«De quién es Chile»: el libro que explora las disputas de poder en Colo-Colo bajo el control de Blanco y Negro
27.03.2023
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27.03.2023
“De quién es Chile: Colo-Colo en la era de las sociedades anónimas” es un libro del periodista de investigación y exreportero de CIPER Alberto Arellano, y que publica el Centro de Investigación y Proyectos Periodísticos (CIP) de la Universidad Diego Portales junto a editorial Catalonia. En sus más de 300 páginas, el autor revela episodios desconocidos de cómo en 2005 inversionistas de Sanhattan, políticos y empresarios tomaron el control de Colo-Colo y las luchas intestinas que se desataron. Más que sobre fútbol, es un libro sobre el poder, aclara el autor. Pero en esta historia, agrega, el poder no solo lo ejerce la elite, también los barristas. Y ambos mundos se cruzan. Al mando de Blanco y Negro, la Coordinación de la Garra Blanca se convirtió en un poder en sí mismo.
¿Quién toca el bombo? ¿Quién pone la música?
Esas son las preguntas que guiaron la investigación de este libro que se adentra en la historia de Colo-Colo bajo la administración de Blanco y Negro, sociedad anónima que tomó el control del club en 2005. Este no es un relato de fútbol. Trata más bien sobre aquellos que han visto en esta actividad una oportunidad para invertir y hacer crecer su patrimonio, para alimentar sus ambiciones políticas, para conseguir figuración pública o simplemente acariciar su ego.
Allí veremos a Sebastián Piñera antes de convertirse por primera vez en Presidente de Chile; al empresario y ministro de ese gobierno, Gabriel Ruiz-Tagle; al primus inter pares de la bolsa, Leonidas Vial, y a otros avezados inversionistas de Sanhattan; al presidente de Chilefilms y exvicepresidente de la ANFP, Cristián Varela; y al empresario puertomontino Aníbal Mosa, entre otros.
En la conducción del club de fútbol más importante y popular de Chile no caben todos y, con el tiempo, feroces disputas de poder se desatarán entre algunos de ellos. Vial acusará a Mosa ante los organismos reguladores de lucrar con Colo-Colo, cobrándole a la sociedad intereses por préstamos que salen de su bolsillo; Mosa hará lo propio y lo denunciará por desbancarlo de la presidencia de la concesionaria en una supuesta operación de recolección irregular de votos. Ruiz-Tagle, en tanto, le plantará una querella a Mosa por injurias y calumnias, mientras recibe una dura sanción por una serie de operaciones de compraventa de acciones de Blanco y Negro prohibidas por la ley. En medio de esa trifulca, Colo-Colo estuvo al borde del descenso.
Entonces, antes que todo, este libro cuenta una historia sobre el poder.
Pero en esta historia no es únicamente la elite financiera, política o empresarial la que lo ejerce. Claro, sus manifestaciones en esas ligas tienen otra escala, mucho más grande. Muy lejos de esa órbita también hay personas que tienen poder y lo ejercen. Los barristas, al menos la cúpula que controla el sector más visible de las gradas, lo hacen. Lo interesante es que en un punto de este relato ambos mundos se encuentran. Y se cruzan —en las sombras— porque al final se necesitan.
Para rastrear esos nexos basta con seguir la ruta del dinero. Tal como revela el libro, en la contabilidad de Pisa, una importante compañía papelera que perteneció a Gabriel Ruiz-Tagle —la misma involucrada en la llamada colusión del confort— figura una serie de compromisos financieros de esa empresa con quien fuera líder de la Coordinación de la Garra Blanca, la barrabrava de Colo-Colo, Francisco Muñoz, alias Pancho Malo. Muñoz, quien fue condenado por homicidio y hoy es cara visible del movimiento de extrema derecha Team Patriota, tomó el control de la Garra Blanca poco después de la llegada de la concesionaria. El periodo de Francisco Muñoz en la Garra Blanca terminó en 2012 con el asesinato de dos barristas de Colo-Colo, uno de ellos en manos de miembros de la Coordinación que él lideraba. Hubo, además, otros dos intentos de homicidio, uno en contra de él, episodio en el que, además, quedó gravemente herido un detective.
En su raíz, para todos los involucrados en esta historia –la elite y quienes están muy lejos de esa órbita– el conflicto es el mismo: ¿Quién manda en Colo-Colo?
