CIPER ACADÉMICO / ANÁLISIS
Plástico ¿por qué no podemos deshacernos de él, pero tenemos que hacerlo?
26.03.2021
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CIPER ACADÉMICO / ANÁLISIS
26.03.2021
Hace un mes se publicó el informe de ONU Ambiente, titulado: “Hacer las paces con la naturaleza: un plan científico para abordar la triple emergencia del clima, la biodiversidad y la contaminación”. El autor de esta columna —único investigador chileno que contribuyó a este informe— se detiene en uno de los factores principales de la contaminación: el plástico, un material que está en todas partes y que en muchos casos no tiene reemplazo. Un reciente decreto propone metas para el reciclaje del plástico pero dada la complejidad de los tipos materiales usados en su fabricación, no contamos con la tecnología necesaria para cumplir la norma, explica el autor.
Este trabajo es parte de los intereses de investigación del autor como Miembro del Consejo Asesor Científico del ISC3 (Centro Internacional Colaborativo para la Química Sostenible de Bonn, Alemania) y como científico preocupado de la contaminación ambiental en Chile y en el mundo.
TRANSPARENCIA: Ricardo Barra Ríos no trabaja, comparte o recibe financiamiento de ninguna compañía u organización que pudiera beneficiarse de este artículo. Además, no debe transparentar ninguna militancia política ni afiliación relevante más allá de su condición de académico investigador.
Sabemos que el plástico está en todos lados, incluso en los lugares que no quisiéramos o que ni siquiera imaginamos: en nuestra ropa, en los materiales que permiten la teleconexión (teléfonos, computadores), en la construcción, en el transporte y también, a veces, en los tejidos de algunos peces, donde se han descubierto fibras derivadas probablemente de la ropa plástica y microplásticos, tal como lo indican los colegas de la Alianza Científica para la Contaminación por Plásticos (Urbina et al 2020). Seguramente los lectores habrán visto imágenes dramáticas de las islas de plástico en el océano, o fragmentos de plástico presentes en cada rincón del planeta, hasta en aquellos más inesperados como las Fosas Marianas en el Pacífico y en la Fosa de Chile-Perú a más de 10.000 metros de profundidad (Jamieson et al, 2019).
Estamos rodeados de plástico, no podemos negarlo. Y a veces tampoco podemos, realmente, deshacernos de él: ahí empieza la contaminación y los problemas.
El informe de ONU Ambiente liberado el pasado 18 de febrero y denominado “Hacer las paces con la naturaleza: un plan científico para abordar la triple emergencia del clima, la biodiversidad y la contaminación”, permitió evaluar los vínculos entre múltiples desafíos ambientales y de desarrollo para este complejo Siglo XXI. En el documento, donde participé como autor contribuyente y que está disponible gratuitamente (por ahora solo en inglés, pero con un resumen ejecutivo en español), se abordan una serie de informes globales publicados en los últimos años. Se pone énfasis en cómo la ciencia puede colaborar con la formulación de políticas audaces para abrir un camino hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030 y un mundo neutro en carbono para 2050. Las tres amenazas que identifica el informe de ONU Ambiente son muy claras: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación y generación de desechos.
Si bien el informe aborda diferentes aspectos, esta columna se centrará en una materia puntual: el plástico, debido a la importancia que ha cobrado el tema de la contaminación plástica en el océano y sus efectos en la vida marina y los seres humanos, pero también en el ambiente terrestre. A continuación analizaré los enormes costos que representa el plástico en términos de agua y otras energías, pasando por el costo económico de su enorme ciclo de vida (y del que poco se habla, pues deja en evidencia que es un material más caro de lo que se piensa) y la falta de tecnología para controlarlo. Abordaré también la importancia de replantearnos cómo y por qué debemos cambiar nuestros hábitos en cuanto al consumo de este material para establecer una nueva relación con la naturaleza.
La producción de plástico convencional depende en gran medida de materias primas fósiles vírgenes (principalmente gas natural y petróleo), así como de otros recursos, incluida el agua. Se necesitan 185 litros de agua para fabricar un kilogramo de plástico. La producción de plástico utiliza hasta el 6% de la producción mundial de petróleo, y se espera que aumente al 20% para 2050, cuando las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con el plástico pueden llegar a representar el 15% del presupuesto anual mundial de carbono (Barra et al, 2018).
