JUAN MIGUEL LETURIA FALLECIÓ EN 2011 Y HASTA AHORA NO SE CONOCÍA LA MAGNITUD DE SUS AGRESIONES
Expediente judicial de 2005 revela que sacerdote jesuita sometió a abusos a 60 niños de dos colegios de esa orden
08.03.2024
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JUAN MIGUEL LETURIA FALLECIÓ EN 2011 Y HASTA AHORA NO SE CONOCÍA LA MAGNITUD DE SUS AGRESIONES
08.03.2024
El sacerdote Juan Miguel Leturia confirmó que había medido los genitales de escolares “tanto en posición de erección como en descanso”. Lo hizo en una declaración judicial que prestó en 2005, cuando fue sobreseído por prescripción. CIPER desarchivó ese expediente, lo que permite apreciar por primera vez la magnitud de las agresiones de un abusador múltiple. En la misma causa se estableció que la congregación recibió en 1989 la primera denuncia por estas acciones, pero permitió a Leturia seguir en contacto con niños hasta 1991. Un exjesuita reconoció que en 2005 le pidieron enviar al Vaticano un perfil negativo del denunciante que llevó el caso a tribunales, aunque en la congregación ya sabían de las conductas de Leturia. En 2011 el sacerdote falleció y, aunque fue sancionado por la iglesia, nunca recibió castigo de la justicia.
La declaración judicial donde el jesuita Juan Miguel Leturia le contó a una jueza que manoseó los genitales de alumnos de dos colegios ignacianos, uno de Osorno y otro de Santiago, enmascarando ese abuso sexual como una medición del desarrollo corporal de 60 niños, pasó 18 años archivada desde que el sacerdote fue sobreseído por prescripción. CIPER revisó ese expediente, cuyas piezas documentales comprueban el perfil de abusador múltiple de Leturia y que la cúpula de la Compañía de Jesús en Chile estaba enterada de sus conductas al menos desde 1989, pero que le permitió seguir en contacto con alumnos de sus colegios hasta 1991. Leturia falleció en 2011 y, aunque fue sancionado por la iglesia en 2006, nunca recibió una condena de la justicia.
“Me pedían que les midiera diferentes partes de sus cuerpos con la finalidad de constatar su desarrollo físico, entre ellas el pene en lo que se refiere a su largo tanto en posición de erección como en descanso”, declaró al 19° Juzgado del Crimen de Santiago en 2005, aunque dijo que solo a un grupo de los 60 niños les midió los genitales (vea acá la declaración completa).
La jueza que recibió el testimonio de Leturia, Carmen Garay Ruiz, no pidió a la policía que acreditará cuántos niños fueron efectivamente sometidos a estas acciones y durante cuánto tiempo Leturia desarrolló estas conductas, tampoco que averiguara si la Compañía de Jesús conocía estas prácticas y, de ser así, porque las permitió.
La jueza resolvió archivar el caso y sobreseer al sacerdote por la prescripción de los delitos, ya que los hechos denunciados habían ocurrido entre 1988 y 1991, alrededor de 15 años antes de la apertura de esa causa. La Corte de Apelaciones de Santiago estuvo de acuerdo con esa resolución.
En los hechos, la magistrada no ordenó profundizar en la investigación de la conducta que el propio acusado reconoció y tampoco en la eventual protección que podría haber recibido de miembros de su orden religiosa, aunque en el expediente consta que ya en 1989 la congregación conoció una denuncia de una apoderada de Osorno y sólo decidió cambiarlo de colegio, exponiendo a otros niños.
Fue el propio Leturia el que reconoció, en su declaración judicial de 2005, a la que CIPER tuvo acceso, que en 1989 fue separado del Colegio San Mateo, de Osorno, debido a una apoderada que reclamó, precisamente, por la medición de genitales de los alumnos. Pero, la Compañía de Jesús, en lugar de denunciarlo a la justicia penal y separarlo definitivamente del trabajo con escolares, lo trasladó al Colegio San Ignacio El Bosque, de Santiago, donde otros niños quedaron expuestos a ser abusados. De hecho, en la misma declaración de 2005 el sacerdote reconoció que, aunque tuvo que salir del Colegio San Mateo por las mediciones, continuó haciéndolas en El Bosque hasta 1991.
