CIPER ACADÉMICO / ARTÍCULO
Cómo se vive la depresión y por qué nos demoramos tanto en reconocerla
18.03.2021
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CIPER ACADÉMICO / ARTÍCULO
18.03.2021
Tras entrevistar a una decena de personas diagnosticadas con depresión, tanto en Chile como en Colombia, un equipo de sicólogos y sicólogas de distintas universidades identificó las diversas etapas por las que pasan los pacientes. Un momento clave del proceso es cuando la persona nombra lo que siente. Al usar la palabra depresión, se puede comenzar a hablar de ese malestar, y se explican emociones y hechos que antes no se entendían. Pero aceptar que se tiene depresión es difícil en contextos como el chileno, pues reconocer que lo estás pasando mal se asocia a la idea de ser débil o incapaz.
“En Chile existe una cultura de sentir que el que tiene depresión o el que tiene un trastorno de salud mental está incapacitado”, afirma Carolina Altimir, sicóloga, investigadora del Instituto Milenio para la Investigación de la Depresión y la Personalidad, MIDAP. Esta forma de estigmatizar la depresión, explica la especialista, afecta a quienes la padecen, pues les hace más difícil reconocer y aceptar que lo están pasando mal y por lo tanto buscar ayuda para recuperarse.
Estas son algunas de las conclusiones de un estudio realizado por un equipo de sicólogos y sicólogas, entre ellas Altimir, que buscó entender “cómo se vive” la depresión. La novedad del estudio es que quienes hablan son los pacientes: un grupo de participantes chilenos y colombianos, hombres y mujeres de 37 años en promedio, con estudios profesionales o técnicos, que fueron diagnosticados con algún tipo de trastorno depresivo: moderado, bipolar, o ansioso-depresivo.
Paula[1], es una de las participantes. Como la mayoría de los entrevistados, Paula ubica al inicio de la depresión un malestar, una sensación incómoda para la cual no tenía explicación:
-Empecé a sentirme extraña, o sea yo sabía que algo me estaba pasando y que no estaba actuando normal, en el sentido de que estaba muy desganada. Yo tiendo a ser solitaria por personalidad, pero había llegado a un extremo de que prácticamente me estaba aislando ¿ya?, entonces empecé a notar que me venía algo, algo no estaba bien en mí-, describe.
Escuchar el diagnóstico por parte de algún profesional de la salud permite a las personas progresivamente reconocer la enfermedad y sobreponerse a los estigmas asociados
Andrea[2],, otra de las entrevistadas, también recuerda un malestar que la acompañó por años:
-Yo no lo había identificado y, ahí, cuando fui al psiquiatra, cuando le empecé a contar lo que me pasaba y en varias sesiones, se dio cuenta que yo desde hace muchos años había tenido como episodios, pero salía sola a flote, varias veces me pasó-, relata.
El estudio les permitió a los investigadores identificar un ciclo en la experiencia de esta enfermedad (ver figura 1). Un proceso donde un hito clave es que el paciente reconozca y use la palabra depresión. Usar el término permite a las personas conectar el malestar con experiencias y momentos de su vida pasada o aspectos de la personalidad para los cuales no tenían una explicación. Así, el uso del término hace que una experiencia confusa del pasado comience de a poco a cobrar sentido. De hecho los autores señalan que la palabra depresión se vuelve “un comodín”. “Cuando te dicen ‘tú tienes depresión’, puedes anclar una serie de experiencias inespecíficas en esa palabra. La persona afectada piensa ‘todo lo que me pasó, que dormía mal, que no tenía apetito, que me sentía aislado de los otros’ tiene una explicación. Pueden usar la palabra para explicarle a los otros ‘mira, lo que me pasa es esto”, afirma Carolina Altimir, pero también para entender otros aspectos distintos a la depresión.
Escuchar el diagnóstico por parte de algún profesional de la salud también permite a las personas progresivamente reconocer la enfermedad y sobreponerse a los estigmas asociados. “Acepté la depresión. Fue súper importante porque cuando uno acepta como que se libera”, relata uno de los participantes.
La liberación también se explica porque la depresión se vuelve parte de su identidad. “Es como decir ‘bueno, acepto que esta es mi limitación. Así soy y reacciono de esta manera frente a situaciones particulares de mi vida, y probablemente en eventos similares en el futuro, voy a reaccionar más o menos igual, entonces tengo que estar atento. Esto no es una gripe, es algo que también constituye parte de mi personalidad, de cómo vivo las cosas”, explica Carolina.
