CIPER / THE CONVERSATION
No hay populismo sin pueblo: El fenómeno de Pamela Jiles
29.04.2021
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CIPER / THE CONVERSATION
29.04.2021
Este artículo de The Conversation examina el fenómeno político que representa la diputada Pamela Jiles. La revisión de conceptos políticos y la comparación con los casos de Donald Trump y Evo Morales, entre otros, lleva a los autores a sostener que el liderazgo de Jiles no coincide con el populismo de izquierda o derecha sino más bien con la demagogia.
Este artículo fue publicado originalmente por The Conversation. Lea aquí el original.
Créditos imagen de portada: La diputada chilena Pamela Jiles. Flickr / Mediabanco Agencia, CC BY-SA
Mucho se ha hablado de la diputada chilena Pamela Jiles en los últimos meses debido a su polémico estilo de hacer política. Jiles ha sido tildada de populista y comparada con líderes como Donald Trump. Sin embargo, ¿es realmente Pamela Jiles un fenómeno político populista?
Desde su llegada al Congreso, y sus posteriores intervenciones tras el Estallido Social y la pandemia de la Covid-19, especialmente en torno a los tres retiros del 10% de los fondos de pensiones, se ha posicionado en el centro del debate político.
Su actual popularidad la ha llevado a aparecer en varias encuestas como una de las favoritas en la carrera electoral con el 20% de las preferencias (CADEM 2021), compitiendo con los candidatos de los partidos políticos tradicionales.
Proveniente de una familia de izquierda, vivió en Cuba hasta los 5 años, es nieta de la activista feminista Elena Caffarena y fue una periodista activa durante los años 80 del pasado siglo en contra de la dictadura militar. Fue militante del Partido Comunista hasta 2006 y estuvo vinculada al Frente Patriótico Manuel Rodríguez, donde conoció a su actual pareja y candidato a gobernador metropolitano Pablo Maltés.
Curiosamente, en los años 2000 tuvo un giro en su foco de interés, pasando del periodismo de investigación a formar parte de varios programas de farándula como “Sálvese Quien Pueda (SQP)” e “Intrusos”, que la nutrieron de un lenguaje directo y confrontacional.
El posicionamiento mediático adquirido por Jiles le permitió también incursionar en aventuras electorales que hasta 2017 no fueron exitosas. Tras un intento fallido de presentar una candidatura presidencial en 2009, finalmente apoyó la campaña del senador Alejandro Navarro. Además, fue candidata independiente a diputada en un distrito de la Región del Bío Bío, en la cual obtuvo 11 185 votos sin ser electa. De este modo, no fue hasta la última elección legislativa cuando, siendo parte del Partido Humanista y en la lista del Frente Amplio, fue elegida diputada en el Distrito 12 (La Florida, La Pintana, Pirque, Puente Alto y San José de Maipo) alcanzando 44 895 votos.
Como mencionamos, muchos tildan a Pamela Jiles de populista, sobre todo debido al hecho de que este término ha asumido una connotación negativa fuera de la academia. El fenómeno Jiles coincidiría con la definición de algunos académicos que entienden el populismo como un estilo político o performance altamente mediatizada que es independiente del contenido del mensaje político.
Como afirman Moffitt y Tormey, “los políticos se han convertido en pseudocelebridades, y eventos políticos como algunas protestas llaman la atención por sus características estilísticas novedosas en lugar de por su «contenido” tradicional».
La alta mediatización de la manera de manera de hacer política de “la Abuela” –recordamos por ejemplo su llamativa celebración en el Congreso después de la aprobación del primer retiro de fondos previsionales– puede ser sin duda explicada a la luz de esta definición del fenómeno populista.
Sin embargo, aun cuando el enfoque estilístico nos parece relevante, desde nuestro punto de vista el populismo no estaría definido por un estilo sino por una lógica que configura ciertos discursos políticos.
A grandes rasgos, un discurso se puede definir como populista si presenta componentes antielitistas y reconoce a la voluntad general del pueblo como el fundamento último de legitimidad política.
Con respecto al primer punto, Pamela Jiles presenta un discurso antiestablishment focalizado principalmente en contra del gobierno de Sebastián Piñera, refiriéndose a él como “desgobierno”, de la “clase política” en general (atacando a políticos de distintos sectores como Gabriel Boric o Diego Schalper, entre otros) e incluso de representantes de la élite económica como el empresario Juan Sútil. No obstante, su comportamiento legislativo posee lógicas bastante particulares.
