CIPER ACADÉMICO / ARTÍCULO-ENTREVISTA
El neobarrismo: las barras como actor social relevante en el Chile del estallido
17.04.2021
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CIPER ACADÉMICO / ARTÍCULO-ENTREVISTA
17.04.2021
Dos investigadores del NUMAAP llevan años estudiando las barras de fútbol. Aquí derriban mitos y prejuicios que los medios solemos repetir. Explican cómo nacieron en la dictadura, creadas por “jóvenes urbanos populares sin canales de participación” los que forjaron su ethos resistiendo en la periferia, en lo que los autores bautizan como una “ideología del aguante”. Agregan que hoy son un actor social relevante, que está discutiendo sobre “cambio constitucional, temas de derechos humanos y feminismo” y cuya “peligrosidad” actual está dada porque “paulatinamente han asumido una perspectiva de lo político”, argumentan los investigadores.
Hace unas semanas, La Tercera publicó un adelanto del libro “País Barrabrava” de Juan Cristóbal Guarello. Allí el periodista mostró las estrechas relaciones de los líderes de la Garra Blanca y Los de Abajo con las dirigencias de sus clubes. Guarello denunció corrupción, barristas cooptados y que se financian quitando un porcentaje del sueldo a los jugadores. “Las barras, tanto Los de Abajo como la Garra Blanca, han sido una sólida y constante fuente de aguerridos brigadistas en las elecciones, sobre todo de partidos de derecha”, describió.
En el marco del estallido social, cuando en Plaza Italia los barristas aparecieron entre los grupos que lideraban la protesta, el periodista cuestionó su posible rol político. “No resulta creíble que estos grupos sin ideología, dios ni ley, en menos de un mes y como un acto de magia, se hayan reconvertido en conscientes luchadores sociales cuyo único norte es la justicia, la igualdad y la dignidad. Los mismos que hace tan poco tiempo andaban a los palos en la tribuna por un simple paño y amenazando con sodomizar y balear a quien se cruzara en su camino, ahora son la vanguardia popular democrática e inclusiva, con tintes de feminismo y veganismo”, escribió en otra columna de La Tercera.
Las ideas de Guarello están bastante extendidas y puede que muchos lectores y lectoras las compartan. Esto hace aún más interesante el trabajo de Mauricio Sepúlveda y Axel Caro, investigadores del NUMAAP (Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder) quienes, junto a José Marín, Mauro Navarrete y Javiera Díaz, estudian las barras como “fenómeno político” a través del proyecto “Barras organizadas de fútbol: poder, política y violencia”.
Según su investigación, la idea de unas barras violentas, ligadas al narco y solo preocupadas de alentar a un equipo, es una lectura parcial que no se hace cargo de los cambios que han experimentado estos grupos. Sepúlveda y Caro coinciden, por ejemplo, en que existió corrupción en los ‘90, pero las barras de hoy han ido cambiando, y esto es parte de la complejidad que la crónica periodística no lee.
-A mediados de los 2000, la Universidad de Chile y Colo Colo comenzaron un proceso forzado de mercantilización de sus administraciones y eso cambió las lógicas del fútbol. Más que barras, yo diría que en ese momento eran asociaciones corporativas que buscaban beneficios particulares y que establecieron relaciones bastante estables con la dirigencia. Ese estilo de caudillismo, que Guarello denuncia en su libro, fue muy coherente con la forma de administración de los clubes en esos años. Es decir, que existieran los Pancho Malo en ese momento era bastante funcional a quienes administraban el club y a quienes necesitaban traspasar esas lógicas de mercado en el fútbol. En ese tiempo, por ejemplo, los líderes de la Garra Blanca no tenían como horizonte recuperar el club ni fomentar sus raíces sociales, sino que estaban preocupados de conseguir entradas, de meter un lienzo, de reunir dinero, incluso de hacer negociados fuera de fútbol-, describe Axel Caro, sociólogo.
Según el investigador, la situación actual es “casi la antagónica”:
-A contar de 2010, 2011 ocurren cambios que en general coinciden con las transformaciones que está viviendo la sociedad chilena, y que tienen que ver con mayores grados de penetración de las ideas políticas. Por otro lado, está el proceso de democratización de las relaciones sociales, que es lo que describe Kathya Araujo[1], y que se caracteriza por una renovada sensibilidad respecto a situaciones de abuso, a las jerarquías sociales o cualquier cosa que pueda contravenir cierta expectativa de igualdad. Esas transformaciones avanzan como un topo en todas las esferas de la sociedad y evidentemente van a tener su interpretación en este espacio específico que son las barras, y ahí hay cambios sustantivos muy palpables.
