ENTREVISTA A MARIO GARCÉS, HISTORIADOR Y PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE SANTIAGO
¿Cómo llega el movimiento social a la elección más importante de los últimos años?
14.05.2021
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ENTREVISTA A MARIO GARCÉS, HISTORIADOR Y PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE SANTIAGO
14.05.2021
Desde antes del estallido social el historiador Mario Garcés se está reuniendo con dirigentes y activistas para entender el malestar del movimiento social con la clase política y el Estado. En esta entrevista analiza cómo lo afectó la pandemia y por qué no tiene un liderazgo claro. A la derecha, clásica antagonista del movimiento, Garcés la ve llegar muy complicada a estas elecciones. Entre otras cosas porque la pandemia mostró que lo que se presentaba como el gran logro neoliberal chileno, -una clase media emprendedora y emergente-, era una ilusión.
Mario Garcés es historiador, profesor de la Universidad de Santiago, y director de la ONG ECO, Educación y Comunicaciones. Su foco es la investigación del movimiento social popular[1] y desde 2017 ha realizado encuentros con dirigentes, militantes y activistas de movimientos sociales, buscando entender el malestar que existe con la clase política y el Estado en general. En esos encuentros identificó tres grupos clave: el feminismo, los mapuche y los ambientalistas. El año pasado, apenas comenzada la pandemia, invitó desde ECO a dirigentes de asambleas territoriales de Santiago, profesores universitarios y personas de provincia, todos de izquierda o alguna vez cercanos a esa ideología, para seguir el pulso al movimiento popular en relación a la Convención Constituyente y la contingencia. Fueron 20 sesiones, entre abril de 2020 y enero de 2021, con una participación de 12 a 25 personas por encuentro. Cuatro temas centrales recorrieron estas reuniones: el estallido de 2018, el proceso constituyente, la pandemia y el shock económico y sanitario que la siguió. En esta entrevista Garcés reflexiona sobre esos encuentros y aborda la situación del movimiento social hoy, a dos años del estallido y a un día de las elecciones más importantes de las últimas décadas.
– ¿Cuál es la situación actual del movimiento social?
-Primero hay que decir que no hay un movimiento social, sino una diversidad. Ese es un dato que para mí tiene cada vez más peso. Segundo, no es claro que en esa diversidad, donde están las mujeres, los mapuche, los estudiantes, los trabajadores, distintos sujetos sociales, haya una dirección. Hay algunos que tienen más desarrollo que otros. Claramente, por ejemplo, el movimiento de mujeres es el que mayor desarrollo político tiene. Eso a uno lo puede hacer pensar “bueno, entonces a lo mejor las mujeres deberían ser las que encarnen la unidad del movimiento social”. Pero no, no alcanza, no está esa voluntad.
-Al inicio del estallido se pensó que Unidad Social podía jugar un rol relevante. ¿Qué paso con esa organización?
-En Unidad Social se convocaron las mayores fuerzas sindicales que son muy tradicionales y por lo tanto expresan relaciones más conservadoras con los partidos. Por otro lado, tienen poca capacidad de seguimiento de un movimiento que es más diverso, con fuerte componente juvenil. Entonces parten bien pero se debilitan en el camino, no son capaces de generar liderazgos efectivos, reconocidos, legítimos.
-Antes de la pandemia, usted planteaba que el proceso constituyente se había transformado en el espacio que iba a encausar el estallido ¿Todavía lo cree así?
-Efectivamente, fue un logro del movimiento social el que la clase política cediera a un cambio constitucional. Pero al mismo tiempo, hubo un intento de control. Eso fue el acuerdo del 15 de noviembre de 2019: “perfecto, tendrán convención pero nosotros definimos los términos de ésta”. Eso generó, desde la partida, un proceso constituyente azaroso, complejo, con tensión y divisiones. Todas las asambleas estuvieron tensionadas entre rechazar el acuerdo o hacerse parte. En muchos casos la opción fue no tomar posición, o sea libertad de acción.
¿Por qué la papeleta electoral es una sábana en muchos distritos? Garcés cree que entre las clases medias ilustradas -profesionales educados en escuelas o liceos fiscales, hijos/as de trabajadores del sector público- 'caló hondo la convocatoria de la constituyente'
– ¿Cuánto ha afectado la pandemia al movimiento social?