Figura 1
Según la última encuesta nacional de salud del MINSAL, un 6,2% de las personas sufre depresión en Chile y un 15,8% se encontraría en una condición de “sospecha de depresión” (MINSAL 2018). Pero la depresión no afecta a todos por igual: las mujeres de menor nivel socioeconómico son las que muestran mayores tasas. Además, con la pandemia es esperable que esta cifra aumente. Ello, según Altimir, pues el estar solo o aislado “aumenta la posibilidad de depresión o la gravedad de cómo se experimenta”.
Según las autoras y autores de esta investigación, estudiar cómo se vive la depresión es relevante para entender las posibles vías de recuperación en aquellas personas que la padecen, en la medida en que éstas pueden reflexionar sobre sus posibles causas, reconocer sus efectos y encontrar formas de relacionarse con este trastorno.
Uno de los supuestos del estudio es que la depresión es un trastorno que no se reduce a la biología, y que tiene importantes condicionamientos sociales. Es decir, influyen en ella y en el proceso tanto por la propia historia como la comunidad donde vivimos. “La experiencia de la depresión trae consigo cambios en el modo como las personas se perciben a sí mismas y a su entorno, e incluye su contexto familiar y social”, describen los investigadores en el artículo. Altimir agrega: “Nosotros no somos entes aislados, sino que vivimos nuestras experiencias insertos en una comunidad que le da ciertas connotaciones a esas experiencias”.
Otro aspecto que subraya el estudio es que la depresión tiene múltiples presentaciones y no siempre implica estar triste. A veces puede manifestarse en una baja de ánimo, un “me cuesta levantarme”, o tristeza, pero también se puede experimentar irritabilidad y ansiedad, o un imparable “estar arriba de la pelota” que puede estar ocultando algo más profundo que simple estrés o exigencias de productividad. En ese sentido es muy importante entender que no hay una sola forma de estar deprimidos, destaca Altimir.
El estudio señala que en la sociedad circulan valoraciones que moldean significativamente las experiencias de malestar asociadas a la depresión: ideas sobre el bienestar, el éxito, la felicidad, la productividad, entre otras. En esta línea, el psicoanalista británico Adam Phillips ha enfatizado el hecho que, paradójicamente, uno de los obstáculos para llevar una vida que las personas sientan que vale la pena vivir es la demanda actual por ser felices. La exigencia por ser feliz y pasarlo bien todo el tiempo lleva a degradar las experiencias dolorosas, aquello que nos frustra y cuesta, lo que hace que las personas no muestren ni expresen emociones que son consideradas negativas bajo ese ideal: el aburrimiento y la frustración, por ejemplo. Esto explicaría por qué para muchos familiares, amigos y cercanos a las personas con depresión, y en ocasiones para los propios pacientes, ésta aparezca como una sorpresa.
Esta exigencia de felicidad pasa por alto que solo lo que nos importa y valoramos tiene la capacidad de frustrarnos, y que, en ese sentido, la tristeza o la frustración nos informan sobre aquellas cosas que le dan sentido a nuestra vida. Frustración y bienestar son, por tanto, dos caras de la misma moneda. Lo que el estudio muestra es que las experiencias subjetivas y afectivas tienen matices y son más complejas que las formas rígidas que muchas veces usamos para comprenderlas: las personas pueden estar super felices por algo y al mismo tiempo tristes por temor a perder ese algo. Es esta ambigüedad, que es parte de la experiencia de bienestar, lo que la idea de hiper felicidad niega.
Como han señalado otros estudios (Araujo y Martucelli 2012), la valorización de la felicidad ocurre en una sociedad que fomenta un individualismo sin brindar necesariamente el apoyo institucional adecuado para que las personas hagan de sus vidas algo que les parezca vivible. “No era depresión, era capitalismo” es una de las frases que aparecieron durante las movilizaciones de Octubre de 2019, apuntando a un tipo de sociedad que, por un parte, no asegura condiciones mínimas de bienestar y dignidad para la mayoría de las personas, quienes tienen que vérselas por sí mismas, y por otra, fomenta la orientación al logro y una ética del emprendimiento.
El afán por cumplir y lograr muchos objetivos, varios de ellos muy ambiciosos, exacerba una falsa sensación de omnipotencia e impone una carga en los individuos. “Esta sensación es falsa porque en realidad uno no puede hacer todo tan bien, no puede ser super mamá, super trabajadora, o super hija, super hermana, la mayor parte de las veces no es así. La sociedad contemporánea nos fuerza a desconocer el lado menos glamoroso de nuestras vidas, y con ella, la posibilidad de darle un sentido”, plantea Altimir. Esta es la razón por la cual algunas personas con síntomas depresivos tiendan a bajarle el perfil, a normalizarlos, e incluso suprimirlos.
