CIPER ACADÉMICO / ANÁLISIS INTERNACIONAL
Biden y Latinoamérica: ¿Qué se puede esperar del nuevo presidente de Estados Unidos?
25.01.2021
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CIPER ACADÉMICO / ANÁLISIS INTERNACIONAL
25.01.2021
Es posible que Biden quiera distanciarse de las duras políticas migratorias de Trump que afectaron a los latinos. Pero no es claro que lo pueda hacer pues no tiene una mayoría suficiente en el congreso. La autora remarca que en este tema jugará un rol importante la comunidad latina en EE.UU.: 60 millones de residentes de los cuales solo la mitad está votando hoy. Se trata de un gigante electoral que no ha despertado pero que, como se mostró en las votaciones en Arizona, Nevada y Georgia, cuando se moviliza, es decisivo.
La autora es especialista en política estadounidense. Profesora del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey, Campus Monterrey.
La toma de posesión de Joe Biden mantiene a la expectativa a América Latina sobre qué relación tendrá con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. América Latina no ha sido prioritaria para Washington en los últimos veinte años. Aunque cada presidente visita varios países del continente durante su mandato, dado que esta zona no representa ninguna amenaza a su seguridad nacional, su manejo se deja a cargo de la burocracia del Departamento de Estado. No es esperable que en el gobierno de Joe Biden esto cambie. Aunque lo anterior suena como una mala noticia, en realidad no lo es. La constante atención de Estados Unidos en América Latina en el siglo pasado se tradujo en invasiones militares en muchos países, o en apoyo a gobiernos afines a Washington, sin importar que fueran dictaduras o gobiernos electos en las urnas, o en presionar fuertemente en asuntos clave, como el combate al narcotráfico por lo que es positivo no ser prioritarios en este sentido.
Sin embargo, en este siglo la atención se ha concentrado en pocos países debido a los intereses comerciales o a que son fuente de algún problema. En el primer punto tenemos la importancia que se concede al abastecimiento de petróleo y otros combustibles, así como las cadenas de producción, principalmente la automotriz, que deberán recuperar su ritmo a medida que la pandemia esté controlada en la región. En este sentido, la relación con Latinoamérica es business as usual.
Pero no será fácil recuperar la marcha. En estos cuatro años ha habido un enorme desencanto con la democracia. De acuerdo con Latinobarómetro, el promedio regional de satisfacción con la democracia es del 24%[1], lo que constituye un pronunciamiento fuerte en esta zona que ha vivido bajo dictaduras en los siglos pasados. Y eso tal vez se deba a la ineficiencia de los regímenes emanados de procesos democráticos que no han podido combatir la pobreza, ni la corrupción, ni la inseguridad. En consecuencia, han emergido presidentes de corte populista como en Brasil, El Salvador y México, por mencionar algunos, que han implementado medidas tendientes a concentrar el poder en el ejecutivo o, por lo menos, a desmantelar mecanismos de rendición de cuentas.
Esta es otra de las fuentes de preocupación para Estados Unidos, pues junto con la inseguridad en gran parte de México y los países del llamado Triángulo del Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras), han provocado un incremento en la migración indocumentada a Estados Unidos. Se calcula que dos terceras partes de los inmigrantes indocumentados proceden de estos cuatro países, aunque la migración mexicana tiende a decrecer, según el Migration Policy Institute, pues ha pasado de 7.6 millones en 2007 a 5.5 millones en 2018[2].
Joe Biden deberá prestar atención a las repercusiones que la pandemia tenga en el bolsillo de los latinoamericanos, pues existe una fuerte relación entre la prosperidad económica con la migración. Si desea frenar el flujo migratorio, deberá fortalecer la clase media latinoamericana y apoyar programas de combate a la pobreza, la corrupción y la inseguridad en México y Centroamérica.
Durante la presidencia de Barack Obama, Joe Biden encabezó una iniciativa para destinar U$S 750 millones a los países del Triángulo del Norte para abordar las causas de la pobreza y la inmigración. Ahora tiene un plan de U$S 4 mil millones para movilizar inversión privada, mejorar la seguridad y el estado de derecho, combatir la corrupción y priorizar la reducción de la pobreza y el desarrollo económico[3]. Esto, que es una iniciativa de largo plazo, no tendrá éxito si no se involucran a fondo la ciudadanía y los líderes de dichos países. Aun así, es un cambio positivo comparado con su predecesor.
