CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
Un momento de decisión en Chile
14.05.2021
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CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
14.05.2021
La columna rescata las palabras de Manuel Rengifo quien, luego de la arbitraria violencia del régimen portaliano, enumera las condiciones para una nueva etapa: conciliar, reparar, guiar la república con equidad y con arreglo a la ley. “Aún en medio de las situaciones sociales y políticas comprometidas, siempre hay voces que interpretan la que podríamos llamar ‘vocación republicana’”, escribe el autor.
En 1841, después de años de agitación y violencia, el país concurrió a las urnas para elegir a las nuevas autoridades de la república y con ellas la política que orientaría la acción gubernamental. El decenio que terminaba (bajo el gobierno de Joaquín Prieto y su ministro Diego Portales) había estado marcado por el autoritarismo de un régimen que dividió y enervó el ambiente político-social. Sólo el terremoto de febrero de 1835 y la guerra contra la confederación Perú-boliviana impusieron una tregua en favor de la unidad y la convivencia nacional.
Reflejo de la nueva actitud general fue el acuerdo en virtud del cual, luego de la elección de 1841, los partidos que participaron en la contienda se comprometieron a cooperar con la administración de Manuel Bulnes y la política que adoptaría. Entonces, y luego de escaramuzas promovidas por sectores radicales de los partidos en que se había dividido la sociedad a fines de la década de 1820, la opinión pública, que no por circunscrita dejaba de reflejar el sentir de la comunidad, ya había optado por la senda de la tranquilidad pública, la unidad y las medidas de reconciliación.
Las bases del acuerdo entre conservadores y liberales estipularon que el régimen que asumiría otorgaría una amnistía general a los perseguidos por el gobierno anterior, pondría término a los procesos, las confinaciones y destierros, y reincorporaría en el ejército a los militares dados de baja después del triunfo conservador en 1830. Un acuerdo sancionado y aplaudido con entusiasmo, entre otras razones porque quienes lo suscribieron declararon que “se había realizado la unión de los chilenos y la extinción de los antiguos odios”.
Esta nueva orientación, muy diferente de la seguida en el decenio 1831-1841, fue explicitada con absoluta claridad por un político que habiendo participado del gobierno de Prieto hasta 1835, se había separado de este por sus discrepancias con la política arbitraria y represiva impuesta por el ministro Diego Portales, asesinado en 1837.
Sus palabras y propósitos, representativos del sentir popular entonces, resultan hoy un antecedente histórico que demuestra que aun en medio de las situaciones sociales y políticas más comprometidas para la convivencia, en momentos de decisión, siempre hay voces que interpretan la que podríamos llamar “vocación republicana” de nuestra sociedad, la que por cierto no siempre se expresa con claridad y menos está garantizada como un elemento esencial de nuestra comunidad.
Los conceptos de Rengifo en 1841 deben entenderse como una reacción a la situación del país durante la década de 1830 marcada, hasta por los menos 1837, por el “rigor sistemático” del omnipotente ministro Portales, algunas de cuyas medidas han sido calificadas de “monstruosas, temerarias y crueles” por estudiosos de esa administración como Ramón Sotomayor Valdés. Una conclusión avalada por los testimonios de la época, como el que expresó el magistrado que actuó como auditor de guerra en la causa de quienes conspiraron contra la autoridad: “Portales tenía en su mano la suerte o desgracia de toda la república, podía disponer de ella a su antojo, sin la menor contradicción… ¿Y no le parece a usted muy triste, muy precaria, muy miserable la felicidad de un Estado que penda sólo de la voluntad de un hombre?”, le escribió el juez José Antonio Álvarez a Manuel Montt. Agregando, a la vez que reflejando elocuentemente el sentimiento que la muerte del estadista había provocado: “Como hombre, se me partió el alma al ver el cadáver de Portales; derramé sobre él lágrimas muy sinceras…, pero como chileno, bendigo la mano de la Providencia que nos libró en un solo día de traidores infames y de un ministro que amenazaba nuestras libertades”.
Alejado de las labores de gobierno desde 1835, y tal vez por ello respetado por los liberales, Manuel Rengifo no sólo participó en el acuerdo entre las fuerzas políticas, además, una vez electo Bulnes fue llamado por éste a formar parte de su gabinete como ministro de Hacienda. En la carta que el futuro presidente le dirigió el 7 de septiembre de 1841 con la invitación, le aseguró que su ingreso en el nuevo gobierno sería una especie de “desagravio (si se necesitara) de lo ocurrido en otro tiempo”, cuando Rengifo debió salir del gobierno por su rechazo a la política represiva de Portales. De esta manera, Bulnes mostraba las motivaciones que lo animaban, pero también la consciencia respecto a la política que demandaban los tiempos que se iniciaban con la década de 1840.
