Cuatro posibles razones de la imprecisión de las encuestas electorales
26.07.2021
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26.07.2021
El triunfo de Sebastián Sichel y Gabriel Boric en las elecciones primarias corroboró que los instrumentos de medición de opinión pública perdieron su brújula. El autor de esta columna de opinión expone cuatro puntos que podrían explicar por qué cada vez es más difícil medir acertadamente la intención de voto de los ciudadanos: el sufragio voluntario, la falta de representatividad de los grupos encuestados, la imposibilidad de medir la intención de voto a 15 días de las elecciones y la participación del segmento electoral más joven, que se caracteriza -entre otras cosas- por ser reacio a participar de los ejercicios de medición.
El resultado de las elecciones primarias ha traído de vuelta la discusión sobre la calidad y la precisión de los estudios de opinión pública que miden la intención de voto de los ciudadanos. Durante meses las encuestas nos dijeron que los dos grandes favoritos eran Daniel Jadue y Joaquín Lavín en sus respectivas primarias, y el día de la elección vimos cómo llegaban en segundo lugar y a larga distancia de los ganadores.
La discusión sobre la precisión de las encuestas tomó fuerza con la aprobación de la inscripción automática y el voto voluntario. Hasta ese momento, el electorado se había mantenido con pocos cambios, y era relativamente fácil separar a quienes concurrirían a votar (los inscritos en los registros electorales) del resto. Sin embargo, el nuevo escenario introdujo una figura habitual en otros países con voto voluntario: el cálculo del votante probable, que básicamente consiste en una batería de preguntas que nos permite estimar quiénes irán efectivamente a votar entre todos aquellos que manifiestan una preferencia electoral.
En países como Francia o México, algunas empresas de encuestas han obtenido muy buenos resultados siguiendo este método. Pero en Chile ha sido un problema imposible de solucionar para los encuestadores. Estudios que antes nos asombraban con su precisión han errado consistentemente. La experiencia comparada nos dice que, en la medida en que acumulemos más elecciones con voto voluntario, podremos ir encontrando un modelo de votante probable más preciso. Pero eso aún no ocurre en Chile.
Otro problema que explica los deficientes resultados tiene carácter metodológico. Por razones económicas, y en el último tiempo sanitarias (la pandemia hace difícil la aplicación de encuesta cara a cara), han proliferado estudios telefónicos y online que no son de carácter probabilístico. Para que una encuesta se pueda extrapolar a todos los electores es vital que sea probabilística, es decir, que todos los miembros del universo de votantes tengan una probabilidad conocida de ser seleccionado para contestar el estudio. Hoy se están usando paneles (grupos formados por personas con predisposición a contestar encuestas) que desconocemos la forma en que se conformaron y qué sesgos pueden tener, y habitualmente tienen bajas tasas de respuesta.
Suponemos que muchos de esos paneles se han formado comprando bases de datos en el mercado que se van acumulando a través del tiempo. En otros casos, se ofrece a las personas participar a cambio de un incentivo. El asunto es que desconocemos la representatividad que tienen ambos escenarios, aunque hay ocasiones en que sus integrantes se escogen aleatoriamente (estos son más bien la excepción que la regla).
La dinámica de la campaña, y los errores de candidatos que parecían favoritos, no hace para nada descartable la hipótesis de que durante las últimas dos semanas algunos votantes cambiaron su intención de voto o tomaron la decisión de acudir a sufragar
Hay un tercer factor que también complota contra la precisión de las encuestas: la ley que, desde hace algunos años, prohíbe la publicación de sondeos electorales 15 días previos a la elección. De acuerdo con los resultados de la encuesta del Comparative National Elections Project (CNEP) 2017, aplicado en Chile por Periodismo UDP y Feedback, el 33,4% de los votantes tomó su decisión de voto en las últimas semanas de la campaña y el 13,1% lo hizo en la última semana. Ante esta liquidez del electorado, conseguir resultados precisos se torna bastante más complejo si los encuestadores no pueden medir la última parte de la campaña. En las recientes primarias chilenas, esos últimos 15 días coincidieron con parte de la franja electoral y con los debates organizados por Anatel, que fueron los que alcanzaron mayor audiencia.
La dinámica de la campaña, y los errores de candidatos que parecían favoritos, no hace para nada descartable la hipótesis de que durante las últimas dos semanas algunos votantes cambiaron su intención de voto o tomaron la decisión de acudir a sufragar.
Un cuarto elemento que podría explicar esta situación tiene que ver con que, posiblemente, estamos ante un cambio en la composición etaria de los votantes. Esto, al menos, si consideramos los resultados del plebiscito constitucional de 2020. En esa elección, la participación del segmento entre 18 y 29 años fue de 56,1%, frente al 50,9% de participación general. Los jóvenes, en esos comicios, representaron el 24% de los votantes, la cifra más alta desde 1999, cuando llegaron al 14,67% del padrón.
Aún no está claro si este incremento en la votación de las personas entre 18 y 29 años se mantendrá en las futuras elecciones. Si este fenómeno sucede, será un nuevo problema para los encuestadores, ya que tendrán que empezar a decodificar a un electorado distinto, en circunstancias que los jóvenes son el segmento etario más difícil de capturar por las encuestas, entre otros motivos, porque es reacio a responder los cuestionarios cualquiera sea su formato. Además, en los estudios que entregan sus fichas técnicas observamos, habitualmente, que el porcentaje de jóvenes que responde está muy por debajo de su peso en la población. Y aunque eso se corrige ponderando los datos (es decir, multiplicando esos casos de encuestados jóvenes y dándoles el peso que les corresponde de acuerdo con la población), igualmente una muy baja respuesta de jóvenes afecta las estimaciones sobre el comportamiento de este grupo.
En otras palabras, las razones de las imprecisiones de los resultados de las encuestas son múltiples. Algunas no están en manos de los encuestadores y otras sí. Para mejorar estas últimas, lo más urgente es trabajar en la construcción de modelos de votante probable más robustos, y contar con marcos muestrales más confiables y transparentes.