CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
Las trampas en torno al paper
28.01.2021
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CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
28.01.2021
El paper es el vehículo de transmisión del conocimiento científico por excelencia. Este artículo revisa la historia de este formato y sistematiza sus beneficios y defectos. Argumenta que la transformación del paper en “el” indicador para medir la productividad y la calidad de la investigación se vincula con la “paulatina privatización del conocimiento y del trabajo universitario a través de journals”; y genera un modelo que “inhibe el desarrollo de competencias y oportunidades que son fundamentales para toda cultura científica de excelencia”.
Los datos presentados en esta columna son resultado de investigaciones financiadas por los siguientes proyectos: Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder, Fondecyt Regular Nr.1180129: “El trabajo científico en Chile: Instrumentos de acción pública. Prácticas cotidianas e identidades laborales”, ANID-PIA SOC 180039 “Producción de conocimiento en Chile contemporáneo”.
En el último tiempo, el artículo académico o paper ha sido ampliamente criticado por la comunidad investigadora local e internacional. En general, las críticas se basan en el hecho de que el paper se ha transformado en el indicador central para evaluar el desempeño y la productividad de las labores académicas (Santos 2012), opacando el rol social que tiene la investigación científica. Desde esta perspectiva, se ha instalado un debate en torno a la figura puntual del paper, que abarca miradas sociológicas, filosóficas e, incluso, posturas altamente especulativas (Equipo Pliegue 2020). El leitmotiv de esta discusión se centra en cómo el modo paper tiende a regular y constreñir el trabajo científico. Estas perspectivas, sin embargo, no han insistido lo suficiente ni han mostrado en detalle que el paper no es la causa, sino la punta de un iceberg instalado en el centro de la vida académica y laboral.
De cara a la reciente creación del Ministerio de Ciencia, como nueva institucionalidad para el ecosistema local de conocimiento, es importante comenzar a distinguir las múltiples dimensiones del quehacer científico, no solo para comprender los roles del paper, sino también para visibilizar y sensibilizar a la ciudadanía respecto a los roles de la ciencia más allá de este género de escritura particular.
Ya en 1960 Peter Medawar señalaba que la estructura del paper no transmite una imagen adecuada del proceso mismo de investigación
En el contexto académico internacional, un paper es la unidad mínima para comunicar y explicar los resultados de un proceso de investigación. Esta unidad se compone de cinco partes o secciones estructurales, destinadas a reportar los aspectos centrales de toda investigación: introducción, materiales y métodos, discusión y conclusión. A su vez, cada sección cumple funciones estructurales y estratégicas, destinadas a estandarizar el reporte de los resultados y asegurar, entre otras cosas, la actualidad, legitimidad y publicación del texto. Este género de escritura académica surge en el siglo XVII, con las primeras academias de ciencias (Rheinberger 2005) y se legitima como mecanismo de información durante el siglo XIX, en el contexto de institucionalización universitaria de las disciplinas modernas de conocimiento. Sin embargo, no es hasta la década de 1960 que el paper se transforma en el símbolo omnipresente de la producción de conocimiento.
Ya en 1960, el premio Nobel Peter Medawar señalaba un punto que se ha vuelto relevante para las ciencias sociales y humanidades interesadas en el ámbito práctico de las ciencias: la estructura del paper no transmite una imagen adecuada del proceso mismo de investigación (Medawar 1963). La hegemonía del paper como género académico se debe, más bien, al surgimiento de una industria de conocimiento que adquiere y controla el trabajo universitario, mediante la paulatina privatización de journals con prestigio académico. A su vez, esta privatización fue motivada por una coyuntura económica, antes que intelectual. En 1960, Eugene Garfield funda el Institute for scientific Information (ISI), que emplea un sistema bibliométrico de catalogación basado en referencias de citación, que no solo permitió catalogar journals con fines documentales, sino también generar un sistema de valoración, legitimización y prestigio basado en factores de impacto calculados a partir del número de citaciones de papers. Con el tiempo, este sistema de catalogación cambió el ecosistema moderno del conocimiento. Si hasta principios del siglo XX las reglas de la producción de conocimiento dependían de las universidades modernas, a partir de la década del 60’ las reglas comienzan a ser prescritas por empresas que se dedican a regular la industria del conocimiento especializado: Clarivate Analytics (WOS), Elsevier (Scopus), Taylor & Francis, SAGE y Willey-Blackwell.
En Chile, la implementación institucional del paper data de 1975, con el plan de modernización que redefine la relación entre el Estado y las universidades (Bernasconi 2015, Fardella 2017). A partir de este plan, las universidades transitan a un modelo neoliberal de autofinanciamiento, que promueve un sistema de asignación de recursos basado en desempeño institucional. De esta manera, el paper se transforma paulatinamente en el indicador exclusivo para medir la productividad en investigación. Y, dado que la investigación es la principal actividad para la obtención de recursos mediante diversos tipos de fondos concursables, el paper se instala como el protagonista de este sistema reciente, basado en un ethos neoliberal.