Otra cosa que ha cambiado en estos años y que incidirá en las relaciones de Estados Unidos con América Latina es la legalización de la cannabis con fines medicinales y recreativos en varios estados de la Unión Americana y en Uruguay, por lo que conviene plantearse si el enfoque hacia la región debería ser hacia una política de salud, más que de seguridad nacional.
Los países latinoamericanos pagan un enorme costo en vidas e inseguridad por una visión que les culpa por suplir la demanda del mercado más grande del mundo. Estados Unidos debe volver al enfoque de “Responsabilidad compartida” de la Administración Obama donde se reconocía el papel jugado por los consumidores de ese país y los pocos esfuerzos de su gobierno en contener el tráfico de armas y el lavado de dinero, que son piezas fundamentales para el narcotráfico.
China se ha convertido ya en el principal socio comercial de Argentina, Brasil y Chile y ha hecho progresos en sus relaciones económicas con México y Bolivia. Esto podría ser interpretado por los americanos como una amenaza a su liderazgo regional
Aunque la Iniciativa Mérida (acuerdo entre México y los Estados Unidos donde ese establece una responsabilidad compartida a fin de contrarrestar la violencia ocasionada por las drogas) no atraviesa su mejor momento, dado que tanto el gobierno de Donald Trump como el de Andrés Manuel López Obrador le han quitado importancia, cabe resaltar que uno de sus pilares es el fortalecimiento del sistema de justicia mexicano, con el fin de combatir la corrupción. Este tratado surgió en 2007 con un fondo inicial de US$ 1.600 millones con el fin de combatir al narcotráfico y el crimen organizado en México, Belice, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala, Nicaragua y Panamá, pero se ha enfocado primordialmente en México. Aunque hay muchas críticas a la parte sustancial de la Iniciativa Mérida; durante la presidencia de Obama se introdujeron cambios para impulsar una mejora en los procesos judiciales con el fin de erradicar la corrupción asociada al narcotráfico[4]. Esta debería ser la punta de lanza para un enfoque similar en el Triángulo del Norte, junto con programas de empleo que promuevan el desarrollo económico de la zona.
Uno de los temas cruciales para Latinoamérica es el migratorio. En su primer día de mandato, Biden anunció una iniciativa para dar un estatus migratorio legal a los “Dreamers”, que son los hijos de los inmigrantes indocumentados que han crecido fuera de su país de origen. No obstante, debemos recordar que con un Congreso donde la mayoría demócrata no alcanza para pasar leyes holgadamente, las negociaciones con los republicanos pasarán por más agentes en la frontera con México, el reforzamiento de los kilómetros de muro construidos desde la época de Bill Clinton, pero no la continuación del muro de Donald Trump, medidas punitivas contra los traficantes de personas y castigos mayores para quienes infringen las leyes migratorias. Pero eso será un buen trato si se consigue a cambio de facilitar los trámites migratorios legales, el incremento de cuotas de visas para estudiantes, de trabajo calificado y de trabajadores agrícolas temporales, la regularización de indocumentados, pero sobre todo, leyes sobre detenciones y asilo adaptadas al nuevo perfil de los inmigrantes indocumentados, que ahora incluye niños y mujeres.
Sin embargo, recordemos que en tiempos de crisis económicas, las leyes migratorias se recrudecen. Aunque Biden debe estar interesado en marcar una diferencia con Donald Trump en este aspecto que fue tan publicitado, las leyes se diseñan y aprueban en el Congreso y puede que las negociaciones entre los dos partidos no tengan el resultado que quisiéramos.
En este punto, la comunidad latina de Estados Unidos juega un rol fundamental. De los más de 60 millones de latinos residentes en ese país, sólo la mitad puede votar, debido a que hay una gran población latina que, o son residentes permanentes legales o son indocumentados, por lo que no son ciudadanos. Entre quienes son residentes legales permanentes domina el temor o desinterés en la política que traen de sus países de origen. Otros creen erróneamente que deben renunciar a su nacionalidad si adoptan la estadounidense. Esta actitud priva a los latinos de una fuerza política considerable. Las elecciones de 2020 fue la primera vez que los hispanos han sido el grupo minoritario racial y étnico más grande del electorado, con poco más de 13 % o 32 millones de votantes elegibles. Aunque están dispersos por todo el país, se concentran en cinco estados: California (7,9 millones) con aproximadamente una cuarta parte del electorado latino, seguido por Texas (5,6 millones), Florida (3,1 millones), Nueva York (2 millones) y Arizona (1,2 millones)[5].
