ENTREVISTA A GLADYS VIDAL, DIRECTORA DEL CRHIAM:
“La carretera hídrica es una medida de corto plazo. Es mucho esfuerzo y dinero, solo para regar pobreza”
20.03.2021
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ENTREVISTA A GLADYS VIDAL, DIRECTORA DEL CRHIAM:
20.03.2021
Se espera que la discusión constituyente abra un espacio para pensar en el derecho al agua, lejos de la lógica de mercado que rige actualmente. En esta entrevista Gladys Vidal, directora del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería, CRHIAM, analiza la dimensión geográfica de esa nueva mirada y señala que Chile debe pensarse desde las “cuencas”, esos espacios territoriales donde todo confluye. Pensar así significa preguntarse cuánta agua necesita cada sector productivo y las personas, y distribuirla no en función del poder de mercado de cada uno (como hacemos hoy), sino según el agua que existe en cada cuenca. “En esta lógica, lo que manda es el agua, no las personas”.
TRANSPARENCIA: Gladys Vidal es directora del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería, CRHIAM, centro con el que CIPER Académico tiene un convenio. Esto, sin embargo, no implica ningún límite a la libertad editorial de CIPER.
Para asegurarnos un futuro con agua, Gladys Vidal, directora del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (CRHIAM), propone planificar Chile de otra manera. En lugar de poner a las personas y las ciudades en el centro, hay que entender que “la naturaleza impone las condiciones y nosotros gestionamos esa naturaleza”, señala.
Siguiendo esa lógica, y pensando que una de las tareas centrales es cuidar el agua y distribuirla de manera más justa, Chile debiera reordenarse en torno a las cuencas, afirma la investigadora. ¿Por qué las cuencas? Porque es el espacio geográfico donde confluye todo: “Una cuenca hidrográfica es una unidad territorial que está drenada por un afluente, por un río, delimitada por las altas cumbres y está constituida por todo el suelo y el territorio más el agua, más toda la gente que vive ahí y el desarrollo socioeconómico”, explica Gladys.
—¿Por qué es importante pensar todo desde allí?
—Voy a poner un ejemplo: la región del Biobío es la que provee alrededor del 40% de la energía del país, sólo por represas hidráulicas. Además, es una región forestal e industrial. Es decir, necesita agua para celulosas, pero también para las ciudades y toda su zona rural. Entonces, cuando planificamos el territorio, hay que pensar en toda esta unidad territorial. Pero hoy eso no ocurre. Hoy, el que tiene la propiedad de un terreno decide cómo va a ser la explotación del agua, ya sea agrícola o forestal. En el caso de las industrias es distinto porque deben pasar por una evaluación de impacto ambiental, pero en el medio agrícola no es así. Ellos llegan y se expanden, y de esa manera usan recursos de la cuenca que terminan afectando a otros. El cambio climático nos mostró que el agua no sobra y que la tenemos que gestionar mejor. Producto del cambio climático, tenemos una mega sequía que nos hace notar la importancia del agua en el territorio.
El 80% de toda el agua que tenemos en Chile es usada por la agricultura. La minería no usa tanta agua, esto es muy importante desmitificarlo
-¿Fue el cambio climático el que produjo la sequía o un uso abusivo de este recurso?
-Es una mezcla. Pero el tema central hoy es cómo planificamos el territorio. Por eso es tan importante la cuenca hidrográfica. Si usted retira el agua de una cuenca va haber lugares que se van a atrofiar ¿Qué significa eso en términos ecológicos? Que se va a perder la biodiversidad. El concepto de cuenca lo usamos en Chile todos los días en la universidad, se lo enseñamos a los estudiantes, pero no se puede implementar con el actual Código de Aguas, porque éste no incorpora el componente ambiental.
-¿Qué implica eso?
-El Código de Aguas hace una mención al concepto de cuenca. Pero no basta con eso, pues hay aspectos que no están resueltos. No existe información ni datos estadísticos sobre cuánta agua hay en una cuenca, o la calidad y biodiversidad de las aguas subterráneas que tenemos. Conocer el balance de cada cuenca hidrográfica, la oferta y demanda de agua de cada una, es fundamental para organizar un territorio. En Brasil, donde han avanzado mucho en esto, la planificación del agua es interdisciplinaria y se hace por cuencas hidrográficas. Las cuencas no son límites políticos ni regionales, son límites naturales. En esta lógica, lo que manda es el agua, no las personas.
Gladys Vidal es doctora en Ciencias Químicas con especialización en Biología Ambiental y desde 2018 dirige el CRHIAM, un centro liderado por la Universidad de Concepción en asociación con la Universidad de la Frontera y la Universidad del Desarrollo; un proyecto en el que participan profesionales de diversas disciplinas para entender y estudiar el agua de manera compleja. La mirada interdisciplinaria sobre el uso y gestión de este recurso, según Gladys, es clave para mejorar las políticas públicas.