***
[Extracto del libro]
“Quiero ser claro. No voy a ser accionista del nuevo Colo-Colo sociedad anónima. Para mí, los clubes deportivos no son un negocio, sino que una pasión, una ilusión, un compromiso. Soy hincha de la Católica y moriré siendo cruzado”[1].
En abril de 2002, en pleno proceso de quiebra de Colo-Colo, le preguntaron al empresario y entonces presidente de Renovación Nacional Sebastián Piñera sobre la posibilidad de comprar el club. Dijo que su deseo era únicamente que se aprobara la ley de sociedades anónimas deportivas que él había impulsado en 1998: “No tengo ningún interés financiero, pecuniario o de control de ese club. Y eso quiero que quede meridianamente claro”, agregó con convicción.
El periodista volvió a la carga: “¿Es Colo-Colo un buen negocio?”
“Tal vez, pero de acuerdo con mi forma de pensar los clubes de fútbol son más pasión que negocio. No haría negocio con un club de fútbol. Hay tantas otras áreas de la economía donde uno puede hacer negocio que hay que dejar algunas para el alma”.
Casi cuatro años después de esa entrevista, había cambiado de parecer. El 10 de marzo de 2006 la prensa informó que a través de su sociedad Bancard Inversiones Limitada Piñera había comprado el 8% de la propiedad de Blanco y Negro, en una transacción cercana a los US$ 3 millones.
Una interpretación frecuente es que su decisión de poner un pie en Colo-Colo tuvo que ver con pavimentar su carrera hacia la Presidencia de la República, en la que venía de sufrir un revés. Poco antes, el 15 de enero, Michelle Bachelet se había convertido en la Presidenta electa de Chile, dejándolo precisamente a él en el camino en segunda vuelta. Ni Piñera ni su comando político abrigaban demasiada esperanza de quedarse con el balotaje. De hecho, habían dejado de inyectarle dinero a la campaña. Fue una derrota anunciada, pero con sabor a victoria: en primera vuelta se había impuesto al candidato de la UDI, Joaquín Lavín, lo que dejaba al empresario con la vía despejada para ser el representante de la centroderecha para las presidenciales de 2009. Y fue ahí donde fijó su apuesta. El desafío estaba en conquistar el voto en comunas populares donde el empresario había tenido poca llegada. Piñera nunca ha admitido que Colo-Colo fue parte de esa estrategia. Lo cierto es que a la larga fue al menos un puente efectivo: en la segunda vuelta de 2010 le arrebató el triunfo a Eduardo Frei Ruiz-Tagle (DC) cosechando preferencias en sectores de menores ingresos que no habían votado por él en la elección anterior[2].
La experta en encuestas Marta Lagos cuenta que decidió renunciar al directorio apenas supo que Piñera iba a entrar a la concesionaria. Se suponía que el proyecto no iba a tener controladores y que la propiedad iba a estar diluida, explica. Cree, sin embargo, que el empresario no lo hizo con un afán electoral:
—No creo que haya intentado usar eso como trampolín político. Tiene un gran olfato para los negocios, quizá su talento más agudo, y visualizó una oportunidad, un espacio que no estaba controlado por nadie y al que era fácil y barato entrar.
Otro director que participó de esa mesa, y que pidió reserva de identidad, coincide:
—Yo lo conozco muy bien y creo que su entrada estuvo muy posiblemente motivada porque esto le parecía un buen negocio.
Desde hacía un tiempo que Piñera andaba de compras, y en áreas bien diversificadas. Antes de adquirir el paquete de acciones de Colo-Colo, en abril de 2005 abrió la billetera en grande para hacerse de la propiedad de Chilevisión, canal de televisión por el que pagó cerca de US$ 24 millones (más de $ 13.800 millones). Meses después, inició conversaciones con los directivos del Canal del Fútbol (CDF) para quedarse con el rentable negocio de los derechos de transmisión del torneo local. Aunque las tratativas no prosperaron, hubo varios acercamientos, incluso después de que el empresario aterrizara en la sociedad anónima controladora de Colo-Colo.
