CIPER ACADÉMICO / ANÁLISIS
Elite: sus conflictos internos y su compleja relación con la ciudadanía
10.04.2021
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CIPER ACADÉMICO / ANÁLISIS
10.04.2021
La elite chilena ha sido examinada críticamente en los últimos años. Acusada de endogámica (Hausmann), de generar un conveniente capitalismo jerárquico (Schneider), de monopolizar el poder político (Bro, Murillo) y de disfrazar como mérito lo que es privilegio (Khan, Araujo), no son pocos los investigadores que atribuyen el estallido social a su incapacidad de entender los problemas de la sociedad (Repetto, Araujo) y liderar soluciones (Luna, von Wolfersdorff). Esta columna, basada en una extensa encuesta a miembros de la elite chilena, ofrece un potente escáner a los grupos que la conforman y los conflictos internos que la atraviesan; y da luces sobre los factores que hacen que se mantenga desconectada del resto del país. “Para generar estabilidad y gobernabilidad resulta necesario que las elites se abran a canalizar las demandas de la ciudadanía y pensar reformas de largo plazo”, argumentan la y los autores.
Esta columna está basada en los hallazgos del Informe sobre “percepciones de las élites económica, política y cultural en Chile”, el cual el cual se puede descargar acá.
Transparencia: los autores no trabajan, ni son consultor/a o comparten o reciben financiamiento de ninguna compañía u organización que pudiera beneficiarse de este artículo, y no tienen que transparentar ninguna militancia política ni afiliación relevante más allá de su condición de académico/a o investigador/a.
Todas las sociedades tienen elites. Desde una perspectiva posicional, elites son todas aquellas personas que ocupan los máximos puestos de poder, y por tanto, tienen la capacidad de ejercer influencia decisiva sobre las decisiones que inciden en el funcionamiento de la sociedad.
Esto no implica que todas las elites sean necesariamente iguales. Por un lado, estudios internacionales han encontrado diferencias en el grado de homogeneidad de la elite, niveles de coordinación y probabilidad de que grupos específicos conserven posiciones de poder a lo largo de varias generaciones, limitando la rotación y diversidad de sus integrantes. Por otro lado, varias investigaciones plantean que en las sociedades actuales las elites tienden a distanciarse en sus percepciones y preferencias del resto de la población (e.g. Page et al., 2013), diferenciándose en temas clave relacionados con cómo debe funcionar la democracia y la economía, entre otros.
En el caso de Chile, diversos estudios plantean que el distanciamiento entre elite y ciudadanía es un rasgo estructural de nuestra sociedad que se explica en gran medida por los elevados niveles de desigualdad (e.g. PNUD, 2015). Para sustentar esta afirmación se utilizan múltiples evidencias, que comprenden patrones de segregación residencial y educacional, reproducción intergeneracional de privilegios y concentración de ingreso, todos los cuales contribuirían a desconectar a la elite del resto de la población, aislándola en un modo de vida que normaliza ciertas visiones de mundo. No obstante, la sociedad chilena ha sufrido importantes transformaciones económicas y culturales en las últimas décadas y, por tanto, nuevas visiones de mundo han venido ganando terreno en el país (basta pensar en la demanda feminista y en la creciente intolerancia hacia la desigualdad).
Sin embargo, la dificultad de analizar empíricamente a la elite impide contar con evidencia de primera fuente respecto a sus percepciones y preferencias. En consecuencia, se suelen atribuir determinadas actitudes y creencias a las elites, pero contamos con escasos datos concretos para confirmar la validez de estas suposiciones. Asimismo, no pocos diagnósticos presuponen la existencia de una elite monolítica, entendida como un todo homogéneo sin fisuras ni divergencias.
Con el propósito de examinar empíricamente estos supuestos, realizamos una encuesta a 420 miembros de la elite política, económica y cultural. La encuesta aborda 10 temas de gran relevancia en la sociedad chilena, tanto por su vigencia como por su potencial controversia en el debate político actual. Para analizar los resultados se consideraron no sólo comparaciones entre las tres elites, sino también, donde fue posible, las percepciones de la ciudadanía medidas en tiempos recientes por encuestas con representatividad nacional. Esto permite obtener impresiones respecto a la elite como un todo, comparar las percepciones y preferencias entre las elites y también entre éstas y la ciudadanía. A continuación presentamos algunos de los hallazgos más relevantes de este estudio COES a la elite chilena (Atria y Rovira Kaltwasser, 2021), el cual se puede descargar acá.