-Todas las asambleas decayeron. Las primeras semanas de marzo del año pasado hubo un shock de no saber qué significaba esto. Después, claro, se busca reconectarse con el Zoom, pero no tiene la misma efectividad que las reuniones cara a cara y en la calle. La calle es muy relevante para los movimientos porque opera como espejo. Y tiene efectos sinérgicos: ahí nos vemos y vemos el impacto y la diversidad. Recuerdo cuando estaba funcionando la plaza de la Dignidad los viernes, uno veía como estructura popular ofrecía todos los servicios. Estaba la zona de más confrontación, la zona de espectáculos, la zona del parque forestal que era el área de servicios y comida digamos. Podías encontrar pizzas preparadas al momento, cervezas de distinto tipo, y gente que te ofrecía “lleve una pañoleta y un poquito de agua con bicarbonato”. Yo fui 2 o 3 veces y a la cuarta me compré una bandera mapuche. En fin, la plaza fue una cosa importante, pero en un momento se acaba.
– ¿Ahora el movimiento social está paralizado?
-Alberto Melucci, sociólogo italiano, hace una distinción entre momentos de latencia y de visibilidad de los movimientos sociales. Y diría que lo que produce la pandemia es un efecto de latencia, más que de paralización o disolución. El movimiento está debilitado, pero opera con sus propias redes, sus propias formas y conversaciones, que no son tan visibles, pero existen. En Pudahuel hay asambleas; en Concepción hay una asamblea que ha convocado a distintos grupos; en Valparaíso también hay redes propias.
– ¿Usted cree que van a ir a votar este fin de semana?
– La pandemia modificó todo el cuadro social y político. El movimiento social se debilitó, mientras el Estado comenzó a recuperar el control. Además las pandemias juegan en contra, en general, de todos los procesos participativos por el temor al contagio. El otro tema es la represión, que es un dato permanente en Chile, incluso en las revoluciones. Entonces existe ese doble temor. Pese a todo eso creo que la gente va a salir a votar.
Mario Garcés cree que la derecha enfrentará una elección compleja este fin de semana, entre otras cosas porque la fantasía de pertenecer a la clase media se derrumbó para muchas familias chilenas. La última señal de ese proceso ocurrió según el investigador a comienzos de abril, cuando el gobierno abrió la fallida postulación al “bono clase media” y varios miles no pudieron demostrar que habían recibido ingresos estables durante los dos últimos años; ingresos por un monto promedio mensual entre los 300 mil y los dos millones de pesos. Garcés cree que ese día se terminó de demostrar que “el gran logro neoliberal chileno, una clase media que sostenía el modelo, emprendedora, emergente” era una ilusión. Entonces se asomó la verdadera clase media: un grupo pequeño y adelgazado tras dos años de crisis social y sanitaria.
Antes, en enero de este año, Garcés observó otro fenómeno en comunas como Ñuñoa, Estación Central, Santiago Centro, o capitales regionales, habitadas por grupos que se identifican con lo que podría llamarse una clase media ilustrada: profesionales educados en escuelas o liceos fiscales, hijos/as de trabajadores del sector público quienes, por distintas razones, se entusiasmaron con la idea de asumir una candidatura constituyente. Entre esos grupos, en el marco de la presente elección, florecieron candidaturas independientes como el asomo de una nueva generación que se decide a disputar el poder “a los mismos de siempre”. “Me parece que es en ese campo, el de las clases medias ilustradas, donde más caló la convocatoria de la constituyente. Muchas personas decidieron ‘yo quiero ser constituyente, yo estoy en condiciones”, reflexiona Garcés, y fue así como el voto se transformó en algunos distritos “en una sábana”.
Este proceso también le hace pensar que la derecha puede enfrentar esta elección en una posición más débil de la que se anunciaba cuando comenzó la carrera electoral, y se destacaba que el sector había logrado llegar unido al proceso, lo que podía favorecer su victoria, por las características de un sistema electoral que premia las listas más fuertes.
Según Garcés, con la discusión del último retiro del 10%, que terminó con un fallo del Tribunal Constitucional dando luz verde al tercer retiro, el gobierno se encerró en una soledad que terminó por sincerar las divisiones que existen en la derecha. Una crisis inédita, dice el historiador:
-En la historia de Chile, la derecha ha tenido capítulos de debilitamiento. El mayor de todos fue en 1965, cuando los liberales y conservadores desaparecieron. Pero ahora es distinto. El estallido provocó una fisura entre el sector más tradicional, la derecha pinochetista por decirlo de alguna manera, y otra derecha que es tipo Lavín, que admite que el contenido social puede darles más legitimidad. Por lo tanto tenemos una derecha que está buscando alternativas, que ya no puede reproducir una defensa irrestricta a las AFP. Eso murió hace ya varios meses, con el primer retiro. Entonces, lo que parecía imposible, ocurrió. Y ya no es la derecha que conocimos en los últimos 30, 40 años; es una derecha que está cruzada por tensiones internas, y que pierde apoyo ciudadano e incluso pierde apoyo en los medios de comunicación. Por esto, creo que puede haber menos votos para la derecha pero además puede haber una diversidad de representantes, especialmente en las provincias, que consigan mayor lealtad que la derecha o la izquierda.