El plástico es un material ampliamente utilizado en nuestra vida y en muchos casos no hay forma de reemplazarlo (como en algunas aplicaciones médicas, por ejemplo). Desde el punto de vista de la gestión, el plástico de un solo uso (que es el que vemos en bolsas o envases) es solo una fracción del total del plástico que usamos. De hecho, en la actualidad un automóvil contiene hasta un 60% en volumen de plástico en su composición.
En el caso puntual de la contaminación por plástico, se ha puesto relevancia en la contaminación marina con este material, pero el problema es mucho más amplio. La complejidad de este material hace que su reciclaje y reúso sea muy difícil, dada su composición química y, en algunos casos, los aditivos tóxicos que contiene. Los avances en el conocimiento de la contaminación nos ponen en la vereda de reconocer el problema, pero no en tener muchas herramientas para controlarlo.
Como se ve, esto es un desafío mayor de la sociedad, donde la industria del plástico tiene un importante rol que jugar: en el reemplazo de materiales, la innovación que ello implica y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero por el uso de combustibles fósiles en su fabricación.
Por su parte, los organismos reguladores, deben, en primer lugar, generar las restricciones para eliminar el uso de plásticos de uso único. Ya se hizo con las bolsas plásticas, pero ahora hay que avanzar con los envases y embalajes de un solo uso y también avanzar en la definición de usos no esenciales del material plástico, para ir paulatinamente reduciendo su uso y consumo. Actualmente en nuestro país se avanza en el reglamento de la ley de responsabilidad extendida del productor —conocida como ley REP—, donde se plantean metas más ambiciosas para la reducción y reciclaje de envases y embalajes plásticos para los próximos años. De hecho, el martes 16 de marzo se publicó en el Diario Oficial el decreto que establece estas metas en el mediano y largo plazo. Si bien es un avance el poner metas cuantitativas para el reciclaje de plástico en envases y embalajes en un plazo de 13 años, dada la complejidad de los tipos de materiales utilizados en su fabricación, es posible que estas metas se vean restringidas por las limitaciones tecnológicas que hoy tiene el reciclaje de algunos tipos de plásticos en nuestro país. Ciertamente es mejor tener alguna meta que no tenerla, aunque es siempre necesaria una mayor ambición y un compromiso decidido de la industria del plástico a implementar estas medidas de la forma más efectiva posible. Es probable que esta nueva regulación fuerce a la industria a mejorar la gestión de sus envases y embalajes con materiales plásticos que efectivamente puedan ser reciclados.
En segundo lugar, las entidades reguladoras deben moverse a incentivar el uso de materiales similares al plástico, pero que sean degradables y reciclables, lo que no ocurre hoy en día con varios tipos de productos en base a este material. Incentivos pueden ser al desarrollo e innovación de materiales de reemplazo al plástico (por ejemplo, los cepillos de dientes en base a bambú y otros materiales biodegradables), al reúso de plásticos que puedan tener aplicaciones constructivas, por ejemplo en pavimentos y concretos.
Otro punto relevante es el rol que nos compete como consumidores. Debemos aprender a disminuir el uso de plásticos de un solo uso y exigir la reducción de uso del plástico en envases y embalajes, que también se utilizan una sola vez. El siguiente paso es avanzar al reemplazo de los materiales plásticos persistentes por aquellos que sean más amigables con el ambiente. Es decir, que se degraden más rápido, que puedan tener aplicaciones alternativas en otros usos y que eliminen el uso de productos químicos tóxicos en su diseño y fabricación.
Una de las dificultades que tiene el reciclaje del plástico se relaciona con la complejidad del material y sus distintas composiciones en función del uso que se le quiera dar. Por ello consideramos que un diseño de plástico sostenible para el siglo XXI debiera considerar todo el ciclo de vida desde su diseño, hasta pensar cómo se va a disponer en el ambiente una vez que termina su ciclo de vida útil.
La actual contaminación con plástico, que preocupa a un grupo de científicos chilenos (Urbina et al, 2020), por la creciente evidencia también en nuestro país de la presencia de plásticos, micro y nanoplásticos en el medio ambiente y seres vivos, nos debe hacer pensar en un cambio de paradigma en nuestro sistema de producción y consumo que debiera pensar y actuar en forma menos lineal y más circular.
Sin duda, la contaminación por plásticos podría representar una de las fallas de mercado más graves de la que somos testigos, pues su costo actual no incluye los efectos que este material —tan noble hasta que se dispone en la basura— tiene sobre los ecosistemas y la salud de las personas. La presencia de plásticos en tejidos de plantas, animales y personas, es una amenaza directa a nuestra salud, pues como indicamos, los plásticos no vienen solos, sino son también vectores de otros contaminantes altamente tóxicos para la naturaleza y el ser humano, y al ser de tan larga vida (persistente en el ambiente), no solo amenaza a nuestra generación sino también a las generaciones futuras.
