EN TARAPACÁ EL INGRESO DE MIGRANTES SIN PAPELES SE MULTIPLICÓ POR 32 EN UN AÑO
Una avalancha que el Estado no ha podido frenar: frío, hambre y muerte en Colchane
09.02.2021
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EN TARAPACÁ EL INGRESO DE MIGRANTES SIN PAPELES SE MULTIPLICÓ POR 32 EN UN AÑO
09.02.2021
Las imágenes de cientos de migrantes durmiendo a la intemperie en la plaza de Colchane fueron la campanada de alerta. Luego se supo de personas muriendo por hipotermia en la frontera y el alcalde habló de una grave crisis humanitaria. CIPER viajó hasta Colchane y encontró a personas que han viajado cientos de kilómetros y atravesado varias fronteras en busca de una mejor vida. También se topó con la confusión de las autoridades y con una pregunta que nadie es capaz de responder: ¿Cómo salimos de esta?
Es sábado 6 de febrero y Rodolfo Vásquez (42), ciudadano venezolano e ingeniero civil, se mueve con presteza y seguridad entre el hervidero de migrantes que se reúne a las afueras del complejo fronterizo de Colchane, quienes esperan ser trasladados a algunas de las residencias sanitarias o albergues habilitados en Iquique y alrededores para recibir a los miles de extranjeros que -hace aproximadamente dos meses- colapsan las calles de esta comuna emplazada en la frontera chileno-boliviana.
Él también es migrante, salió hace un mes de Caracas y llegó a Chile hace 15 días. Pero Rodolfo a diferencia de los demás es el líder, dice, del Grupo Cero: “Somos un grupo de 17 caballeros que se juntaron para organizarse entre la comunidad venezolana”.
La tarea que realizan ahora, por ejemplo, consiste en colaborar con funcionarios de la Policía de Investigaciones en la identificación de aquellos migrantes que están en la lista diaria de extranjeros destinados a estas residencias sanitarias o albergues. “¡Presente!”, gritan al unísono cuando las personas, muchas veces familias con niños, nombradas por los altavoces se desprenden de la multitud. Provistos de chalecos verdes y guantes de látex, toman sus equipajes y les indican a cuál bus deben subir.
“Estamos encargados de mediar entre las autoridades y la comunidad venezolana, para que la cosa agilice y todo esté en orden”, dice Rodolfo y, acto seguido, explica a qué debe su nombre el Grupo Cero: “Fuimos de los primeros que entraron (a Colchane)”.
Los migrantes cruzan por pasos no habilitados desde la ciudad boliviana de Pisiga, en los 184 kilómetros de frontera que comprende este territorio aymara. Atraviesan caminos y zonas aledañas al complejo fronterizo de Colchane, como Cerro Prieto al sur y el sector de Pampa Toldo, al norte. Embarazadas, niños y adultos mayores deben caminar horas bajo el inclemente sol altiplánico, sorteando los controles militares que, desde el colapso migratorio, se han intensificado.
“Bienvenidos. Suma Purita”, se lee abajo del nombre de la subcomisaría de Colchane, saludando a los visitantes en español y en aymara, el idioma del pueblo originario al que pertenecen buena parte de los habitantes de la comuna. Es el único recinto policial de Colchane. En circunstancias normales, la dotación de Carabineros es de 15 funcionarios, pero con 1.800 migrantes deambulando por el pueblo, ese personal simplemente no da abasto. “Se ha triplicado la fuerza efectiva de funcionarios. Se reforzó con personal del OS-7, OS-9 y fuerzas especiales. Además del personal Centauro de Iquique (grupo especializado que se dedica a prestar apoyo en zonas de alta concentración de delitos)”, explica Erick Marchant, teniente de la subcomisaría de Colchane. Hoy se registran más inmigrantes que habitantes de la zona: según el Censo del 2017, la población de la comuna es de 1.728 personas.