La educación privada es predominante en las élites y se ha incrementado significativamente a través de las generaciones. Los datos de la encuesta muestran que, en promedio, un 60% de las y los encuestados asistió a colegios particulares, llegando hasta un 66% en el caso de las élites económicas. Si consideramos que el promedio de edad es de 53 años, vemos que su educación escolar fue cursada en este tipo de establecimientos en las décadas de 1970 y 1980. Cabe destacar que mientras aproximadamente la mitad de las madres (48%) y padres (51%) de los encuestados fueron a colegios municipales, la gran mayoría de sus hijos estudiaron o estudian en colegios privados (87%). Los datos reflejan entonces que la elite en términos educacionales es crecientemente menos diversa y fuertemente encapsulada.
La elección educativa debe ser vista como un marcador de clase, una señal que se emite dentro del propio grupo o clase social, un indicador tanto de pertenencia como de distinción interna. Esta señal se emite incluso en frecuencia global, o eso se asume dada la alta selectividad y costo de colegios de elite. Los atributos de quienes “evidentemente” liderarán organizaciones, empresas e instituciones públicas deben ser “reconocibles”. Esto es, tanto aquellos atributos transversales a la clase –apellidos, lugares de residencia o veraneo– como otros que pueden constituir diferencias internas (por ejemplo, si el tipo de educación privada es católica tradicional, británica, etc.). Como describen Méndez y Gayo (2019), el proceso de elección residencial y educativo involucra una socialización temprana en entornos afectivos de clase que contribuyen a encontrar estas afinidades y reconocimiento mutuo que ayudan a consolidar narrativas de autoconfianza, mérito y autoeficacia que desvían la atención del soporte material que acompaña la vida de las posiciones superiores (Sandel, 2020).
La opinión de los pares importa, y quizás sea por ello que casi un 87% de la elite actualmente esté educando a sus hijos e hijas en colegios privados. Nadie quiere salirse de la foto. La trayectoria hacia este tipo de educación parece irremontable en el caso de la elite económica, la cual ha optado en un 96% por este tipo de establecimientos. El mensaje es claro: la auto segregación residencial, educativa y cultural, funciona y sirve para la reproducción de la elite. Asimismo, como veremos más adelante, no pocos miembros de la elite tienen preferencias muy alejadas de la ciudadanía, lo cual en parte se explica por la educación y socialización en entornos que tienen muy poco contacto con la realidad de la gran mayoría del país.
Al comparar las opiniones entre ciudadanía y elites, son dos los resultados más significativos. Primero, la encuesta refleja importantes discrepancias en los grados de polarización política entre ambos grupos. Por una parte, la ciudadanía distribuye sus preferencias políticas de forma bastante homogénea entre la derecha (22%), el centro (34%) y la izquierda (30%), mientras que las elites se muestran altamente polarizadas. La elite económica se declara en un 72% de derecha, cifra que contrasta con el 56% de la elite cultural identificándose con la izquierda. A su vez, la elite política está divida en dos grandes grupos: un 39% se declara de izquierda y un 42% dice ser de derecha, mientras que tan solo un 16% se posiciona en el centro. Estos datos revelan que en el Chile de hoy es la elite la que está mayoritariamente polarizada en términos políticos, lo cual ciertamente influye en el debate público con conflictos y divergencias ideológicas que van más allá de las preferencias de la gran mayoría de la ciudadanía.
Segundo, al momento de analizar temas valóricos, se observan importantes diferencias tanto al interior de las elites como entre la ciudadanía y elite. A modo de ejemplo, frente a la pregunta por aceptar el aborto en cualquier circunstancia, la ciudadanía se divide prácticamente en dos: 42% dice estar muy en desacuerdo o en desacuerdo y 41% declara estar de acuerdo o muy de acuerdo. Por su parte, un 60% de la elite económica está en contra, mientras que un 58% de la elite cultural está a favor y, por último, la elite política se divide en dos frente a esta temática (50% dice estar muy en desacuerdo o desacuerdo y 40% declara estar de acuerdo o muy de acuerdo). Aunque determinar la polarización de la ciudadanía en discusiones valóricas no es claro y excede los hallazgos de este estudio, sí es claro que este ámbito efectivamente es una fuente de polarización a nivel de elite en el Chile actual.
