CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
Magallanes: de historia nacional a historia mundial
14.11.2020
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CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
14.11.2020
El descubrimiento del estrecho de Magallanes, ocurrido hace 500 años, fue uno de los más “sólidos progresos” para la geografía. Pero solo se volvió un hito cuando la diplomacia y la ciencia necesitaron reivindicarlo (por ejemplo, en medio de la polémica limítrofe entre Argentina y Chile). Así, concluye el historiador Rafael Sagredo, cada época construye sus héroes no solo en función de lo ocurrido sino del contexto y la conveniencia de ciertas interpretaciones.
En tiempos, como todos, de revisión y cuestionamientos de hitos y personajes históricos, el caso de Magallanes y el significado de su paso por el estrecho interoceánico que hoy lleva su nombre resulta ejemplificador y, a 500 años del acontecimiento, refleja cómo, por qué y para qué se escribe la historia. Una lección útil de conocer a la hora de discutir sobre héroes, hitos y monumentos.
A continuación, explicamos cómo la travesía de Magallanes por el estrecho que hoy lleva su nombre evolucionó de hecho fundante de la historia de Chile a acontecimiento de la historia mundial. Así, esperamos hacer comprensible que, a propósito de las interpretaciones históricas hoy, como ayer, tan importante como el pasado es el contexto, el presente desde el cual se escribe y, sobre todo, el futuro que se pretende delinear a través de ellas.
Abordar cómo evolucionó la noción sobre Magallanes en la historiografía nacional a lo largo del siglo XIX nos permitirá mostrar que incluso los eruditos positivistas, como José Toribio Medina, escribieron historia condicionados por los desafíos de su contemporaneidad y no sólo por el rigor del método imperante. Adecuando en ocasiones sus perspectivas históricas a los intereses del Estado y la nación. Así como hoy muchos lo hacen también al recurrir a la historia a propósito de agendas políticas, intereses colectivos o una pretendida representación del “sentir” popular.
En 1888 aparecieron los dos primeros tomos de la Colección de documentos inéditos para la historia de Chile. Una serie que pretendía reunir “las fuentes de nuestro pasado” según su recopilador José Toribio Medina. El editor del nuevo repertorio justificó su iniciativa argumentando que ella haría posible contar con documentos para “escribir historia completa y verdadera, es decir, historia”, reflejando en una frase el positivismo de su época.
Lo interesante para nosotros es que la nueva serie abarcaría, como se puede leer en la frase que completa el título de la colección, “Desde el viaje de Magallanes hasta la batalla de Maipo”, es decir el acontecer entre “1518 y 1818”, incorporando así desde el encabezado la empresa del portugués al desenvolvimiento histórico de Chile. Una representación, aunque no original, sí consagratoria de la primera circunnavegación del planeta como parte de la historia nacional. Una operación iniciada en la década de 1840, años en que también comenzó la disputa con Argentina por la soberanía sobre la Patagonia y, por lo tanto, sobre el estrecho interoceánico cuyo nombre homenajea a Magallanes.
Prueba de que fue la polémica limítrofe la que llevó a fijar el viaje de Magallanes como inicio de nuestra evolución histórica es la Historia física y política de Chile del naturalista Claudio Gay. Escrita por encargo del Estado, la obra de Gay ni siquiera nombra a Magallanes y su viaje, aunque su historia comienza con la situación de España a fines del siglo XV y continúa con los viajes de Colón y la conquista de América hasta la llegada de Francisco Pizarro a Perú. Todos considerados como antecedentes de la historia de Chile que Gay relata cronológicamente desde el viaje de Diego de Almagro en adelante. Una historia que, como se aprecia en su texto aparecido en 1844, se relaciona con el avance de los conquistadores por el Pacífico y, por lo tanto, absolutamente ajena al descubrimiento del estrecho y al viaje de Magallanes.
Gay adscribió a la noción de que el comienzo de la historia de Chile estaba relacionado con la expansión de la conquista desde el Perú, la llegada del adelantado Diego de Almagro y, posteriormente, la venida de Pedro de Valdivia. Sólo entonces el estrecho hace su aparición en la obra de Gay como hito geográfico, objeto de interés de los conquistadores por ser de «suma importancia política para la corona de Castilla».