Al respecto, es importante reconocer que la instalación del paper ha tenido consecuencias positivas en el último tiempo. Primero, al promover una cultura basada en adquisición de habilidades y saberes, el paper ha contribuido a mitigar la proliferación de aquellas desigualdades en la academia, basadas en el uso de capital social privilegiado por parte de profesionales sin méritos en materia de producción. Segundo, el paper es algo más que un género de escritura. Como unidad mínima de comunicación y explicación de resultados, ofrece un modelo de producción replicable, basado en capacidades específicas de investigación, que pueden gestionarse de manera transversal y asociativa entre distintos agentes, motivando de esta manera el trabajo colaborativo, especializado e interdisciplinar. Tercero, el paper es una herramienta de aculturación y circulación de conocimientos expertos a escala mundial. Este género de escritura académica no solo permite una comunicación más fluida entre diversos contextos de producción, sino que motiva y permite la participación en la tradición moderna de pensamiento científico, mediante el aprendizaje y apropiación local de sus lenguajes, prácticas y estilos de razonamiento. En otras palabras, el paper supone aprender a hablar el lenguaje de la ciencia y aprender un lenguaje también es aprender a conocer un mundo.
Por último, el uso del paper como indicador de productividad ha permitido a Chile posicionarse como un país competitivo en la región. A pesar de su escasa inversión en conocimiento, tecnología e innovación, Chile ocupa el tercer lugar en el ranking de países que mayor productividad.
La hegemonía del paper como género académico se debe, más bien, al surgimiento de una industria de conocimiento que adquiere y controla el trabajo universitario, mediante la paulatina privatización de journals con prestigio académico
No obstante, el uso del paper genera problemas. Este ritmo y nivel de productividad viene con varios costos asociados (Fardella et al 2015, Fardella et al 2019), a propósito del uso que las instituciones de conocimiento y nosotros/as mismos/as hacemos de él. En Chile, este uso depende directamente de un modelo de gestión centrado en la eficiencia (uso managerial) que, a la fecha, no reconoce ni legitima las múltiples y creativas dimensiones del trabajo científico. Muy por el contrario, la gestión del rendimiento prefiere emplear el paper como un multi-indicador, a pesar de no ser una herramienta dispuesta a evaluar aquellos ámbitos que exceden la comunicación de resultados. Investigaciones recientes sobre carrera académica en Chile permiten distinguir al menos cinco roles atribuidos hoy al paper (Fardella et al 2019, Fardella 2020) (Ver Figura 1).
En un orden aparentemente lógico y basado en prioridades para las instituciones de conocimiento, el paper opera en primer lugar como indicador de productividad. Esto es posible sobre la base del sistema de medición de impacto diseñado por las empresas de conocimiento. En segundo lugar, y en consecuencia, el paper es empleado como indicador de calidad de las investigaciones. El supuesto detrás es que, a mejor posición en rankings de impacto específicos, mayor será la calidad del trabajo. En tercer lugar, de este supuesto se desprende que el número de papers publicados es un indicador de legitimidad del conocimiento producido. Esto quiere decir que el conocimiento legítimo se distingue del conocimiento ilegítimo según un tipo particular de reporte y criterios de aceptación. En cuarto lugar, ya instalada la demarcación cuantitativa como un mecanismo de legitimación, se desprende la posibilidad de emplear este mismo indicador como un micro mecanismo implícito para jerarquizar identidades académicas. En base a la cantidad de papers publicados con factores de alto impacto, se podría calcular qué académico o académica es más productivo y, por tanto, valioso o valiosa para la institución. En quinto lugar, de este micro mecanismo se desprende una suerte de macro mecanismo, orientado a regular el campo laboral. Así, el ingreso de profesionales al campo de investigación queda supeditado a sus capacidades individuales de generación de papers con alto impacto.
Se puede observar, entonces, que el uso del paper como multi-indicador traza un orden de evaluación creciente, que va desde el resultado escrito, pasando por la calidad del/a trabajador/a, para llegar finalmente a la regulación del propio campo laboral. Dado el carácter normativo y jerárquico que ha adoptado el paper, su rol como mecanismo de gestión y evaluación del conocimiento afecta directamente las condiciones laborales de investigadoras/es, lo que a su vez genera más problemas que soluciones. Algunos datos cualitativos que respaldan este pronóstico tienen directa relación con las cinco dimensiones que hemos señalado (Fardella et al 2020, Fardella 2020, Fardella et al 2019, OECD 2021). Más concretamente, la concentración exclusiva en la cantidad de publicaciones tiene un impacto negativo en tres focos de interés para toda política científica.
Por un lado, el uso managerial del paper impone una comprensión reduccionista del conocimiento científico. Su omnipresencia determina cómo figuramos y comprendemos lo que es y no es ciencia, lo que es y no es conocimiento. Asimismo, el énfasis exclusivo en el paper como estrategia comunicacional y credencial profesional inhibe el desarrollo de otras capacidades, asociadas al proceso mismo de reflexión, experimentación y generación de conocimiento.
