COLUMNA DE OPINIÓN
Por qué la carretera hídrica no es un proyecto sustentable
08.07.2020
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COLUMNA DE OPINIÓN
08.07.2020
En este documentado texto, que es a la vez una declaración pública, un grupo de académicos de la Universidad de Concepción explica por qué la idea de hacer una carretera hídrica es un error. La carretera es promovida por la corporación “Reguemos Chile”, que dirige el presidente de la CPC Juan Sutil y propone sacar agua del río Bíobío y llevarla a cuencas del norte del país. Los académicos advierten que la discusión sobre el agua está cruzada por intereses económicos y necesita urgente la incorporación de científicos pues el desafío no es solo de “más agua” sino que es “un problema ético, de distribución equitativa y eficiencia en el uso del recurso hídrico, cada vez más escaso como consecuencia del cambio climático y de su mala administración”.
Ante la fuerza que viene adquiriendo en la actualidad la discusión e intentos de promoción y realización de proyectos de megatrasvases de aguas o llamadas carreteras hídricas, nos asiste como investigadores en la materia el deber de aclarar y declarar:
La carretera hídrica o megatrasvase, en todas sus expresiones, son proyectos retrógrados, insustentables ecológica y socialmente, catalizador de conflictos socioambientales (WWF, 2009) y contrario a todo modelo contemporáneo global que concibe el desarrollo en soluciones y perspectivas basadas en el respeto a la naturaleza y sus condiciones de funcionamiento.
Estos megaproyectos se sustentan erróneamente en caudales físicos disponibles, “sobrantes” o que se “perderían en el mar”; pero que en verdad en ningún caso son caudales excedentes, sino necesarios para las funciones ecológicas que requieren los sistemas fluviales y las zonas costeras receptoras de estas aguas. Que además de llegar provistas de nutrientes orgánicos e inorgánicos necesarios para la mantención de la vida, también transportan una serie de contaminantes que pueden ser llevados a otras cuencas.
Solamente es posible concebir estos megaproyectos en el marco del actual modelo neoliberal de administración del agua, que ha privatizado sus derechos, reservas, acceso y usos; y que a pesar de décadas de discusiones y diversas publicaciones científicas no ha logrado ser modificado en el Congreso Nacional. Pero se reconoce como el motor causal de los principales problemas de acceso equitativo al agua. Por lo mismo, no es posible seguir pensando con la misma lógica mercantilista, y aun siguiendo esa lógica, se requiere sumar un importante usuario, la naturaleza generalmente ignorada en la ecuación, que lejos de explotar el recurso acuático, lo utiliza en procesos biogeoquímicos para devolver más agua, en mejor calidad y nuevos productos secundarios, entre ellos “una rica biodiversidad”.
La Mesa del Agua, que organizó recientemente el gobierno, carece absolutamente de la presencia del mundo científico y de escasa representación social.
El problema entonces -junto con su innegable dimensión política-, es también de sobrevivencia y, por lo tanto, las soluciones no son solo políticas, que suelen sustentarse en errores conceptuales y presiones de grupos económicos, sino que requiere un análisis más participativo con especialistas y múltiples usuarios de este vital recurso, considerado internacionalmente como un bien común y un derecho humano. Este argumento se sustenta por ejemplo al observar la composición de la Mesa del Agua, que organizó recientemente el gobierno y que carece absolutamente de la presencia del mundo científico y de escasa representación social.
Chile, históricamente ha funcionado con un modelo de extracción sustentado en la explotación de sus recursos naturales, incluida el agua, con escasos niveles de innovación y uso de las tecnologías e investigación científica. Así, por ejemplo, las explotaciones mineras han tocado techo o se han agotado y, luego, se busca la extracción de nuevos recursos, como sería actualmente el caso del litio. Además, estas explotaciones mineras en el norte del país hacen uso intensivo de recursos hídricos escasos y los proyectos de ley para obligar a desalinizar, están pendientes sin información científica que los avale. Se trata del modelo primario exportador de materias primas, lamentablemente sin valor agregado. En la misma línea, la agricultura a gran escala ha implementado tecnologías tradicionales para producir más y no para ahorrar agua, ciertamente agotando el recurso en sectores donde hoy se pretende llevar agua. Por lo tanto, no es un problema solo de más agua, es un problema ético, de distribución equitativa y eficiencia en el uso del recurso hídrico, cada vez más escaso como consecuencia del cambio climático y de su mala administración.
Tampoco es aceptable que el agua necesaria para cumplir con el derecho humano de acceso y al saneamiento no supere el 4% del total, y aun así, tengamos aproximadamente 400.000 personas recibiendo agua en camiones aljibes sin cumplir estándares de calidad, cantidad y en algunos casos de accesibilidad. Más aún en tiempos de pandemia en que el acceso a agua para labores de higiene puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Todas las decisiones deben considerar el contexto de incertidumbres y amenazas que ofrecen las condiciones presentes y futuras del cambio climático.
Ahora bien, es cierto que el desarrollo agrícola es muy importante para el país, no resulta sustentable que esta actividad demande y ocupe cerca del 75% del recurso agua. Lo óptimo es producir más en el mismo espacio cultivado, con la misma cantidad o, incluso con menos agua y de mejor calidad, con mayor productividad y buen retorno. Entonces, el objetivo país debe ser la innovación tecnológica hídrica, en todas las áreas de desarrollo y para ello existe mucho conocimiento, además de buenos profesionales y científicos en Chile.