Serían los avatares de la política, entonces expresados en las pretensiones de soberanía que Chile y Argentina tenían sobre la Patagonia, los que llevaron a Gay y al Estado chileno a incorporar Magallanes en tanto geografía, es decir, el estrecho transoceánico, como parte de la Historia física y política de Chile.
Los sucesos que cambiaron la concepción de lo considerado chileno y, por lo tanto, dilataron su territorialidad y modificaron su historia, habían comenzado a desencadenarse en 1843 cuando el Estado, en su afán de tomar posesión de aquella zona, fundó una colonia en el estrecho de Magallanes. Acto que provocó la reacción del gobierno argentino en diciembre de 1847 reclamando el establecimiento de una población que decía estar situada en su territorio. Se inició así una controversia que perduraría por décadas.
Claudio Gay llamó la atención sobre el contenido que debía incluir la cartografía que formaría parte de su historia de Chile. Advertencia en la que le expresó a los hombres en el gobierno que, aunque sus trabajos “no comprenden más que a Chile propiamente dicho, es decir, desde el desierto de Atacama hasta el extremo sur de la isla de Chiloé”, creía que “sin embargo sería conveniente y aun político, que yo hiciera entrar en mi obra toda esta parte del territorio que se extiende desde el gran archipiélago de las Guaitecas hasta el cabo de Hornos, límite extremo de esta república según todas las constituciones publicadas hasta hoy”.
La visión del científico fue apreciada por el Estado chileno pues, en abril de 1846, y en otra misiva que dirigió al ministro Manuel Montt, Gay le comunicó que “no pierdo ocasión para conseguir nuevas noticias, para que mis trabajos sobre el Estrecho de Magallanes, que de orden suprema debo añadir a mi obra, no se resientan por la ignorancia del terreno”.
La inclusión en su Atlas de la Historia física y política de Chile, aparecido en 1854, de un mapa llamado “Estrecho de Magallanes” puede considerarse un acto de soberanía, una forma de reafirmar las reivindicaciones chilenas sobre aquellas regiones, materializadas en 1843 con la fundación del Fuerte Bulnes. De este modo, al incorporar Magallanes a la territorialidad chilena, a la geografía de Chile, el científico situó la región y su acontecer en el ámbito de la historia nacional.
La pretensión chilena, además de las políticas y diplomáticas, tuvo también réplicas de Argentina, como la Memoria histórica sobre los derechos de soberanía y dominio de la Confederación Argentina a la parte austral del continente americano, comprendida entre las costas del océano Atlántico y la gran cordillera de los Andes, desde la boca del Río de la Plata hasta el Cabo de Hornos, inclusa la isla de los Estados, la Tierra del Fuego, y el estrecho de Magallanes en toda su extensión, que Pedro de Angelis publicó en Buenos Aires en 1852. En su trabajo, De Angelis presumía de exponer los títulos de soberanía de la Confederación Argentina sobre lo que consideraba una porción de su territorio usurpado por Chile.
La reacción chilena no demoró, y fue a través de un texto oficial que fue encargado por el gobierno al intelectual, político e historiador Miguel Luis Amunátegui quien, en 1853, publicó los Títulos de la república de Chile a la soberanía y dominio de la estremidad austral del continente americano. Un libro cuyo carácter se explicitaba en su portada en la que se puede leer: Refutación de la memoria histórica que en 1852 ha publicado en Buenos Aires don Pedro de Angelis con el objeto de sostener la soberanía y dominio de la República Argentina sobre el mismo territorio.