En el expediente del caso, del cual CIPER revisó una copia, otros tres sacerdotes que en algún momento fueron provinciales de la Compañía de Jesús (la máxima autoridad de esa congregación en Chile) declararon que tenían información sobre las conductas de Leturia. De hecho, uno de ellos menciona situaciones ocurridas en los años 70 y también que en 1997 lo enviaron a Estados Unidos para un tratamiento por su adicción al alcohol y por “el tema de los niños”.
En enero de 2023 el caso volvió a hacer noticia cuando, en España, se presentó una denuncia contra la Compañía de Jesús por no haber investigado cómo se encubrió a Leturia (vea aquí el comunicado de la congregación ante esas informaciones). Pero, hasta ahora, no se conocía la magnitud de las agresiones sexuales del sacerdote. El abuso de al menos 60 niños quedó registrado en los documentos analizados por CIPER que forman parte de la investigación penal que se inició el 12 de julio de 2005, cuando la justicia fue alertada por hechos ocurridos en el Colegio San Mateo a fines de los años 80. El caso fue sobreseído definitivamente cerca de cuatro meses después, el 5 de diciembre de ese año.
El mismo 2005 el denunciante también contactó a Guillermo Baranda, quien entonces era el provincial jesuita. A partir de esa comunicación la Compañía de Jesús realizó una investigación interna que no incluyó la declaración de la posible víctima y finalmente, por decisión del Vaticano, se impuso a Leturia la restricción total de contacto con menores de edad y su suspensión del ministerio sacerdotal por tres años. La sanción fue renovada en 2009 y estaba vigente al momento de su deceso.
También en 2005, el denunciante, con su identidad bajo reserva, contactó a periodistas y les dio su testimonio. De esa forma, por primera vez se hicieron públicas las acusaciones contra Leturia. Pero, en esas mismas fechas, la Compañía de Jesús decidió investigar al denunciante y enviar al Vaticano un perfil negativo del mismo para defender a Leturia, aunque ya tres exprovinciales habían declarado ante el 19° Juzgado del Crimen que sabían de acusaciones contra el religioso y la congregación lo había sometido, ocho años antes, a un tratamiento en Estados Unidos.
El exjesuita Cristian Meneses (quien dejó el sacerdocio en 2017) reconoció para este reportaje que en 2005 en la orden le pidieron redactar un testimonio con un perfil negativo del denunciante, de quien era amigo, para que apareciera como una persona interesada en una compensación económica. Meneses cumplió el encargo sin conocer la declaración que Leturia prestó ante la jueza Garay, donde quedaba en evidencia su perfil de abusador múltiple, y tampoco que la cúpula de la orden le había contado al tribunal sobre indicios de sus abusos desde la década de los 70. Cuando CIPER le exhibió esos documentos, Meneses decidió transparentar su papel: “Armé una versión muy negativa (del denunciante). Dije que no era una persona confiable, de lo cual me arrepiento”.
Hasta hace muy poco, el denunciante tampoco conocía el peso del testimonio que Leturia prestó en 2005. Se enteró de esa declaración ahora que fue desarchivada la causa. Y, al ver el número de víctimas, decidió hablar para este reportaje con su verdadera identidad por primera vez. Es Alejandro Klock Varas, abogado, osornino, ex alumno del Colegio San Mateo.
“Yo la verdad quedé muy, muy sorprendido. Yo sabía (de los abusos múltiples) porque miré la libreta de Leturia (donde anotaba los registros de las mediciones), y la han visto muchísimos, eran cientos de casos, pero no tenía idea de que por consejo de su abogado había reconocido ese número de casos, que es altísimo”, dijo Klock, en una entrevista por videollamada con CIPER.
En un rincón del San Mateo, él y decenas de menores de edad estuvieron en privado con Leturia cuando éste les midió diferentes partes del cuerpo sin justificación. CIPER recibió el testimonio de Klock y reunió documentos judiciales y de la orden religiosa, además de revisar emails y realizar entrevistas, que permitieron rearmar una historia que la justicia chilena y la Compañía de Jesús dejaron a medio cerrar.
Entre las fuentes consultadas figura Hernán Fernández, abogado especializado en protección infantil. Fernández, quien metió a la cárcel al abusador múltiple de la Colonia Dignidad, Paul Schäfer, estima que la declaración de Leturia debe ser considerada como una confesión de al menos 60 abusos y que es cuestionable la decisión del Estado de haber archivado la querella sin profundizar la investigación.