-¿Por ejemplo?
-El cuestionamiento al personalismo y el valor de la jerarquía dentro de las barras. Hoy encuentras formas de organización mucho más horizontales. La Asamblea de Hinchas Azules, por ejemplo, agrupa un montón de piños: piños que corresponden a barristas de muchos años pero también nuevos hinchas jóvenes con experiencia universitaria, y que traen nuevas formas de tomar decisiones y de pensar al club. Entonces se empiezan a olvidar esas formas de relación que son sólo pedir entradas, hacer un buen negocio con el dirigente, pues también es importante recuperar las raíces sociales del club, cuestionar el proceso de mercantilización. Posteriormente, van a surgir colectivos feministas que cuestionan prácticas concretas. O sea, pasamos de un período más apolítico en los 2000, una época más funcional a quienes tienen el poder, a un período donde las barras están pensando el cambio constitucional, temas de derechos humanos y feminismo, algo completamente inédito- resume Axel.
A través de del proyecto “Barras organizadas de fútbol: poder, política y violencia”, los investigadores buscan entender su relación con el poder, las formas de organización interna y la violencia que caracteriza algunas de las acciones de estos grupos. En la investigación que realizan, procesos de la historia de Chile se cruzan con la identidad de los y las barristas, y los van transformando. Un primer hilo de esta historia, según Mauricio Sepúlveda, psicólogo y doctor en Antropología, está en las erradicaciones de las poblaciones que se llevaron a cabo en los 80’ en la Región Metropolitana. El barrismo, como lo conocemos hoy, nace en el contexto de crisis económica, represión y protestas contra la dictadura.
-Son jóvenes urbanos populares que no tienen canales de participación y que aparecen en la escena de la protesta social. Viven en zonas excluidas, y en ese descampado, donde no hay presencia del Estado, desarrollan mecanismos para resolver conflictos. Esta historia, este contexto, les da una singularidad, pues son jóvenes que crecen al calor de una lucha antidictatorial, una auto organización y un ponerse límites. Hay un dicho muy popular que dice: ‘yo no voy a aguantar que tú me pases a llevar’. Esa frase es un modo oral para tratar de delinear un orden básico. Esto es muy importante para entender los orígenes de lo que hoy llamamos “el problema social de las barras”-, explica Mauricio.
Las barras se organizan en “piños”, es decir, en grupos “altamente cohesionados y convencidos de una identidad”, explican los investigadores. Hasta hace 10 años, esta identidad era fundamentalmente masculina y se había originado en condiciones de descampado y hacinamiento, de abandono estatal y políticas segregadoras. En ese contexto, se forjó lo que Sepúlveda y Caro identifican como “ideología del aguante”, y que les permite caracterizar y entender sus formas de comportamiento.
-El aguante es una alegoría, un aguantar en la periferia, en el descampado, aguantar el trabajo, aguantar las 4 horas en la micro, aguantar el sol, sin árboles, porque imagínate ese paisaje, hay que aguantarlo, entonces el aguante implica también un ejercicio de forjar un temple, un ethos-, describe Mauricio.
El aguante también tiene un significado más práctico, tecnológico, que es “crear tácticamente elementos para aguantar”, explican los investigadores. Por ejemplo “pensar rápido, estar atentos”, dice Mauricio. En una palabra: la “chispeza” de Gary Medel.
-El aguante tiene un lado oscuro también: violencia, alcoholismo…
-El aguante tiene claros y oscuros, porque efectivamente ese aguantar significa también vivir la vergüenza. O sea, sobre estas poblaciones generalmente converge la violencia estructural, la violencia social y la violencia simbólica. Muchos de esos cuerpos, de esas caras, son discriminadas, se les pide carnet de identidad, los paran, los retienen, viven el agravio y eso también da rabia y vergüenza. En esa configuración compleja que significa la construcción de identidades colectivas, obviamente el ejercicio de la violencia es parte del repertorio, pero no es la única tecla. Yo creo que se utiliza estratégicamente y, en ese sentido, es un recurso, un mecanismo, no un acto irracional. Es el temple de un sujeto que se encuentra inmerso en una situación de desventaja-, explica Mauricio.
