CIPER / THE CONVERSATION
Feminismo: el peligro de convertir una lucha colectiva en objeto de lujo
09.06.2021
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CIPER / THE CONVERSATION
09.06.2021
«El feminismo está de moda y el capitalismo no va a dejar escapar ese nicho de mercado», advierte la autora. En este artículo para The Conversation, examina al «feminismo neoliberal» donde la frase «todos deberíamos ser feministas» termina estampada en una polera Dior de 400 mil pesos.
Este artículo fue publicado originalmente por The Conversation. Lea aquí el original.
Créditos imagen de portada: Escenografía del desfile Prêt-à-porter otoño-invierno 2020-2021 de Dior, obra del Colectivo Claire Fontaine. Dior.
En el desfile de Dior de 2020-21 las modelos desfilan entre eslóganes feministas luminosos. En la colección de 2018 de Prada vemos el rostro de Angela Davis en una camiseta de 500 euros. La filósofa feminista también aparece en una chaqueta de 1700 euros. M. Prada dijo haberse inspirado en el deseo de cambiar el mundo especialmente para las mujeres. Davis quería cambiar el mundo pero no de ese modo. La enemiga del capitalismo convertida en un objeto de lujo. La lucha convertida en merchandising. El feminismo está de moda y el capitalismo no va a dejar escapar ese nicho de mercado.
Esto empezó hace ya unos años. La charla de Ngozi Adichie “Todos deberíamos ser feministas” acabó estampada en una camiseta de Dior en 2017. La camiseta costaba 550 euros. El sentido de las frases acuñadas en la lucha feminista se diluye en los nuevos contextos perdiendo su significado original.
El feminismo neoliberal ha conseguido gran difusión en el panorama cultural. La presencia del feminismo en los medios hoy es incomparable con la que tuvo en cualquier otro momento. Esta presencia constante ha implicado un coste. En los medios, el vocabulario tradicional feminista basado en términos como derecho, autonomía, justicia social y liberación ha perdido fuerza. Estos términos han sido suplantados por otros como felicidad, equilibrio o apoyo (Banet-Weiser, Gill & Rottenberg).
Las connotaciones son diferentes. También son distintos los problemas a los que se apunta. Se prima la circulación sin fin de los mensajes, pero de unos mensajes cada vez más vacíos de contenido. Debemos sospechar que si esta versión aguada es la más presente en los medios, a alguien le debe interesar.
Junto al feminismo neoliberal se desarrolla un feminismo popular. Este comparte los mismos valores y le interesa, sobre todo, qué dicen las celebridades. La frase de Adichie aparece también en la canción Flawless de Beyoncé. El feminismo se vuelve chic y pasa a ser bien visto. Hay que ser feminista como Beyoncé.
Ya Adrienne Rich denunció en los ochenta el paso del mensaje “lo personal es político” de los sesenta, a “lo personal por lo personal mismo”. Esto desembocó en “lo personal es bueno”. Nos replegamos en lo individual y olvidamos lo colectivo. En el feminismo neoliberal el sujeto feminista acepta la plena responsabilidad de su bienestar y autocuidado. Este se basa en lograr un equilibrio feliz entre trabajo y familia. Para ello hay que saber calcular costes y beneficios. Si no conseguimos ese feliz equilibrio algo hemos hecho mal.
Los mensajes de autocuidado aparecen cada vez más como propuestas feministas. Las cremas faciales parecen ser muy feministas. Recordemos a Audre Lorde:
“Cuidarme no es autocomplacencia, es autoconservación, y eso es un acto de guerra política”.
Cuidarse para Lorde significa encontrar maneras de vivir en un mundo que dificulta tu existencia. Significaba luchar contra la obesidad, las enfermedades cardíacas o la diabetes. Estas enfermedades estaban matando a muchas mujeres negras que no tenían tiempo para ir al médico. Lorde les recuerda que para poder cuidar a los otros primero tienen que cuidarse ellas. La interpretación sesgada de esta cita la reduce a la búsqueda de una felicidad personal superficial. De nuevo una cita sacada de contexto.
