CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
COVID-19 y el desastre regional
27.03.2021
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CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
27.03.2021
En la Región Metropolitana la muerte por COVID-19 cayó un 62% en comparación con el semestre anterior. En el resto del país ésta aumentó en un 75%. Cada región vive su propia epidemia, escriben los autores en este análisis del indicador que más duele. Advierten, sin embargo, que contar las muertes es mirar el nivel de contagio pasado. Con el contagio actual, las tasas de muertes pueden empeorar.
Transparencia: Gonzalo Bacigalupe es actualmente candidato a la Convención Constituyente. Los autores no trabajan para, ni reciben financiamiento de compañía u organización alguna que pudiera beneficiarse de la publicación de este artículo.
A más de un año del comienzo de la pandemia, tenemos un millón de casos y con casi certeza 30 mil personas fallecidas para fines de marzo. Es también un año de mensajes confusos por parte de las autoridades y sus defensores.
Según las cifras entregadas por el Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del MINSAL, al 3 de marzo de 2021 habían fallecido 28.065 personas en Chile por COVID-19. Aún más, según el Informe Semanal de Defunciones generado por el mismo departamento y con fecha de corte el día 18 de marzo, en Chile habían fallecido 29.540 personas por COVID-19. Por otro lado, según el reporte epidemiológico 102 publicado por el MINSAL el 13 de marzo, Chile superó el millón de casos COVID-19 (confirmados y probables).
En esta columna analizamos las cifras de personas fallecidas pues son las que más hondo nos calan y porque son los números sobre los cuales hay más certidumbre (aun cuando revelan una situación epidemiológica del pasado, pues una persona que muere puede haberse contagiado hace una semana o hace un mes).
Nos basaremos en la información entregada por el DEIS el día 20 de marzo y dividiremos el año en dos semestres:
el primero desde el 3 de marzo al 2 de septiembre de 2020;
el segundo desde el 3 de septiembre de 2020 al 2 de marzo de 202, un día antes que se registraran más de 28 mil fallecidos.
Mostraremos que la reducción de fallecidos ha sido de un 23% a nivel nacional y que la principal reducción de muertes se produjo en la capital. Sin embargo, la situación en regiones ha empeorado gravemente, a tal punto que todas las regiones desde el Ñuble al sur tuvieron entre 2,8 y 8,6 más fallecidos por COVID-19 en total en el segundo semestre que los seis meses iniciales.
En definitiva, el plan paso a paso, que ha primado esta segunda etapa, ha tenido un éxito moderado en la RM y ha llevado a un desastre regional. Es urgente revisar el plan paso a paso, tanto en sus criterios como en las medidas que rigen en cada etapa.
A nivel nacional, en el primer semestre se reportaron 15.820 personas fallecidas por COVID-19, mientras que el segundo fueron 12.173 muertes, es decir, un 23% menos de muertes. Aún más si se considera que esa reducción ocurrió en primavera-verano cuando las condiciones son ideales para reducir los contagios debido a que las personas permanecen más al aire libre, evitando lugares cerrados, propicios para el contagio a través del aire. Sin embargo, en los últimos 6 meses hemos tenido un promedio de más de 2.000 personas fallecidas por mes, un semestre definitivamente trágico.
Ahora, si vemos la situación de la RM, donde vive cerca del 42% de la población, la comparación de los semestres sugiere que el escenario hoy es menos complejo que en el resto de Chile. Durante los primeros seis meses murieron 11.328 personas y desde luego, desde septiembre hasta marzo, se agregaron otros 4.358 fallecimientos. Esto equivale a un 62% menos, que implica más de 700 personas fallecidas por mes.
En contraste con la reducción de muertes de la RM, las regiones han empeorado durante este año. Durante el primer semestre fallecieron 4.492 personas por COVID-19, mientras en el segundo fueron 7.815, es decir, un aumento de un 74%. Algo ha ido muy mal para el 58% de la población de Chile que no vive en la capital. En la siguiente figura se muestra a modo de resumen la variación semestral de las muertes por COVID-19 de Chile, RM y el resto de las regiones de Chile.
Los promedios esconden realidades más complejas y este ejercicio que acabamos de hacer lo muestra. Un 23% menos de fallecidos a nivel nacional, contrasta con el 74% de alza en las regiones fuera de la RM. Ahora, si vemos el detalle por región nos encontramos con que cada una vive su propia epidemia. Salvo la RM y la región de Antofagasta, 14 regiones presentan cifras peores. En el siguiente gráfico le mostramos el porcentaje de variación semestral del número de personas fallecidas de cada región.
Desde la región del Ñuble al sur todas las regiones han tenido el doble o mucho más de fallecidos en estos últimos 6 meses (más de un 100% de alza). Lo peor ocurrió en las regiones de Los Ríos y Aysén que parecían para algunos las regiones ideales para iniciar clases presenciales a mediados del año pasado. Estas regiones presentan un aumento semestral de 757% y 600%. En otras palabras, si hasta el 2 de septiembre en la región de los Ríos fallecieron 37 personas, en los seis meses siguientes fueron 317. Por su parte, en la región de Aysén se reportaron 5 personas fallecidas hasta el 2 de septiembre, lo que luego aumentó a 35 los siguientes 6 meses.