Según los investigadores, la violencia de las barras no hay que entenderla como la manifestación irracional de una masa irreflexiva, sino más bien como una estrategia de los jóvenes de la periferia para hacerse respetar en un contexto que no les brinda las herramientas para sentirse respetados.
-Lo que muestra la literatura y quienes han estudiado este tema, es que no hay que amalgamar tan rápidamente la violencia con los códigos del barrismo, porque la violencia está presente en los barrios populares, en la policía, entonces es parte de los repertorios de acción; y para ser más precisos yo diría que la violencia se articula también como una forma de gestionar muchas veces la asimetría, con los pares, con la hinchada rival, la asimetría entre los piños de una misma barra y también la asimetría que puede haber con la dirigencia- complementa Axel.
Según los investigadores, la violencia de las barras no hay que entenderla como la manifestación irracional de una masa irreflexiva, sino más bien como una estrategia de los jóvenes de la periferia para hacerse respetar en un contexto que no les brinda las herramientas para sentirse respetados.
Los investigadores ponen en contexto la emergencia de los hinchas como actores políticos relevantes, y discuten la forma en que se los ha estudiado[2]. No se trata de romantizar a las barras, aclaran, sino de complejizar la mirada que se tiene sobre ellas. Hoy las barras son una expresión más de la recomposición del tejido comunitario y social del mundo popular en Chile, quienes han visto en el futbol un canal para expresar una crítica a una sociedad excluyente y desigual, plantean en Del Estadio a la Calle. Hinchas y barras de fútbol en la revuelta social de Chile (2020).[3]
En el estudio citado documentan que desde 2011 se han formado una serie de organizaciones en torno a las barras. Algunos ejemplos: la Asamblea de Hinchas Azules, la cual agrupa al menos 30 organizaciones de hinchas del club Universidad de Chile (AHA, 2017); el colectivo Católica para su Gente; el colectivo Movimiento 15 de agosto del club Santiago Wanderers, entre otras. Allí, los hinchas se reúnen y organizan para pensar críticamente la mercantilización del futbol chileno y el modelo de Sociedad Anónima que rige su gestión, y para demandar más influencia en la administración de los clubes.
Los vínculos del “aguante” con la masculinidad y el liderazgo también han cambiado durante los últimos años. Una muestra de ello, según los investigadores, es la convivencia pacífica de barras de equipos rivales durante el estallido social.
-En el contexto del estallido, las barras se vuelven tremendamente importantes. En las marchas no se veía ninguna bandera de ningún partido político pero sí podías ver a un montón de gente con sus camisetas entonando cánticos modificados para la ocasión. Eso habla de que el barrismo está siendo tremendamente eficaz para representar a ciertas capas de la población que antes se presentaban como “apolíticos”. Muchos informes decían “ah estos cabros son apolíticos, esto cabros no tiene reflexividad”. Pero bueno, parece que sí, y por ello en nuestro equipo hemos desarrollado el concepto de neobarrismo[4], que busca mostrar cómo la participación en estos colectivos combinada con el barrismo se vive como una militancia política, aunque eso está muy al margen de los partidos políticos tradicionales-, explica Axel.
Según el investigador, el neobarrismo es una clave para leer a la juventud popular de hoy, y puede ser un camino para abordar o entender problemas como la violencia y la falta de participación política.
-La violencia y el narcotráfico no han sido marginados de las barras, no es que en 2010 ocurrió un cambio donde no van a haber retrocesos. Pero evidentemente hay una potencialidad política, hay un neobarrismo que es preciso ver. Un ejemplo concreto son los colectivos feministas, que están visibilizando el tema de la violencia simbólica y hoy hay una censura de ciertos cánticos que aludían a zonas genitales, a supremacía masculina. Pero también hay otras formas de presión que han ejercido estos colectivos, que tienen que ver con la relación laboral que se establece entre las ramas femeninas de fútbol con los clubes. Ahí también ha habido una fuerte presión para que se les mejoren las condiciones y se visibilice esa rama deportiva-, agrega Caro.
