CIPER ACADÉMICO / ANÁLISIS
Cómo se vive el intento de suicidio de un adolescente en una familia
17.04.2021
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CIPER ACADÉMICO / ANÁLISIS
17.04.2021
En Chile, cinco personas al día fallecen por suicidio y es la segunda causa de muerte en personas de entre 10 y 24 años. La columna da cuenta de un estudio cualitativo, el primero realizado en Chile donde se considera a todo el grupo familiar, incluido al hijo/a que intentó suicidarse. Contra las aproximaciones que estigmatizan a las familias y responsabilizan a padres y madres, los y las autoras entienden el intento de suicidio como algo que le ocurre a la familia. Sugieren que para encontrar salidas es clave dejar de concebir como ‘enfermo’ al adolescente que ha realizado este intento.
Este artículo presenta los resultados de investigación de un trabajo que se llevó a cabo entre los años 2018 y 2019 realizado con el apoyo del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile y del Instituto Milenio de Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP).
TRANSPARENCIA: Los autores no reciben financiamiento de ninguna organización que pudiera beneficiarse de este artículo. Además, no deben transparentar ninguna militancia política ni afiliación relevante más allá de su condición de académicos o investigadores.
Según la última Encuesta Nacional de Salud, en Chile más 220 mil personas mayores de 18 años han planificado su suicidio, y más de 100 mil reconocen que intentaron quitarse la vida. En el grupo de entre 10 y 24 años, el suicidio es la segunda causa de muerte. El intento de suicidio de un/a hijo/a adolescente es una experiencia dolorosa y eventualmente traumática para el entorno familiar. La familia siente miedo, pena, culpa y una sensación de pérdida. Si no es la primera vez, puede aparecer frustración, decepción y la tentación de rendirse frente a los hechos (Ratnarajah, Maple & Minichiello, 2014). La mayor parte de las investigaciones apunta a estigmatizar a las familias, a considerar específicamente las fallas de los padres y madres como responsables exclusivas en el intento de suicidio (erré-Grau et al., 2011). Esta perspectiva del déficit suele estar basada en criterios de normalidad y en categorías de salud y de enfermedad. En esta columna, en cambio, mostramos cómo el intento de suicidio ocurre dentro de las familias (Cerel et al., 2008), incrementando el riesgo de deterioro en la salud mental y/o de problemas de relaciones entre sus miembros y/o con otras personas (Jordán, 2011). Argumentamos que la culpa no es de los padres, y analizamos las dinámicas familiares, tanto en sus aspectos frágiles como también en sus fortalezas, poniendo énfasis en el rol de cada integrante de la familia, especialmente en el rol materno y/o paterno. Asimismo, planteamos que es clave dejar de concebir como ‘enfermo’ al adolescente que ha realizado el intento de suicidio[1].
En la adolescencia, los jóvenes adquieren nuevas capacidades cognitivas que les permiten reflexionar sobre sí mismos, cuestionar sus propias conductas, y también la de sus figuras parentales. Al mismo tiempo, en esta etapa puede que el padre y la madre de hijos/as adolescentes queden inmersos en una confusión que los lleve a desligarse de ellos/as más de lo que sería adecuado respecto de las necesidades de contención y cuidado que requieren. En este contexto, la depresión surge como un síntoma que podría anunciar alguna dificultad en la familia que requiere ser atendida.
El/la adolescente puede sentirse abandonado/a y carecer de relaciones positivas y convalidantes con sus progenitores. Muchas veces pueden existir secretos, como abusos, hijos no reconocidos y/o relaciones extramaritales, suicidios, etc. También la estructura familiar puede estar alterada, es decir, algún hijo/a cumple un rol parental porque sus padres no están disponibles física y/o emocionalmente (Andolfi & Mascellani, 2012; Micucci, 2005).
Podemos entender la depresión y los intentos de suicidio entonces como una forma que busca el/la joven de auto agredirse, en vez de agredir a sus padres
Podemos entender la depresión y los intentos de suicidio entonces como una forma que busca el/la joven de auto agredirse, en vez de agredir a sus padres. El adolescente desea protegerlos, tanto de algún conflicto que puede estar presente al interior de la familia, como de los sentimientos de angustia que podrían tener si él/ella les revelara su dolor. Sin embargo, la retirada dramática que muestra el/la adolescente frente a sus progenitores y a su contexto social, provoca paradójicamente, en los primeros, la angustia que tanto trata de evitarles (Micucci, 2005).
En general, los padres no tienen conciencia del grado en que sus hijos/as padecen de un dolor psíquico y son las conductas más llamativas, como las autolesiones y/o los intentos de suicidio, los que logran llamar su atención y ponerlos a cargo del problema. Pero no siempre cuentan con las herramientas suficientes para ello. Los/las hijos/as, en general, buscan expresar su dolor, su temor, su rabia, a través de diversos síntomas o signos, conducentes a transformarse en alarmas, tanto para la familia como para el entorno que rodea al adolescente. Sin embargo, ellos/ellas desean y necesitan seguir perteneciendo a su familia, y sólo buscan iluminar el problema y sostener así el subsistema parental y/o de pareja.