En las últimas semanas, el flujo de migrantes que ha ingresado a la comuna, de acuerdo con cifras entregadas por Carabineros, ha superado las 600 personas diarias. La mayoría son venezolanos que duermen a la intemperie, en carpas, en la plaza principal de Colchane. Algunos, sin embargo, han llegado a ocupar casas abandonadas de la zona e incluso, según el alcalde Javier García, casas habitadas. “Producto de la desesperación por necesidades básicas, han existido tomas y saqueos de las casas de los pobladores de manera violenta, sobre todo a los adultos mayores que se encontraban solos en sus habitaciones”, asegura García. Si bien en los noticieros se ha resaltado ese conflicto, las denuncias han sido pocas: Carabineros asegura que hay tres por usurpación de propiedad/ocupación de vivienda.
El dato de 600 personas ingresando a diario a Chile por Colchane, sólo corresponde a aquellos inmigrantes que se detienen allí y que son incluidos en los registros de Carabineros. “No tenemos el control de quienes pasan directamente desde Pisiga a Iquique, ya sea caminando o bien tomando algún vehículo que los traslade. Por tanto, la cantidad podría ser perfectamente el doble”, señala García.
Según registros de la PDI, en enero de este año ingresaron a la Región de Tarapacá 2.031 inmigrantes por fuera de las vías legales. En enero de 2020 fueron solo 63 personas. En un año la cifra se multiplicó por 32. Las autoridades aventuran explicaciones para el fenómeno: el gobierno lo atribuye al anuncio de una nueva Ley de Migraciones, que endurecería las condiciones de ingreso a Chile, y a una mayor coordinación con las autoridades de Perú, que reforzó la seguridad en esa frontera. Eso habría producido un incremento en la presión migratoria desde Bolivia.
Un grupo de académicos que investiga este tema tiene otra explicación: la generación de expectativas que generó el propio gobierno chileno entre los ciudadanos venezolanos con el anuncio de un ingreso ordenado al país para ayudarlos a escapar de la crisis social venezolana, y la posterior cancelación de esas medidas. A lo anterior se suma el cierre de fronteras producto de la pandemia del Covid-19 (vea columna en CIPER Académico).
La prioridad de quienes arriesgan su vida cruzando la frontera por pasos no habilitados desde Pisiga, es llegar a Iquique y así seguir su camino en dirección al sur. Para esto, lo primero que hacen al llegar es auto denunciar su situación irregular en la subcomisaría de la comuna. “Desde el ingreso masivo, estamos recibiendo de 300 a 350 denuncias diarias de parte de los migrantes”, detalla Erick Marchant, el teniente de la subcomisaría de Colchane.
Marchant explica que «en noviembre de 2020 comenzó un ingreso masivo de migrantes, los cuales se insertan desde territorio boliviano a territorio chileno y se quedan varados en la comuna de Colchane. Esto a la espera de que sean ingresados a un procedimiento por parte de Carabineros, para posteriormente ser derivados a una residencia sanitaria en la ciudad de Iquique por parte de los funcionarios de Salud».
De esta forma, los inmigrantes son trasladados de forma diaria a residencias sanitarias o albergues en Iquique para realizar cuarentenas preventivas. Una táctica de los migrantes para utilizar la pandemia a su favor.
Pero en las residencias no hay cupos para todos. Jenny Molina (28) y Jendry Murillo (31), pareja venezolana, llegaron desde Maracaibo hace cuatro días a Colchane, duermen en la plaza alrededor de una fogata y aún están a la espera de que se habilite algún cupo. “Entiendo que pasen primero mujeres con niños, pero todos los días llegan más y nosotros tenemos que seguir esperando. Las noches son horribles, el frío está muy fuerte, parecemos indigentes”, dice Jenny.