Los planes de “recuperación verde” para las economías afectadas por la pandemia son una oportunidad imperdible para acelerar esta transformación hacia la circularidad de los materiales y la reducción de la huella química que deja el plástico en el planeta. Porque consisten en una recuperación sostenible, es decir, que el proceso pospandémico tendría en consideración la reducción de la pobreza y la recuperación económica, pero al mismo tiempo la protección del medioambiente.
La economía circular es una alternativa al actual modelo de economía lineal, que no ha logrado ser completamente sustentable. La economía circular —en su fabricación, uso y disposición final— tiene como objetivo mantener los recursos en uso durante el mayor tiempo posible, para extraer el máximo valor de ellos mientras están en uso, y para recuperar y regenerar productos y materiales al final de su vida útil. De esta forma, ofrece una oportunidad para minimizar los impactos negativos de los plásticos, mientras maximiza los beneficios de este material y sus productos, proporcionando beneficios ambientales, económicos y sociales.
Las soluciones de economía circular para plásticos incluyen: producir plásticos de materias primas alternativas de combustibles no fósiles; el uso de desechos plásticos como recurso; rediseñar el plástico en procesos de fabricación y productos para mejorar la longevidad, la reutilización y la prevención de desechos; colaboración entre empresas y consumidores para fomentar el reciclaje y aumentar el valor de los productos plásticos; alentar modelos de negocio sostenibles que promueven los productos plásticos como servicios y fomentan el intercambio y el arrendamiento; desarrollar plataformas de información sólidas para ayudar a las soluciones circulares; y la adopción de medidas fiscales y regulatorias para apoyar la economía circular. Un ejemplo de ello, es la utilización de desechos plásticos como materiales de construcción, en edificios y carreteras, o bien como aislantes térmicos.
Las soluciones de economía circular ayudarán a «cerrar el ciclo de los materiales», es decir, a minimizar el desperdicio y conservar los materiales en la economía y fuera de los vertederos e incineradores, pero la economía circular no resolverá por completo el problema de plástico. Una solución integral debe buscar «ralentizar el ciclo de material», es decir, reducir la demanda y producir solo productos plásticos esenciales, incluso desalentando la producción y usos no esenciales de plásticos y la promoción del uso de alternativas renovables y reciclables a éstos. Y es en este punto donde entran en juego las personas, quienes deben reconsiderar su relación con la naturaleza, aprender sobre la sostenibilidad y cambiar sus hábitos para reducir el uso de recursos, minimizar el desperdicio de alimentos, agua y energía, adoptando dietas más saludables y consumiendo menos plásticos.
El cambio que debemos promover es entonces de abajo hacia arriba, pero también de arriba hacia abajo. Es decir, cambiando nuestras actitudes, el cómo consumimos y desechamos lo que utilizamos en nuestra vida cotidiana, y aquí la educación juega un rol muy importante. Les invito a leer el informe, que corresponde a una mirada desde la ciencia para alimentar la política y contribuir a un planeta sostenible, en un año especialmente crucial, pues se realizarán las próximas reuniones de la convención sobre el clima (COP26) y la biodiversidad (COP15), donde los gobiernos deben proponer los objetivos sinérgicos y ambiciosos para salvaguardar el planeta, reduciendo casi a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero en esta década, conservando y restaurando la biodiversidad.
UN Environment Programme (2021) Making peace with nature; A scientific blueprint for tackling the climatic, biodiversity and pollution crisis. Disponible en: https://www.unep.org/es/resources/making-peace-nature
Barra et al. 2018. Plastics and the circular economy. Scientific and Technical Advisory Panel to the Global Environment Facility. Washington, DC. Dsiponible en : https://stapgef.org/resources/advisory-documents/plastics-and-circular-economy
Jamieson AJ, Brooks LSR, Reid WDK, Piertney SB, Narayanaswamy BE, Linley TD. 2019 Microplastics and synthetic particles ingested by deep-sea amphipods in six of the deepest marine ecosystems on Earth. R. Soc. open sci. 6: 180667. http://dx.doi.org/10.1098/rsos.180667
Urbina et al., (2020). A country’s response to tackling plastic pollution in aquatic ecosystems: The Chilean way. Aquatic Conservation Mar Freshw Ecosyst 2020: 1-22 DOI: 10.1002/aqc.3469
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (CRHIAM) y el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.