-Este año tendremos una asamblea constituyente que discutirá, entre otras cosas, sobre el derecho al agua. De la investigación que ha realizado el centro que usted dirige, ¿qué tres ideas o propuestas debemos tomar en cuenta a la hora de pensar en este recurso?
—Lo primero es que el agua debe ser abordada interdisciplinariamente. Eso significa que la institucionalidad tiene que velar porque las personas tengan agua; preocuparse por el desarrollo socioeconómico pero también por la conservación de los ecosistemas. Junto con lo anterior, un segundo factor es gestionar el agua a través de la cuenca hidrográfica. Eso implica hacer que la minería y la agricultura se junten en un territorio y conversen, pues todos van a tener que usar la misma agua. El tercer punto es la seguridad hídrica, un concepto que implica que todas estas personas que son distintas y tienen intereses diversos van a tener que buscar puntos de acuerdo para que todos tengan agua siguiendo una jerarquización: agua para las personas, agua para los ecosistemas, agua para el desarrollo socioeconómico.
Lo más valioso en este momento es gestionar el agua a través de la cuenca hidrográfica, ahí está la clave
—La Constitución actual y el Código de Aguas han generado un modelo donde la idea de ponerse de acuerdo no existe. Lo que prima son los derechos de agua y el poder está determinado por el poder de mercado, es decir, por cuántos derechos poseo. ¿Cómo podemos cambiar eso?
—La propuesta que estamos haciendo desde la universidad evidentemente es difícil de implementar en un sistema de libre mercado como el que tenemos. Pero si no llegamos a nuevas formas de gestión, vamos a tener problemas. Por eso es importante la planificación de las cuencas, porque si usted está ocupando mucha más agua de lo que le puede dar esa unidad geográfica, rompe el equilibrio del ecosistema y alguien se va a quedar sin agua. Eso es lo que está pasando, por ejemplo, en la región de la Araucanía. Hay cuencas pequeñas que están desbordadas de plantaciones forestales de monocultivo (pino y eucaliptu para la producción de celulosa) que han generado impactos ambientales notables, principalmente en la disponibilidad del agua. Más aún, contamos con evidencia que muestra que en la región del Bio Bio, entre 1997 y 2007, la superficie de bosque nativo disminuyó un 21% en promedio. Estos cambios drásticos en el uso del suelo han afectado a los mapuche que habitan esos lugares, quienes, además de tener menos agua, pierden sitios emblemáticos relacionados con el agua y su cultura, como los trayenkos. Ahora, ¿cómo llegar a un acuerdo? Creo que las presiones de cambio climático nos van a llevar a que tengamos que buscar una nueva forma de organización. Si estos cambios no se hacen ahora, todo lo que viene es muy complejo para Chile. Tenemos que pensar en los que vienen.
—El filósofo y antropólogo Roman Krznaric afirma que la pregunta más importante actualmente es cómo podemos ser “buenos ancestros”. Es decir, dejar de pensar en las ganancias de corto plazo y entender que la salud del planeta no solo es importante hoy sino para las próximas generaciones. Cuando miramos la relación de la agricultura y la minería con el agua o la gestión del Estado en Chile, ¿diría usted que nos hemos comportado como “buenos ancestros”?
—Yo diría que alguna gente que está en la institucionalidad pública, en el Estado, sí funciona así. Pero la política de libremercado de Chile lo impide.
-Usted decía recien “si no llegamos a nuevas formas de gestión, vamos a tener problemas” ¿A qué se refiere concretamente?
-La falta de agua para el consumo humano genera brechas de desigualdad y mala calidad de vida. Hoy hay varias localidades rurales en Chile, por ejemplo Yumbel, Florida, Santa Juana, Hualqui, entre otras, donde las personas reciben agua cada ciertos días a través de camiones aljibe y con máximo diarios de 50 litros por día por habitante. Eso, aunque la ONU tiene fijado un consumo mínimo de 100 litros por día por habitante. Yo creo que a futuro esta realidad puede llegar incluso a las grandes zonas urbanas. Por ello es muy importante generar acuerdos entre los habitantes de un territorio, una gobernanza para que todos puedan tener agua para los múltiples usos y para asegurar a las generaciones futuras su desarrollo. Pero además hay razones sanitarias. Una mala gestión del agua afecta la salud del ecosistema, y esto influye en la propagación de enfermedades, cambios en la flora y fauna, perdida de peces nativos. Como mencioné, la mala gestión puede influir en la cantidad y calidad de las aguas que dan vida a nuestros paisajes, y afectar las prácticas culturales, espirituales, religiosas, de nuestras culturas ancestrales. Todo ello impacta en el desarrollo socioeconómico del país, pues todas las actividades, en mayor o menor medida, dependen del agua. Por ello es importante también establecer reglas claras. Dotar de mejor manera a la institucionalidad del agua para que, ante un panorama de escasez profunda, se pueda gestionar este recurso de la mejor manera.
Hay varias localidades en Chile donde las personas reciben menos agua de los mínimos que indica la ONU
—¿Qué artículos que deben cambiar concretamente en el Código de Aguas para que dejemos de relacionarnos con este recurso bajo una lógica de libre mercado?