Su periplo migratorio comenzó el 26 de enero en Venezuela. Cruzaron hacia Colombia por Maicao donde -dicen- la frontera está controlada por la guerrilla: “Para pasar hay que pagar 75 dólares por persona a las FARC. Es la frontera más peligrosa”. Luego llegaron hasta Ipiales, en la frontera ecuatoriana, lugar en el que también atravesaron por pasos no habilitados, por su propia cuenta. “Se llaman trochas”, dice Jenny sobre el nombre que reciben estos pasos en cada frontera. Entre los inmigrantes que viajan, explican, se comparten datos sobre la ubicación de estos lugares y la mejor forma de atravesarlos. Aunque también hay personas que cobran por traslados ilegales en la frontera: “En cada país existen los asesores, que son agencias de tráfico de personas que cruzan por líneas no habilitadas”, asegura Jenny, quien es arquitecta de profesión.
En Tumbes, frontera peruana-ecuatoriana, les robaron dos bolsos cargados con ropa. Lo que llevan puesto hoy -parkas, polerones y jeans- es lo único que les quedó. A pesar de eso, nunca pensaron en volver a Venezuela. Salvo aquí, en Colchane: “Hemos pensado en devolvernos, por el frío y la precariedad del lugar”.
Diego Vergara (30) es funcionario de la Seremi de Salud de Tarapacá y desde octubre ejerce como coordinador de la aduana sanitaria del complejo fronterizo Colchane. Sólo en su último turno, dice, trasladaron a 1.209 personas hacia Iquique: “Si hubieran habido más cupos en las residencias sanitarias, bajábamos al doble de migrantes, pero dependemos de eso”.
Crisis hipertensivas, deshidratación, hipotermia, enfermedades respiratorias y ataques de pánico son las patologías que más se repiten entre quienes cruzan la frontera caminando por el desierto. Condiciones que se agudizan debido a la altura: Colchane está a 3.600 metros sobre el nivel del mar. “Nuestro trabajo no consiste en entregar ayuda clínica, pero con mi colega -que es técnico en enfermería- tratamos de hacerlo de todas formas”, sostiene Vergara, kinesiólogo de profesión.
Según el alcalde Javier García, desde el ingreso masivo de migrantes, el único Cesfam con el que cuenta Colchane ha debido atender a 360 personas diarias, la mayoría ciudadanos extranjeros. Centro de salud que sólo dispone de dos doctores, cinco enfermeros y una matrona.
Vergara explica que el mecanismo de selección de aquellos indocumentados que son trasladados a las residencias sanitarias de Iquique obedece a criterios de vulnerabilidad: “Priorizamos a mujeres con niños, embarazadas y adultos mayores. A veces los papás se quedan arriba (en Colchane) y eso genera un quiebre en las familias. Pero tenemos que hacer ese filtro, porque yo como personal de salud no me voy a arriesgar a que se muera un niño de cinco años porque bajé a un compadre de 25 que tiene mucha más resistencia. Tratamos de mantener a las familias unidas, pero ante climas así de hostiles, hay que tomar estas decisiones también”.
Ese filtro, sin embargo, provoca que quienes no encajen en ese criterio de vulnerabilidad busquen llegar a la capital de Tarapacá por sus propios medios. “Hemos pensando en caminar de aquí hasta Iquique, aunque sea peligroso. Un carabinero nos dijo: ‘Si no se quieren morir en el camino, mejor se quedan”, afirma Jenny.
Merlyn Salinas (40) está impaciente y no esconde su inquietud. Desde Caracas, llegó a Colchane el lunes 1 de febrero junto a sus dos hijos. Entre el martes y hoy, sábado, ha caminado todos los días la distancia de un kilómetro entre el pueblo y el complejo fronterizo para averiguar si su nombre y el de sus hijos están en la lista de quienes partirán a Iquique. “Esto es todos los días, ¡todos los días!, y nunca llaman”, protesta.
Al igual que cientos de inmigrantes arremolinados a ambos costados de la carretera a las afueras del complejo, Merlyn aguza el oído cada vez que los funcionarios de la PDI, arriba de una camioneta roja modelo Toyota Hilux, vociferan el nombre de una persona o un grupo familiar. “Este procedimiento se realiza todos los días, normalmente la Seremi de Salud dispone de dos o tres buses para evacuar inmigrantes hacia las ciudades donde están instaladas las residencias sanitarias. Sin embargo, en esta oportunidad, debido al colapso de nuestra comuna, hemos solicitado que se evacúe a la mayor cantidad de inmigrantes varados en Colchane”, explica el alcalde Javier García, a cuyas espaldas se lleva a cabo el procedimiento de traslados.