De la revisión de los textos de Amunátegui y De Angelis, resulta que lo que exhiben los contendientes son los documentos a través de los cuales la monarquía española señaló expresamente los términos de las jurisdicciones correspondientes a cada uno de sus dominios en América, como lo fueron la gobernación de Chile y el Virreinato del Río de la Plata; y fuentes varias, como cartas, oficios, instrucciones y órdenes en que se expresan actos que ambos estados aprovechan para reivindicar sus derechos sobre la Patagonia. De este modo, más que historia o geografía del estrecho de Magallanes y de los espacios adyacentes a él, en esta etapa de la disputa la atención se centró en las fuentes generales a través de las cuales España organizó sus dominios, y en las acciones y medidas de las autoridades locales que reflejarían su preocupación por la Patagonia. Quedando por lo tanto la historia del estrecho y de quienes la protagonizaron todavía pendiente de abordarse directamente, incluido todo lo relativo a su «descubrimiento».
Antes de su inclusión en la historia de Chile, Magallanes, el hombre y su empresa, fueron objeto de una monografía cuyo autor fue Diego Barros Arana quien, en 1864, publicó Vida i viajes de Hernando de Magallanes. En la advertencia preliminar con que encabezó su obra el más influyente de los historiadores chilenos del siglo XIX asentó que el portugués, además de reconocer el extremo sur de América, descubrir el estrecho y navegar por mares desconocidos, merecía ser recordado pues su viaje representaba “uno de los más sólidos progresos que jamás haya hecho la geografía”.
Barros Arana, que pretendía dar a conocer la biografía del navegante, además explicó que “como aquel célebre viajero fue el primer descubridor del territorio chileno”, había tenido que estudiar sus exploraciones para darlas a conocer en una historia general de Chile en que trabajaba desde hacía años.
Fue en 1884, en el primer tomo de su Historia general de Chile, en la parte dedicada al “descubrimiento y conquista”, en el capítulo primero, y solo a través de un título, “Magallanes”, que Diego Barros Arana concretó su operación historiográfica. La que, sin embargo, sólo se limitó a incluir noticias de la vida y proyectos de Magallanes, los antecedentes de su empresa y la narración del descubrimiento del estrecho, su cruce y salida hacia el Pacífico, hito que el historiador utilizó para concluir: “Ahí se terminó la exploración de aquella parte de nuestro territorio, la primera que pisaron los europeos”. En el mismo tomo, más adelante, Barros Arana se ocupó del viaje de Diego de Almagro “a la conquista de Chile”, relatando sus circunstancias y alternativas, concluyendo, luego de narrar su muerte, “así acabó la vida del primer explorador del territorio chileno”.
De este modo, informando sobre las alternativas de su vida y exploraciones, haciendo la historia de su famosa travesía, Magallanes y el estrecho comenzaron a ser considerados parte de la historia nacional. Porque de la geografía chilena el paso interoceánico lo era hacía décadas, cuando en los años de 1840 se reivindicó como territorio nacional. Por lo anterior es que también formaba parte de la dimensión política y diplomática y, por lo tanto, del ámbito oficial y gubernamental que, precisamente, había encargado los estudios que Miguel Luis Amunátegui preparó para refutar las pretensiones argentinas y sostener las nacionales. El último de los cuales, publicado en 1879, y nuevamente por encargo oficial, bajo el título de La cuestión de límites entre Chile i la República Arjentina, reunía sus dos trabajos anteriores y aportaba nuevos antecedentes y documentos. Sin aludir nunca al viaje de Hernando de Magallanes que, de este modo, permaneció ajeno al mundo oficial como antecedente reivindicatorio sobre el estrecho en la disputa con Argentina.
Cuestión que por lo demás comenzó a resolverse en la década de 1870 y que tuvo una expresión elocuente en 1881 con la suscripción del tratado de límites entre Chile y Argentina que fijó la cordillera de los Andes como deslinde entre los dos países y dejó el estrecho bajo soberanía chilena, dividiendo la Tierra del Fuego entre los pretendientes a ejercer dominio sobre ella.
Como ya advertimos, y siguiendo prácticas historiográficas entonces vigentes, José Toribio Medina inició en 1888 la publicación de la Colección de documentos inéditos para la historia de Chile. Desde el viaje de Magallanes hasta la batalla de Maipo. 1518-1818, cuyos primeros dos tomos están dedicados a documentar el viaje de Magallanes, sus antecedentes, circunstancias y resultados. Verdadera culminación de una estrategia iniciada por Claudio Gay en la década de 1840.