Los estudios disponibles sugieren que la comunidad latina sigue sin reclamar un rol preponderante en la vida política de Estados Unidos. En parte eso se debe a que no se vota en bloque. Los latinos que llegaron de Cuba y Venezuela prefieren a los republicanos, mientras que los de origen mexicano o centroamericano se decantan por los demócratas, lo que diluye la fuerza electoral de este grupo étnico. Los votantes de California, Nueva York y especialmente Arizona, votaron por Joe Biden debido a sus propuestas en materia migratoria, el tratamiento de la pandemia y valores culturales. Así, en la elección pasada, Trump incrementó su voto entre los hombres latinos, así como entre las comunidades de migrantes originarias de Colombia, Cuba, Venezuela, Nicaragua que temen al socialismo y creyeron el bulo de que Biden y Harris lo instalarían en ese país[6].
Precisamente por ser un electorado “irregular” en sus preferencias, la comunidad latina tiene un gran potencial para los partidos políticos. Sin embargo, ninguno de ellos ha podido entender a esta comunidad tan diversa, lo que hace que no hayan podido diseñar campañas y políticas específicas para atender sus necesidades y estimularlos a que participen de la vida política de Estados Unidos. Esto crea un círculo vicioso: como algunos latinos se sienten ignorados, se desentienden de la política y, al no participar de ella, dejan de ser tomados en cuenta en el diseño de políticas y programas que les afectan[7], reafirmando su sentimiento de no ser tomados en cuenta. Afortunadamente, los resultados de Arizona y Georgia, donde la comunidad latina se movilizó para votar por Joe Biden, junto con otras minorías, puede iniciar una tendencia de mayor activismo latino.
Un tema que será crucial para la política exterior estadounidense será el rol de China como potencia emergente de América Latina. China se ha convertido ya en el principal socio comercial de Argentina, Brasil y Chile y ha hecho progresos en sus relaciones económicas con México y Bolivia. El surgimiento de China como contrapeso comercial a Estados Unidos en América Latina podría ser interpretado por los americanos como una amenaza a su liderazgo regional. Sin embargo, en medio de una pandemia global, y un contexto político interno extremadamente polarizado, Estados Unidos no debería recelar de las inversiones chinas en el continente, sino asegurarse de que creen empleos bien pagados. No es tiempo de traer a colación la Doctrina Monroe (América para los americanos), sino asegurarse que los países latinoamericanos se beneficien de la inversión china y fortalezcan su clase media.
En conclusión, debemos esperar que la administración de Joe Biden sea más cordial con América Latina y el mundo, pero no podemos olvidar que Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses. Biden tendrá las manos atadas para muchas cosas dada la polarización política y la escasa mayoría de los demócratas en el Congreso y su prioridad será combatir la pandemia, distribuir las vacunas rápidamente y enfocarse en la reactivación de la economía, atendiendo a las preocupaciones de los ambientalistas. Asimismo, dado el rol que jugó la comunidad latina en estados como Arizona, Nevada y Georgia, donde han visto que una comunidad activa puede conseguir metas positivas, es probable que finalmente veamos despertar al gigante latino en Estados Unidos. Con esto quiero decir que no hay que esperar milagros, sino aprovechar que hay un nuevo presidente en Washington con una mejor actitud y fortalecer los lazos con los inmigrantes de origen latinoamericano para que la región recupere la importancia que se merece.
[1] Martínez, L. (noviembre 19, 2018). “Los latinoamericanos creen que la democracia se ha usado para beneficiar a unos cuantos: Latinobarómetro”.
[2] Migration Policy Institute (Diciembre 2020). “Unauthorized Immigrants in the United States: Stable Numbers, Changing Origins”. Washington, D. C.
[3] Biden-Harris (s.f.). “The Biden Plan to build security and prosperity in partnership with the people of Central America”. https://joebiden.com/centralamerica/
[4] A partir de 2011 la Iniciativa Mérida se amplió a afectar la capacidad operativa del crimen organizado, institucionalizar la capacidad de mantener el Estado de derecho, fortalecer las fronteras de México y prevenir el crimen y la violencia. Embajada de Estados Unidos en México (s.f.).
[5] Pew Research Center (septiembre 10, 2020). “Key facts about U.S. Latinos for National Hispanic Heritage Month”. Washington, D. C.,
[6] Scott, E. (noviembre 5, 2020). “Voto latino: qué dicen hasta ahora los resultados de las elecciones en Estados Unidos”. The Washington Post. Washington, D. C.
[7] Taladrid, S. (Diciembre 31, 2020). “Deconstructing the 2020 Latino Vote”. The New Yorker.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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