Al entrevistar a familias de adolescentes que han cometido un intento de suicidio, podemos observar que esta experiencia provoca una serie de cambios dramáticos en el grupo familiar, con la clara vivencia de un “antes” y un “después” del intento de suicidio: “…ya no es la familia de antes, hemos aprendido a cuidarnos y a decirnos las cosas…” dice uno de los entrevistados
Así también, se ha podido apreciar que previo al intento de suicidio en sí, el/la adolescente participa de una dinámica familiar singular que, al igual que en toda familia, está constituida por elementos protectores, tales como atención, cuidado y afecto suficiente; y elementos desestabilizadores, como peleas recurrentes entre los progenitores, negligencia, escasa comunicación afectiva, o incluso factores más graves como maltrato físico y/o psicológico. El/la adolescente, por su parte, se encuentra en un momento del ciclo vital de grandes cambios y vulnerabilidad, sin poseer aún las herramientas necesarias para regular, identificar y comunicar adecuadamente sus emociones. El/la adolescente aún no ha terminado su desarrollo físico, ni emocional, dependiendo en mayor medida del apoyo que pueda otorgarle su entorno inmediato. Así, la familia no sólo es testigo, sino protagonista en la configuración de los eventos de su vida.
La mayoría de las familias con un hijo/a con intentos de suicidio coinciden en que se trata de una experiencia traumática para todos sus miembros. Sin embargo, también consignan lo contrario. Es decir, sostienen que este evento les ha significado un tremendo aprendizaje como familia, y una oportunidad para crecer, conocerse mejor y ayudarse mutuamente. Como dice uno de los participantes del estudio: “…espero que esta situación que pasamos, al principio dolorosa, sea por el bien de la niña y que salgamos todos bien y seamos más unidos…”.
¿De qué depende esta capacidad de resiliencia de las familias? De la propia historia familiar, y de la manera en que sus miembros han aprendido a enfrentar las dificultades
Nuestras entrevistas dan cuenta de que hay familias que se adaptan más y otras menos al quiebre en su experiencia emocional que supone el intento suicida en uno/a de sus hijos/as. ¿De qué depende esta capacidad de resiliencia? De la propia historia familiar, y de la manera en que sus miembros han aprendido a enfrentar las dificultades. Se hace, por tanto, imprescindible potenciar las fortalezas con que cuentan, para que esta señal develada por uno/a de sus miembros genere un movimiento que los guíe hacia un cambio profundo y sostenido en el tiempo. Es decir, buscar al interior de la familia qué les gusta hacer juntos; cuándo y cómo se divierten; de qué manera logran conversar y escucharse mutuamente sin agredirse. Lo que resulta más aportador es preguntar a la propia familia cómo lo hacen cuando deben resolver un problema y les resulta exitoso el intento.
Otro aspecto que surge en la experiencia del estudio es que las familias, a los pocos minutos de comenzada las entrevistas, muestran la necesidad de referirse y elaborar lo sucedido, y espontáneamente hablan de las dificultades relacionales que han tenido y/o tienen: “Aunque no lo veíamos venir y ha sido terrible, le digo altiro que esto se debe a la mala comunicación y la cantidad de peleas que siempre hay en la casa…” Esto se conecta con la idea de que las familias son expertas en sí mismas y conocen lo que les sucede. Lo importante es ayudarlas a organizar un diálogo fructífero y reparador. Por lo tanto, se destaca lo beneficioso que les resulta contar con un espacio para hablar acerca de cómo se sienten, sin temor a ser enjuiciados. Al mismo tiempo, queda en evidencia la importancia de incorporar a todas las personas que constituyen el núcleo familiar cuando se piensa en un intento de suicidio adolescente, tanto en la comprensión del fenómeno como en la intervención y tratamiento.
La revisión bibliográfica realizada como parte de este estudio mostró que muchas investigaciones resaltan la “disfuncionalidad” de las familias donde ha ocurrido un intento de suicidio. Existe en esto el riesgo de estigmatizar a las familias, asumiendo que otras son “funcionales” o carentes de conflictos. Se advierte la pertinencia de tomar conciencia acerca de la responsabilidad colectiva frente al riesgo suicida, puesto que las familias pueden experimentar estigmatización y soledad luego de lo ocurrido. Para superar el quiebre requieren ayuda, no sólo profesional, sino de la familia extendida, del contexto laboral/escolar en el que se encuentren y del entorno social.