Sentada a un costado de la carretera, Merlyn -quien viste una parka rosada y jean negros- cuenta que la mayoría de venezolanos duermen en la calle a la intermperie o improvisan sus propios refugios. Durante la noche en Colchane la temperatura puede llegar a los -10 grados.
Merlyn está contando cómo lo ha hecho ella junto a sus hijos para capear el frío, cuando por el altavoz se escucha: “¡Merlyn Salinas Carvajal!”. Se incorpora rápidamente, agarra a sus dos hijos al trote y grita: “¡Esa soy yo, esa soy yo!”.
Rodolfo Vásquez y sus compañeros del Grupo Cero recogen las pertenencias de Merlyn y la ayudan a subir al bus con dirección a Iquique. Ese día, sábado 6 de febrero, 575 extranjeros que permanecían en Colchane abandonaron la comuna hacia residencias y albergues especialmente habilitados para recibir a inmigrantes.
“Han habido aquí varias personas que se han muerto”, afirma Jenny Molina. Los relatos de muertes se repiten entre los inmigrantes que habitan temporalmente Colchane. Las cantidades difieren entre cada relato, pero -aseguran- son más de las que policías y autoridades locales han reportado. “Como ocho personas han muerto, hasta niños. Una pareja de jóvenes que pasó la noche en una banca, en la mañana cuando todos despertaron los encontraron muertos, les había dado hipotermia. Algunos también han muerto en la vía”, asegura Jenny.
Nicarlin Sosa, ciudadana venezolana de 27 años, cuenta que mientras ella y su familia cruzaban desde Pisiga hasta Colchane, en la madrugada del martes, supieron de la muerte de una niña de siete meses en el desierto. “La mamá se empezó a cortar las venas y se suicidó. Se han muerto varios niños, hasta personas adultas. Mueren de hipotermia, como no estamos acostumbrados a este clima”, relata.
“Lo único seguro aquí es la muerte”, dice Daniel Castro (21), ciudadano venezolano que llegó desde Perú hace tres días, junto a su esposa y su bebé. “Eso es lo único que tenemos seguro todos”.
No hay ningún registro oficial que ratifique la cifra de fallecidos que entregan los migrantes en Colchane. Tampoco ninguna autoridad ha corroborado que hayan fallecido niños en el desierto, ni menos que una madre se haya suicidado por no aguantar la pena de ver morir a un hijo. Pero los relatos revelan que la muerte está presente en la travesía por el desierto que emprenden los migrantes, como parte de un imaginario colectivo que sabe que morir de frío o hambre en un desierto seco y a más de 3.500 metros de altura es un destino posible.
Ha pasado antes, y sigue pasando ahora. Las autoridades chilenas contabilizan tres fallecidos entre diciembre y enero en las cercanías de Colchane, aunque hay desorden en torno a esas cifras.
Según Carabineros, el primer deceso, ocurrido entre noviembre y diciembre de 2020, corresponde a una ciudadana venezolana de 35 años, quien murió por hipotermia y su cuerpo fue encontrado en el sector de Pisiga Carpa, al norte del complejo fronterizo. El gobernador de la Provincia del Tamarugal, Natan Olivos, señaló a CIPER que esa mujer venezolana tenía 45 años.
El gobernador también habló de otras dos muertes: una mujer colombiana de 26 años y un hombre venezolano de 69. Carabineros aseguró que la ciudadana colombiana tenía 36 años. Sobre esos fallecimientos ocurridos la semana pasada hay más detalles.
El teniente Erick Marchant, de la subcomisaría de Colchane, señaló a CIPER que entre las 03:00 y 04:00 del miércoles 3 de febrero, en el sector de Pampa Toldo se encontró el cuerpo de Wladimir Godofrey Araujo, el ciudadano venezolano de 69 años, que debido a que padecía un cuadro de hipotermia sufrió un paro cardiorrespiratorio.