Este reportaje es la reconstrucción, paso por paso, de cómo el cura que describió ante una jueza los abusos a los que sometió al menos a 60 niños nunca fue sancionado por la justicia.
A Juan Miguel Leturia se le acusó de establecer relaciones de confianza con alumnos e inducirlos a que se sometieran con él a “evaluaciones de desarrollo físico” en la rectoría del Colegio San Mateo y en sus habitaciones.
Esas evaluaciones de Leturia -quien no tenía algún grado profesional para establecer criterios sobre el desarrollo físico- las anotaba en una libreta negra al principio y en un computador portátil después.
Alejandro Klock explicó en la denuncia que hizo ante la justicia en 2005 que Leturia le medía el cuerpo con una huincha de sastre, que recorría cuello, brazos y piernas. Y “también el pene, en unos casos en posición de descanso y otras, erecto”, tal como lo establece también Leturia en su declaración judicial.
“Esta posición se lograba con su ayuda. Me decía que pensara en una profesora del colegio. En una ocasión el padre me dio un beso en la boca y me metió la lengua. Me quedé paralizado. Por su jerarquía lo tuve que aceptar. Continuó con los besos hasta llegar a los genitales”, señaló Klock en su declaración policial.
Según la versión del ahora abogado los hechos sucedieron en el Colegio San Mateo cuando cursaba el sexto básico y también posteriormente, en el Colegio San Ignacio El Bosque, establecimiento al que la Compañía de Jesús trasladó a Leturia y al que Alejandro Klock asistió varias veces cuando tenía no más de 16 años.
De acuerdo con los registros de la orden, Leturia fue rector del San Mateo desde marzo de 1988 hasta abril de 1989, y fue miembro de la comunidad religiosa del San Ignacio El Bosque desde septiembre de 1989 hasta enero de 1992.
Aunque el proceso canónico derivó en un castigo a Leturia, cuando el entonces provincial Baranda recibió en 2005 una carta donde Klock informaba que haría la denuncia, la congregación investigó a la víctima antes que al sacerdote para construir un relato que quitara credibilidad a su acusación. Para esta tarea llamaron a Cristian Meneses, amigo de Klock, quien en 2005 ya estaba en formación para ordenarse como sacerdote jesuita. E hizo lo que le pidieron.
“Armé una versión muy negativa de él. Dije que no era una persona confiable, de lo cual me arrepiento. Di una versión a partir de lo que la atmósfera institucional había construido dentro de la misma orden religiosa y dentro de mi conciencia. Se habló muy mal de esta víctima que había denunciado a Leturia”, contó Meneses.
De acuerdo con el relato de Meneses, el sacerdote Juan Ochagavía, quien había sido provincial en los años 70, le pidió redactar una carta que se envió a Roma explicando supuestos defectos de Alejandro Klock y respaldando que estaba buscando dinero. Esto, relata Meneses, sucedió en el Centro de Espiritualidad Ignaciana, en Santiago, durante el acompañamiento mensual que recibía de Ochagavía.
“En dirección espiritual con él, escuchó mi testimonio que ya estaba condicionado por la versión que desde el provincial Baranda se había levantado de Alejandro Klock, que era una versión negativa, de que estaba buscando plata. Él escuchó mi testimonio negativo y me dijo que yo escribiera un informe o una carta a Roma”, recordó Meneses.
CIPER contactó a Ochagavía, quien ahora tiene 96 años. El sacerdote dijo que sólo recordaba que se hizo alguna investigación, pero que no tenía injerencia en el asunto. “No tengo los datos frescos. No tengo mucha información”, dijo vía telefónica.
Cristian Meneses tomó los votos en abril de 2011 poco después de la muerte de Leturia, de quien fue amigo cercano (de hecho, lo visitó un día antes de su deceso en un hospital) y renunció al sacerdocio en enero de 2017 cuando, según su testimonio, había acumulado más información sobre abusos sexuales y de conciencia dentro de la Compañía de Jesús: “Se me empieza a caer el sacerdocio. Veo cómo se vive el ámbito de la afectividad y sexualidad condicionada por el poder, represión, narcisismo y todos esos elementos empiezan a cuestionarme a mí también”.