A diferencia de analistas de izquierda más tradicionales, que ven que todo era predecible, que todo estaba en desarrollo, yo digo que no. Los movimientos sociales no son predecibles, tampoco las crisis
– ¿Pero cómo es la relación del ciudadano de a pie con esos movimientos? Porque está la lista de los movimientos sociales, la lista del pueblo, pero además de la lista del pueblo está la gente del pueblo que desconfía de cualquier tipo de organización…
-Sí, es complejo, porque estos movimientos tienen diversos grados de organicidad. Es decir, incluso en los más organizados, los de mujeres, conviven varias tendencias, varios grupos. Pero al mismo tiempo hay que recordar que para el estallido de octubre fue mucha la gente que salió a la calle. El 25 de octubre un millón y medio de personas marcharon por Santiago; en Concepción se produjeron manifestaciones muy grandes, sólo comparables con las manifestaciones de la Unidad Popular; lo mismo en Valparaíso, La Serena y Coquimbo. Eso es relevante y claro, la pandemia corta esos vínculos y reduce la presencia de los organizados, entonces hay que reconquistar a ese ciudadano de a pie, y eso toma tiempo, y por eso es que a mi juicio si se modifica el cuadro político, si se agudiza la crisis, probablemente ese ciudadano va a tender más a mirar lo que está ocurriendo. Yo, a diferencia de analistas de izquierda más tradicionales que ven que todo era predecible, todo estaba en desarrollo, yo digo que no. En historia, el cambio puede ser muy sorprendente y sobre todo los movimientos sociales no son predecibles, tampoco las crisis. Entonces efectivamente hay un mayor distanciamiento con la gente de a pie, pero va a depender cómo evoluciona la crisis política.
El estallido provocó una fisura entre el sector más tradicional, la derecha pinochetista por decirlo de alguna manera, y otra derecha que es tipo Lavín, que admite que el contenido social puede darles legitimidad
-Además está el sistema electoral, que premia los pactos grandes y organizados…
-Sí, pero aun jugando en contra, la crisis de la derecha es de tal profundidad que pudiera ocurrir que en la constituyente se imponga una lógica más progresista, con formas muy diversas.
– ¿Por ejemplo?
-Ha habido algunos contenidos que pareciera se han ido imponiendo. Si uno revisa las campañas, por ejemplo, casi todos los candidatos a la constituyente son feministas. Hay matices, por supuesto, pero en términos generales nadie discute estas demandas. Otro ejemplo es el tema del Estado plurinacional. Hasta Mario Desbordes se pronunció en favor de un Estado de este tipo. Hay consensos entonces en torno a ciertos temas en los que se ha ido corriendo la línea. Entonces cuando la convención esté debatiendo temas relativos a las mujeres, a los indígenas, a las AFP, es decir, temas sensibles que instaló el estallido, la sociedad no va a estar inerme, va a querer actuar.
-Pongámonos ahora en el escenario contrario: que la derecha gana y logra presidir la convención constituyente, ¿qué podría significar eso para el movimiento social?
-Lo veo muy difícil, pero si ello llega a ocurrir, será con un nivel muy bajo de legitimidad. Creo que el sistema no tiene las capacidades de los ‘90, pues el modelo está transformándose y habría que pensar en cómo asegurar por ejemplo un sistema previsional más justo, cómo terminar con el CAE. En ese sentido es muy importante que la convención alcance las formas más democráticas posibles. Porque si es democrática y es capaz de generar un diseño constitucional nuevo deberíamos estar alcanzando un logro impensado en la historia de Chile…La historia de Chile no tiene tradición de constituyente. La última asamblea constituyente fue en 1828, y todas las constituciones fueron políticas, impuestas por comisiones, por grupos de la elite, por acción militar. No tenemos tradición constituyente, entonces en ese sentido que se configure una Constitución que tenga un origen ciudadano es un logro de gran envergadura, un logro que tampoco resuelve los problemas políticos estructurales, porque éstos son mayores.
[1] Ha publicado libros como El despertar de la sociedad. Los movimientos sociales de América Latina y Chile (LOM, 2012), Pan, trabajo, justicia y libertad. Las luchas de los pobladores en Dictadura (1973-1990) (LOM, 2019), y recientemente, Estallido social y una nueva constitución para Chile (LOM, 2020)Y más recientemente La unidad popular y la revolución en Chile (LOM, 2021), un análisis acabado sobre el período.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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