CIPER ACADÉMICO / INFORME
Encuesta “Termómetro Social”: disminuye la incertidumbre económica, pero estamos tristes, preocupados y enrabiados
18.11.2020
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CIPER ACADÉMICO / INFORME
18.11.2020
La encuesta longitudinal “Termómetro Social” (elaborada por DESOC, Microdatos U. de Chile y COES) muestra que, en el periodo septiembre-octubre, la sensación de incertidumbre económica se redujo en comparación a mayo-junio. La mala noticia es que hoy predominan emociones como la tristeza, la preocupación y la rabia; y ha aumentado la cantidad de personas que sienten con frecuencia poco interés o placer por hacer las cosas. Hoy, una de cada cuatro personas presenta síntomas ansiosos y depresivos moderados a severos, pero sólo un 34% de quienes han creído necesitar un tratamiento de salud mental lo ha conseguido.
A medida que las consecuencias sociales y económicas de la pandemia se profundizan, crece la preocupación por sus efectos sobre la salud mental de las personas. Estrés, ansiedad y tristeza pueden representar reacciones normales ante un contexto de alta incertidumbre, especialmente cuando se ven afectadas dimensiones centrales de nuestras vidas: salud, trabajo, ingresos, educación, contacto social. Sin embargo, en un escenario de probable aumento de la pobreza y exacerbación de las desigualdades existentes, hay buenas razones para pensar que aumentará la prevalencia de algunos problemas de salud mental, principalmente entre los grupos sociales más desaventajados.
En el Núcleo Milenio en Desarrollo Social (DESOC), en colaboración con el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile y el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), hemos monitoreado el estado de salud mental de chilenas y chilenos mayores de 18 años a través de la encuesta longitudinal Termómetro Social [ver ficha técnica de la encuesta aquí].
En una columna anterior nos preguntábamos por los efectos de la triple crisis social, sanitaria y económica sobre la salud mental de los y las chilenas [ver columna aquí]. En esta columna compararemos los resultados del Termómetro Social 3 (TS3), aplicado entre el 30 de mayo y el 10 de junio de 2020, con los resultados del Termómetro Social 4 (TS4), aplicado a las mismas personas entre el 15 de septiembre y el 9 de octubre de 2020.
Los resultados de la encuesta de mayo-junio mostaron que el brote de COVID-19 representaba una gran amenaza para la economía doméstica: las personas reportaron un alto grado de incertidumbre respecto a sus condiciones de trabajo y asignaron una alta probabilidad de ocurrencia a la reducción del ingreso y al aumento de la deuda. Este resultado puede interpretarse a la luz de diversos estudios que sugieren que un gran porcentaje de familias chilenas experimenta un intenso “miedo a caer”, es decir, un miedo permanente a perder el estatus social ganado durante las últimas décadas. Como lo sostuvo recientemente Kathya Araujo, “la modernización chilena se consiguió a costa de situaciones laborales precarias y con altos grados de endeudamiento” [ver entrevista en CIPER].
Los resultados de la última encuesta realizada en septiembre-octubre muestran que 38,3% de los participantes cree que la situación económica de su hogar es mucho peor o un poco peor en comparación con la que tenían antes del brote de coronavirus y cuarentena. Sin embargo, los nuevos resultados muestran que la incertidumbre económica ha disminuido a lo largo del tiempo. Si en mayo-junio un 57% creía que durante los próximos tres meses el ingreso de su hogar bajará, entre septiembre-octubre esta cifra representa sólo a un 13,4% de los y las participantes. Asimismo, si en mayo-junio un 37% afirmaba que era muy o totalmente probable que un miembro del hogar quedara desempleado durante los próximos tres, en septiembre-octubre esta cifra disminuyó a un 15%.
En síntesis, durante los últimos meses parece haber disminuido la inseguridad económica en los hogares -lo cual podría estar asociado, entre otros factores, al retorno progresivo a las actividades laborales y al retiro del 10% de los ahorros previsionales- pero aún resta explorar sus efectos sobre la salud mental de las personas.
En mayo-junio, la mitad de los participantes declaraba que su estado de ánimo era peor o mucho peor al estado de ánimo previo a las medidas de aislamiento y cuarentena. Los resultados del Termómetro Social sugieren que la atmósfera de agobio, vulnerabilidad e incertidumbre económica que produjo el contexto de pandemia se asocia significativamente con mayores niveles de síntomas ansiosos y depresivos en las personas [ver estudio aquí].
