CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
Hoy se construye donde habrá inundaciones catastróficas ¿Por qué?
04.02.2021
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
04.02.2021
Tenemos 500 años de datos sobre las zonas donde periódicamente ocurren inundaciones graves, pero esa información no está al alcance del ciudadano ni se considera al edificar. El autor de esta columna ha estudiado los ríos por 30 años y destaca un problema clave: “la autoridad falla sistemáticamente en evaluar y comunicar cuáles son las zonas de riesgo”.
La columna recoge parte de la experiencia del autor, quien ha investigado los ríos los ríos de la zona central de Chile desde el año 1991. Particular relevancia la tienen los diagnósticos de infraestructura que llevó adelante en los ríos Chillán, Ñuble, Itata y Andalién, entre 2002 y 2005; el Proyecto Fondecyt 1110298 realizado en el río Diguillín entre los años 2011 y 2015; y una serie de tesis de pregrado y postgrado sobre este tema guiadas desde el año 2000.
Las imágenes de las víctimas de los aluviones que ocurrieron en el Cajón del Maipo y en Malloa esta semana traen a la memoria hechos similares ocurridos en Santiago el año 1982, cuando vimos en vivo y en directo caer un automóvil al río Mapocho; el aluvión de Quebrada de Macul de 1993, los aluviones de Chañaral y Copiapó (2015), la tragedia de Villa Santa Lucia (2017) y un largo etcétera.
¿Qué tienen en común estás imágenes? Aparte de la tragedia, la pérdida de vidas y de bienes, reflejan una falla sistemática del Estado de Chile en evaluar y comunicar a sus habitantes cuales son las zonas de riesgos frente a inundaciones.
Una regla general que conocemos quienes trabajamos en recursos hídricos, es que eventos importantes en un territorio, como las inundaciones o los aluviones provocados por grandes tormentas, o la sequía causada por la escasez de lluvia, han ocurrido cada cierta cantidad de años y se seguirán repitiendo en el futuro. Esto se llama variabilidad climática y su mejor ejemplo es la historia de la Biblia sobre los siete años de abundancia (vacas gordas) y los siete años de escasez (vacas flacas).
Así, los registros de los eventos pasados permiten proyectar el futuro y diseñar obras de control, puentes y vertederos de embalses. Esos eventos tienen lo que en la jerga llamamos “el periodo de retorno”, que es el tiempo promedio en que debería repetirse, por ejemplo, una inundación importante.
Una regla que conocemos quienes trabajamos en recursos hídricos, es que eventos importantes en un territorio, como las inundaciones o los aluviones provocados por grandes tormentas, han ocurrido cada cierta cantidad de años y se seguirán repitiendo en el futuro
Por ejemplo, entre las regiones Metropolitana y del Biobío ocurrieron inundaciones que causaron más de 10 muertos en los años[1] 1948, 1957, 1965, 1972, 1978, 1982, 1984, 1987, 1993, 1997, 2000, 2002 y 2006. Podemos agregar al listado anterior, la inundación de mayo de 2008, que arrastró un vehículo policial en el puente Teno y la inundación del 2021, donde afortunadamente no se han reportado víctimas fatales. Esto nos muestra que aproximadamente cada 10 años tenemos inundaciones importantes.
Un aspecto interesante que se relaciona con la variabilidad climática es que entre 1978 y 1993 hubo muchas inundaciones, pues fue un periodo húmedo, o sea llovió más entre esos años. En cambio, a partir del 2006, tenemos menos inundaciones porque estamos viviendo la Mega Sequía. Eso ha generado descuidos, pues mucha gente piensa que “que ya no llueve como antes”, o simplemente porque la emergencia de la sequía focaliza la atención hacia la falta de agua.
Para efectos de planificación y diseño, hablamos de “inundaciones de servicio” que son menores y que pueden ocurrir con un periodo de retorno de cinco años, que no deben afectar a las personas, ni a la infraestructura; después tenemos aquellas inundaciones que ocurren cada 10 y 25 años, que deberían ser eventos menores que sí afectan a la gente, pero no a la infraestructura y no causan tragedias. Finalmente las inundaciones severas que ocurren cada 50 o 100 años: son grandes eventos, mayores a lo que ocurrió este fin de semana, que van a afectar al territorio y a las personas que viven en él.
