ENTREVISTA A RUTH OLATE, EX PRESIDENTA DEL SINDICATO DE TRABAJADORAS DE CASA PARTICULAR
“Si soy elegida convencional, una de mis luchas será que se reconozca el trabajo precario en todo Chile”
24.12.2020
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ENTREVISTA A RUTH OLATE, EX PRESIDENTA DEL SINDICATO DE TRABAJADORAS DE CASA PARTICULAR
24.12.2020
Ruth Olate está convencida de que entre los principios consagrados en la nueva Constitución se debe “establecer la dignidad del trabajo y la igualdad de condiciones para todos los trabajadores”. Ella fue presidenta de las trabajadoras de casa particular y acá cuenta las discriminaciones laborales que sufren, porque la ley no les reconoce los mismos derechos que al resto de los empleados. Eso, dice, afecta también a las temporeras, las manipuladoras de alimentos y los portuarios, entre otros gremios. La Constitución, dice, debe contener normas generales que no den pie a las discriminaciones laborales hoy permitidas por el Código del Trabajo.
En 2008, Ruth Olate asumió como presidenta del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular (Sincatrap). Durante años, luchó para mejorar y normar las condiciones laborales paupérrimas que afectaban a buena parte de sus colegas. En 2015 el esfuerzo decantó en la Ley 20.786, que estableció varios cambios, entre ellos, mejoras salariales, disminución de la jornada laboral, contratos legales y descansos irrenunciables. En 2016, cuenta –luego de aceptar la invitación de la presidenta Michelle Bachelet para formar parte del Consejo Ciudadano de Observadores en vistas a la elaboración de una nueva Constitución– le detectaron un cáncer de mama. “En ese momento me operaron, pero la enfermedad después siguió avanzando y derivó en metástasis ósea, transformándose en un cáncer grado cuatro, terminal. Por eso en diciembre de 2019, con mucho pesar, decidí dejar el cargo sindical y volver a mi pueblo natal, Santa Juana, en Biobío”.
Pero, luego de la radioterapia el cáncer se detuvo. Hoy se controla regularmente y toma medicamentos para el dolor. Puede funcionar, dice. Y, por lo mismo, decidió ser candidata a convencional por el distrito 20 en la Región del Biobío[1], a través de un pacto con el Partido Progresista (PRO). Conoce esa zona, porque ahí partió trabajando desde muy pequeña.
“Esperamos en Dios que salga todo bien y que realmente llevemos las voces del pueblo a la Convención Constituyente”, dice.
-Como candidata a convencional, ¿cuál cree que debiera ser el aspecto fundamental a plasmar en la Constitución para el respeto a las trabajadoras que se desempeñan en su rubro y en otros sectores que ofrecen empleos precarios?
-Creo que las trabajadoras de casa particular deben ser reconocidas como el resto de los trabajadores. Si bien tienen contrato, no se las reconoce, porque existe la idea de que este trabajo lo puede hacer cualquiera. Entonces, nosotras queremos que sea reconocido como los demás trabajos y regirnos por las mismas leyes que cualquier otro trabajador. En un aspecto más general, es fundamental que existan políticas públicas que den cuenta de las discriminaciones que existen para el pueblo que conforma “el mundo del trabajo precario”. Ahí están las recolectoras de frutas, las manipuladoras de alimento y muchas otras labores que no son reconocidas como tales. Esto lleva a que estos trabajos sean totalmente precarios, en circunstancias que son necesarios. Eso es lo que hay que ver, si no lo hacemos nosotras o nosotros es difícil que alguien lo pueda hacer.
-Una Constitución no regula aspectos específicos de materias como la jornada laboral o la negociación colectiva, sin embargo contiene principios que pueden limitar o ampliar la legislación sobre esos temas. De hecho, existen elementos dentro de la Constitución actual que dificultan la sindicalización, la titularidad sindical, la negociación por rama. A su juicio, ¿qué puede incorporarse en un nuevo texto constitucional en relación a estas materias?
-Se debe establecer en la Constitución la dignidad del trabajo y la igualdad de condiciones para todos los trabajadores, sin distinción. Esto con el fin de eliminar las discriminaciones laborales que hoy permite el Código del Trabajo. Ejemplos de esto son la negociación por ramas, la jornada laboral diferenciada, la indemnización por años de servicio, que afectan hoy a distintos rubros como las trabajadoras de casa particular, los trabajadores portuarios o las temporeras, entre otros.
-En los últimos años han existido avances para su rubro, concretamente iniciativas legales en 2009, 2011 y 2015. ¿Cómo era la realidad de la trabajadora de casa particular hasta antes de introducir estas mejoras?