En este sentido, no es posible que un megaproyecto, una carretera hídrica, que se aleja de la innovación y de los criterios de sustentabilidad, arriesgue precisamente la seguridad hídrica, fragmente paisajes y unidades biogeográficas, así como a comunidades humanas, creando nuevas desigualdades entre los que pueden y no pueden pagar el agua; no es aceptable que un proyecto de tales características “sea declarado de interés público”, por las autoridades políticas. Un proyecto tal solo responde a intereses de carácter privado. Tampoco existe garantía de que beneficiará a las comunidades rurales y pueblos indígenas del norte. Por el contrario, un megaproyecto de carretera hídrica – en sus diferentes versiones-, en los términos conocidos actualmente, atenta gravemente contra el interés auténticamente público.
En verdad, cualquier megaproyecto de carretera hídrica, que pretenda megatrasvases de agua del río Biobío u otro sistema fluvial, ya fuertemente afectado por multiusos, megasequías y por disminución del recurso debido al cambio climático, carece de sustentabilidad y legitimidad social. También es importante indicar que algunos de estos proyectos plantean obtener agua de cauces ubicados en territorios ancestrales de Pueblos Originarios, lo que desde ya exige del Estado la realización de consultas indígenas, además del reconocimiento y respeto de su cosmovisión respecto del agua.
Otro aspecto importante a considerar es que el río Biobío, fuente principal de abastecimiento de agua potable de la Región del Biobío, posee norma para la protección de la calidad de aguas superficiales (D.S. 9/2015 MMA), que tiene como objetivo conservar o preservar los ecosistemas acuáticos y los servicios ecosistémicos que provee. Y desde su monitoreo, muestra que sobre un 50 % de las variables normadas han sido superadas y, por lo tanto, se debería pensar en implementar un plan de descontaminación que implicará identificar fuentes puntuales y difusas de contaminación, pero también, mantener una calidad de dilución tal, que asimile estos contaminantes que llegan al río producto de las descargas de aguas industriales y urbanas. Por lo tanto, cualquier proyecto que implique una nueva intervención debería necesariamente considerar su impacto sinérgico sobre el sistema natural que es algo más que agua, es la cuenca hidrográfica compleja con todos sus usos, comunidades e historia socioambiental y productiva.
La megasequía de los últimos 15 años es real; solo este año existe un déficit superior al 30% en los caudales de la región del Biobío, aumentando hacia la zona mediterránea norte.
Finalmente, todas las decisiones deben considerar el contexto de incertidumbres y amenazas que ofrecen las condiciones presentes y futuras del cambio climático. En efecto, la megasequía de los últimos 15 años es real (CR2, 2015) y solo este año existe un déficit superior al 30% en los caudales de la región del Biobío (DGA, 2020), aumentando hacia la zona mediterránea norte. El significado en términos de aporte a la productividad de la zona costera ya ha sido evaluado (e.g. Yévenes et al., 2018, Vargas et al., 2020) y su expresión en el agotamiento de las napas subterráneas, que tiene a gran parte de las comunas abastecidas con camiones aljibes, no se puede ignorar en discusiones meramente macroeconómicas.
Los ecosistemas semiáridos y áridos poseen su propia flora y fauna, única y diversa que abre nuevas potencialidades, que además es visitada por numerosos turistas que van desde el valle del Elqui al desierto florido y la altura de San Pedro Atacama, etc. Por lo tanto, un desarrollo basado en la agricultura sustentable debería cambiar la visión extractivista que domina gran parte de la actividad productiva del país, basándola esta vez en la sustentabilidad, la innovación y especialmente, mirando las soluciones basadas en la naturaleza como eje de desarrollo (Sonneveld et al., 2018; WWDR, 2018) y que se conecta con los objetivos de desarrollo sostenible determinados por la ONU y que Chile ha respaldado.
CR2 (2015) Centro de Investigación del Clima y la Resiliencia. Informe a la Nación: La megasequía 2010 2015: Una lección para el futuro. Proyecto FONDAP de CONICYT (Proyecto 15110009). Universidad de Chile, la Universidad de Concepción y Universidad Austral de Chile.
D.S. 9/2015. Decreto N°9: Establece normas secundarias de calidad ambiental para la protección de las aguas continentales superficiales de la cuenca del río Biobío. Ministerio del Medio Ambiente del Gobierno de Chile. 8 pp. (27/11/2020).
DGA (2020) Boletín unidad de hidrología región del Biobío (Febrero 2020). Dirección General de Aguas, Región del Biobío. 17 pp.
Vargas CA, Garreaud R, Barra R, Vásquez-Lavin F, Saldías GS, & O Parra (2020) Environmental costs of water transfers. Nature Sustainability 3:408-409.
Yévenes M, Figueroa R & O Parra (2018) Seasonal drought effects on the water quality of the Biobío River, Central Chile. Environmental Science and Pollution Research 25(14):13844-13856. doi.org/10.4081/jlimnol.2018.1767 (FI 2.914, Q1).
WWDR (2018) Soluciones basadas en la naturaleza para la gestión del agua Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2018. 12 pp.
Sonneveld, B.G.J.S. Merbis, M.D. Alfarra, A. & Ünver, O. and Arnal, M.A. 2018. Nature-Based Solutions for agricultural water management and food security. FAO Land and Water Discussion Paper no. 12. Rome, FAO. 66 pp.
WWF (2009) Interbasin water transfers and water scarcity in a changing world – a solution or a pipedream?. World Wild Fund for Nature-Germany (Edit. Pittock, J. Meng, M. Geiger & A. K. Chapagain). 58 pp. Available online https://assets.panda.org/downloads/pipedreams18082009.pdf
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