En septiembre-octubre, cuando un 77% de los encuestados indica llevar más de cuatro meses de confinamiento, la tonalidad emocional de chilenos y chilenas se encuentra dominada por la tristeza, la preocupación y la rabia. Puesto que las emociones no son simples respuestas individuales frente a las condiciones ambientales, sino que experiencias vinculadas a nuestras relacionales sociales y sensibilidades colectivas, este clima emocional da cuenta de una forma -triste, enrabiada y angustiada- de habitar lo social.
Emoción predominante durante el último mes (pregunta abierta)
En este escenario, hay al menos tres preguntas que debemos intentar responder: ¿Quiénes han visto su salud mental más afectada? ¿Por qué y cómo se han visto afectados? ¿Qué podemos hacer para prevenir, mitigar o tratar los problemas de salud mental que afectan a estos grupos?
La encuesta aplicada entre mayo-junio permitió identificar que ser mujer y tener la expectativa de que el ingreso del hogar se reduzca se encuentra asociado a la presencia de síntomas ansiosos y depresivos moderados a severos. Asimismo, los sentimientos de soledad y la percepción de aislamiento, así como el hecho de vivir en las zonas más afectadas por la pandemia y cuarentena (zona central) y presentar antecedentes de problemas de salud mental en el pasado, se asocian significativamente con mayor malestar psicológico.
Estudio longitudinal "Termómetro Social” muestra que un 26% de la población -principalmente las mujeres- ha creído necesitar un tratamiento con un profesional de la salud mental durante los meses de pandemia. Sin embargo, sólo un 34% de las personas que declaran esta necesidad ha logrado acceder a tratamiento.
Los nuevos resultados disponibles muestran que entre junio y octubre algunos problemas relacionados con el malestar psicológico se han incrementado, principalmente las dificultades para dormir y el poco interés o placer en hacer las cosas. En términos generales, si entre mayo y junio un 22% de los participantes (30,5% mujeres vs 13,4% hombres) presentaba síntomas ansiosos y depresivos moderados a severos, esta cifra aumenta al 25% (33,3% mujeres vs 16,1% hombres) entre septiembre y octubre. Si bien se observa una tendencia al alza de la prevalencia en tan sólo 3 meses, este cambio no representa un aumento estadísticamente significativo de los síntomas.
Ahora bien, si analizamos la relación entre salud mental y situación económica actual de las personas, observamos diferencias importantes: las personas que declaran que la situación económica de su hogar es “peor o mucho peor” en comparación a antes de la pandemia, presentan una mayor carga de síntomas depresivos moderados a severos.
Síntomas depresivos según situación económica del hogar en comparación a antes de la pandemia
El hecho de que una de cada cuatro personas presente síntomas ansiosos y depresivos moderados a severos contrasta con el acceso limitado a servicios de salud mental que existe en nuestro país. Esta realidad se ha visto agravada por la pandemia y las medidas de confinamiento. En efecto, los resultados del Termómetro Social muestran que un 26% de la población -principalmente las mujeres- ha creido necesitar un tratamiento con un profesional de la salud mental durante los meses de pandemia. Sin embargo, sólo un 34% de las personas que declaran esta necesidad ha logrado acceder a tratamiento, generalmente los casos más severos. En otras palabras, a pesar de los esfuerzos que se han realizado para aumentar la cobertura en salud mental durante la pandemia, la mayoría de las personas que cree necesitar atención, aún no ha recibido tratamiento.
Estos resultados demuestran, por un lado, la necesidad de reforzar los programas preventivos y de tratamiento; por otro lado, subrayan la importancia de las políticas sociales asociadas a las condiciones de vida de las personas y las brechas de género subyacentes. Necesitamos mayores esfuerzos para proteger la salud mental de los habitantes de nuestros país, garantizando una mayor cobertura de tratamientos en el sistema público y privado de salud. En este escenario, internet y las tecnologías digitales pueden ser importantes herramientas para implementar programas preventivos y de tratamiento en contexto de pandemia [ver estudio aquí]. Pero también necesitamos medidas de carácter estructural, como reforzar los planes de apoyo gubernamentales para proteger los puestos de trabajo, proporcionar redes de seguridad ante la pérdida de ingresos e implementar programas para evitar el sobreendeudamiento. En síntesis, necesitamos medidas de protección social para reducir la inseguridad económica de los hogares y así mitigar el impacto de la crisis sobre la salud mental (de hecho, uno de los efectos de la pandemia a nivel global ha sido la reactivación del debate público en torno al ingreso básico universal).
Las consecuencias sociales y económicas de la pandemia son inevitables. Pero aún estamos a tiempo de reducir la profundidad de estas consecuencias y su impacto sobre la salud mental.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Observatorio del Gasto Fiscal y el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.