-Más allá de abordar artículos específicos, creo que hay que enfocarse en la relación agua y propiedad. El riesgo hoy es que quienes tienen derechos de agua los pueden vender en el mercado y en un panorama de escasez, los precios de estos derechos se pueden incrementar considerablemente. Eso ocurrirá independientemente de quién compre y para qué, generado un espacio de transacción que está lejos de las necesidades de los ecosistemas o de la relación agua-tierra. En este mercado del agua evidentemente, se podría transar el agua para consumo de las personas, pero también para cualquier otro sector. Y esta transacción no está acorde con el respeto y la garantía del derecho humano, la conservación de los ecosistemas y la conexión de agua y el territorio. Es prioritario entender que el hombre es parte del ecosistema y su subsistencia depende de la conservación de éstos.
-¿Será posible que nos organicemos de otra manera? Usted decía, minería y agricultura tienen que conversar. ¿Cree usted que el sector privado se va abrir a pensar y planificar el territorio de otra manera?
—Hay un choque entre la naturaleza y nuestra forma de desarrollo. Hay que adaptarse al cambio climático y una manera de hacer eso es reestructurar las formas de desarrollo socioeconómico, porque para poder mantener el negocio, hay que mirar también a la naturaleza. Chile ha firmado muchos tratados internacionales, y cuando los otros países se den cuenta que usted vende productos que están dejando un lugar sin recursos, eso no va a ser aceptado.
-Pero eso no está ocurriendo: hoy somos el tercer exportador de paltas a nivel mundial y en Petorca, donde se concentran un cuarto de las plantaciones de paltas, según el INDH el derecho humano al agua no está garantizado…
—Es cierto, todavía no ocurre, pero la evidencia dice que hay que cambiar esto porque van a venir conflictos y pobreza.
—En medio la crisis de sequía que afecta a Chile y en particular las regiones del centro y norte del país, una alternativa que se ha planteado es la construcción de una carretera hídrica. ¿Cómo conversa eso con la cuenca hidrográfica?
—No conversa muy bien. Con la carretera hídrica, usted está llevando agua de una región a otra, pero esa es una medida de corto plazo, porque cuando falte el agua en la región original no va a tener cómo solucionar esa sequía. Entonces generar toda esa infraestructura es mucho esfuerzo y dinero, solamente para regar pobreza.
Una de las áreas de trabajo del CRHIAM es el concepto de “huella hídrica”, creado para medir y dimensionar cuánta agua se usa diariamente a nivel nacional, directa e indirectamente. Por ejemplo, en la producción de los alimentos que comemos a diario. “Hoy hay corrientes de gente joven que debido a la huella del agua están mirando cómo alimentarse y hacen esfuerzo por cambiar su comportamiento. Sabemos que hay alimentos que ocupan una cantidad altísima de agua, por ejemplo la carne y el chocolate”, explica la investigadora.
—Es valioso que los jóvenes tomen conciencia y que nos preguntemos críticamente sobre la huella que hay tras los productos. Pero la evidencia muestra que en la huella hídrica global, un 92% lo aporta la producción agrícola. O sea, más allá de estos pequeños gestos que podemos hacer todos (tomar duchas de cinco minutos, regar el jardín con balde en vez de manguera, cerrar bien las llaves de agua), ¿cuál es la huella hídrica, por ejemplo, de la minería o de la agricultura? Como cuestionaba el filósofo ambientalista Derrick Jensen, ¿son las personas las que tienen que acortar las duchas o hay que hacer cambios estructurales?
—Mire, primero, una cosa importante: de toda el agua que tenemos en Chile, el 80% más o menos es usada por la agricultura. La minería no usa tanta agua, esto es muy importante desmitificarlo. El problema de la minería es que tiene que usar agua en medio del desierto y los conflictos son porque no hay agua en ese lugar, porque la minería, que es fundamental en la economía del país, se mantuvo a costa de las aguas subterráneas. Pero ellos son muy eficientes en agua, su tecnología está muy optimizada y recirculan más del 70% del agua que usan.
El riesgo hoy es que quienes tienen derechos de agua los pueden vender en el mercado y en un panorama de escasez, los precios se pueden incrementar considerablemente
—Es decir, en términos de huella hídrica, ¿diríamos que la huella de la industria minera en Chile es baja?
—Es poca pero es importante en el territorio donde está, por eso el concepto de cuenca es relevante, porque cada cuenca tiene su clima, su línea base de agua, su nieve, su ecosistema y territorio. No podemos tampoco comparar el norte con el sur, por eso la planificación es importante.
—Pero volvamos a la pregunta ¿en quién nos tenemos que enfocar? ¿en las personas y los cinco minutos de ducha, o en los grandes productores?
—Lo más valioso en este momento es gestionar el agua a través de la cuenca hidrográfica, ahí está la clave. Y desde ahí mirar cuánta agua tengo y optimizarlo con las personas que están viviendo y aportando al desarrollo socio-económico en esa cuenca hidrográfica.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (CRHIAM) y el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.