Le mostramos a Cristian Meneses la declaración de Leturia que estaba archivada. Ahí el exsacerdote leyó que Leturia reconoció haber hecho mediciones en repetidas ocasiones a 60 niños y constató que su amigo Alejandro Klock estaba entre las víctimas, según el propio relato del acusado. Supo entonces la real dimensión de los hechos que estaban detrás de la instrucción que le dieron cuando creó la versión negativa de “Jano”, como le dice a Klock: le habían pedido desmentir algo que el propio acusado había reconocido ante la justicia.
Sobre su amistad con Cristian Meneses y el proceso que vivieron a partir del 2005, cuando quedaron enfrentados por las circunstancias, Klock dice: “Éramos muy amigos. Fuimos compañeros de colegio. Hicimos trabajos sociales juntos, hicimos campamentos de verano juntos. O sea, toda mi vida (en el colegio) la hice con él. Y este proceso fue duro”.
“Cristian se quebró, salió de la Compañía de Jesús y él hizo un proceso que tenía que ver conmigo. Nos perdonamos, fue un proceso bonito, somos amigos. Yo entiendo que también a él le habían manipulado su conciencia para agredirme. Su sacerdocio cojeó siempre por esto que hizo. Yo lo perdoné de corazón”, agregó.
Cristian Meneses lleva años buscando pruebas de abusos y encubrimientos dentro de la orden. Cuando en una cafetería se reunió con CIPER y leyó la declaración de Leturia, comprendió que acababa de encontrar una prueba contundente de que el mismo cura al que tuvo que proteger ya había revelado su peligrosidad como abusador múltiple: “¡Ahí está, ahí mismo lo reconoce, esta es la declaración del mismo Leturia!”.
Estaba contrariado. Quiso conocer más detalles y siguió la lectura.
En una de las primeras frases de su declaración, Leturia dice que “efectivamente fui muy cercano a los alumnos ya que la anterior administración carecía de calidez para con los jóvenes”. Después señala que eran los alumnos, incluyendo a Alejandro, quienes iban a su oficina. Luego, confirma que cuando fue nombrado rector del San Mateo ya hacía mediciones de niños en otro colegio jesuita. Y también que lo siguió haciendo cuando volvió a Santiago.
“Sobre las mediciones de genitales que advierte el denunciante, debo ser enfático en aclarar que inicié esta práctica en la década de los ochenta, mientras me desempeñaba como consejero de los alumnos, en el colegio San Ignacio (…). Posteriormente, en el año 1988 lo hice estando como rector en el colegio San Mateo y luego ya como profesor en el colegio San Ignacio (1990 y 1991)”.
Sigue la parte en que Leturia confiesa que abusó de Alejandro, quien entonces tenía 13 años, y de muchos más:
“Quiero hacer presente que eran los alumnos, en un número cercano a los 60, entre los cuales recuerdo a Klock (…), me pedían que les midiera diferentes partes de sus cuerpos con la finalidad de constatar su desarrollo físico, entre ellas, el pene, en lo que se refiere a largo tanto en posición de erección como en descanso”.
Para Leturia, no había “maldad en ello” porque no le parecía “una actividad de tipo sexual”.
El cura menciona luego que hacía esas mediciones de manera repetida, cada mes, que registraba los antecedentes en un papel y que esa actividad “estaba en conocimiento de los padres, cosa que no cuestionaron”.
Siguen unos párrafos donde describe episodios desafortunados relacionados con su condición de alcohólico, habla también de su supuesta adicción a la pornografía y la niega (Cristian Meneses asegura que vio páginas de pornografía gay en su computador y reconoce que tuvo que borrar su historial) y después habla de su cese como rector del colegio de Osorno. En ese punto surge otro dato:
“Se debió a que una apoderada, no recuerdo su nombre, tampoco recuerdo el nombre del alumno, había presentado una queja al parecer por el tema de las mediciones ante el padre (Cristian) Brahm, quien en ese entonces era el provincial de la Compañía de Jesús”.
Es decir, sacaron a Leturia de un colegio por las mediciones y lo llevaron a otro colegio donde, según sus declaraciones ante la jueza, las siguió haciendo hasta 1991.
El relato da un salto de seis años y Leturia se sitúa en 1997 cuando la congregación lo envía a Estados Unidos para internarlo en una clínica psiquiátrica especializada en rehabilitación de religiosos que incluye tratamiento de la “adicción al sexo”. El sacerdote agregó que fue allá “con la finalidad de tratar una depresión, mi adicción al alcohol y el tema de las mediciones a genitales”.