Piñera exploró también otros caminos y comenzó a perfilarse como un empresario “verde”, probablemente influido por su incipiente cercanía con el conservacionista estadounidense Douglas Tompkins. En diciembre de 2004 compró 118.000 hectáreas de tierra en Chiloé, terreno donde un año más tarde inauguró el Parque Tantauco. No se conoce el monto de esa transacción, que se llevó a cabo en el paraíso fiscal de Panamá[3], pero el vendedor, el empresario norteamericano Jeremiah Henderson, lo había tasado poco antes en US$ 8 millones. Después, Piñera y Tompkins anunciarían un proyecto conjunto para proteger las ballenas azules en el Golfo del Corcovado. El plan de inversiones siguió con el desembolso, en julio de 2006, de casi $ 10.000 millones para adquirir tres millones de títulos de la aerolínea Lan.
El empresario dijo que lo habían tentado dos veces con invertir en Blanco y Negro. La primera a mediados de 2005 y luego en enero de 2006: “Me invitaron a participar cuando yo era candidato presidencial y no acepté. Después que terminó la segunda vuelta me reiteraron la invitación y no dudé en aceptarlo”[4], contó en una entrevista. Añadió que tenía “muy buenos amigos” que participaban del proyecto. Además de Cristián Varela, primo en segundo grado de Piñera por parte de madre, allí estaban Juan Bilbao y Patricio Parodi, sus antiguos compañeros en Citicorp.
Hay una versión, sin embargo, que indica que el impulsor de la ley de sociedades anónimas deportivas tenía resuelto su arribo a Blanco y Negro desde mucho antes de ser derrotado en la segunda vuelta en enero de 2006. A comienzos de junio de 2005, cuando ya se había aprobado el proyecto en la asamblea de socios pero la sociedad aún no salía a la bolsa, hubo un episodio clave. El 5 de ese mes se celebraba el triunfo de Colo-Colo en la Copa Libertadores de América en 1991. Como todos los años, la corporación organizó una reunión de camaradería que esta vez tuvo lugar en el salón de eventos de la empresa CCU en Las Condes. Hasta ahí llegó Cristián Varela junto a otros miembros del directorio del club, y varios de los que meses después invertirían y tomarían control de la sociedad anónima. Sebastián Piñera asistió. Los organizadores extendieron también unas pocas invitaciones a un grupo muy reducido de hinchas vinculados a la Garra Blanca.
—Nos presentaron a Piñera, creo que fue Varela. Se acercó y nos preguntó si nosotros éramos “los de la barra”. Le dijimos que sí. “Ah, pórtense bien, cabros”, nos respondió —cuenta uno de ellos.
—¿Y qué le contestaron?
—Le dijimos que nosotros siempre nos portamos bien, que los que se portan mal eran ellos. Y al tiro le pregunté: “¿Por qué está interesado en Colo-Colo, si usted es de la Católica?”. ¿Sabes qué me respondió? “Porque quiero ser Presidente de Chile”. Yo siempre supe que él quería utilizar a la barra para eso.
Muchos años después, Piñera, de quien circulan varias fotos de prensa con la camiseta o enarbolando banderas de Universidad Católica, ocuparía una particular analogía para abordar su doble militancia: “Católica es el equipo de toda mi vida, y uno puede tener una señora y también una polola. ¿O ustedes no tuvieron polola?”[5].
En 2019, el empresario de locales nocturnos Miguel Piñera diría en la televisión que su hermano Sebastián solo buscaba ganar votos con Colo-Colo, y que lo hizo siguiendo un consejo suyo[6]. No era la primera vez que echaba mano de esa vieja receta. En 2001, en medio de su fallida campaña senatorial por la Quinta Región Costa, en la que competía contra el almirante en retiro Jorge Arancibia (UDI), a Piñera se le vio varias veces en Playa Ancha alentando a Wanderers. La historia es conocida: junto a la candidata a diputada Carmen Ibáñez (RN) le regaló un traje nuevo de loro a Osvaldo Soudre —quien personificó por años y hasta su muerte en 2012 a la mascota del equipo caturro—, recibiendo amplia cobertura de la prensa.
Otro dato relevante aparece en esa entrevista en la que respondió con una analogía amorosa sobre su domicilio futbolístico: dijo que cuando Colo-Colo estaba en la quiebra, a punto de desaparecer, con un grupo de amigos se propusieron hacer “algo distinto, algo grande”: comprar el club para sacarlo de la quiebra. ¿Cuándo fue entonces que Piñera decidió acercarse a Colo-Colo? Su propio relato es contradictorio. Lo cierto es que la reunión de camaradería en la CCU ocurrió diecinueve días antes de que Blanco y Negro comenzara a operar en el mercado de valores. Además de Sebastián Piñera, allí también llegó Raimundo Paila Valenzuela y luego Gabriel Ruiz-Tagle, por entonces dueño de la compañía Papeles Industriales (PISA), y quien tiempo después se convertiría en el mayor accionista individual de la concesionaria controladora del club. También estuvo presente el primo hermano de Ruiz-Tagle y compañero de Cristián Varela en la FEUC de fines de los 70: el senador de la UDI Juan Antonio Coloma Correa.