Como vimos, un discurso antiestablishment no es el único componente del discurso populista. Para poder definir a un actor político como populista es necesario que este también construya discursivamente un pueblo. Esto se refiere no solamente a apelar a ciertos individuos, sino más bien articular un discurso en el que de alguna manera estos individuos se vuelvan conscientes de su pertenencia colectiva al pueblo.
Por ejemplo, Evo Morales en Bolivia fue capaz de redefinir al pueblo a través de la inclusión de sectores (nativos, pero no exclusivamente) anteriormente marginalizados. Así, logró ir más allá de una simple apelación a individuos excluidos, logrando consolidar un proyecto político que trasciende de la mera relación con el líder.
Este ejercicio de construcción del pueblo se reconoce también en los populistas de derecha, como Marine Le Pen en Francia o Viktor Orbán en Hungría. Acá el pueblo tiende a ser articulado con un proyecto político ligado a una idea de “nación” preexistente, y tiende a tener características más excluyentes que incluyentes.
En cambio, en el discurso de Pamela Jiles se reconoce una ambivalencia entre, por un lado, una apelación intermitente a un pueblo, como la “gente” o, incluso, “mi pueblo” referido a las personas de escasos recursos o los que sufren las consecuencias de la crisis social y sanitaria. Por otro lado, los principales destinatarios de su mensaje son los nietitos, su grupo de seguidores de diferentes edades que abarca tanto gente de izquierda, seguidores de farándula y jóvenes fanáticos de la animación japonesa. Es esta segunda categoría la que define el discurso de Jiles.
A diferencia de la construcción de un pueblo populista, los nietitos no tienen ningún elemento en común, además de su vinculación con su lideresa. En otras palabras, no existen conexiones horizontales que generan un sentimiento de identidad más allá de la adoración de cada uno de ellos por la abuela. Esta es entonces una movilización atomizada, articulada prevalentemente por redes sociales, que no apela a un ideal de pueblo más allá de la legitimación y reconocimiento entregados por el líder.
Así, aún cuando Pamela Jiles coincide con algunos elementos de la definición estilística del populismo al tener un discurso antielitista, sobre todo contra la “clase política”, acompañado de un estilo político altamente mediatizado y políticamente incorrecto, su discurso carece del componente más central del populismo: la construcción discursiva del pueblo como un sujeto político privilegiado.
El pueblo no solo debe ser nombrado, sino que debe ser el resultado de la articulación de un conjunto de demandas sociales insatisfechas y un conjunto de elementos ideológicos de otros discursos políticos .
De este modo, Jiles construye un sujeto popular, el cual, más que vacío en términos de que debe ser llenado de una manera particular, aparece hueco sin una idea clara de comunidad más que su relación con una líder altamente mediatizada, movilizando un discurso con un componente afectivo.
Por lo tanto, el discurso de Pamela Jiles, a pesar de venir de la tradición política de la izquierda, no coincide con los populismos de izquierda y con la construcción de un pueblo como sujeto político emancipador asociado a diferentes movimientos sociales y su historia.
Pero tampoco coincide con los populismos de derecha y la construcción del pueblo como una comunidad nacional imaginada y culturalmente homogénea. Por lo que, por sobre un discurso populista, la construcción discursiva del pueblo de Jiles coincide más con la demagogia.
Esta última, definida como promesas oportunistas y difícilmente realizables para atraer electoralmente al pueblo, que carece de aspiraciones de “construcción” de un proyecto político específico ligado a la noción de pueblo.
Por ahora, esta estrategia paga en términos de popularidad sobre todo a costa de las otras fuerzas progresistas. Esto es poco sorpresivo dado que ninguna de estas, hasta el momento, ha tenido éxito en construir y convocar discursivamente un pueblo (el cual se autoconvocó durante el Estallido Social sin ningún intermediario) con un proyecto de sociedad alternativo.
De esa manera, se ha dejado espacio a actores políticos como Pamela Jiles que ahora ocupan el concepto de pueblo sin atribuirle ningún significado, ni horizonte.
Este artículo fue publicado originalmente por The Conversation. Lea aquí el original. CIPER lo difunde en el marco del acuerdo que ambos medios tienen para divulgar investigación académica en formato accesible para todo el público.