AL MENOS 18 PRESENTARON CÁNCER. MATERIAL ERA USADO COMO AISLANTE EN BUQUES DE LA ARMADA
125 marinos en retiro han sido atendidos desde 2015 por enfermedades originadas por inhalación de asbesto
19.05.2022
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AL MENOS 18 PRESENTARON CÁNCER. MATERIAL ERA USADO COMO AISLANTE EN BUQUES DE LA ARMADA
19.05.2022
Durante décadas la Armada usó asbesto para recubrir cañerías en sus barcos. Por esas naves pasaron cientos de personas expuestas a inhalar ese producto, lo que puede generar enfermedades respiratorias graves y un agresivo tipo de cáncer. En los últimos siete años, la Dirección de Sanidad de la Armada ha costeado el tratamiento de 125 marinos en retiro con problemas de salud asociados al asbesto. Al menos 18 presentaban cáncer. En los Astilleros y Maestranzas de la Armada también se han registrado funcionarios navales con estas enfermedades.
Todos en su familia sabían que iba a morir pronto. La voz de Efraín Pacci estaba somnolienta, al borde del balbuceo. Él también lo tenía en cuenta. En el tiempo previo a su muerte limó asperezas con cercanos y aprovechó de sacar plata en cajeros automáticos de Arica –donde vivía– para costear el viaje de sus familiares a su propio funeral.
–Dos días antes de que falleciera fue con mi hermana al cajero y le dijo “ya, saca plata hoy día, mañana”. Sacó casi todo lo que tenía. Y le dijo que eso era para que fueran todos a despedirlo. Incluso, había hablado con funerarias –cuenta su hija Karen, sentada en un café en Viña del Mar.
En esa ciudad fue que Pacci, suboficial en retiro de la Armada, se enteró. Venía hacía un mes con problemas de respiración. Visitó a algunos médicos en el norte, pero tuvo que viajar de urgencia al Hospital Almirante Nef (Región de Valparaíso), perteneciente al sistema de salud de la marina. Un documento de ese recinto, fechado a fines de julio de 2014, indicó que se encontraba con un derrame pleural en el pulmón izquierdo. Le extrajeron cuatro litros de líquido aquella vez.
Luego de eso volvieron a meterse en su cuerpo para obtener una muestra de pulmón y pleura. Hicieron una biopsia. A fines de agosto llegó el resultado: Efraín Pacci padecía de mesotelioma pleural, un tipo de cáncer que, según especialistas en el tema, afecta directamente “el tejido que rodea los pulmones”, causa dificultad para respirar (entre otros síntomas), y no tiene cura. En la mayoría de los casos es producido por inhalación de asbesto, un material que era ocupado para aislar cañerías en los buques de la Armada y que en Chile se usó intensamente en el rubro de la construcción –especialmente para recubrir techos– hasta que fue prohibido en enero de 2001.
Un paso más abajo del mesotelioma pleural está la asbestosis, que se gatilla igualmente por la inhalación de asbesto, y que es una enfermedad crónica respiratoria. Hay otros padecimientos que afectan a la pleura y los pulmones. Todos pueden demorar décadas en aparecer desde que la persona se expuso a la inhalación de este material.
Al menos 18 funcionarios navales han sido tratados por el mismo cáncer de Pacci en los últimos cinco años, según los registros de la Armada solicitados por CIPER. Todos los procedimientos para estas personas son costeados por la Armada desde 2010, cuando el excomandante en Jefe Edmundo González Robles firmó una resolución que autorizó “la bonificación en un 100% permanente, en atenciones de salud ambulatorias, fármacos, insumos y demás elementos prescritos en su tratamiento, a los afectados de Mesotelioma Maligno”. Pero, según los mismos registros de la Armada, son 125 los marinos en retiro que se atendieron –entre 2015 y febrero de 2022– por padecimientos a consecuencia de respirar asbesto.
A Pacci no había intervención que lo salvara. Más bien se podía alargar su vida. El comité oncológico del Hospital Almirante Nef determinó que se debían iniciar quimioterapias. Empezó a usar un pastillero que le marcaba los días de la semana para ordenarse con los medicamentos. En una de las primeras recetas le dieron cinco remedios distintos. Y ya enfermo, empezó a atar cabos. Pensó en todos los años que había tenido de exposición al asbesto durante su trabajo en la Armada, entre los 50 y los 80, donde estuvo a bordo de varios barcos que utilizaban ese material para revestir sus tuberías. Se acordó que incluso había llevado trozos de asbesto a su casa para utilizarlo en cuestiones domésticas. Para apoyar una plancha caliente, recuerda su hija:
–Si hubiera sabido lo dañino que era, no lo habría llevado con su familia –dice Karen.
