La «ecoansiedad» no es el problema
18.10.2021
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18.10.2021
Sentir ansiedad por el cambio climático no es un problema, asegura en esta columna de opinión la investigadora académica, especialista en psicología. Por el contrario, «las emociones que surgen ante la destrucción del medioambiente son movilizadoras», y pueden motivar respuestas adaptativas de acción grupal.
La emergencia climática y ecológica es cada día más una realidad. Luego del invierno más cálido de la historia de la Región Metropolitana y el más seco en los últimos 23 años, la amenaza de quedarnos sin recursos naturales se instala de manera muy concreta en nuestra vida cotidiana.
En este panorama surge el término ‘ecoansiedad’ para denominar al malestar que nos provoca ser testigos y parte de este daño al ecosistema. Si bien el concepto ha sido de ayuda para que muchas personas puedan sentir un reconocimiento de su experiencia subjetiva frente a los problemas medioambientales, en realidad es insuficiente para dar cuenta de la multiplicidad de sentires asociados a presenciar la destrucción del entorno, y nada útil aporta a la conversación sobre la emergencia en curso. En primer lugar, porque deja fuera el contexto geográfico y cultural. Al centrar la conversación en experiencias individuales que se extrapolan antojadizamente a la población general, dejamos de ver lo que está ocurriendo políticamente en distintas comunidades y posiciones dentro de éstas.
A lo anterior se añade que el término confunde el hecho de que sentir ansiedad por el cambio climático no es un problema. La ecoansiedad no es una patología que haya que sanar, sino una respuesta adaptativa; una forma coherente de responder ante una amenaza real. Hablar sobre «cómo sanar la ecoansiedad» pone el foco en el individuo que supuestamente padece algo, cuando en realidad ese algo que está mal no es él, sino el entorno que está siendo destruido frente a sus ojos, y que le resuena emocionalmente.
Las emociones que surgen ante la destrucción del medioambiente son movilizadoras. En el Center for Environmental and Sustainability Social Science (CESSS) de la Universidad de Örebro, Suecia, se han conducido diversas investigaciones sobre las experiencias subjetivas en torno al cambio climático. En su trabajo más reciente[1], el equipo liderado por María Ojala revisó estudios sobre ansiedad climática y concluyó que ésta no se asociaba a menor bienestar de quienes la padecen, sino que a una mayor participación y compromiso en iniciativas ambientales colectivas.
En la misma línea, un estudio de la Australian National University, conducido por Samantha Stanley[2], investigó distintas «ecoemociones» entre la población (ansiedad, depresión y rabia). Un importante hallazgo de este estudio fue cómo las ecoemociones —sobre todo, la depresión y la rabia— se asociaban a un mayor involucramiento en acciones colectivas a favor del medio ambiente. En el estudio, la ecorrabia (sentimiento asociado a la percepción de injusticia con respecto al cambio climático, por el daño que se le ha hecho y se le sigue haciendo al medioambiente) resultó ser la respuesta más adaptativa, convirtiéndose en un eje motivador de la toma de acción grupal (por sobre la individual). Además, se detectó que estas emociones no se asociaban a una disminución en el bienestar personal de quienes las experimentaron.
Sin embargo, la investigación y los medios han abordado las emociones ligadas a la actual crisis ambiental desde el individuo, utilizando un constructo clínico con connotaciones negativas (ansiedad) para nombrar a una experiencia natural, coherente con el contexto. En esta falta de precisión, además se omite la presencia de poblaciones vulnerables para las que la emergencia ambiental sí es un gatillante de problemas de salud mental . También en esos casos se requiere de un abordaje que contemple mucho más que el padecimiento individual. Debe establecerse una mirada integral por parte del sistema de salud —actor clave en la discusión sobre la emergencia climática— desde una perspectiva social de las condiciones sanitarias de la población. Asimismo es urgente que todos los sectores y disciplinas aborden el tema en un esfuerzo interdisciplinario.
Cuando el discurso se enfoca en cómo cada persona debe lidiar con su ecoansiedad, la conversación se pone al servicio del sistema que está destruyendo el planeta. Dejemos que las emociones jueguen un rol en el cambio. Llevamos décadas tratando de calmar nuestras emociones para poder seguir funcionado en este sistema enfermo que extrae y nos exige a la tierra y a las personas que estemos «sanos». Y que si no lo estamos, nos deshecha. Es justamente eso lo que hay que deshacer, no nuestras emociones, que son lo que nos va quedando de naturaleza.
[1] OJALA, Maria A. C. (2021). Anxiety, Worry, and Grief in a Time of Environmental and Climate Crisis: A Narrative Review. Annual Reviews.
[2] Samantha K.Stanley, T. L. (2021). From anger to action: Differential impacts of eco-anxiety, eco-depression, and eco-anger on climate action and wellbeing. The Journal of Climate Change and Health.