Según los investigadores hay varios casos que ilustran la actitud prejuiciosa y discriminatoria con que la sociedad e instituciones como el poder judicial y autoridades políticas han tratado a los hinchas organizados. Uno de ellos, emblemático por la indignación pública que causó, es el de la magistrada Andrea Acevedo, encargada de aplicar las medidas cautelares para los carabineros involucrados en el asesinato de Jorge Mora. La magistrada excusó el actuar de carabineros aduciendo que Jorge era parte de una barra que “tiene por desgracia una carga histórica que para el deporte no hace ninguna contribución”, y sugirió, sin pruebas, consumo de alcohol.
Otro de los casos que documenta el citado estudio “Del Estadio a la Calle” es el de un joven de 16 años, estudiante de un liceo de La Florida, a quien se asoció como hincha de Colo Colo por vestir una camiseta del club en el registro de la cámara de seguridad, y quien fue uno de los primeros imputados por el incendio de la estación de Metro Pedreros a 20 días del inicio del estallido. En diciembre del mismo año, señala la investigación, un gobierno aún encerrado en la retórica del “enemigo poderoso” contra el cual había que luchar, produjo un documento donde se trataba de demostrar la alta participación de las barras en hechos delictuales en el contexto de las movilizaciones. “En dicho documento se identifica a 107 barristas entre los detenidos desde el inicio de la revuelta popular. Se había logrado llegar a su identificación al cruzar con la base de datos de personas que cuentan con antecedentes por la Ley de Estadio Seguro y el total de personas detenidas a la fecha (CHV, 2019). Para entonces el INDH cifraba en cerca de 10.000 personas las detenidas desde el inicio de la revuelta (INDH, 2019b), lo que deja en una proporcionalidad bastante anecdótica (100 a 1) si lo que se quería respaldar era una presencia irrefutable de los barristas en la protesta social”, escriben los autores.
El estudio señala que, al menos en parte, la raíz de los estigmas que las instituciones judiciales y las autoridades de gobierno promueven se encuentra en el Plan Estadio Seguro. Esta política pública se origina en 2011, durante la primera administración de Sebastián Piñera, y en la página web del gobierno la presentan como una iniciativa que busca “poner poner freno a los hechos delictuales y de violencia” que son parte del fútbol profesional, “con el objetivo de recuperar los estadios (…) como lugares de sano esparcimiento, recreación y encuentro para las familias y los verdaderos hinchas”. Según los investigadores, lo que hace esta política en la práctica es distinguir arbitrariamente, y a través de técnicas de control y vigilancia, “espectadores” o “simpatizantes” por una parte, y “barristas organizados”, por otra.
“El Plan Estadio Seguro, significó presentar a los barristas organizados como un “otro”, como barbarie que atenta contra el proyecto modernizador/mercantilizador del fútbol chileno. El actuar de carabineros y las autoridades contra los barristas fue una extensión de esta lógica”, escriben los investigadores.
Luego, afirman, esta “representación de los “barrabravas” se extendió sin una demarcación clara sobre el resto de los hinchas del fútbol, tanto dentro pero sobre todo fuera de los estadios, es decir, en la protesta social”.
Pero el enemigo público se fundió para luego poblar de instancias deliberativas el entonces en marcha momento constituyente. Colo Colo y sus hinchas organizaron uno de los cabildos más masivos de la revuelta. Durante el estallido, plantea la investigación, los hinchas se volvieron peligrosos, no por los actos de violencia, sino porque se rebelaron ante esa imagen que los definía como jóvenes apolíticos, individualistas y “bárbaros”. Sobre este punto, clave en la transformación que ha sufrido el barrismo durante los últimos, concluyen los investigadores: “se han vuelto peligrosos porque paulatinamente han asumido una perspectiva de lo político”.
[1] En ARAUJO, K. (2016). El miedo a los subordinados, una teoría de la autoridad. Santiago: LOM Ediciones.
[2] Ver, por ejemplo, CIFUENTES, M; MOLINA, J. (2000). “LA GARRA BLANCA, Entre la supervivencia y la transgresión, La otra cara de la participación juvenil”. Centro de Investigaciones Sociales, Universidad ARCIS. Santiago.
[3] Los autores de este estudio son Mauro Navarrete y Axel Caro
[4] José Marin es el autor de este concepto. Para entender más sobre el neobarrismo, ver artículo en el link.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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