En los Astilleros y Maestranzas de la Armada (Asmar) –empresa pública manejada por la Armada– también se ha vivido una situación similar. De los 125 ex marinos atendidos, 48 de ellos pasaron por Asmar. CIPER pudo contabilizar al menos 20 juicios en donde trabajadores, tanto activos como en retiro, han demandado al astillero por sufrir enfermedades provocadas por inhalación de este material. En su mayoría son casos de personas con asbestosis u otros males respiratorios, aunque también hay registro de algunas con mesotelioma pleural, como un exfuncionario que ni siquiera alcanzó a presentar una acción judicial. Tras su deceso, su familia siguió adelante con ello.
Aunque desde 1968 la legislación chilena consideró al asbesto como un mineral que podía producir enfermedad profesional, en Asmar indicaron para este reportaje que no tienen cómo probar de manera documentada que alertaron a sus trabajadores sobre los riesgos de este material antes de 2001, cuando se decretó su prohibición.
La Armada, por su parte, indicó que no posee antecedentes de advertencias para sus funcionarios y trabajadores anteriores a 1995. En mayo de ese año emitió el boletín 45 (ver aquí), que no prohibía su uso, sino que informaba sobre los límites de “exposición ocupacional para el Asbesto”. “En cualquiera de sus formas es agente químico altamente tóxico para la salud humana. Por esta razón es fundamental que su manipulación se haga cumpliendo estrictas normas de seguridad complementada con una vigilancia médica permanente”, decía el boletín.
El ex marino Prudencio Ilabaca alcanzó a durar un año con el mesotelioma. Murió el 16 de agosto de 2017, producto de esta “enfermedad industrial”, según se puede leer en su certificado de defunción. Nunca se atendió por el sistema de la Armada. Sus últimos días transcurrieron en el Reino Unido, donde se había radicado desde los años 80. Su esposa Maxine Ilabaca cuenta que en 2016 empezó a sentir dolores en el pecho. Fue a visitar al médico de cabecera de la familia. Prudencio dejó unas notas que Maxine hizo llegar a CIPER, donde él relata, en primera persona, lo que sintió en esos momentos:
“El dolor no cesaba y volví al médico de cabecera. Me remitieron para una radiografía en mayo/junio de 2016 pero me dijeron que los resultados no mostraban nada. Todavía tenía dolor, así que volví al médico de cabecera. Me describo como alguien que no se toma la vida demasiado en serio y no me gusta preocuparme por las cosas. Sin embargo, tenía mucho dolor y quería que desapareciera”.
Pero la molestia persistió, por lo que luego de un escáner y una biopsia, los médicos británicos determinaron que se trataba de un mesotelioma. Al igual que en el caso de Pacci, la salida era la quimioterapia. “Me dijeron que nada podrá curarme del cáncer. Por lo tanto, le dije al hospital que no quería quimioterapia pero que quería controlar el dolor”, escribió Ilabaca.
La familia del ex marino contactó a un bufete de abogados en el Reino Unido para asesorarse. CIPER tuvo a la vista parte de la comunicación que sostuvieron antes y después de la muerte de Prudencio Ilabaca. Dentro de ese intercambio se informó que Ilabaca había trabajado en la marina mercante griega, pero solo en labores en la cubierta de los barcos. En la Armada, en cambio, se desempeñó en las calderas a vapor y maquinarias, tal como lo señala un documento de 1973 (ver documento). Estas áreas solían tener presencia de asbesto.
Los abogados británicos no pudieron probar que el mesotelioma de Ilabaca había sido producto de sus años en la marina, a pesar de que lo conversaron en algún momento y que la opción fue considerada como plausible. Pero su familia siempre ha creído que él inhaló asbesto en ese tiempo. De hecho, Maxine cuenta que intentó contactar a la Armada. “A través de Google busqué cuentas de correo a las que escribí y no recibí respuesta. Prudencio me pidió que intentara conseguir una indemnización por este tema, pero no sé si estoy a tiempo”, dice.
La Armada no posee información exhaustiva sobre el número de funcionarios navales activos o en retiro enfermos por inhalación de asbesto. Así lo dejó ver la respuesta vía Ley de Transparencia que entregó a CIPER, luego de que se le pidieran todos aquellos documentos de la institución donde se hayan abordado temas relacionados con enfermedades gatilladas por eventual contacto con asbesto. “De acuerdo a la información proporcionada por el Departamento de Prevención de Riesgos de la Armada de Chile, no existe documentación (entiéndase oficios y memorándums) en los que conste la cantidad total de servidores (activos o en retiro) de esta Institución, que hayan sufrido alguna enfermedad respiratoria producida por inhalación de asbesto”, indicaron.
