«Nos juntábamos afuera en la calle, en la plaza… ahí se formó nuestro sindicato». Nueva Constitución y derechos sindicales territoriales
06.12.2021
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06.12.2021
La actual discusión constituyente debe considerar la realidad laboral vigente hoy en Chile en dirección a propuestas innovadoras de base territorial, expone esta columna de opinión para CIPER. Con ideas tales como una sede social autónoma de reunión y negociaciones colectivas territoriales, se apuntaría «a socavar la desigualdad socio-espacial entre las clases sociales», entre otros avances.
En el debate general sobre los llamados «derechos sindicales» (usualmente, reconocidos en la libertad de sindicalización, negociación y huelga) suele encontrarse una mirada funcionalista sobre la organización de la economía; vale decir, una lectura más atenta a los efectos de las condiciones previamente existentes en las relaciones laborales que a sus causas subyacentes y problemas potenciales. En relación a ello, el debate sindical y laboral constituyente que existe y crece hoy en Chile ha ido planteando, correctamente, que todos estos derechos pueden y deben ser fortalecidos. Sin embargo, en éste también es posible incorporar derechos adicionales y de nuevo tipo, a fin de mover los límites del escenario actual.
Si buscamos innovar hacia un modelo pro-trabajador con particularidades chilenas —y quizás aun más allá, disponible para afrontar las economías neoliberales en general—, una mirada territorial del capitalismo puede señalarnos con mayor detalle tres contradicciones evidentes, pero casi completamente silenciadas en el derecho liberal: i)los trabajadores no tienen libertad de asociación real (más bien, al intentar organizarse pueden ser hostigados y hasta expulsados); ii)la huelga legal no puede ejercerse dentro del espacio de la empresa (al contrario, solo puede ser manifestada en el entorno del lugar de trabajo, el espacio público); y iii)las negociaciones colectivas —incluyendo aquellas por rama— se restringen a una dimensión interna (cuando no sectorial) de la organización económica, pero no a problemas económicos sociales locales.
¿Por qué al reflexionar sobre las empresas tendemos a limitarnos al diseño fragmentado de la economía privada y no a la geografía social de los propios trabajadores? En este texto no es posible responder íntegramente a esta pregunta. No obstante, al observar lo que la propiedad privada intenta ocultar –sin lograrlo por completo–, igualmente es posible derivar y argumentar que los trabajadores en Chile podemos innovar y mejorar nuestra realidad mediante tres derechos sindicales territoriales, novedosos y rupturistas ante la tradición estatal-liberal:
1)Derecho a una sede comunitaria cercana al lugar de trabajo para todo conjunto de trabajadores —sindicalizados o no—, protegiendo su libre interacción y asociación;
2)Derecho a que el trabajador huelguista pueda mantenerse dentro del espacio laboral (i.e., donde nace el conflicto entre las partes);
3)Derecho a negociaciones colectivas territoriales.
La perspectiva de estos derechos está diseñada para que la justicia se desarrolle aún frente al escenario de desigualdad socioeconómica vigente. La justificación de cada uno se desarrolla a continuación.
I. ESPACIOS AUTÓNOMOS DE REUNIÓN
En la propiedad capitalista los trabajadores carecemos de libertad de acción, posición, desplazamiento, comunicación y hasta de reflexión según las tareas designadas. Entonces, y para contribuir a cambiar este territorio desnivelado, requerimos nuestros propios espacios y lugares —ajenos a la empresa— para socializar y organizarnos de mejor forma, sin ser vigilados o manipulados por el control gerencial: una sede sociolaboral, ajena a la empresa, por cada lugar de trabajo. Esto es especialmente importante para grupos laborales dispersos y fragmentados en la ciudad (por ejemplo, repartidores de plataformas digitales, trabajadores de cadenas comerciales, vendedores en el espacio público). Por su rol inicial, me parece que este es el derecho más significativo para las y los trabajadoras/es precarizados/as.