-Estábamos totalmente vulneradas, porque no teníamos jornada laboral. Por ley el sueldo mínimo para este rubro era un 25% menos que el mínimo legal y no era obligación tener contrato de trabajo.
-En la práctica, ¿cómo era la jornada antiguamente para las trabajadoras puertas adentro y afuera?
-Yo trabajé siempre puertas adentro. Era sin horario. Si nos acostábamos a las once, doce o una de la madrugada, al otro día igual teníamos que estar a las siete de la mañana. No teníamos ninguna regularización en cuanto a la jornada laboral. Y para trabajadoras puertas afuera era igual: las hacían llegar a las ocho o nueve de la mañana y salían a última hora.
-¿Hoy cuánto gana en promedio una trabajadora de casa particular?
-El empleador generalmente le cotiza por el mínimo, para pagar menos imposiciones. Y luego acuerda con la trabajadora una remuneración líquida que se acerca a los $400 mil mensuales, aproximadamente.
-¿Y la locomoción quién la costea?
-El mismo trabajador o trabajadora, entonces hay que restarle eso al líquido.
-Han logrado que se les reconozca una indemnización a todo evento por los años trabajados, pero ésta es de medio mes por año, mientras que para el común de los trabajadores es de un mes por año.
-Durante el gobierno de Patricio Aylwin, gracias a la iniciativa de la diputada Laura Rodríguez, se logró que nos reconocieran medio mes por año de servicio a todo evento, porque antes no teníamos nada. Pero desde entonces nunca se ha subido.
-Con la Ley 20.786 se estableció, por ejemplo, que las trabajadoras puertas adentro no están sujetas a horario debido a la “naturaleza de su labor”, con un descanso mínimo de 12 horas diarias y, durante la jornada, tres horas de descanso. Si una trabajadora parte su labor a las siete de la mañana, termina aproximadamente a las diez de la noche.
-Correcto. Por eso nosotras pedíamos ocho horas trabajadas para las trabajadoras puertas adentro, igual que para las puertas afuera. Pero en ese negociado nos dimos cuenta de que si insistíamos en bajar la carga horaria podía suceder lo mismo que había ocurrido en Costa Rica tiempo atrás. Ahí los empleadores dijeron “mejor tener una trabajadora puertas afuera que trabaje ocho horas diarias que tener una puertas adentro que esté las mismas ocho horas”. Por eso nosotras negociamos que la jornada no fuera de más de 12 horas de trabajo diario con tres horas de descanso entre medio.
-También lograron aumentar los días de descanso.
-Logramos que la jornada fuera de lunes a viernes, con sábados y domingos libres. El domingo irrenunciable y el sábado cambiable por otro día de la semana en la medida que exista acuerdo. Si no lo hay, queda el sábado. En la práctica hoy algunas chiquillas todavía salen un día a la semana más un domingo, pero la mayoría está trabajando de lunes a viernes, saliendo el viernes en la tarde para entrar el lunes a trabajar.
-A través de la misma ley, para las trabajadoras puertas afuera se estableció una jornada de 45 horas semanales, pero con una “bolsa” de 15 horas extra a la semana. Considerando que muchas de estas trabajadoras deben viajar largas distancias, ¿les queda tiempo para sus vidas?
-Prácticamente ninguna trabajadora está haciendo horas extraordinarias, porque la bolsa extra es de mutuo acuerdo. Entonces, están trabajando ocho horas diarias. Es común que entren a las diez de la mañana y salgan tipo seis o siete de la tarde.
-Una de las peleas que dieron y que lograron ganar fue no usar el uniforme de trabajo en lugares públicos.
-Esto pasó porque en Concón había una trabajadora de casa particular que estaba con su uniforme, delantal, zapatillas y calcetines, en verano, tomándole el quitasol a la empleadora. Esto salió en los diarios. A partir de ese momento empezamos a luchar por este tema y pusimos en el mismo proyecto de ley[2] el fin de los uniformes en lugares públicos. Muchas patronas llevaban a las trabajadoras a supermercados y plazas, por ejemplo, vestidas con uniforme para decir “esta no es mi familiar, sino que es mi trabajadora”.
-¿Ustedes perciben que esta actitud es parte de una idiosincracia?
-Sí, eso yo lo viví, así que lo puedo decir. La empleadora me decía, por ejemplo, “vamos a ir donde mi tía y te pones tal uniforme”.
-¿Una discriminación y una humillación?
