CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
¿Historia o advertencia?
01.05.2021
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CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
01.05.2021
“Hoy las prácticas atrevidas, provocadoras, cuando no derechamente antidemocráticas se acrecientan”, describe la columna. Pero sugiere recelar de los discursos apocalípticos que anuncian un final violento como el único posible. “Hay un camino trazado, no asegurado, pero sí delineado, una senda por la democracia que nos permitirá ejercitar una de las principales cualidades de la ciudadanía: votar, elegir, actualizar la soberanía popular”, argumenta el autor.
En tiempos de incertidumbre para muchos, cuando lo que podría venir se concibe como una amenaza y algunos se transforman en profetas del apocalipsis, cuando parece debilitarse la confianza en lo que como comunidad seremos capaces de lograr, quizás conviene recordar, conocer y hacer objeto de nuestra reflexión lo que para las elites políticas, económicas y sociales ha sido fundamental desde los orígenes de la república. Así podremos explicarnos sus prevenciones ante el proceso que se desarrolla en la actualidad.
Es un antecedente tal vez lejano, pero no por ello menos significativo, sobre todo si se considera que más de una vez, la última en 1973, este argumento ha sido esgrimido por la elite para explicar, justificar y legitimar su conducta.
Me estoy refiriendo a las ideas vertidas en la “Memoria que el ministro de Estado en el Departamento de Hacienda presenta al Congreso Nacional. Año de 1834”, reproducida en el tomo XXII de las Sesiones de los Cuerpos Legislativos de la República de Chile: Un verdadero resumen de los peligros que algunos de los organizadores de la república identificaron como amenazas para su obra y el futuro de Chile.
El valor de esta fuente se acrecienta además por ser reflejo tal vez de una de las principales preocupaciones de la elite nacional a lo largo de la trayectoria republicana de Chile, como lo es la situación económica del país y, por lo tanto, también de sus intereses y patrimonio.
Para Rengifo el problema en la inestabilidad política entre 1823 y 1830 fue el vacío de poder de la época, pero también lo que interpretó como perversas ambiciones de quienes lo ejercieron
El secretario a cargo de las finanzas públicas, Manuel Rengifo -quien formaba parte del grupo conservador que, encabezado por Diego Portales, derrotó a los liberales en 1830- señaló en su primera cuenta pública las causas del que llamó “desorden del sistema de rentas”. En su exposición, el ministro identificó prácticamente uno por uno los temores que habían asolado a las elites nacionales en la década de 1820 y, enumerándolos respecto del pasado reciente, advirtió sobre el futuro del país.
Reconociendo que las angustias de la hacienda se hallaban en el “origen de la gloriosa revolución que dio al país nueva existencia”, es decir en la lucha por la independencia, y en los “errores y desaciertos a que nos indujo nuestra inexperiencia”, además del “orden inevitable de los sucesos”, Manuel Rengifo a continuación señaló otras causas. A través de estas proyectó los “miedos” de quienes habían llegado al poder, pero también distinguió los “males” que era preciso evitar, para lo cual era necesario aprovechar “los documentos saludables que suministra la historia”.
En su exposición advirtió que no sólo habían sido los requerimientos de las campañas de la Independencia los que habían provocado la miseria pública y privada que él estaba enfrentando como secretario de Hacienda, también, el hecho de que después de la victoria faltó cordura, “y entregados a nosotros mismos, aseguró, fuimos fácil presa de la inmoderada ambición de algunos jefes de partido, o el juguete de aquel frenesí democrático que se apodera de la multitud luego que quebranta el yugo y salva las barreras que la habían tenido por largo tiempo reprimida”. Condenaba así no sólo el caudillismo, también el abuso de la libertad que la independencia había hecho posible.
Censurando la inestabilidad política experimentada entre 1823 y 1830, la atribuyó a “la perversión de la moral pública que hizo que las revoluciones se repitiesen incesantemente”. Asegurando que entonces se había visto, “aunque sea sensible este recuerdo, conspirar por adquirir un empleo, y volver a conspirar para conservarlo”; mientras la dirección de las rentas afirmó, “corría igual suerte que el orden político de la república, sujeto a perpetuos vaivenes bajo gobiernos precarios y sin consistencia”. Para Rengifo el problema había sido el vacío de poder de la época, pero también lo que interpretó como perversas ambiciones de quienes lo ejercieron.
Precisando las razones de los males de la hacienda pública, el ministro de Estado aseguró que “debe enumerarse entre las primeras, la destrucción de las fortunas particulares”, reflejando así una de las principales preocupaciones de la elite gobernante; siendo otra “la insubsistencia del orden interior, turbado durante veinte años por frecuentes sacudimientos”.