Con más detalle, siguiendo la línea de investigación en Pérez [1], y sobre la base de los datos de la investigación multicaso del Fondecyt 1150860 [2], es posible constatar que en empresas de los sectores primario, secundario y terciario los trabajadores encuentran pocos o nulos espacios internos de socialización para compartir, elaborar una crítica u organizarse, ante lo cual, estratégicamente, tienden a replegarse en espacios externos y comunitarios donde encuentran mejor cohesión, hasta en ocasiones avanzar para instituir el sindicato. Las siguientes citas muestran esta realidad a través de la voz de sus protagonistas y articuladores:
Agroindustria: «Entre los empleadores se conocen entre sí, todos, todos. [Entonces, si tú actúas en su contra] ellos se van pasando el dato de los trabajadores que tienen y uno pasa a ser de la “lista negra”. Yo aún no ingreso a ésa, porque me he mantenido, como le digo… me mantengo de bajo perfil: mañosa, pero que no me vean».
Minería: «En el último tiempo formamos como siete sindicatos, nuevos, de la nada. Y en todos nos echaron a los viejos, a todos».
Intermediación financiera: «Había tanto miedo en ese tiempo, que la gente no encontraba… había compañeros que en el pasillo incluso no te hablaban y eran amigos, o bien conocidos, y no te hablaban solo por el temor de que los vieran hablando con el que era dirigente. A veces tu ibas al baño y te estabas lavando las manos y se acercaba alguien y te decía, “¿me puedes traer el libro y la ficha para incorporarme acá’”. Deben haber sido unas ocho o nueve personas […]. Así empieza este sindicato, como la mayoría de los sindicatos en este país: escondidos y con mucho miedo».
Logística: «El trabajo fue de joyería, de trabajo de hormiga […]. Era con pinzas la gente que se elegía, porque tenía que ser muy silencioso, no tenía que haber bulla […]. Entonces viene todo esto de que mucha gente […]: “¿cómo lo hago?, pero no quiero que me vea nadie, ¿dónde nos juntamos?, ¿cómo firmo?, ¿dónde voy a firmar?”. […] Entonces, ¿qué hicimos? […] Nos juntábamos afuera en la calle, en la plaza. […] Al frente en la pasarela, cruzando la pasarela: ésa era nuestra oficina, ese fue nuestro rincón secreto, ahí se formó nuestro sindicato».
Salud: «Me acuerdo que después del turno, como a las 12 de la noche, llegó el ministro de fe de la Inspección del Trabajo. Súper clandestinamente, en una sede de una Junta de Vecinos que queda muy cerca de la clínica […]. Había una trabajadora […], ella era la que se conseguía esta sede».
Estas citas revelan la necesidad de que los trabajadores tengan garantizados espacios de cohesión y unión.
II. DESPLIEGUE DE HUELGAS
En las huelgas dejamos de obrar para debilitar la producción mientras buscamos irradiar una crítica a las jefaturas. Por ende, requerimos poder permanecer dentro y/o fuera de la empresa a fin de seguir comunicándonos con los colegas de trabajo, resguardarnos de la intemperie, y manifestarnos sin exponernos a la represión policial en el espacio público. En otras palabras, la empresa privada debe asumir, al menos, la gestión de la conflictividad que produce necesariamente en su búsqueda de ganancias.
En efecto, la Figura 1 muestra las diez tácticas de movilización más utilizadas por los huelguistas en Chile (2015-2020), señalando su cantidad y porcentaje relativo a partir de la base de datos del Observatorio de Huelgas Laborales (OHL) del Centro de Estudios del Conflicto y Cohesión Social (COES) y la Universidad Alberto Hurtado (UAH) [3]. Allí es posible observar que la ocupación o toma del establecimiento (6º lugar) y el paro «de brazos caídos» (9º lugar) son acciones llevadas a cabo en el interior del espacio laboral que constituyen un recurso escasamente aplicado por los trabajadores, sumando en total el 5,5% de las tácticas. En contraste, el resto de acciones (94,5%) exhiben posicionamientos múltiples en el espacio externo a la empresa que varían en distancia y significados, pero constituyen un escenario que en definitiva traspasa toda la conflictividad privada hacia el espacio público y/o las empresas circundantes. Esto externaliza los costos hacia todos/as los actores relacionados menos al empleador en cuestión, sumado a que aumenta la posibilidad de represión policial contra las/os huelguistas (factor que puede gatillar su derrota). De conjunto, el cuadro es graficado por el piquete (35,3%) como columna vertebral de la movilización, con relaciones más o menos forzosas en los accesos a la empresa.
