadly diseases. Geneva.
WHO. 2019. ICD-11 for Mortality and Morbidity Statistics [Online]. Disponible aquí: [Accessed January 23, 2020].
WHO. 2020. Growth References [Online]. WHO. Disponible aquí. [Accessed June 24, 2020].
WHO, P. 2016b. Health Scenario in the Americas: Basic Indicators, 2016. Disponible aquí. [Accessed November 22, 2019].
WRIGHT, J. 2009. Chapter 1: Biopower, Biopedagogies and the Obesity Epidemic. In: WRIGHT, J. H., VALERY, (ed.) Biopolitics and the ‘Obesity Epidemic’: Governing Bodies. New York: Routledge, Taylor & Francis
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (CRHIAM) y el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.