Según él, estuvo “más de seis meses ingresado” y después volvió cuatro veces para seguimiento. Y su tratamiento terminó con un test “de una hora y media” que consistía “en detectar alguna inclinación de tipo sexual hacia mujeres, hombres, jóvenes o niños, cosa que resultó favorable para mí, debido a que me señalaron que no me encuadraron como pedófilo”.
En la última hoja de su declaración, el acusado dice que logró entender que las mediciones de genitales eran “un acto impropio”.
Cristian Meneses tuvo un buen rato en sus manos el expediente y siguió leyendo. Llamó su atención que tres curas que fueron provinciales -Guillermo Baranda, Fernando Montes y Cristian Brahm- le dijeron a la jueza que estaban enterados de conductas de Leturia.
El provincial jesuita en Chile en 2005, Guillermo Baranda, dijo a la jueza que, efectivamente, la Compañía había enviado a Leturia a Estados Unidos en 1997 “para un tratamiento fuerte por el tema del alcohol y también por el tema de los niños” (vea la declaración de Baranda). La decisión de enviarlo fue de Juan Díaz, quien era provincial en 1997 y que en 2005 se desempeñaba como Vicario de Educación del Arzobispado de Santiago.
En el expediente ninguno de los tres provinciales reconoce que Leturia abusaba de niños, pero, según la declaración de Baranda, la orden sí tomó medidas para detener las mediciones de genitales. Guillermo Baranda informó al tribunal que, en 2005, ocho años después de enviar a Leturia a un tratamiento para terminar con las mediciones, habían puesto en marcha una investigación interna -producto del correo que Klock envió a Baranda- que aún no arrojaba resultados. Esa era la investigación de la que fue parte Cristian Meneses.
La declaración del provincial rebobinó la historia de Leturia y entregó antecedentes que ni siquiera estaban en la declaración del acusado. Contó que Leturia se ordenó como sacerdote en diciembre de 1973. Poco tiempo después, relató Baranda, “a mediados de la década de los setenta”, supo del primer antecedente de las conductas de Leturia: “Tuve otro testimonio indirecto de un hecho de mediados de 1970”, declaró.
Tempranamente, Leturia se relacionó con menores de edad. En 1982, fue ubicado en el Seminario Mayor de Concepción. Es esa ciudad fundó una “obra” que “atiende niños de la calle, al parecer de nombre CAME, tipo hospedería”, dijo Baranda a la jueza. Y agregó que fue enviado en 1988 al colegio de Osorno y “termina allá por una denuncia de una profesora de mediciones genitales que reportó una familia”. También detalló que esa información fue reportada a quien entonces era provincial, Cristian Brahm.
Por la temporalidad de los hechos que describe Baranda en su declaración, Leturia estuvo en contacto con niños por lo menos 20 años antes de que lo enviaran en 1997 a Estados Unidos para rehabilitarse de su tendencia a abusar sexualmente de ellos, aunque ocho años antes, en 1989, ya había sido separado del cargo de rector del Colegio San Mateo por una denuncia.
La declaración del sacerdote Cristian Brahm, provincial que envió a Leturia a Osorno y luego decidió sacarlo de ahí para instalarlo en Santiago, también está en el expediente. En 1988 -dijo al tribunal- consideró que el acusado tenía “méritos y condiciones personales” que lo avalaban para ser rector del Colegio San Mateo, pero agregó que había dos “aprehensiones”: el alcoholismo y su tendencia al desorden.
Durante su gestión como rector en Osorno, contó Brahm, le hicieron un “chequeo psicológico” en el cual le recomendaron a la Compañía “tener cuidado con el comportamiento del padre Leturia”. Entonces Brahm menciona que por esa razón decidió removerlo. Es decir, Baranda dijo que Leturia fue retirado del colegio de Osorno por una queja sobre las mediciones de genitales a alumnos y Brahm dijo que fue por la advertencia de un psicólogo sobre un comportamiento que no es especificado.
Sin embargo, Brahm termina su breve declaración (de dos hojas) diciendo que en forma paralela una apoderada del colegio San Mateo expresó que quería denunciar “conductas relacionadas con lo sexual, sin aportar mayores antecedentes, cosa que nunca, y hasta el día de hoy formalmente ha llegado a mi conocimiento, como tampoco reclamo sobre ello”.
