El Chile profundo de Patricio Manns
01.10.2021
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01.10.2021
El cantautor y escritor fallecido el pasado sábado forjó sus oficios recorriendo Chile, y es lo que plasmó en canciones, novelas y poemas. A una serie de personajes y lugares los chilenos los conocemos y entendemos mejor gracias a su obra.
Patricio Manns (1937-2021) tenía 27 años cuando compuso y grabó “Arriba en la cordillera”. La historia de esa canción la contó muchas veces: surgió una noche, durante tres horas que acompañó con un vino; como respuesta a la petición urgente del productor Camilo Fernández para grabar un disco-single en su sello, Demon. Manns tuvo en la mañana la canción que grabó esa misma tarde en los estudios de la RCA-Victor en el centro de Santiago, acompañado por integrantes de los conjuntos Los Cuatro Cuartos y Las Cuatro Brujas.
“Arriba en la cordillera” no era su primera canción, pero en su cronología como autor figuraba, según él, en el lugar sexto, tal vez séptimo, porque su oficio de compositor lo había iniciado muy poco antes. El comienzo había sido específicamente en 1956, cuando vivía en Concepción y compuso “Bandido”, una canción en la que un triste forajido habla una noche con su compadre, y antes de partir al incierto destino de la sierra le pide que al amanecer («al albita», le dice) vaya al pueblo a decirle a su mujer que mejor lo olvide.
Como “Bandido”, “Arriba en la cordillera” también es la historia de un ladrón. Manns se inspiró en lo que escuchó junto a un primo al que visitó en su pueblo natal, Nacimiento. Le contó una vez al diario La Tribuna que, envalentonados por el alcohol, ambos jóvenes quisieron entonces quemar el aserradero de un pariente con el que estaban enemistados, y que aunque no perpetraron el delito, la policía fue tras ellos. Montados a caballo, los primos arrancaron entonces a los cerros por unas semanas, y allí fue donde conocieron a una comunidad de arrieros que se dedicaba a robar ganado del lado argentino para venderlo en Los Ángeles y en Mulchén. Uno de ellos le contó la historia de su padre, al que habían matado a disparos los gendarmes argentinos.
Lo que en esos años se entendía por folclor chileno era la llamada «música típica» —muy estudiada por la academia en el último par de décadas—, que sonaba en radios, se grababa en discos y por muchos años ofreció una suerte de identidad nacional. La musicóloga Tania Da Costa la describe como música que rendía «culto a los grandes propietarios de tierras de la zona central de Chile, y que se evidenció también en la literatura y la pintura». Eran sobre todo cuecas y tonadas que hablaban en esencia del paisaje, de historias de amor y de las virtudes de la vida en el campo.
Desde los años 40, sin embargo, algunos investigadores académicos y folcloristas decidieron salir a recoger canciones a los campos, y el dominio de la música típica fue paulatinamente desplazado. Con Violeta Parra como figura central, comenzaron también a aparecer canciones nuevas. «Ya está añejo el cantar a los arroyitos y florcitas ―dijo ella en 1961―. Hoy la vida es más dura y el sufrimiento del pueblo no puede quedar desatendido por el artista».
Aparecieron así otros ritmos y personajes, y las canciones ya no se trataron solo de huasos, sino que también de pescadores o de mineros. En 1962 se grabó la canción que tal vez por primera vez habló en Chile de un arriero cordillerano: “Noche oscura”, de Raúl de Ramón, retrata a unos arrieros en la oscuridad y soledad de la montaña, aunque sin profundizar mucho más: «Compaire, ¿pa’ donde vamos en la noche tan cerrá’? / Cállese no más la boca, y no me pregunte ná’ / Camine no más tranquilo, que lo pide su animal / La noche hay que caminarla / pa’ ver si tiene final». El mismo Raúl de Ramón compuso dos años después “El amor del arriero”, que grabaron Pedro Messone y luego Los Quincheros.
Pero “Arriba en la cordillera” no solo hablaba de un arriero. Además estaba en ritmo de huapango, que no es un género musical chileno, sino que mexicano. Y, sobre todo, contenía una historia de conflicto social, que convertía en héroe a un personaje que, en rigor, era un delincuente: tal como Manns había hecho en “Bandido” y volvería a hacerlo muchas veces en su historia musical. «Patricio Manns se muestra como un gran narrador que sabe hacer historias sencillas y de personajes marginados, relatos que atraen la atención de un público joven, con atisbos de rebeldía y sentimientos de solidaridad respecto de los derrotados, perseguidos e incomprendidos», destaca Historia Social de la Música Popular en Chile (1950-1970).
Manns lo dijo muchas veces: conoció el pavimento cuando era adolescente. De niño, vivió en varias ciudades al sur de Chile, y escuchando radio aprendió lecciones de música mexicana que luego plasmó en “Arriba en la cordillera”. Nunca terminó el colegio. A los 16 se fue de la casa familiar, y al año siguiente trabajaba de minero en Lota. Fue nombrado capataz, y se convirtió en periodista de la radio Simón Bolívar. Luego se integró como redactor al diario La Patria, de Concepción. Escribió “Bandido” inspirado en las propias historias que había conocido hasta entonces.
En 1963 se fue a Santiago, donde Isabel y Ángel Parra lo invitaron a integrarse a la naciente Peña de los Parra, que poco después (junio de 1965) iba a abrir sus puertas. Allí Manns cantaba todas las noches junto a los hermanos Parra, el también cantautor Rolando Alarcón y, poco después, Víctor Jara.
Muchas cosas cambiaron con “Arriba en la cordillera”. La canción fue un éxito de ventas, sonó en radios y se volvió popular en un Chile que poco sabía de este tipo de personajes. Al año siguiente, el single encabezó el primer LP de Manns, De mar a cordillera, que él definió en la carátula como «un libro cantado», y donde así explica el origen de esas primeras canciones: «Quise usar las canciones para contar. No en vano anduve a pie por Chile con los ojos abiertos. Así se ven innumerables cosas».
Su impresionante lucidez intelectual y talento musical le permitieron ver muchas otras cosas de ahí en adelante. Las plasmó en canciones, y también en novelas y artículos periodísticos. Habló allí del continente, de próceres de la historia de Chile, del exilio (el suyo y el de otros), del amor y de los sueños. Subvertió las formas verbales y las reglas armónicas. Hizo baladas, himnos, boleros… El camino fue monumental y el punto de partida es el Chile profundo, donde se forjó. Por eso sus canciones tienen tanto sentido para los chilenos. Y por eso Manns es tan importante para Chile.