La nueva serie a través de la cual se comenzaron a ofrecer sistemáticamente “las fuentes de nuestro pasado para una historia completa de Chile”, a juicio de Medina, era una “tarea que consideramos de importancia nacional”; en particular cuando “insertemos los que tocan directamente a Chile”, afirmó en el tomo VIII aparecido en 1896. En el que también escribió: “por fin hemos llegado a los que se refieren de cerca a la conquista de Chile, después de publicados los que tocaban a la expedición de Magallanes y a las de otros navegantes que siguieron sus huellas”.
Un reconocimiento significativo, pues la inclusión de la travesía de Magallanes, sus condiciones y las alternativas vitales de sus participantes en la serie documental nacional la interpretamos como una decisión inducida por el contexto político creado por las polémicas limítrofes con Argentina. No es la consecuencia lógica del acontecer histórico de Chile, sobre todo si se considera que, para Medina, como asentó en el tomo VIII de la Colección, justo a continuación de su alusión a Magallanes, los documentos que contenía el volumen daban cuenta de “Diego de Almagro y sus compañeros en su viaje de descubrimiento a este país”.
La integración del estrecho de Magallanes al territorio chileno a través de la ciencia, la política y la diplomacia, hizo posible la consideración del viaje del navegante portugués como hito original de la, en palabras de Medina, “historia de patria”. No porque su paso en 1520 por el extremo sur de América tuviera alguna consecuencia en la evolución histórica inmediata de la realidad geográfico-histórica que más adelante sería llamada Chile, sino que por haber transitado Magallanes por un territorio que terminaría, en la segunda mitad del siglo XIX, bajo soberanía chilena. Una operación política legitimada por la historiografía al servicio de los intereses del Estado y la nación; facilitada por la concepción de la historia entonces prevaleciente, es decir, el positivismo, la narración cronológica y la erudición documental que obligaba, además, a ofrecer, mostrar, relatar, “todo” lo que se relacionara de alguna manera con la trayectoria histórica nacional, incluidos los acontecimientos vinculados con la evolución de su territorialidad.
La revisión del contenido de los dos tomos dedicados al viaje de Magallanes permite apreciar que, pese a la intención de representar la expedición como parte de una historia local, lo cierto es que Medina sólo pudo incluir en ellos documentación relativa a la vida de sus protagonistas, memoriales testimoniales presentados al monarca español, cartas, informaciones, requerimientos, declaraciones y algunas reales cédulas con concesiones regias. En general, escritos ajenos a las determinaciones políticas e institucionales reunidos por los eruditos e historiadores, como Pedro de Angelis y Miguel Luis Amunátegui.
La verdadera compulsión de Medina por reunir datos, hechos y documentos sobre cada uno de los asuntos objeto de su quehacer como investigador, pero también sobre los diversos temas que hallaba durante sus pesquisas, explica que en 1889, al año siguiente de la edición de la colección iniciada con la documentación sobre Magallanes, publicara su Ensayo acerca de una mapoteca chilena. O sea, de una colección de los títulos de los mapas, planos y vistas relativos a Chile arreglados cronológicamente. Con una introducción histórica acerca de la geografía y cartografía del país. En esa obra también encontramos indicios del verdadero significado de Magallanes para el historiador en particular, y el Chile de su época en general.
En el citado ensayo, la introducción histórica da cuenta sumaria de las exploraciones “realizadas en Chile”, entre ellas las destinadas al estrecho de Magallanes, es decir en el territorio que para la época de Medina ya estaba bajo la soberanía chilena, y que por ese sólo hecho transformaban estas comisiones en parte de la historia de Chile. La primera de todas, la de Magallanes, que sin embargo en esta obra se presentó como la empresa que dejó “establecida del lado Oriente la forma del mundo nuevo descubierto por Colón”. En el mismo texto, en la segunda parte llamada “historia cartográfica”, Medina alude al descubrimiento del estrecho de Magallanes como a “un adelanto extraordinario en los anales marítimos”. Primer indicio de su operación de transformación del suceso en un hito global
El giro de Medina comenzó, además, cuando en Estados Unidos y Europa la figura de Magallanes también era revitalizada a través de publicaciones como la de F.H.H Guillemard, quien en 1890 publicó The Life of Ferdinand Magellan and the First Circumnavigation of the Globe 1480-1521. Un libro aparecido en Nueva York como parte de la colección The World´s Great Explorers and Explorations que editaban acreditados especialistas de la Royal Geographical Society y de la Universidad de Oxford.