Horas más tarde, alrededor de las 08:00 horas, en una zona cercana al poblado de Pisiga Carpa, se halló a Elvia Valencia Cuero, ciudadana colombiana de 36 años (según Carabineros). El teniente Marchant apuntó que ese día “personal policial y de ejército fueron alertados de que había una mujer tendida en el piso, por lo cual concurrieron al lugar y Carabineros dispuso el traslado inmediato desde el límite internacional hasta el consultorio de Colchane, donde el médico de turno constató la muerte de esta persona”.
La PDI sólo registra las muertes de dos ciudadanos extranjeros en la madrugada del miércoles 3 de febrero. “Ni en noviembre ni en diciembre del 2020 hay alguna concurrencia al sitio del suceso por una ciudadana venezolana”, señalan desde la institución. CIPER contactó a la Seremi de Salud y a la Red asistencial regional, quienes se limitaron a responder que no manejaban información respecto a fallecidos en la frontera. La Intendencia de Tarapacá declinó referirse a las cifras de fallecidos. El Instituto Nacional de Derechos Humanos no respondió las consultas de CIPER respecto de denuncias sobre fallecimientos en la frontera.
El Colegio Unap, ubicado en Aveniza Zegers 426, en Iquique, funciona como una de las residencias sanitarias hasta donde son trasladados los migrantes luego de auto denunciarse en Colchane. Allí llegó Rodolfo Vásquez junto a los otros 16 integrantes del Grupo Cero durante la madrugada del domingo 7 de febrero. “Llegamos a las 4:30 de la mañana, nos dieron un aula para instalarnos a todos los que éramos del grupo”, cuenta.
Hace 9 días, mientras estaban en Colchane, Rodolfo junto a otros ciudadanos venezolanos decidieron crear un grupo para repartir las labores cotidianas y organizarse como comunidad migrante. Carlos Angloni (30), también integrante de la colectividad, lo cuenta así: “Nosotros empezamos recogiendo los desechos que dejaban nuestros compañeros venezolanos. De ahí nos hicimos llamar el Grupo Cero y las misma personas nos tomaron en cuenta para que las ayudáramos”.
El viernes 5 de febrero, con la ayuda de funcionarios de la PDI, organizaron una jornada de entretención para los niños y niñas de la comunidad migrante. “Hicimos chocolate caliente y avena para repartirle a los chicos, y también tuvimos un payasito para su diversión”, cuenta Rodolfo.
El albergue donde ahora reside de forma provisional el Grupo Cero, está frente a la Plaza Brasil, en Iquique. En ese lugar, los inmigrantes que abandonan las residencias sanitarias y no disponen de los medios para continuar su viaje, montaron un campamento en el cual duermen alrededor de 50 personas. Los efectos del flujo migratorio que colapsó a Colchane se están dejando ver ahora en las calles de Iquique, con plazas y lugares públicos agolpados de migrantes.
Desde el gobierno han implementado medidas de emergencia, aunque no se ha explicado cómo se va a controlar la crisis en el mediano plazo. Por ahora se han habilitado albergues y residencias sanitarias en Iquique (cumplen la misma función), para descongestionar Colchane y para que los migrantes que ya ingresaron al país cumplan con su cuarentena preventiva por Covid-19.
La primera semana de febrero entró en operación el decreto 265, el que habilita a las Fuerzas Armadas a participar en el control migratorio en la frontera. Durante el pasado fin de semana arribaron a Colchane miembros del Ejército.
Durante la semana pasada el Ministerio del Interior comunicó que están licitando 15 aviones comerciales para expulsar de Chile a los migrantes que no cumplan con la normativa necesaria. El director de extranjería, Álvaro Bellolio, le dijo al medio Ex Ante que durante esta semana se revisarán las ofertas de licitación, para que después esa operación sea visada por la Contraloría. Aún no se ha especificado cómo operarán las expulsiones. CIPER se lo preguntó al Ministerio del Interior, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.