Por entonces, Ruiz-Tagle se desempeñaba además como jefe de campaña de la candidatura a senador de Pablo Longueira Montes (UDI). Y antes ya había incursionado en campañas políticas. En 1989 fue el primero en levantar al economista Hernán Büchi como candidato presidencial a través de una carta a El Mercurio, y formó parte del círculo de empresarios que financió esa fallida campaña de continuidad del régimen militar. Su cercanía con la UDI se forjó al alero del propio Jaime Guzmán, a quien conoció en 1971, cuando estudió por un tiempo Ingeniería Comercial y luego Derecho en la Universidad Católica.
Ruiz-Tagle tenía poca familiaridad con el fútbol. Había pisado un par de veces el Estadio Nacional en su adolescencia, para partidos de la selección, pero no mucho más. No era hincha de equipo alguno; menos sabía los nombres de los jugadores de algún plantel. Inmerso durante décadas en el negocio papelero, ahora, a sus 51 años, el empresario buscaba nuevos desafíos que le permitieran sacudirse la monotonía.
La presencia del dueño de PISA en el evento en la CCU no era casual: Ruiz-Tagle es cercano a Raimundo Valenzuela, con quien además de una estrecha amistad comparte la afición por correr. Solían ejercitarse juntos, y un año antes habían viajado a Europa acompañados de sus familias para correr la Maratón de París, donde consiguieron una muy buena marca. Fue Valenzuela quien en uno de sus tantos entrenamientos le habló a Ruiz-Tagle sobre la posibilidad de invertir en Colo-Colo. El Paila también hizo de puente entre él y Sebastián Piñera, con quien no tardó en sintonizar. Los tres solían veranear en Lago Ranco (Región de Los Ríos), uno de los balnearios predilectos de la elite capitalina y donde Gabriel Ruiz-Tagle ya daba los primeros pasos para crear una reserva ecológica tras adquirir miles de hectáreas de bosque nativo. El empresario papelero se había adelantado a Piñera en esa carrera conservacionista: en 1996, a través de su sociedad Inversiones III Limitada —la misma con la que invirtió en Blanco y Negro— compró las primeras 447 hectáreas de las más de 13.000 que hoy conforman el Parque Futangue, de su propiedad. Por esas hectáreas iniciales pagó $ 78 millones a una familia mapuche[7].
Poco menos de un año después de esa reunión en la CCU, Ruiz-Tagle y Piñera se convirtieron en accionistas de Blanco y Negro. Lo hicieron con solo días de diferencia. El 24 de abril de 2006 los dos ya estaban sentados en la mesa directiva de la concesionaria junto a Raimundo Valenzuela y a Juan Bilbao, con quienes conformaron un bloque para tomar el control del directorio. De los gestores iniciales del proyecto solo permaneció José Miguel Barros, de la corredora Larraín Vial, la que quedó con derecho a solo dos asientos en el directorio y en una posición disminuida. A ese bloque de Piñera y sus amigos se plegó Cristián Varela. Pocos días antes había sido ratificado en su cargo de presidente de la corporación, en una polémica asamblea de socios. La lista opositora —conformada por Carlos Riutort y Jorge Vergara, entre otros— había llegado a la votación con el notario Juan Facuse para que oficiara de ministro de fe. Pero Varela y sus seguidores no lo dejaron entrar, bajo el argumento de que según los estatutos era el secretario general de la corporación quien debía cumplir esa función. Hubo portazos y descalificaciones cruzadas. Varela acusó una guerra sucia en su contra.