La evolución de Magallanes de la historia local a la mundial en la historiografía nacional también se explica por la oportunidad en que se materializó. En las primeras décadas del siglo XX, cuando se acercaba el cuarto centenario del descubrimiento del Mar del Sur en 1913 y, luego, el del Pacífico, en 1920. Hitos que para un americanista como J.T. Medina resultaban fundamentales pues, desde hacía ya dos décadas (por lo menos desde 1890), venía ocupándose sistemáticamente de la historia de América.
La nueva interpretación que de Magallanes y su viaje elaboró Medina tiene una primera expresión pública en 1914, cuando apareció el primer tomo de El descubrimiento del océano Pacífico. Vasco Núñez de Balboa, Hernando de Magallanes y sus compañeros, dedicado a Núñez de Balboa. En el prólogo, el historiador pondera el descubrimiento del Mar del Sur como un “hallazgo maravilloso”; una de las “más importantes y señaladas cosas que acá se han hecho” agregó. Un acontecimiento fundamental cuyo IV centenario, escribió, felizmente estaba coincidiendo con la inauguración del Canal de Panamá en agosto de 1914. Tal vez otro estímulo para abordar a Magallanes desde una perspectiva global, estrechamente relacionada con las posibilidades de conexión, también planetarias, que abriría la nueva vía transoceánica.
Medina justificó su trabajo destinado al hallazgo del Mar del Sur argumentando que “siendo nuestro principal propósito historiar el viaje de Hernando de Magallanes, mal podríamos prescindir de referir en suma siquiera, las hazañas de Balboa”. Un hecho, agregó más adelante, “que directamente interesa a Chile, pues marca el principio de la conquista y colonización española en el lado occidental del continente sudamericano”. Pero que ahora también le interesaba porque junto a otros notables sucesos “abrió las puertas a las expectativas de los que desde los tiempos mismos de Colón creyeron que podía haber paso del uno al otro mar o, mejor dicho, desde el Atlántico a la India Oriental a través del recién descubierto continente”. Proyectando así con sus palabras y conceptos, incluso en la misma frase, el viaje de Magallanes desde la historia local, la de Chile, a la global, de un mundo desde entonces, el siglo XV, definitivamente conectado. Una realidad que en los albores del siglo XX se consolidó no sólo con el Canal de Panamá, también con una “Gran Guerra”.
En El descubrimiento del océano Pacífico, un hecho de carácter mundial asociado a más de un proceso histórico de alcance global, Magallanes ahora tiene un papel central. El que se expresó formalmente en un tomo con las alternativas de su vida y exploraciones, así como con noticias sobre sus compañeros; y en otro volumen con los documentos que sirven de sustento al estudio histórico.
En el texto “al lector” del tomo con los documentos justificativos, Medina relacionó el viaje de Magallanes y su hallazgo con la historia global. Primero aludiendo a la circunstancia de que en 1920 se celebraba una “magna fecha”; en realidad un “memorable viaje, escribió, cuya importancia cede sólo ante la grandeza del que realizó Colón para el descubrimiento del Nuevo Mundo”, situándolo así en una perspectiva histórica de alcance mundial.
Así, el viaje de Magallanes, y la forma en que la historiografía chilena decimonónica lo abordó, ejemplifica elocuentemente la flexibilidad de la historia, la importancia del contexto a la hora de estudiar el pasado y la contemporaneidad de la producción de conocimiento histórico. Pero también, cómo cada época genera sus hitos, héroes y monumentos, atendiendo tanto a lo efectivamente ocurrido, como al contexto de quienes interpretan y representan la historia.
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