Para abordar estos problemas un método estándar que usa la ingeniería es analizar los datos de precipitaciones o caudales, para realizar análisis estadísticos y proyecciones probabilísticas y determinar cuáles son los caudales máximos que pueden ocurrir cada 25, 50 o 100 años.
Por lo anterior no se pude decir que carecíamos de datos para anticipar lo que ocurrió en Chañaral en 2015 o en Villa Santa Lucía en 2017. Se podría haber usado el estudio de la geomorfología para determinar las zonas de riesgo (Andreoli et al., 2012) y determinar los elementos que amenazaban a esas comunidades.
En el caso del norte de Chile, debido a la escasez de datos y al hecho de que los aluviones son producidos por tormentas intensas y de corta duración, es muy difícil aplicar métodos estadísticos. Sin embargo, es posible observar la estructura del drenaje de las cuencas de esa zona (Mortimer, 1980; Meza-Aliaga et al., 2014) para entender cómo los cauces fueron creados por aluviones similares ocurridos antes.
En el caso de la Villa Santa Lucia, quedé impactado cuando busqué su ubicación en Google Earth y pude ver que estaba en la zona de depósito de los aluviones del río. O sea, era esperar la tragedia.
En la imagen las líneas amarillan indican la zona donde se deposita el material arrastrado por un aluvión a la salida del cauce. Podemos ver que Villa Santa Lucia se ubica justo en esa zona
En Chile tenemos diferentes tipos de registros históricos. Además de la base de datos que administra la DGA, donde podemos obtener mediciones de precipitaciones y caudales en todo el país, principalmente a partir de la segunda mitad del Siglo XX, tenemos también una serie de antecedentes históricos de inundaciones y eventos que han marcado nuestra historia desde la época del Virreinato del Perú.
Quinn y Neal (1992) recopilaron los registros de temperatura que los navegantes realizaban en las costas del Virreinato del Perú para generar una cronología de 500 años de eventos de El Niño (que se asocia a temperatura más alta en el mar). En la misma línea, Rojas et at., (2014) hizo una revisión de 450 años de inundaciones en Chile; y Aldunce y González (2009) realizaron una cronología de eventos climáticos que afectaron a la agricultura nacional entre los años 1555 y 2005.
Me temo que cuando ocurra la próxima gran inundación, similar a la de 1972 o 2006, vamos a ver a muchas familias lamentándose por la destrucción de sus casa o hoteles, como lo hemos visto este fin de semana
Esos archivos registran inundaciones que han afectado a todo Chile cada 30 a 50 años. Además, existe consenso entre la comunidad científica de que el Cambio Climático, hará que eventos de baja probabilidad, ocurran con mayor frecuencia, como el núcleo frío en altura que afectó a Copiapó en 2015 o el río atmosférico del Cajón del Maipo del 2021.
En mis treinta años de ejercicio profesional, he podido ver en forma directa los efectos de inundaciones como las de Reñaca 1984, Viña del Mar 1988, Biobío 1992, 2004 y 2006. En particular, la crecida del 2006 coincidió con varios trabajos que realicé en los ríos Andalén y Chillán, y pude observar zonas donde el agua pasó con fuerza arrastrando cercos y árboles. Para mi espanto, esas zonas están actualmente pobladas, con grandes proyectos inmobiliarios dentro del área urbana en Concepción y mediante la construcción de parcelas, fuera de área urbana en el caso de Chillán.
Desastres Sociales en Chile entre 1912 y 2006 por inundaciones fluviales
También he observado el uso de quebradas por la expansión de ciudades, como lo es el caso de Quilpué, que también fue afectado por un gran incendio recientemente, y en donde se observa la ocupación del lecho de quebradas por construcciones en zonas fuera del radio urbano. Me temo que cuando ocurra la próxima gran inundación, similar a la de 1972 o 2006, vamos a ver a muchas familias lamentándose por la destrucción de sus casa o hoteles, como lo hemos visto este fin de semana. Contra la idea de que sólo los más pobres viven en los lugares de riesgo porque no tienen dónde más vivir, la observación muestra que también empresas inmobiliarias construyen en zonas riesgosas viviendas para sectores medios y altos, como lo es el caso de las poblaciones construidas en las zonas que el río Andalién inundó el año 2006.