Para el gobernante, como para quienes ocupaban el poder desde 1830, las revoluciones no sólo eran una “calamidad” que impedía “toda mejora en la condición social”. En su texto Rengifo argumentó que las revoluciones tuvieron también el efecto pernicioso de que “colocaron siempre en los empleos de hacienda a hombres nuevos y oscuros, sin otro mérito quizá, que el de haberse alistado bajo las banderas de una facción con la esperanza de obtener destino”. Palabras que pueden interpretarse como una censura del acceso a posiciones de poder de sujetos ajenos a la más rancia aristocracia, la que desde la Colonia había dirigido y dominado la sociedad chilena pero que fue desplazada del poder entre 1810 y 1830 por los militares e intelectuales. Provocando así el resentimiento de los acostumbrados a dominar y, sobre todo, a dirigir, como si fuera su prerrogativa exclusiva.
Representante de la aristocracia conservadora vencedora en 1830, Rengifo interpretó a su círculo social al denunciar a sus antecesores, en su opinión elevados al poder solo por las circunstancias de la época, censurándolos por “el abandono de sus más esenciales deberes, y los errores en que les hacía incurrir la ignorancia y la ansiedad criminal de adquirir fortuna”. Descalificando, en su afán por justificar el nuevo régimen de que era parte, a quienes habían no sólo contribuido a hacer triunfar el movimiento independentista, sino también comenzado a organizar la república.
Insistentemente se habla del 'peligro' para la institucionalidad republicana que estos discursos y actos suponen, pero la realidad no tiene un destino trágico predeterminado, como muchos creen respecto del Golpe de 1973
Ponderando la suerte de un gobierno que pudiera regir los destinos de “un pueblo pacífico y amante del orden”, se lamentó porque la administración de la que formaba parte “venía después de unas prolongadas saturnales que habían invertido los principios de la moral política, y erigido en dogmas las máximas de una desenfrenada licencia”.
Rengifo también agregó otro cargo a los gobernantes de la época anterior a 1830, “el espíritu de innovación propagado como un contagio entre todas las clases de la sociedad”, aprovechando también de ponderar la prudencia en la tarea de reformar las instituciones, además de criticar la “manía de innovarlo todo”, advirtiendo sobre la necesidad de “cautelarse de los sistemas exclusivos y de espíritu de imitación”.
Con sus palabras y conceptos el gobernante reveló los valores que ponderaba, además de los males y los miedos que lo preocupaban y acechaban. Entre ellos, haber visto “sublevarse los ánimos contra las medidas forzosas de represión tomadas por el Ejecutivo para contener a los perturbadores”, defendiendo así también las acciones de fuerza del gobierno autoritario y conservador iniciado en 1830.
Para Rengifo al esfuerzo de la autoridad por “conservar la paz doméstica (…) debe la república los beneficios de que goza y la halagüeña esperanza de un porvenir aun más venturoso”. Criticando duramente a los “hombres que saben invocar los principios para promover el desorden”, alentar “revoluciones intestinas” y “turbar la quietud doméstica”, el ministro de Hacienda concluyó un recuento en el que prácticamente no dejó de enumerar ninguno de los temores que preocuparon a los organizadores de la república. Todos, aludidos por el secretario de Estado como característicos de un pasado ya superado, pero de una forma que advertía también sobre los peligros del futuro de Chile.
Con sus planteamientos Rengifo formuló, tanto para el Chile de la década de 1830 como para el de la posteridad, algunas de las motivaciones de los grupos dirigentes; así, no solo legitimó su actuación política en aquel contexto, sino que también señaló la interpretación que justificaría actuaciones como las que lo tuvieron de protagonista en aquellos años.
Una de las características de los tiempos que vivimos es que la coyuntura y lo que podríamos considerar “malas señales” respecto de nuestra convivencia, sistema político e institucional, ni qué decir a propósito del comportamiento de los actores políticos, sociales y económicos, es que las prácticas atrevidas, provocadoras, cuando no derechamente antidemocráticas se acrecientan y permanecen en el tiempo, a pesar de la supuesta condena que muchos dicen hacer de ellas. Así, hablan del “peligro” para la institucionalidad republicana que estos discursos y actos suponen, pero la realidad no tiene un destino trágico predeterminado, como muchos creen respecto del Golpe de 1973.
Afortunadamente, en la coyuntura que nos encontramos hay un camino trazado, no asegurado, pero si delineado, una senda por la democracia que nos permitirá ejercitar una de las principales cualidades de la ciudadanía: votar, elegir, actualizar la soberanía popular. Decidir sobre nuestro futuro. Creando así una realidad imposible de desconocer sin fracturar nuestra existencia como comunidad y, de paso, pero no menos importante, haciendo innecesarias las justificaciones como las del ministro de Hacienda de 1834.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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