La influencia del grupo conformado por Piñera, Ruiz-Tagle, Valenzuela y Bilbao en la nueva mesa directiva de Blanco Negro se hizo sentir de inmediato con la designación de Álvaro Cruzat Ochagavía como gerente general de la concesionaria, en reemplazo de George Garcelon. Ingeniero agrónomo de profesión y militante de la UDI, Cruzat venía de sufrir dos derrotas electorales consecutivas: en 2004 postuló sin éxito a la alcaldía de La Pintana y al año siguiente no consiguió un escaño como diputado por el Distrito 17 (Huechuraba, Renca y Conchalí). Además de los vínculos políticos, el ingeniero agrónomo era sobrino de uno de los máximos referentes de Piñera y Bilbao en el mundo de los negocios, el empresario Manuel Cruzat Infante. Tras una corta estadía en Blanco y Negro —renunció en diciembre de 2006—, Cruzat Ochagavía se integró a los equipos programáticos de Piñera para la presidencial de 2009 y luego asumió como subsecretario de Agricultura de su primer gobierno.
En varias notas de prensa de la época Piñera se mostraba entusiasta con su nueva inversión. Quería transformar a Colo-Colo en una potencia futbolística y que el club volviera a ganar el respeto que había obtenido internacionalmente con la Copa Libertadores de 1991. Abrigaba, además, la esperanza de que la gestión de la mesa directiva a la cual se integraba llevara a Colo-Colo a ser un modelo, una punta de lanza que permitiera modernizar el fútbol chileno.
A fines de marzo de 2006 dio una extensa entrevista a El Mercurio. No era la sección de Deportes, sino la de Reportajes la que ahora ofrecía un diálogo con el exsenador sobre sus planes en política. Era la figura del momento de la Alianza por Chile y ya tenía diseñada la estrategia de la oposición durante el mandato de Michelle Bachelet para aspirar al poder en las elecciones de 2009. En una primera etapa, dijo, tendrían más bien un ánimo constructivo y de colaboración, para luego pasar a una fase más agresiva y enfrentar en buen pie las elecciones municipales, parlamentarias y presidenciales. Aunque quedaba mucho tiempo, ya se daba por hecho que nuevamente sería el candidato de la derecha a La Moneda. De ahí la última pregunta de esa entrevista: “Se dice que compró Colo-Colo como intento de ganarse el voto popular que le faltó en la presidencial…”.
“Mire, esa es una visión muy pequeña de la vida y de los proyectos humanos. Si dependiera de esas visiones, ni siquiera me levantaría de la cama. Entré al proyecto de Colo-Colo porque tengo un diagnóstico muy crítico y negativo de lo que está pasando con el fútbol profesional chileno en todos los campos, partiendo por lo deportivo. El fútbol hace más noticia en las páginas policiales”[8].
En las páginas policiales. Justo ahí apareció Colo-Colo cuatro días después de esa entrevista.
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[1] Javier Piñeiro, “Sebastián Piñera: Estoy dispuesto a colaborar”, El Mercurio, 4 de abril de 2002.
[2] «Aunque es imposible saber cuántos votos aportó Colo-Colo a Piñera en 2010, sí es cierto que en comparación con la segunda vuelta de 2006 su votación se incrementó dramáticamente entre los hombres de comunas populares. En Puente Alto aumentó 6,42%; en La Granja 4,73% y en Alto Hospicio en 11,38%». Daniel Matamala, Tu cariño se me va: la batalla por los votantes del nuevo Chile, Santiago, Ediciones B, 2013, p. 100.
[3] Jorge Rojas, “Cómo Piñera se compró 118 mil hectáreas de Chiloé a través de una sociedad offshore”, The Clinic, 7 de junio de 2017.
[4] Rodrigo Córdoba y Michel Nahas, “Quiero que Colo-Colo vuelva a brillar como en el 91”, La Tercera, 15 de marzo de 2006.
[5] Entrevista en el programa Jungla RP, radio Rock and Pop, 7 de diciembre de 2016.
[6] Programa Abrazo de gol, Canal del Fútbol (TNT Sports), 9 de mayo de 2019.
[7] De acuerdo con la escritura de compraventa firmada en el Conservador de Bienes Raíces de Río Bueno el 23 de agosto de 1996, la sociedad de Ruiz-Tagle compró esas tierras de bosque nativo a los hermanos Norberto, Pedro y Néstor Huequelef Huequelef. Información del Servicio de Impuestos Internos indica que esas 447 hectáreas hoy alcanzan un avalúo fiscal de $ 465 millones.
[8] Mauricio Carvallo, “Sebastián Piñera raya la cancha a Michelle Bachelet”, El Mercurio, 26 de marzo de 2006.