También está la versión de Fernando Montes Matte, exprovincial (entre 1978 y 1984) que fue llamado a declarar porque a finales de 1991 encontró a un menor de edad en calzoncillos dentro de la habitación de Leturia en el Colegio San Ignacio, donde Montes era rector. Montes contó a la jueza que, efectivamente, encontró a un joven “de 13 o 14 años” en la cama de Leturia, pero que éste tenía un colchón inflable y un saco de dormir al lado. Montes sacó al muchacho de ahí y -según declaró- se lo contó a sus superiores, quienes no vieron algo “deshonesto”, pero sí “imprudente”, y resolvieron retirar también de ahí a Leturia.
Montes termina su declaración dando otra pista sobre las conductas del sacerdote: “Finalmente, manifiesto que nunca he mantenido contacto con personas que hayan sido víctimas, lo único es que en el mismo año se me acercó la madre de un alumno dándome a conocer cierta conducta impropia por parte del padre Leturia, acción que detalladamente no recuerdo porque no apuntó a tanto detalle”.
Cristian Meneses terminó de leer las declaraciones de los exprovinciales y paró. Salvo la confirmación de Leturia sobre las seis decenas de abusos y los años que estuvo haciendo mediciones, el resto de los datos del expediente ya los conocía, porque durante años investigó dentro de la Compañía de Jesús. Lo hizo, cuenta, “como un proceso de sanación”.
Lo que sí le sorprendió es que esa información haya sido expuesta en un tribunal sin consecuencias: “¿Y de verdad esto fue sobreseído?”, preguntó. La explicación formal está en el mismo expediente.
La Brigada Investigadora de Delitos Sexuales y Menores (Brisexme) de la PDI fue la encargada de la indagatoria. Los detectives buscaron a los ex alumnos del San Mateo mencionados por Klock como “afectados” por las mediciones. Eran seis personas. El archivo contiene sus nombres y CIPER los mantiene bajo reserva.
Lo más sustancial que los investigadores consiguieron en esta parte de las pesquisas fue la declaración de uno de ellos, quien fue claro en decir que nunca fue víctima ni vio nada anómalo, pero recordó algo que le dijo su mamá en aquellos años: “Basada en comentarios de la gente de la ciudad de Osorno me preguntó directamente si el padre Leturia había abusado de mí, cosa que negué”.
Los investigadores entrevistaron al rector del Colegio San Mateo durante 2005, Juan Pablo Cárcamo, quien les entregó la lista de alumnos de un curso de 1988 y fueron a buscarlos.
Las declaraciones que están en el archivo no pasan de un párrafo o dos.
En el resumen de lo que los policías encontraron se leen frases como “nunca noté nada extraño”; “nunca supe de algo así”; “me ayudó mucho cuando tenía problemas familiares”; “no deseamos efectuar declaración. Sólo recuerdo que el padre Leturia dejó su cargo por situaciones irregulares del punto de vista moral” y “recuerdo que medía algunas partes del cuerpo. Sólo fueron comentarios de pasillo que no me constan”.
Nadie reconoció que Leturia le haya hecho mediciones: “Nunca fui afectado en algo en mi intimidad”; “este año me enteré por medio de la prensa”; “nunca tuve problemas con el padre Leturia, tenía bastante simpatía con nosotros”; “no recuerdo haber tenido alguna anomalía”; “nunca fui testigo ni tampoco fui afectado. Ni siquiera recuerdo al sacerdote”.
Es así como la PDI concluyó:
“Si bien el imputado Juan Manuel Leturia Mermod reconoce haber efectuado mediciones en las diferentes partes del cuerpo de algunos jóvenes, no se encontraron otros indicios o pruebas, con la finalidad de reafirmar tanto las declaraciones del Sr. Leturia, como la denuncia del Sr. Klock (…). Finalmente, estimada la data de los hechos denunciados, sumado a ello la naturaleza del delito, no fue posible obtener mayores antecedentes, indicios o medios de pruebas que pudieran de una u otra manera afirmar o desvirtuar los dichos del denunciante”.
Los policías no incluyeron testimonios como el de un exalumno del San Mateo que años después se contactó con Cristian Meneses y que confirmó haber sido víctima de Leturia. CIPER tuvo acceso a un documento donde esta persona cuenta el proceso interno que lo llevó a tomar la decisión de hablar, porque siempre creyó que dañaría a su entorno familiar si se difundía.