A raíz de un intento de suicidio, las familias a menudo quedan solas con la tragedia que ha sucedido, en un estado de caos emocional, con ideas permanentes de muerte o de accidente (Garciandía Imaz, 2013). Muchas familias, incluso, no pueden hablar de ello abiertamente, por temor a la reacción y rechazo de los demás. Ellos mismos, a menudo, se niegan a aceptar la realidad de que un ser querido trató de suicidarse o se suicidó, viven con esta negación y, por lo tanto, se restan a sí mismos de la ayuda. Los hijos/as en duelo, enfrentados a la falta de apoyo emocional, pueden ver dañado su potencial de desarrollo emocional y físico (Ratnarajah, Maple & Minichiello, 2014).
Las familias son expertas en sí mismas y conocen lo que les sucede. Lo importante es ayudarlas a organizar un diálogo fructífero y reparador. Por lo tanto, se destaca lo beneficioso que les resulta contar con un espacio para hablar acerca de cómo se sienten, sin temor a ser enjuiciados
Muchas veces a las familias no les es posible gestionar la crisis por sí solas, debido a que las estrategias que han utilizado han fallado, o los profesionales a los que han acudido no les han sido de utilidad, e incluso, porque la comunidad en que se desarrolla su vida no les aporta el sostén requerido. Se necesita, por tanto, un sistema de apoyo para ayudar a encontrar el sentido al trauma que enfrentan. Hablar libremente sobre lo que ha pasado, de sus propios sentimientos abrumadores, les ayuda a procesar lo acontecido (Garciandía Imaz, 2013). El tiempo inmediatamente posterior al intento de suicidio puede ser crucial para la reconstrucción de relaciones interpersonales y el establecimiento de confianzas entre el sobreviviente y los miembros de la familia (Frey, 2015). Sólo hablar del incidente con alguien de confianza disminuye su intensidad. En este diálogo es importante intentar recordar que la persona, cuando intentó suicidarse, estaba en un dolor emocional severo y con gran angustia.
¿Por qué es importante hablar de lo sucedido? No hablar de lo que pasó o ignorar el tema por completo, a menudo complica aún más la ya complicada situación, y puede incluso aumentar el riesgo de un futuro intento de suicidio. Se sabe que el intento suicidio previo es uno de los predictores más robustos de suicido consumado y que los primeros meses tras el intento, o ideación suicida, son de mayor riesgo (Baader, Richter, & Mundt, 2004).
La familia necesita, entonces, terapia familiar, antes y después del intento de suicidio. Para esto es necesario un terapeuta que esté entrenado y que tenga experiencia con el tema del suicidio (Ratnarajah, Maple & Minichiello, 2014). A lo anterior hay que agregar la necesidad de hacer concurrir a toda la familia, no sólo al hijo/a sintomático con sus padres, sino también a sus hermanos y si fuese atingente, a la familia extensa.
La primera tarea del terapeuta es empoderar a los padres para que puedan organizar una forma de cuidar a su hijo/a adolescente y protegerlo/a de sus propias tendencias autodestructivas. Esto informa y da una señal clara al joven que sus padres pueden y quieren cuidarlo y, además, lo harán. Es necesario ayudar a los progenitores para que puedan conversar con su hijo/a e instarlos a que le hagan ver el interés que ellos tienen en la relación y que el suicidio pondría fin a este vínculo para siempre. Al mismo tiempo, ayudarles a escuchar las razones que su hijo/a pudo haber tenido para haber hecho algo así, que puedan empatizar con su dolor y soportar cualquier cosa que el/la adolescente les diga (Micucci, 2005).
El/la terapeuta debe desestimar las respuestas defensivas por parte de los padres para permitir que el hijo/a tenga un espacio en donde realmente pueda expresar lo que siente. A la vez, subrayar aquello que aparece como novedoso frente a los progenitores o que fue escuchado de otra forma. En cuadros graves como las depresiones mayores, que muchas veces van acompañadas con intentos de suicidio, uno de los patrones relacionales más frecuentes se refiere a la paradoja “dímelo/no me lo digas” que los padres despliegan en la interacción con sus hijos/as adolescentes. Es decir, se muestran interesados en saber qué le pasa a su hijo/a, pero muchas de sus actitudes desmienten esto. Por ejemplo, pueden estar siempre haciendo algo mientras conversan y/o minimizar lo que el/la adolescente cuenta, como también mostrarse demasiado angustiados (Micucci, 2005).
¿Por qué es importante hablar de lo sucedido? No hablar de lo que pasó o ignorar el tema por completo, a menudo complica aún más la ya complicada situación, y puede incluso aumentar el riesgo de un futuro intento de suicidio
Asimismo, cabe poner en relieve la importancia que tiene el hecho que el/la terapeuta permita a los padres manifestar sus sentimientos de ambivalencia, de agobio y de angustia, sin que esto aparezca como una dificultad para tomar el cuidado del/de la hijo/a o sacrificar la relación con él/ella. El/la terapeuta trabaja para quebrar el ciclo sintomático y así poder intervenir en el aspecto emocional de la relación, especialmente en el equilibrio entre cercanía y distancia que los padres deben sostener en esta etapa.