En la respuesta se adjuntaron algunos instructivos posteriores a la prohibición de este mineral en 2000. Pero también se adjuntó la resolución de 2010 del excomandante en jefe Edmundo González Robles, en donde se establece la cobertura en un 100% para las personas con mesotelioma maligno. En respuesta a CIPER, el capitán de fragata Marcelo Zoppi entregó ciertos detalles de los tratamientos:
“En base a la consulta realizada se aclara que de los 125 pacientes notificados 18 padecen de Mesotelioma pleural y que el resto presenta otras patologías pleurales o parenquimatosas asociadas al asbesto, pero todos están cubiertos como se establece en la resolución (de Edmundo González) a recibir una bonificación completa por atenciones de salud ambulatorias u hospitalarias, insumos y medicamentos de alto costo prescritos por el especialista tratante, sin cargo al paciente”.
La Armada continúa teniendo asbesto en alguna de sus embarcaciones. En abril de 2020 el diputado Félix González acusó que el buque Sargento Aldea, que estaba siendo ofrecido por la institución para ser utilizado como hospital ante la emergencia del Covid-19, todavía presentaba este mineral. Ante esto, desde la marina señalaron que el Sargento Aldea tenía el material “solo en algunos lugares confinados y apartados de sectores de habitabilidad y sanidad (…), como lo tienen muchas unidades de este tipo en todo el mundo, en atención a que este producto fue utilizado por mucho tiempo como un eficiente elemento para combatir los incendios a bordo, en su condición de retardante al fuego”. A continuación, señalaron que la concentración ambiental no era mayor a la permitida.
En demandas que han sostenido ex funcionarios navales enfermos de mesotelioma en contra del Fisco, el Consejo de Defensa del Estado (CDE) ha señalado que en la Armada se prohibió el uso de asbesto desde 1995. Una sentencia de un juzgado de Valparaíso indica que, a partir de ese año, se empezaron “a definir políticas y normativa interna en materia de prevención de riesgos en torno al material de Asbesto, alertando de los riesgos que podía sufrir la salud del personal”. Pero, como lo dejó en evidencia la controversia de 2020 sobre el buque Sargento Aldea, el material sigue en uso. La Armada indicó a CIPER que “ha puesto en marcha una serie de medidas, efectuando un proceso de retiro de asbesto en aquellos lugares donde dicho material constituía un agente nocivo para las personas”.
El 27 de julio de 2017 el Sindicato de Profesionales de Asmar de Talcahuano presentó un recurso de protección ante la Corte de Apelaciones de Concepción en contra del astillero. En la acción judicial, la entidad gremial sostuvo que a lo largo del tiempo sus socios habían estado expuestos al asbesto al reparar embarcaciones que siguen conteniendo este mineral y que nunca se les comunicó este peligro en su lugar de trabajo. Según el recurso, solo desde octubre de 2016 se empezaron a hacer exámenes al personal que estaba expuesto.
En el mismo proceso judicial, Asmar desestimó varias de las afirmaciones del sindicato. Le manifestó a la corte que no utilizaba asbesto y que desde 2005 incluso contaban con un lugar de acopio de este material en la planta de Talcahuano. Además, aseguró que desde la prohibición del año 2001 “en el astillero se aplicaron especiales medidas de seguridad para salvaguardar la vida y salud de sus trabajadores en relación con cualquier trabajo con Asbesto”. Desde ese tiempo, según informaron al tribunal, tienen un protocolo para estos trabajos.
Leonardo Contreras, abogado que patrocinó el recurso, comentó a CIPER que no se llegó hasta las últimas instancias porque se alcanzó un acuerdo entre ambas partes: “Se establecieron condiciones con la empresa que permitieron ciertas garantías al sindicato, las que tuvieron que ver con el trabajo y con medidas que se iban a adoptar para lo futuro, porque obviamente la situación anterior no iba a poder ser subsanada”.
El mismo Contreras y su estudio ha patrocinado 20 demandas en contra de Asmar. Todas de extrabajadores que denuncian que tienen enfermedades ligadas a la inhalación de asbesto. La mayoría de ellos son exmarinos que fueron derivados a Asmar, por lo que estarían dentro del sistema de Sanidad Naval. El abogado indica que solo tuvo un caso de alguien con mesotelioma, quien falleció antes de que se llegara al acuerdo extrajudicial entre sus familiares y el astillero.
Todos los clientes a los que representó Contreras lograron acuerdos con la empresa, con montos que fluctuaron, según el abogado, entre $20 millones y $110 millones.
Para este reportaje, Asmar señaló que actualmente posee “el equipamiento necesario para detección de fibra de asbesto en suspensión”. También indicó que tiene un programa de vigilancia “para aquel personal que en alguna etapa de su desempeño laboral pasado haya tenido contacto con el referido elemento, lo que se traduce en un monitoreo periódico de su estado de salud”.
La empresa sostuvo que no trabaja con asbesto desde el año 2000. CIPER accedió a un instructivo de Asmar para operar con ese material fechado en 2010. En ese documento se establecen procedimientos que incluyen pasar por diferentes habitaciones donde los trabajadores se van cambiando de ropa o el uso de elementos de protección personal, entre otras disposiciones.