Cristian Meneses vio el registro de las mediciones cuando Leturia ya lo había pasado a un archivo Excel. Cuenta que él mismo estaba en la lista, aunque Leturia no le midió los genitales, sino los músculos de los brazos y las piernas, y cuando ya tenía 18 años:
“Él me midió a mí también, pero yo tenía 18 años, había salido recién del colegio, había ido a jugar básquetbol, él andaba visitando Osorno, en el año 95. Y me lo encuentro en un pasillo de los patios del colegio y me invita a conversar a una pieza que él tenía y me pidió con la huincha medir mi cuerpo. Me midió el diámetro de los brazos y me pidió bajarme los pantalones y medirme las piernas también. No me pidió bajarme los calzoncillos. Yo también ahí me acordé enseguida de lo que había escuchado años antes cuando estaba en sexto básico”.
El 5 de diciembre de 2005, la jueza Carmen Garay dictó sobreseimiento definitivo porque “se ha comprobado que en el hecho denunciado se encuentra extinguida la responsabilidad penal del inculpado”. El 25 de enero de 2006 la Primera Sala de la Corte de Apelaciones aprobó la resolución de la magistrada.
El abogado de las víctimas de Colonia Dignidad, Hernán Fernández, opina que el sobreseimiento definitivo de la causa contra Leturia “es grave porque produce una cosa juzgada que significa que no se puede volver a abrir, teóricamente. Eso tiene un efecto legal muy importante: se interrumpe la prescripción perdiéndose todo el tiempo que llevare recorrido”, dijo el especialista.
“Los pederastas no se jubilan. Él (Leturia) estaba tratando de dar una justificación de un hecho que admite, entonces no se libera por tratar de justificar, más bien asume”, dijo el especialista a CIPER.
Pedimos la opinión de la Compañía de Jesús sobre cómo valoran el sobreseimiento de la causa contra Leturia. Su respuesta, por escrito, señala:
“El sobreseimiento fue una decisión que tomó de oficio el Tribunal del Crimen que llevó el caso, por estar prescritos los hechos denunciados; por ello, no se avanzó más en el proceso penal. Esta resolución fue confirmada por la Corte de Apelaciones de Santiago. En esa oportunidad se hizo, por parte de los tribunales, un trabajo de investigación bastante exhaustivo.
En aquella época no existía la posibilidad, como existe ahora, de investigarse los hechos no obstante el transcurso del tiempo”.
Hernán Fernández critica el sobreseimiento: “Es como en los Derechos Humanos, nunca es tarde. Se tiene que investigar. El abuso no sólo es obra del abusador, sino de quienes no lo frenaron. Le dieron el poder a Leturia y no ejercieron el control cuando los hechos ya manifestaban el riesgo. Hay un deber de control y vigilancia. Este caso da lecciones, no importa que el agresor esté muerto. Quebranta o perturba el sentido de justicia, reparación y paz de las víctimas y de la sociedad. La explicación de Leturia es absurda e inverosímil. Eso duele a las víctimas”.
Después del cierre de la causa en 2005, Klock entró en un periodo depresivo. Vivía en España desde 1999. Osorno ya no era acogedor para él después de “destapar” las mediciones de Leturia. Su nombre no estaba en las publicaciones de la prensa, pero en su ciudad se sabía su identidad.
Leturia siguió siendo una preocupación dentro de la Compañía de Jesús. En la cuenta provincial del 16 de mayo de 2008 (un informe que rinde el provincial a la comunidad) el jefe de la congregación en esa época, Eugenio Valenzuela, mencionó que habló del tema con el cardenal Francisco Javier Errazuriz.
“(El provincial) avisó al Señor Cardenal lo decidido por la Compañía en relación con JML (Juan Miguel Leturia) el que le aconsejó no autorizar que ejerciera su ministerio en San Ignacio por lo simbólica que es la Iglesia para la Compañía y le autorizara para que lo hiciera en alguna de nuestras parroquias. El P. Provincial piensa hablar con el superior, ministro, laicos y familiares. Los consultores no comparten la sugerencia del Señor Cardenal y creen, por el contrario, que es menos riesgoso que JML ejerza su ministerio en San Ignacio”.