¿Qué podemos hacer?
Una técnica simple, que es posible dado los conocimientos acumulados por las ciencias de la tierra, es usar modelos digitales de terreno, que están disponibles para todo el planeta en forma gratuita a través de internet, por ejemplo a través de la NASA y acoplar sobre ellos modelos de propagación de crecidas como el HEC-RAS, desarrollado por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos, que se puede descargar gratis desde su página y que por eso es quizás el modelo más usado, pues también se puede usar directamente con sistemas de información geográficos y así determinar mapas de inundación.
Un ejemplo de lo anterior es el trabajo desarrollados por el Laboratorio de Reducción de Riesgos SocioNaturales de la Universidad de Concepción, que ha realizado, mediante tesis de estudiantes, mapeos de zonas de riesgo de inundación (ver aquí).
Cada municipio debería tener y publicar una cartografía de riesgo de inundaciones, similares a las cartografías de riesgo volcánico o de tsunamis que están disponibles actualmente. De esta forma un empresario podrá saber dónde hacer una inversión y un ciudadano chileno podrá saber cuál es el riesgo de construir una casa en una parcela junto al río, o de comprar una casa de un hermoso proyecto inmobiliario construido en una zona que se inundó el año 2006.
En Chile se ha avanzado en el desarrollo de políticas públicas para la prevención de riesgos naturales. La Onemi, por ejemplo, ha generado notables avances a partir del año 2010 y su plan estratégico puede ser leído por cualquier ciudadano en su página institucional. En ese sentido cabe destacar el oportuno aviso ante la inundación que ocurrió la semana pasada, y que permitió cerrar las compuertas de los canales de riego y preparar los servicios de emergencia.
Sin embargo, se han publicado diferentes documentos que se refieren a avances en este tema. Sin embargo, falta bajar la información relevante al ciudadano. Un ejemplo: en Lincoln, capital del Estado de Nebraska, existían marcas pintadas en las calles indicando las zonas de inundación para distintos períodos de retorno. Implementar ese tipo de políticas públicas, no solo es barato, sino que es transparente y democrático.
Andreoli, L. Mao, A. Iroumé, JL. Arumí, A. Nardini, R. Pizarro, D. Caamaño, C. Meier, O. Link. Hydromorphological approach for Chilean river management. Revista Chilena de Historia Natural 85: 339-343, 2012.
QUINN, W. H. and NEAL, v. T., 1992: The historical record of El Niño events. In Bradley, R. S. and Jones P. D. (eds.), Climate Since A.D. 1500. London: Routledge, pp. 623-648.
Rojas, O., M. Mardones, M. Aguayo, J. Arumí. 2014. Una revisión de las inundaciones fluviales en Chile, período 1574-2012: causas, tipologías y efectos geográficos. Revista de Geografía Norte Grande, 57: 177-192 (2014)
Meza Aliaga, Mónica, Rodríguez Valdivia, Alan, Corvacho Ganahín, Oscar, & Tapia Tosetti, Alejandro. (2014). ANÁLISIS MORFOMÉTRICO DE MICROCUENCAS AFECTADAS POR FLUJOS DE DETRITOS BAJO PRECIPITACIÓN INTENSA EN LA QUEBRADA DE CAMIÑA, NORTE GRANDE DE CHILE. Diálogo andino, (44), 15-24. Disponible aquí.
Mortimer C., 1980. Drainage evolution in the Atacama Desert of northernmost Chile Revista geológica de Chile: An international journal on andean geology, ISSN-e 0717-618X, ISSN 0716-0208, Nº. 11, 1980, págs. 3-28
Aldunce, P., M., González. 2009. Desastres asociados al Clima en la Agricultura y medio Rural en Chile. Segunda serie Comunicacional sobre Cambio Climático. Facultad de Ciencias Agronómicas, Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales Renovables, Chile. 119 pp. Disponible aquí.
[1] Los datos entre 1948 y 2006 provienen de Rojas et al., (2014).
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Observatorio del Gasto Fiscal y el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.