¿Cómo un paciente se recupera durante el tratamiento? Uno de los hallazgos del estudio es que el uso de la palabra depresión es crucial, pues les permite tener una nueva mirada sobre su propia experiencia, y de este modo, iniciar un proceso de negociación entre la versión de sí mismos previa a ese reconocimiento y la que se activa una vez que la palabra depresión entra en juego. El término ofrece un lugar a las preguntas que se hacen las personas antes de consultar a un especialista, “¿qué me está pasando?” o “¿es esto normal?”.
Desde el punto de vista de los pacientes, recuperarse significa retomar un nivel de funcionamiento saludable. Los participantes del estudio reportaron además haber mejorado su motivación, la calidad del sueño, la capacidad de regular sus emociones y dan cuenta de una mejoría en la calidad de los vínculos interpersonales, que se expresa en una mayor conexión emocional con amigos y familiares.
Aunque posible si se trata adecuadamente, recuperarse de una depresión no es fácil, y no es un proceso homogéneo. Algunos pacientes cuentan con mayores grados de lo que los investigadores llaman “sensibilidad psicológica”, porque reconocen que su malestar tiene que ver con elementos emocionales y del ánimo, o porque tienen parientes que han vivido el trastorno, lo que les permite relacionarse más fácilmente con el diagnóstico. En estos casos, la voz del especialista viene a confirmar algo que el paciente intuía, lo que influye positivamente en la actitud hacia el tratamiento.
Si bien la depresión posee un determinante genético, la posibilidad de desarrollar el trastorno depende en último término de cómo interactúan estos factores con las condiciones ambientales, familiares, las situaciones vitales y el contexto social
Otros, en cambio, reaccionan con sorpresa y preocupación al escuchar el término, influidos por el temor y el desconocimiento de la enfermedad, pero también por prejuicios y estigmas que se producen socialmente. Al escuchar el diagnóstico este grupo se pregunta: “¿Esto quiere decir que me voy a suicidar?”, “¿Esto quiere decir que estoy loco?”. Como recuerda uno de los participantes: “siempre traté que nadie supiera que yo tenía depresión, porque veía que si alguien me trataba como que yo tenía depresión, era como ‘¡ah! pobrecito’, como un bicho raro, entonces de cierta forma nunca asumí que tuviera, nunca les dije a los demás que tenía depresión”
Finalmente, en el ciclo que va desde el darse cuenta que algo va mal con sus vidas, hasta negociar una nueva identidad que asume “estar deprimido”, las personas que se recuperan dejan atrás la exigencia de una recuperación total. Recuperarse significa ser más consciente de las propias vulnerabilidades, a propósito de la historia personal de cada uno, y por tanto, conlleva una expectativa de sanación realista. Esto, como señala Altimir, implica reconocer que “en algún minuto, si estoy más frágil, si me pasan ciertas cosas, puede que no me sienta tan bien y tenga que cuidarme de eso, y que si reconozco estos síntomas de nuevo, voy a buscar ayuda”.
Si bien la depresión posee un determinante genético, la posibilidad de desarrollar el trastorno depende en último término de cómo interactúan estos factores con las condiciones ambientales, familiares, las situaciones vitales y el contexto social. En cuanto al tratamiento, el ideal es una combinación de medicamentos y psicoterapia, señala Altimir. Los medicamentos pueden ayudar a restablecer funciones fisiológicas básicas que se ven alteradas con la depresión, como el sueño y el apetito, lo que permite establecer las condiciones para llevar a cabo un proceso de recuperación por medio de la psicoterapia.
[1]Los nombres que se usan en este artículo son seudónimos, y no corresponden a las identidades reales de las personas que participaron en el estudio.
[2]Los nombres que se usan en este artículo son seudónimos, y no corresponden a las identidades reales de las personas que participaron en el estudio.
Araujo K. y Martucelli D. (2012) Desafíos comunes. Retrato de la sociedad chilena y sus individuos. Santiago: LOM.
MINSAL (2018) Encuesta Nacional de Salud 2016-2017. Santiago: MINSAL.
Vásquez, D., Altimir, C., Ocampo, D., Reinel, M., Espinosa, D., Mesa, C., Montenegro, C., Fernandez, O., Krause, M. (2020). Del malestar a la depression: dinámicas en la construcción del significado personal de la experiencia de la depresión. CES Psicología, 13(3), 142 – 161.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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