La visualización de los conflictos sociales se ha intensificado en el debate público del Chile post-estallido. Sin embargo, los datos de la encuesta exhiben discrepancias sustantivas en torno a lo que se considera como un conflicto y a la gravedad con que se los percibe. Existen tres constelaciones interesantes en este sentido: primero, los temas económicos y de clase – plasmados en la encuesta en las preguntas sobre si hay conflicto entre ricos y pobres, y entre empresarios y trabajadores – son mucho menos percibidos como confrontaciones importantes para la elite económica que para las otras elites y la ciudadanía. Esto es particularmente evidente en las relaciones entre trabajadores y empresarios: 8% de la elite económica ve acá un gran conflicto, porcentaje que casi se triplica en la elite política (23%), se cuadruplica en la cultural (33%) y se sextuplica en la ciudadanía (48%).
Segundo, las relaciones tanto entre Chile y los países vecinos como y entre chilenos e inmigrantes evidencian una clara divergencia entre elite y ciudadanía. Mientras la relación entre Chile y los países vecinos es considerada conflictiva por un número muy reducido de las elites encuestadas (7% en promedio), 35% de la ciudadanía sí percibe un gran conflicto en esta materia. Asimismo, en promedio el 11% de las tres elites encuestadas percibe un gran conflicto entre chilenos e inmigrantes, porcentaje que en la ciudadanía sube drásticamente al 45%. En línea con el otro módulo de actitudes hacia la inmigración, este tema sugiere una fractura profunda entre elites y ciudadanía. Sea por temas de conveniencia económica, por valores cosmopolitas y de valoración de la diversidad, o por distancia social o territorial que impide descubrir las tensiones cotidianas, la elite exhibe desdén hacia un tema que para la ciudadanía se aprecia consistentemente problemático. Esto debe ser visto como un llamado de atención, porque la evidencia comparada revela que cuando el tema de la inmigración no es manejado de manera adecuada por las elites, surge un espacio político para la irrupción de discursos y fuerzas de derecha radical que politizan este tema de una manera bastante tóxica y dañina para la democracia (Mudde y Rovira Kaltwasser 2017).
Contrariamente, por último, la encuesta muestra un alto grado de convergencia en torno a la relación entre los Mapuches y el Estado. A diferencia de todos los otros temas evaluados, donde al menos una elite o la ciudadanía se distancian, frente a esta temática todas las elites y la ciudadanía perciben mayoritariamente que la relación entre los Mapuche y el Estado chileno es un gran conflicto (sobre 70%). Si se trata entonces de resaltar los acuerdos para pensar soluciones a problemas comunes, la relación entre Mapuches y el Estado debería ser un asunto atendido con prioridad.
En esta área – así como en los modos de provisión de derechos sociales que abordaremos posteriormente – se observan las principales discrepancias entre la elite cultural y la económica. Tres preguntas nos servirán para ilustrar esta gran divergencia.
En primer lugar, frente a la pregunta de si el mercado funciona bien en Chile, el 70% de la elite económica responde afirmativamente (“funciona muy bien + funciona bien”), 26 puntos más que la élite cultural (y 41 puntos más que la elite política, siendo éste uno de los pocos temas en los que los agentes políticos toman una distancia sustancial respecto de ambos grupos).
No muy distinto es el resultado en la pregunta de si debería aumentar la propiedad gubernamental de las empresas. Mientras la elite económica arroja una media de 3.8 (en una escala de 1 a 5, en donde 1 refleja una postura favorable a esta alternativa y 5 exactamente lo contrario), la elite cultural se refugia en un ponderado 3.1, levemente más moderado que la ciudadanía (2.7).