El provincial Valenzuela le escribió una carta a Klock el 6 de septiembre de 2010, donde le pidió disculpas y le informó, cuatro años después, las sanciones a Leturia: “Ahora caigo en cuenta de que deberíamos haber sido más cuidadosos y delicados con usted y haberle informado sobre las medidas adoptadas y le ruego que nos excuse”.
Valenzuela le contó a Alejandro que a partir de 2008 evaluaron a Leturia y le permitieron concelebrar con otros jesuitas, presidir funerales y bendecir matrimonios cuando se lo pedían, y realizar la unción de los enfermos. El provincial le aseguró a Klock que “fuera de esas medidas”, no volvió a tener “injerencia o presencia alguna en ningún colegio o escuela jesuita u otro establecimiento educacional”.
Pero, Leturia aparece en el catálogo de la Universidad Alberto Hurtado 2008 como trabajador de la biblioteca: “Escribe fax, noticias. Colabora en la biblioteca de la universidad Alberto Hurtado y en la curia”. Es decir, seguía colaborando en un plantel educacional de la orden.
El provincial Valenzuela terminó su carta a Klock pidiéndole disculpas: “Sinceramente quisiera decirle a usted, como ex alumno del colegio San Mateo, a nombre de la Compañía en Chile, que sentimos sincera pena por el daño que algunas acciones de nuestro compañero Juan Miguel Leturia le hayan podido producir en su desarrollo humano, sicológico y espiritual”.
Leturia murió el 22 de diciembre de 2011. Eugenio Valenzuela se hizo cargo de la homilía en la misa que se celebró en una repleta Iglesia San Ignacio. El provincial habla entonces de “un Dios que a ratos en los últimos años parecía lejano o ausente (…). Un Dios que ha sufrido contigo tu enfermedad, tus límites y errores”.
Valenzuela seguirá hablando de errores y redención: “Estamos frente a un misterio y confío en que nos aproximemos a él con reverencia. El misterio de las contradicciones que se dan en nuestras vidas, el misterio de un hombre que hizo mucho bien que queremos celebrar y al mismo tiempo un hombre herido, que cometió errores y a quien entregamos al misericordioso amor de Dios”.
Y finalmente, comenta que, a Leturia, Jesús lo redime: “Lo toma entero, con toda su humanidad y su historia y le da una esperanza”.
– ¿A Leturia lo perdonaste?, le pregunté a Alejandro.
– Si, sí. Lo he perdonado completamente. Él me dio rabia, pena. Aparte murió, ya no es alguien que esté aquí y que le pueda exigir responsabilidades. Aún, siendo consciente de lo que hizo, también era un enfermo. Me olvidé de él y me centré en quienes permitieron esto.
En 2013 Alejandro consultó a juristas que le dijeron que su caso tenía “pinta de apertura a toda regla” y emprendió más acciones legales. Estuvo en contacto con el Arzobispado de Santiago pidiendo que se abriera una investigación.
Marcelo Guidi, abogado del Arzobispado, le envió un correo a Klock el 15 de abril de 2013 indicándole que legalmente no había nada más que hacer y le pide “de parte mía, aceptes mis disculpas por los malos tratos, las incomprensiones, los ataques, las humillaciones y las mentiras que te hicimos sufrir”. Y después de las disculpas, le comunica que “con todas las torpezas que se cometieron contigo, el proceso se realizó dentro del marco del principio de legalidad”.
El 26 de marzo de 2019, Alejandro Klock interpuso una querella contra “todos quienes resulten responsables como autores, cómplices o encubridores del delito de abuso sexual de menores de 14 años en grado de consumado y en carácter de reiterado”.
El 8 de julio de ese mismo año, la Brigada Investigadora de Delitos Sexuales Metropolitana pidió al 34° Juzgado del Crimen de Santiago (donde quedó el expediente de 2005) desarchivar la vieja causa donde Leturia describió sus abusos.
Es decir, la causa de 2005 ha sido desarchivada dos veces. Primero, con la finalidad de usarse para una nueva investigación judicial. Y después, para los fines periodísticos de este reportaje.
La Compañía de Jesús informó a CIPER que en 2020 abrió un “proceso de escucha y acogida” a posibles víctimas de Leturia que no participaron en “el proceso canónico” de 2005. En esa instancia fueron recibidos cinco nuevos testimonios. La institución se refirió a quienes entregaron esos relatos como “víctimas de Juan Miguel Leturia”.