La respuesta de Manuel Rengifo, contra lo que pudiera creerse, demoró unos días, y aunque afirmativa estaba sujeta a algunas condiciones que el hombre público consideró de importancia dar a conocer como “un deber de conciencia” y que consideró sus “principios políticos”. En la carta fechada el 14 de septiembre Rengifo hizo saber a Bulnes que había “un punto de grave importancia”, sobre el cual era necesario ponerse de acuerdo “antes de contraer recíprocos compromisos”, advirtiendo así al gobernante sobre la trascendencia de lo que expondría a continuación.
Entonces inició su análisis político de la situación del país aludiendo al Chile de la década de 1830 afirmando “que desde el principio de la revolución hasta nuestros días”, es decir, desde que los conservadores accedieron al poder, “jamás ha habido un periodo de orden, de calma y de esperanzas como el que actualmente disfrutamos”. Ofreciendo un categórico juicio sobre lo que había sido la administración que, fundada en el autoritarismo de Portales, había pretendido justificarse en la necesidad de ofrecer paz y tranquilidad social.
Según Rengifo, por una “feliz combinación de circunstancias los partidos en que antes se dividía el país han depuesto su animosidad recíproca”, de tal modo que todos esperaban de Bulnes y la nueva administración “seguridad y protección”, palabras que también reflejan los principales anhelos de la comunidad, los que no habían sido satisfechos en el periodo que ya llegaba a su fin. Agudo y atento a la realidad nacional aseguró al nuevo mandatario que, sin embargo, “alucinaría mucho el que creyese consolidada la obra de la unión, y extinguidas de raíz las viejas antipatías”, pues sólo al nuevo gobierno aseguró “está reservada la misión de realizar esa halagüeña perspectiva y desempeñando tan noble destino cumplirá una de sus primera obligaciones”.
Entre las medidas indispensables de aplicar, Rengifo mencionó la de “atraer a los que fueron enemigos de la administración que expira; emplear a los hombres de mérito que entre ellos haya; conceder una general amnistía a los que por delitos políticos viven en el destierro; y rehabilitar a los oficiales que aun quedan fuera del servicio militar de los que se dieron de baja en 1830”. Todas estas decisiones, Rengifo las consideró indispensables y a su juicio debían constituir un “acto espontáneo del gobierno para que produzcan pleno efecto”, argumentando que “si después las arranca el influjo o la importunidad, si se dictan con repugnancia, cediendo al ruego, o bajo condiciones que humillen a los agraciados, mejor sería negarlo todo, y preferir un sistema de persecución contra el partido liberal, pues así conservará a lo menos algunos amigos la nueva administración, y obrando a medias seguramente los perdería a todos”.
Explicando las razones que justificaban la política que proponía, señalando los beneficios que de esta derivarían para el gobierno, como el contar con la adhesión popular, Rengifo volvió a contrastar el “sistema conciliatorio que recomiendo”, con el “que ha prevalecido en el régimen precedente”, señalando “la esencial diferencia que hay entre la época pasada y la venidera; entre el gobierno que acaba y el que va a principiar”. Justificando sus dichos, comparando las circunstancias de cada época, mostrando realismo político, aseguró a Bulnes que “quien no perciba la diferencia que hay entre 1830 y 1841 y crea que lo que fue entonces necesario es ahora conveniente, da en esto una prueba obstinada de ceguedad, o de consultar más a sus pasiones que a su juicio”. Insistiendo entonces en que la nueva administración debía tomar el camino de regir la república con equidad y con arreglo a la ley, puso fin a una misiva, un verdadero programa, que mostraba el criterio y sentido político de un hombre que supo advertir el signo de los tiempos e interpretarlos, optando y haciendo optar al gobernante por una política de unidad nacional que la historia muestra no sólo fue apreciada en su época, además, hizo posible años de positivo desenvolvimiento y de paz sólo quebrantados en la década de 1850.
El caso expuesto muestra que, en un momento de definición sobre el futuro del país, en el que las visiones contrapuestas permanecían luego de una década de violencia, los sectores involucrados fueron capaces de deponer sus pretensiones, reparar agravios y buscar acuerdos en beneficio de la tranquilidad y el desenvolvimiento nacional. Entonces, como en otros momentos, las posturas extremas persistían en socavar las opciones que como las de Rengifo, y luego la administración de Manuel Bulnes, buscaban la unidad, el imperio de la ley y la paz social como base del desenvolvimiento nacional.
Sin embargo, la opinión nacional que tenía la oportunidad de expresarse se manifestó y apoyó la nueva orientación, ratificando lo que sus líderes interpretaron era un anhelo no sólo mayoritario, sino también muy sentido luego de años de intranquilidad, incertidumbre y violencia. En un momento de decisión, como el experimentado en 1841, hubo personalidades que supieron encauzar las pretensiones de cambio presentes en la sociedad, postergando las opciones radicales, ofreciendo posturas que garantizaban una evolución real, beneficiosa para la mayor parte de la sociedad, un requisito esencial de la pretendida vocación republicana nacional que hoy estamos llamados a ratificar.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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