III. NEGOCIACIÓN TERRITORIAL
En las negociaciones colectivas territoriales, sumadas al derecho de negociación ramal, llegamos al punto máximo de controversia. Frente a catástrofes naturales, como la pandemia de Covid-19 —y en las próximas olas, de ése u otro virus—, un terremoto o una sequía, y/o problemas sociales como el transporte hacia el trabajo (y su mapa en la ciudad), el diseño público comunal o manifestaciones en zonas específicas, las empresas o los trabajadores de distintos rubros pueden tener problemas compartidos. Los trabajadores necesitamos poder acceder al derecho de negociación territorial —poco usual, pero crítico en estas coyunturas— con el cual plantear demandas simultáneamente a todos los empleadores de una zona determinada.
Inicialmente, y a fin de que puedan actuar en conjunto, una negociación territorial es clave para industrias en las que existe una división entre trabajadores de planta y subcontratados. Sin embargo, la imagen catastrófica de un proceso productivo íntimamente ligado a un mayor contagio de un virus como el Covid-19 también podría ser motivo suficiente para que los productores de toda una zona determinada vean el provecho de tener a mano una vía jurídica territorial. Más en general, ¿por qué no habríamos de tener derecho a unirnos y negociar juntos ante cualquier eventualidad, si no deseamos estar éticamente por debajo de la escala del capital?
COYUNTURAS PRESENTE Y FUTURA
En general, todos estos son derechos democráticos que, para tener fuerza jurídica, deben estar por encima del derecho a la libertad de empresa en la arquitectura constitucional y en la construcción posterior de leyes. Incluso más: pueden fortalecerse mediante otros derechos sociales y escalas humanas. Por ejemplo, por una parte, apoyo desde la economía local para que las organizaciones territoriales puedan desarrollar talleres laborales y sindicales en sus barrios a los vecinos/as o, por otra, que organizaciones civiles o activistas puedan ingresar a fiscalizar lugares de trabajo. De esta forma, los derechos territoriales aquí defendidos podrían llegar a ser caminos que esquiven, contengan y hasta restrinjan el poder absoluto —de coerción y mando— del capitalista mediante una acción sindical y comunitaria de mayor cantidad y calidad, fortaleciendo el poder de clase de lo/as trabajadores/as y parte de la infraestructura de su vida colectiva.
Cierto es que estas propuestas o algunas de ellas, si no son cobijadas por organizaciones sindicales masivas, podrían ir perdiendo importancia a medida que siga disminuyendo el tamaño y claridad de la protesta social (el combustible constituyente); peor aún con la permanencia de presos políticos en este mismo proceso de disputa. No obstante, la política jurídica y social señalada en esta columna —de inclinación proto-socialista— también apunta al cambio del poder en la política, sea para ganancias estratégicas en el debate constitucional actual o, en caso contrario, para preparar ideas posibles de considerar en los próximos eventos sociales o naturales.
[1] PÉREZ, D. (2019): Territorio laboral capitalista. Despliegue de poder sindical en minería y supermercados (Santiago: RIL Editores).
[2] Fondecyt 1150860. «El conflicto sindical chileno: las modalidades que asume y el sentido que le imputan los actores» (2015-2018). Investigadora responsable: Helia Henríquez. Coinvestigadores: Domingo Pérez y Sebastián Link. Entrevistas.
[3] OHL. Base huelgas 1979-2020, Observatorio Huelgas Laborales (COES-UAH). Datos 1979-2019. [Disponible online].