Emerge, por tanto, la necesidad de incorporar a todo el sistema familiar cuando se piensa en un intento de suicidio adolescente, tanto en la comprensión del fenómeno como en la intervención y tratamiento. Desde esta perspectiva, un enfoque que mire al adolescente de forma individual carece de fuerza e impacto suficiente para lograr cambios reales que prevengan un nuevo intento suicida. Inclusive puede resultar contraproducente, ya que genera una mayor sensación de soledad y estigma en el/la adolescente y, por otra parte, deja impotente a su familia, invalidando su capacidad de otorgar contención y cuidado. El/la adolescente y su sistema familiar requieren comprender y trabajar en conjunto, para llegar a soluciones nuevas e inclusivas para cada uno/a de sus miembros. Al parecer, sólo necesitan un ambiente de cuidado y comprensión propicio para exponer sus dolores y su anhelo de sanarlos:“…estar todos y poder hablar de nuestros problemas nos ha hecho muy bien…es raro tantos tratamientos y nunca nos habían citado a todos…” señala uno de los participantes del estudio.
Edición de Juan Pablo Rodríguez
Información de contacto en caso de riesgo suicida
Fono Salud Responde de MINSAL.
600 360 7777 (opción 1)
Fundación Todo Mejora Prevención suicidio adolescente y acoso homofóbico
Fundación José Ignacio
Contacto@www.fundacionjoseignacio.org
Línea Libre 1515
App Cuida tu ánimo
http://imhay.org/cuidatuanimo/
Fundación Míranos
https://www.fundacionmiranos.org/
Andolfi, M. & Mascellani, A. (2012). Historias de la adolescencia: Experiencias en la terapia familiar. España: Gedisa.
Baader, T., Richter, P., & Mundt, C. (2004). Suicidios de pacientes psiquiátricos hospitalizados y sus factores de riesgo Un estudio caso control. Revista Chilena de Neuro-Psiquiatría, 42(4), 293–316. Recuperado de http://dx.doi.org/10.4067/S0717-92272004000400006
Cerel, J., Jordan, J., & Duberstein, P. (2008). The Impact of Suicide on Co-patients. Crisis: The Journal of Crisis Intervention and Suicide Prevention, 29(1), 38–44. https://doi.org/10.1027/0227-5910.29.1.38
Ferré-Grau, C., Montescó-Curto, P., Mulet-Valles, M., LLeixá-Fortuño, M., Albacar-Riobó, N., & Adell-Argentó, B. (2011). El estigma del suicidio vivencias de pacientes y amiliares con intentos de autolisis. Index de Enfermería, 20(3), 155–159. https://doi.org/10.4321/S1132-12962011000200004
Frey, L. (2015). Mental Health Among Suicide Attempt Survivors: The Roles Of Stigma, Selfdisclosure, And Family Reactions. Theses and Dissertations–Family Sciences. 29. https://uknowledge.uky.edu/hes_etds/29
Garciandía Imaz, J. A. (2013). Familia, suicidio y duelo. Revista Colombiana de Psiquiatría, 43, 71–79. https://doi.org/10.1016/j.rcp.2013.11.009
Glaser, B. & Strauss, A. (1967). The discovery of Grounded Theory: Strategies for Qualitative Research. Chicago: Aldine.
Jordan, J. R., & McIntosh, J. L. (2011). Grief after suicide: Understanding the consequences and caring for the survivors. Routledge, Taylor & Francis Group.
Micucci, J. (2005) El adolescente en la terapia familiar: cómo romper el ciclo del conflicto y el control. España: Amorrortu
Ratnarajah, D., Maple, M., & Minichiello, V. (2014). Understanding Family Member Suicide Narratives by Investigating Family History. OMEGA – Journal of Death and Dying, 69(1), 41–57. https://doi.org/10.2190/OM.69.1.c
[1] Para explorar en profundidad la experiencia subjetiva de las familias se realizó un estudio cualitativo basado en entrevistas al sistema familiar completo, incluyendo al hijo/a que realizó el intento de suicidio. Las entrevistas fueron grabadas, transcritas y analizadas con la metodología de la Teoría Fundamentada en los Datos (Glaser, B. & Strauss, A., 1967). Se entrevistaron a diez familias provenientes de diversos grupos socioculturales, con un máximo de dos semanas luego del intento de suicidio del adolescente. Las entrevistas se realizaron en un Servicio de Salud de la Región Metropolitana, donde los jóvenes se encontraban hospitalizados en el área psiquiátrica.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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