La revolución feminista se pone ahora al servicio de que una mujer de forma individual triunfe. El objetivo es que algunas mujeres alcancen la cumbre. Se renuncia a cuestionar la estructura de poder establecida (Rottenberg 2014). Lejos queda la visión de Sara Ahmed): “Feminismo: cómo nos levantamos unas a otras”.
El feminismo neoliberal no permite analizar las estructuras de dominación. En 2016, Rosalind Gill denuncia el triunfo del mensaje “yo puedo”. Esto conduce a un repliegue hacia lo individual obviando la lucha colectiva.
El individualismo y el énfasis en lo personal priman en este feminismo de mujeres exitosas. Si Sheryl Sandberg o Ivanka Trump pueden, todas podemos. Al pensar desde una perspectiva individual se obvian las causas sociales. Somos nosotras las únicas responsables de nuestro bienestar. De forma errónea las estructuras socioeconómicas y culturales que dan forma a nuestras vidas son ignoradas (Banet-Weiser, Gill & Rottenberg 2020).
Me gustaría relacionar esto con la crítica que Gloria Steinem hizo de la serie Mrs. America. La serie hace pensar que son las mujeres con sus luchas las que deciden todo. Parece que la Enmienda de la Igualdad de Derechos no se aprueba por la posición contraria de Mrs. Schafly. Todo dependió de la lucha entre unas mujeres incapaces de ponerse de acuerdo. Sin embargo, según Gloria Steinem, los auténticos poderes fueron las empresas aseguradoras. De haberse aprobado la enmienda estas habrían perdido mucho dinero. No tener presente su peso en la lucha es una ingenuidad. Nada de esto aparece en la serie.
El feminismo neoliberal hace una defensa del feminismo que, en cierto modo, conduce a su desmantelamiento. Estas cuestiones son analizadas muy bien por María Ávila Bravo-Villasante en La máquina reaccionaria. La lucha declarada a los feminismos.
El feminismo como estilo de vida se acomoda con la noción de que podía haber tantas versiones de feminismo como mujeres. Cada una elige como quiere que sea su feminismo. Este pensamiento ha socavado la política feminista. Se diluye la sororidad politizada, que es un elemento fundamental.
El feminismo neoliberal es el de las mujeres exitosas que lo tienen todo. Mujeres que presumen de su fortuna sin mirar cómo viven otras mujeres. Frente a este enfoque me gustaría reivindicar a la feminista aguafiestas Sara Ahmed, que se pregunta cómo vivir mejor en un mundo desigual, cómo apoyar más a las personas que reciben menos apoyos. Se trata de luchar para crear relaciones más equitativas en nuestros entornos.
Es importante mirar lo que hacemos y no tanto lo que decimos. Beyoncé, además de emplear el discurso de Ngozi como letra para sus canciones, lanzó una línea de ropa deportiva. El objetivo de estas prendas era darles fuerza e inspiración a las mujeres. En 2016 se denunció que estas prendas deportivas se hacían en fábricas de Sri Lanka. Las mujeres cobraban medio dólar cada hora. La línea deportiva de Beyoncé no apoya a las mujeres que cosen en talleres clandestinos. En 2020 Beyoncé lanzó su segunda colaboración con Adidas. Por ahora no sabemos dónde se cosen.
No podemos permitir que las marcas se apoderen de nuestros lemas. Hay que proteger al feminismo de corrientes de pensamiento que hacen un uso espurio de las teorías feministas. Es importante que las nuevas generaciones conozcan la genealogía del feminismo. De ese modo sabrán que la lucha feminista no se reduce a eslóganes o a libros de autoayuda para triunfar. Hacerse feminista es enfrentarse al mundo en una lucha colectiva. El feminismo debe hoy, como siempre, ser una teoría crítica del poder que denuncie las inequidades de nuestra sociedad y luche por abolirlas.