– Es una discriminación más que humillación, porque el uniforme es una herramienta de trabajo. Pero claro que humilla que te uniformen para señalar que no eres parte de la familia. Chile es un país arribista, donde a la persona le gusta mostrar lo que tiene. Mostrar que tiene una trabajadora, una empleada, para ellos es de suma importancia. La gente que ha nacido con dinero no se fija en que tiene una trabajadora en la casa. No es un tema para ellos, porque lo han vivido siempre. Pero la gente de clase media que tiene una trabajadora, es abusadora. Creo que es por falta de costumbre. No saben tratar a una persona en su casa ni ven que es una profesional que hace de suplente cuando la patrona sale al mundo laboral.
Ruth vivió hasta los 12 años en el fundo Tanahuillín, en los campos de Santa Juana. Su familia, de siete hermanos, trabajaba para los patrones bajo el sistema de “inquilinos”, pero como su padre murió prematuramente tuvieron que irse al pueblo. Recién llegados a Santa Juana, los más grandes entraron a trabajar para mantener a los menores. A ella le tocó ser empleada puertas adentro en la casa del dentista: “Fue terrible porque, con 12 años, tenía que lavar y nunca había lavado, porque mi mamá siempre había hecho las cosas de la casa. Ahora tenía que hacerlo a mano, con escobilla, calentar agua en un tarro, tender la ropa, planchar, limpiar, hacer comida y cuidar a los cuatro niños, un poquito menores que yo”.
Con el tiempo se adaptó y continuó en el mismo trabajo entre Concepción, Antofagasta y Santiago, viajando detrás de los patrones. Vivió muchos abusos, cuenta, los que fueron generando en ella la conciencia de ser una trabajadora excluida y sin derechos. Decidió terminar el colegio, realizar algunos cursos y acercarse a las agrupaciones sindicales. Creía que podía aportar. Y hoy, a pesar de la enfermedad que la aqueja, quiere seguir haciéndolo.
-Usted señaló hace algún tiempo que la pandemia había golpeado con especial fuerza a su rubro, sobre todo a quienes laboran por día, ya que la gente en cuarentena estaba prescindiendo de sus servicios. ¿Cómo se vive esto en la actualidad?
-Las han dejado de contratar porque los patrones están en sus casas y también por el temor al cuidado de la trabajadora en el lapso en que debe trasladarse. Este virus lo podemos tomar en cualquier parte y, lamentablemente, no todas tenemos la misma cultura de cuidado, de cuidarnos nosotras mismas, de usar el gel o lavarnos las manos. Eso dejó a mucha gente desprotegida. Ahí es donde yo digo que debiéramos tener políticas públicas del Estado para mejorar las condiciones y cultura laboral, y no solamente estar pensando de dónde sacar plata para darle a la gente. Además, muchas compañeras no han podido acceder a los bonos del gobierno por tener imposiciones o por haber ganado una cantidad de dinero. Entonces han quedado totalmente desprotegidas.
-¿Qué ha pasado durante la pandemia con las trabajadoras puertas adentro?
-Tengo conocimiento de amigas que están trabajando puertas adentro que la pasaron muy mal los primeros meses de estar encerradas. Después, cuando ya hubo libertad, lograron salir. Pero ahora, nuevamente por la pandemia, vuelven a estar encerradas. Eso es chocante para ellas, debido a la carga psicológica que conllevan estos encierros.
-Comparando el número de trabajadoras de casa particular registradas por el INE y las cifras que manejan ustedes, se llega a que hay más de 50 mil trabajadoras no reconocidas o no registradas. ¿Cómo y dónde se da esto?
-Sobre todo se da en regiones. Yo vivo en Santa Juana, una comuna de la Región del Biobío, donde las trabajadoras van todas a Concepción, al sector El Recodo, donde hay gente con dinero. Están totalmente desprotegidas, porque muchas no tienen contrato. Lamentablemente, trabajan por menos que el mínimo. Hay otras que trabajan por día en varias casas, pero la ley es clara y dice que aunque labore medio día en cinco casas, por cada casa tiene que tener su contrato escrito y pagársele las imposiciones. Falta una fiscalización efectiva. Cuando salió la ley muchos empleadores se pusieron al día con las imposiciones debido a que había multas que no eran baratas. Pero una vez que vieron que no había fiscalización, los empleadores volvieron a no cumplir con los contratos ni con el sueldo del mínimo hacia arriba.
-¿Qué pasa con la fiscalización de la Dirección del Trabajo?
-Lamentablemente, en Chile coexisten dos países. Todo pasa en la Región Metropolitana y a lo largo del país, no pasa nada. Me refiero a la fiscalización. Por ejemplo, si en Santiago nosotros vamos a la Dirección del Trabajo o al Ministerio del Trabajo, podemos encontrar algún oído, pero en regiones eso no existe. Si soy elegida como convencional, una de mis luchas será que realmente se reconozca el trabajo precario en todo Chile, de forma transversal, y que no se considere solamente Santiago.