Dado que la investigación es la principal actividad para la obtención de recursos mediante diversos tipos de fondos concursables, el paper se instala como el protagonista de este sistema reciente, basado en un ethos neoliberal
Por otro lado, contribuye a generar y normalizar una atmósfera de competencia y explotación entre académicos/as. En vez de generar un ecosistema de probidad, la concentración exclusiva en un multi-indicador daña las condiciones subjetivas de desempeño, creatividad y productividad. Además, este modelo fomenta una carrera investigativa unilateral, donde lo que importa no es realmente publicar papers, sino saber adecuarse y estar al día en las normas de publicación de los journals de impacto de turno (Fardella et al. 2019, 94). Al hacer depender la productividad de las normas editoriales, este modelo fomenta estrategias de publicación contingentes, sin orientaciones claras a mediano o largo plazo.
En este sentido, cabe precisar que el uso de un indicador bibliométrico como el factor de impacto no es una herramienta cualitativa adecuada para evaluar la calidad del desempeño académico. Factores de impacto no son informativos respecto a otras labores que hoy son menos valoradas, a pesar de ser esenciales para generar ecosistemas productivos de conocimiento, como docencia, vinculación con el medio, asesorías en materia de conocimientos expertos, construcción de redes de trabajo, e incluso roles que hoy en día demandan altos niveles de profesionalización a causa de su función estratégica en laboratorios, como es el caso de los lab managers y los asistentes especialistas en análisis de datos.
De esta manera, y quizá sin proponérselo, este modelo de evaluación inhibe el desarrollo de competencias y oportunidades que son fundamentales para toda cultura científica de excelencia, como ha enfatizado el reciente Panorama de la OECD, a propósito de la noción de “excelencia” basada en el mérito individual y cuantificado (OECD 2021, 80ss).
Finalmente, este modelo inhibe un aspecto no menor del conocimiento científico: su potencial para generar participación y espacios de deliberación en base a razones. Si consideramos las necesidades locales en materia de formación y participación ciudadana, esta dimensión social y democrática del conocimiento científico está lejos de ser un servicio secundario y superficial. En vistas de lo anterior, no sería desmesurado, ni mucho menos impertinente, conjeturar que estas trampas en torno al uso del paper como multi-indicador bien podrían terminar afectando también la meta que ha encauzado nuestro incipiente progreso: la productividad académica y, sobre todo, la instalación efectiva de culturas investigativas de excelencia, capaces de impulsar y movilizar el desarrollo de culturas epistémicas en nuestra sociedad de conocimiento.
El uso normativo del paper, más allá de sus propiedades como género de escritura y de las habilidades que demanda, permea hoy nuestra comprensión del quehacer científico. Si queremos seguir aprovechando las ventajas que este dispositivo proporciona, una tarea urgente consiste en instalar la ciencia como una actividad pública. La producción de conocimiento científico no es una actividad unilateral, mecánica y desencarnada. Por ello, su impacto no puede reducirse al reporte especializado, que hoy se emplea como criterio omnipresente y estándar de comunicación, evaluación y legitimación. El conocimiento científico, y particularmente sus procesos y resultados de producción, moviliza diversas habilidades, aplica distintos saberes y motiva un constante desarrollo basado en el descubrimiento de oportunidades y necesidades imprevistas – desde el montaje de nuevas infraestructuras, la formulación de metas comunes, la construcción de equipos transdisciplinares en espacios democráticos, hasta el uso de saberes y resultados para generar productos creativos, capaces de innovar en nuestras formas de hacer y producir sociedades basadas en conocimiento y cultura.
En otras palabras, la producción científica de conocimiento tiene el potencial de transformar la incertidumbre en oportunidad y el desconocimiento en innovación. Para ello, no obstante, es necesario que la ciencia sea pensada también como una actividad pública. Nuevas iniciativas de vinculación como el Congreso Futuro, Puerto de Ideas y otros espacios de participación ciudadana son ejemplos excepcionales de cómo acercar la ciencia a la sociedad y transformarla en una impulsora de cambios sociales y culturales. Estos espacios de encuentro no solo permitirán aprovechar de mejor manera las ventajas del paper. Además, su capacidad de convocatoria y participación también nos puede ayudar a pensar la ciencia desde otros indicadores de productividad, que sean más complejos, diversos y sensibles a las necesidades de la sociedad, y que no solo pongan en valor el resultado escrito, sino también los diversos aspectos creativos del conocimiento y su producción.
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Garrido, Juan Manuel, Espinosa, Juan Felipe, Hirmas, Natalia, Trujillo, Nicolás (2020). Free-viewing as Experimental System. Studies in History and Philosophy of Biol & Biomed Sci. Ver aquí.
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Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Observatorio del Gasto Fiscal y el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.