CIPER/THE CONVERSATION
El error que cometen los que lamentan la fragilidad de la democracia estadounidense
05.02.2021
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CIPER/THE CONVERSATION
05.02.2021
El artículo cuestiona la voceada estabilidad democrática de EE.UU. mostrando que es precaria hace bastante tiempo. Alasdair Roberts, director de la escuela de políticas públicas de la universidad de Massachusetts, argumenta que la fragilidad más relevante hoy, sin embargo, es la de su unidad nacional, que viene fracturándose desde los 90.
Traducción de Emilia Guzmán
Para muchas personas, la toma del capitolio estadounidense el 6 de enero de 2021, y de manera más genérica la experiencia de los últimos cuatro años, muestra que la democracia estadounidense se ha tornado repentina y peligrosamente frágil.
Esta conclusión es exagerada. De hecho, la democracia americana siempre ha sido frágil. Y sería más preciso entender a Estados Unidos como una unión frágil en vez de una democracia frágil. Como dijo el presidente Joe Biden en su discurso inaugural, la unidad nacional es “la cosa más elusiva”.
Ciertamente, la fe en la democracia estadounidense se malgastó en el último año. Las encuestas muestran que 1 de cada 4 estadounidenses no reconocen a Joe Biden como legítimo ganador de las elecciones de 2020. El giro hacia la violencia en el Capitolio fue un perturbador ataque a un símbolo de la democracia estadounidense.
Pero hay otros cuatro factores que deberían ser considerados para evaluar el estado real de esta nación. Tomándolos en cuenta, la imagen que surge es la de un país que, a pesar de su larga tradición presentándose como excepcional, es muy similar a las democracias débiles del mundo.
Lo primero, la fragilidad no es nueva. Es confuso describir a Estados Unidos como “la democracia más vieja del mundo”, como muchos observadores lo han hecho recientemente. Según la definición moderna del concepto, Estados Unidos solo ha sido una democracia por 60 años. A pesar de garantías constitucionales, la mayoría de los estadounidenses negros no podían votar en elecciones importantes antes de los sesenta, ni tampoco tenían derechos civiles básicos. Como muchos otros países, Estados Unidos sigue trabajando para consolidar ideales democráticos.
De igual forma, la lucha para contener la violencia política no es nueva. Por el contrario, Washington ha experimentado desde hace bastante años una cuota de violencia. Desde 1950, ha habido múltiples atentados y tiroteos en el Capitolio y en la Casa Blanca. Tropas han sido desplegadas para mantener el orden en la capital estadounidense cuatro veces, desde la Primera Guerra Mundial – durante protestas de 1919 y 1968, en las protestas económicas en 1932, y nuevamente en 2021.
La ruta del Capitolio a la Casa Blanca recorre los puntos donde Abraham Lincoln fue asesinado en 1865, donde James Garfield fue baleado mortalmente en 1881, y donde Harry Truman fue atacado en 1950.
La inestabilidad política es también una característica que se repite en recesiones económicas. Hubo miedos similares sobre el fin de la democracia durante los setenta, cuando Estados Unidos luchó contra la inflación y el desempleo, y durante la Gran Depresión de 1930. Claramente, esos miedos eran justificados. Muchas personas se preguntaron si los gobiernos democráticos podían enfrentar nuevos desafíos. Sin embargo, hay evidencia histórica que demuestran que las democracias eventualmente se adaptan y sin duda lo hacen de mejor manera que los sistemas no-democráticos, como la Unión Soviética, que colapsó en 1991.
El presidente George W. Bush declaró la democracia americana como el 'único modelo sustentable para el éxito nacional'. Hoy muchas personas se preocupan de que el modelo esté a pasos de colapsar
Por último, el debate sobre la democracia estadounidense se fija excesivamente en la política nacional. Este enfoque se ha agravado por la forma como los medios de comunicación se han desarrollado en los últimos 30 años. El debate político se enfoca más y más en Washington. Pero el sistema político de Estados Unidos incluye 50 gobiernos estatales y 90.000 gobiernos locales. Más de medio millón de personas en Estados Unidos ocupa un cargo de elección popular. Las prácticas democráticas serán imperfectas, pero son extensas y difíciles de deshacer.
Mirándolo de esta forma, la quejas sobre la fragilidad de la democracia estadounidense deberían ser tomadas en serio, pero con un sentido de proporción. Los hechos, desde las elecciones en noviembre 2020, han sido problemáticos, pero no señalan un colapso inminente del experimento democrático de Estados Unidos.
Puede ser más útil pensar sobre la crisis actual, en otros términos. La verdadera dificultad a la cual se enfrenta el país es, posiblemente, una frágil unión nacional.
Desde los noventa, el país ha visto la aparición de profundas fisuras entre lo que se denominó América «roja» y «azul» – dos campos con nociones muy diferentes sobre las prioridades nacionales y en particular, el rol del gobierno federal. El resultado ha sido un creciente rencor y estancamiento en Washington.
Nuevamente este tipo de división no es nueva en la política estadounidense. “Los Estados Unidos” no fue establecido en el discurso americano como sustantivo singular en vez de plural, hasta después de la guerra civil. Hasta los cincuenta, era común describir Estados Unidos como una composición de secciones – Norte, Sur y Oeste – con culturas e intereses distintivos.
En 1932, el historiador Frederick Jackson Turner, ganador del premio Pulitzer, comparó a Estados Unidos con Europa y lo describió como una “federación de naciones” unidas mediante una cuidadosa diplomacia.
Fue solo en los sesenta que esta percepción de Estados Unidos se desvaneció. Avances en transporte y comunicación parecían forjar el país en una sola unidad económica y cultural.
Pero los políticos sobreestimaron esta transformación.
La verdadera dificultad a la cual se enfrenta el país es, posiblemente, una frágil unión nacional
Desde los noventa, viejas divisiones resurgieron.
La clase política actual aún no ha absorbido completamente esta realidad. Muy seguido, ha dado por sentada la unidad, olvidando la larga historia de conflictos seccionales del país. Debido a que subestimaron la unidad, muchos presidentes nuevos en la era moderna se vieron tentados a lanzar sus administraciones con programas ambiciosos que galvanizaron a los seguidores mientras antagonizaban a los oponentes. Sin embargo, este estilo de «el ganador se lo lleva todo» puede no adaptarse bien a las necesidades actuales. Podría incluso agravar las divisiones en lugar de reconstruir la unidad.
Hace solo 20 años, muchos americanos – impulsados por un auge económico y el colapso de la Unión Soviética – se convencieron de que su modelo de gobernación estaba a pasos de conquistar el mundo. El presidente George W. Bush declaró la democracia americana como el “único modelo sustentable para el éxito nacional”. Por lo contrario, hoy en día muchas personas se preocupan de que el modelo esté a pasos de colapsar.
La arrogancia de principios de la década de 2000 fue errónea, al igual que la desesperación de 2021. Como muchos otros países, Estados Unidos está comprometido en un esfuerzo interminable para mantener la unidad, contener la violencia política y vivir de acuerdo con los principios democráticos.
Este artículo fue publicado originalmente por The Conversation. Lea aquí el original. CIPER lo difunde en el marco del acuerdo que ambos medios tienen para divulgar investigación académica en formato accesible para todo el público.