Fuera de la RM, la región de Antofagasta es la única que tiene una reducción de defunciones por COVID-19. Sin embargo, el promedio regional esconde el contraste entre Calama y Antofagasta. La comuna de Calama fue una de las comunas más golpeadas en el invierno de 2020 fuera de la RM, y después de las fiestas de fin de año ha estado empeorando. En junio hubo 150 personas fallecidas, el peor mes, y desde entonces diciembre fue el mes con menos muertes por COVID-19 con 8. Febrero aumentó a casi el triple llegando a 22 y hasta el 18 de marzo el DEIS reportó 19 personas fallecidas en este mes. Aun empeorando, Calama tuvo un segundo semestre con un 70% menos de personas fallecidas. En contraste, la comuna de Antofagasta experimentó un alza semestral de un 19%, principalmente después de las fiestas de fin de año. Es así como en la comuna, que tiene más del doble de la población de Calama, fallecieron 93 personas en julio, el peor mes de la pandemia. En el mes de febrero se reportó el segundo peor mes con 91 muertes por COVID-19 y en lo que va de marzo se han reportado otros 42 decesos.
Si uno se queda sólo con los promedios, no puede alertar de situaciones particulares. Aún en la RM se aprecian situaciones especiales. Es así como en la comuna de Isla de Maipo se reportaron 13 fallecidos durante febrero, superando el mes de junio que con 11, era el peor mes para la comuna rural de 25 mil habitantes. Analizar esta situación, en una comuna pequeña, puede tener muchos matices, pero sin lugar a duda con un plan de protección bien afianzado esto no debería seguir ocurriendo.
En los párrafos previos analizamos la evolución de cada región y comparamos este primer año dividiéndolo en dos semestres. De esta manera vemos cada región comparada con ella misma. En la siguiente figura mostramos el número de personas fallecidas en cada región por semestre por millón de habitantes, es decir, analizamos el número de fallecidos en cada región semestralmente, en relación con su población.
Se aprecia que la RM fue la región más golpeada en los primeros seis meses con cerca de 1.400 personas fallecidas por millón de habitantes. Como referencia, esta tasa semestral es similar a la tasa total en Suecia en toda la pandemia. En el segundo semestre la Región de Magallanes ha vivido una situación aún peor, con 1.855 personas fallecidas por millón de habitantes. Esta tasa en seis meses es similar al total de toda la pandemia en países como Reino Unido e Italia en más de 1 año.
Hoy la situación es grave a nivel nacional.
La ocupación de las camas UCI está sobre un 94% y en las regiones se reporta el récord de pacientes COVID-19 en UCI, superando por primera vez los 1.000 pacientes. La RM está aumentando con fuerza la cantidad de casos. El 21 de marzo registraba 1.158 pacientes COVID-19 en las UCI, tantos como el día 5 de junio del año pasado. En los últimos 7 días la cantidad de personas que ha requerido atención en las UCI se ha incrementado en torno al 15%. Es de suponer que, dado que siguen aumentando los casos diariamente, también lo será la demanda por camas UCI.
Es difícil saber a cuánto de esa demanda se podrá responder. Muchos pacientes que lleguen a urgencias puede que no tengan acceso a una cama UCI y deban mantenerse en estas unidades, lejos del tratamiento oportuno.
El plan paso a paso, que ha fallado en todas las regiones del país en controlar la epidemia, se pondrá a prueba en la región metropolitana. Con un promedio cercano a 120 muertes diarias a nivel nacional, aún con un ritmo de vacunación veloz, se debe actuar para evitar miles de muertes más. Es difícil mantener el optimismo en lo que venga en los próximos días con paupérrimos antecedentes de los primeros 12 meses.
En el pasado hemos analizado el peligro de asumir que llegar a un pico de casos y el quiebre del aumento es suficiente para relajar las medidas.
En Chile el arrastre de fallecidos al llegar a una meseta continua de contagios nos puede llevar a una mortalidad aún mayor en el 2021. De hecho, el verano del 2021 registró la mortalidad más alta del país en 46 años.
Las medidas recomendadas por sociedades científicas y asociaciones gremiales ofrecen la oportunidad de controlar el contagio este otoño y así no intensificar el colapso hospitalario. Debemos recordar que, comenzada la época más fría, la alta movilidad social, y la apertura de colegios haya significado un aumento de infecciones respiratorias que también requieren hospitalizaciones impactando aún más el sistema hospitalario que a su vez tiene largas listas esperas por cirugías “electivas”, tratamientos oncológicos, y tratamientos de enfermos crónicos. La emergencia sanitaria a un año de las primeras muertes es ahora una situación crónica. Eso a pesar de conocer con certeza cómo se produce el contagio y como se puede prevenir la enfermedad. Es decir, principalmente el contagio se produce en lugares cerrados con mala ventilación, lo que se puede prevenir evitando aglomeraciones, uso adecuado de mascarilla y reduciendo la movilidad de las personas con un nivel de contagio tan alto.
La revista Nature, en una síntesis de estudios, reafirma esta semana que la inmunidad de grupo es por el momento teórica y que cifrar todas las esperanzas en la vacuna sin vigorosos planes de prevención pone en peligro la inmunidad efectiva y el llevarnos a controlar la pandemia. No sabemos aún la efectividad de la vacuna, no todos los países avanzan con celeridad en el continente, las variantes pueden impactar la inmunidad, y aún no sabemos cuánto dura la protección que ofrece la vacuna o si efectivamente ayuda que los inoculados no contagien a otras personas. El nivel de incertidumbre, a pesar del optimismo, es aún grande y por ello no es acerca de esperar. Ahora que hay menos incertidumbre con relación al virus y como prevenirlo, lo conocemos mucho más, necesitamos que la estrategia sanitaria sea consistente y disminuya la tremenda incertidumbre que se produce al no comprometer todos los esfuerzos en la prevención del contagio.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (CRHIAM) y el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.