Finalmente, ante la alternativa de si debiese haber mayor igualdad de ingresos o una mayor diferencia como incentivo al esfuerzo individual, las diferencias son aún más marcadas. Mientras la elite económica exhibe una media de 3.3 (en una escala de 1 a 5), la elite cultural se sitúa a una distancia de casi 1 punto y medio (1.9), desbordando incluso a la ciudadanía (con una media de 2.3).
Estas tres preguntas representan una gran consistencia interna de la elite económica, lo que hace de ella un grupo ideológicamente coherente, posicionado en la derecha política y alejado de las preferencias tanto de la elite cultural como de la ciudadanía.
No puede ser motivo de sorpresa que las preferencias económicas de las elites y la ciudadanía se reflejen en visiones antagónicas sobre el modo de proveer y garantizar tres derechos sociales: salud, educación y pensiones.
En salud se aprecia una enorme discrepancia entre ambas elites con la ciudadanía. Si el 55% de los chilenos prefiere que sea el Estado quien se haga cargo de la salud, ese porcentaje declina en 13 puntos en la elite cultural (42%) y definitivamente se desploma en la elite económica (11%). No puede entonces sorprender que exista un cierto consenso entre las tres elites sobre formatos mixtos de gestión de este sector, contrastando con preferencias minoritarias por soluciones mixtas por parte de la ciudadanía.
No muy distinto es el cuadro que se desprende de los datos en materia de educación. También aquí se aprecia un generalizado rechazo a formas privadas de provisión de este derecho (incluso por parte de la elite económica, con un escuálido 5%), aunque con preferencias también minoritarias por parte de la elite cultural por una administración estatal (solo el 36% de los encuestados se muestra a favor de esta alternativa, lo cual podría entenderse a la luz del tipo de colegio del cual provienen los agentes culturales). Así las cosas, al igual que frente a la salud, las tres elites coinciden en preferir soluciones mixtas (69% en promedio), marcando una distancia considerable con el 58% de la ciudadanía que prefiere que el Estado se haga cargo de la educación.
Finalmente, es en materia de pensiones en donde se observan los mayores consensos al interior de las elites. Si la ciudadanía prefiere claramente que el Estado se haga cargo de las pensiones (61%), solo el 36% de la elite cultural y el 34% de la elite económica opinan lo mismo. El consenso es perfecto entre la elite económica, cultural y política ya que estos tres grupos son mayoritariamente favorables a soluciones mixtas (todos en el rango del 57% de las preferencias), lo que contrasta con el 29% de la ciudadanía.
El país está ad portas de iniciar un proceso de reforma constitucional que sin duda tendrá repercusiones de largo alcance y, por lo mismo, es necesario contar con diagnósticos precisos sobre la situación nacional. En ese sentido, este estudio COES sobre la elite debe ser entendido como un insumo para el debate. Mostramos temas donde hay consenso y disenso no solo entre elites y ciudadanía, sino también al interior de las elites. Los datos pueden ser leídos como un llamado de atención de que para generar estabilidad y gobernabilidad resulta necesario que las elites se abran a canalizar las demandas de la ciudadanía y pensar reformas de largo plazo. Asimismo, los resultados resaltan la importancia de evitar la sobrerrepresentación de la elite en el proceso constituyente. De lo contrario, el país seguirá inmerso en un largo periodo de inestabilidad y tensión social. La solución pasa inevitablemente porque las elites se abran a comprender los problemas de la sociedad y estén dispuestas a realizar transformaciones.
-Atria, J. y Rovira Kaltwasser, C. (2021). Informe de resultados. Estudio COES de la elite cultural, económica y política en Chile. Santiago de Chile.
-Méndez y Gayo (2019). Upper Middle Class Social Reproduction: Wealth Schooling and Residential Choice in Chile. Cham: Palgrave Macmillan.
-Mudde, C. y Rovira Kaltwasser, C (2017). Populism. A Very Short Introduction. Oxford: Oxford University Press.
-Page, B., Bartels, L., y Seawright, J. (2013). Democracy and the Policy Preferences of Wealthy Americans. Perspectives on Politics 11(1): 51-73
-PNUD (2015). Desarrollo Humano en Chile: Los tiempos de la politización. Santiago: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
-Sandel, M. (2020). The Tyranny of Merit: What’s Become of the Common Good? New York: Farrar, Straus and Giroux.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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