CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
Pedir un crédito sin entender las reglas del retail: la experiencia de endeudamiento de la comunidad haitiana en Chile
10.11.2020
Hoy nuestra principal fuente de financiamiento son nuestros socios. ¡ÚNETE a la Comunidad +CIPER!
CIPER ACADÉMICO / OPINIÓN
10.11.2020
Las empresas de retail chilenas constituyen para muchos haitianos la primera experiencia de endeudamiento formal, pues en su país el negocio del crédito es administrado por una elite mulata y blanca a la cual es difícil acceder. No ha sido una novedad grata. Acuden a estas firmas solo cuando no hay otra alternativa, pues desconfían de la poca y confusa información que entregan y los altos intereses que cobran. Temen además caer en Dicom, pues ello puede impactar negativamente en su inserción laboral en Chile. Los datos para esta investigación fueron recogidos en Quilicura, una de las zonas de la Región Metropolitana que aglutina a más población haitiana en Chile.
(Este artículo presenta los resultados de investigación de un trabajo que se llevó a cabo en 2019 en el marco del proyecto ‘Procesos de subjetivación neoliberal de personas migrantes: endeudamiento de la población haitiana y venezolana en Quilicura’ realizado en el marco del Núcleo de Relaciones Socio-económicas y Luchas Sociales del Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Chile en colaboración con la Municipalidad de Quilicura).
En la última década, Chile ha experimentado un incremento en sus tasas migratorias, aumentando la presencia de inmigrantes provenientes de países latinoamericanos y caribeños. De acuerdo con las últimas estimaciones del INE y DEM (2019), la población migrante asciende a 1.251.225 personas representando un 6,6% de la población total, siendo la comunidad haitiana la tercera fuerza migratoria con un total de 179.338 personas viviendo en Chile, antecedida por peruanos/as, con 223.923 personas y venezolanos/as con 288.233 inmigrantes. El caso del colectivo migrante haitiano es particularmente relevante por dos razones: su rápido crecimiento en los últimos cuatro años y sus bajos índices de integración social, esto último vinculado a la construcción en torno a ellos/as de un discurso y una política antimigratoria arraigada en concepciones neorracistas y xenófobas (Canales 2019; Rodríguez y Gissi 2019).
Si bien existe escasa información desagregada respecto a este colectivo, la migración haitiana se caracteriza por ser esencialmente joven y masculina, con un 68% de hombres (DEM 2017), un promedio etario que bordea los 30 años (con bajos porcentajes de población menor a 14 y mayor de 45 años), económicamente activa y de baja escolaridad. En relación a sus condiciones laborales, un trabajo realizado por el CENEM- U. Talca en 2018 (ver referencias al final del texto), indicó que esta población se ubica principalmente en las actividades laborales de tipo no calificados, con un 30,7% en servicios; un 28,9% en las áreas comercial y hoteles y un 20,0% en áreas de la construcción. El resto realiza actividades correspondientes a trabajo doméstico, técnico, profesional y empleados de oficina, entre otros. Ese trabajo también reveló que el 32,1% trabaja sin contrato, el 36,6% tiene contrato indefinido y el 31,1% posee un contrato temporal. Además, señaló que los principales problemas con los que se encuentran los/as inmigrantes haitianos/as, al momento de buscar trabajo en Chile, guardan relación con el idioma (60,1%) los bajos salarios (40,4%) el no poseer la documentación necesaria (35,8%) y la discriminación (33,2%).
La migración haitiana se caracteriza por ser esencialmente joven y masculina, con un 68% de hombres (DEM 2017), un promedio etario que bordea los 30 años, económicamente activa y de baja escolaridad
Una de las características principales de la migración haitiana es que el proyecto migratorio se entiende como una apuesta colectiva que involucra una decisión económica familiar. Esto, bajo el supuesto de que el miembro de la familia que migra enviará remesas una vez instalado en el país de destino. La importancia de la remesas puede observarse en el incremento de los flujos financieros enviados desde Chile hacia Haití. Del total de US$ 1.519 millones que fueron enviados al extranjero durante 2018, un 16,6% corresponden a ese país, con un aumento de 386% en relación al año anterior (informe Banco Central 2018).
Teniendo estos datos como base, presentamos aquí la segunda parte de la serie sobre endeudamiento entre migrantes. Abordaremos los resultados de una investigación realizada en el municipio de Quilicura en la Región Metropolitana[1], pero esta vez referidos específicamente a los procesos de endeudamiento formal de la población haitiana, es decir, al endeudamiento con instituciones como casas comerciales o bancos establecidos, que son las principales vía de acceso a crédito en Chile.
Los créditos bancarios, operados por los “Bancos Establecidos en Chile”[2] y el sistema de las casas comerciales o “retail” tienen distintos mecanismos de regulación y requisitos de entrada. Los créditos con las casas comerciales son los más accesibles (y los más comunes en los hogares de menores ingresos); los más desregularizados (tienen menores protecciones asociadas) y los que cobran las tasas de interés más alto (ver: Pérez-Roa y Gómez 2020 – CIPER). Si bien no existe una cifra clara sobre la prevalencia del endeudamiento formal en la población migrante, el último informe sobre deuda morosa del primer trimestre 2020 (Equifax-Universidad SanSebastián, 2020) señala que del total de deudores morosos en Chile, 3,9% son extranjeros y su mora promedio asciende a $1.644.880.
Cuando llevan poco tiempo de inserción en Chile, las personas migrantes de origen haitiano enfrentan dos dificultades principales a la hora de insertarse en los circuitos de endeudamiento. Por un lado, el hecho de que muchos de los trabajos a los que acceden suelen ser precarizados y también informales, hace que tanto la banca como casas comerciales no les brinden oportunidades de acceso; y por otro, la desconfianza que manifiestan algunas de las personas entrevistadas sobre las instituciones bancarias y otras entidades. En el caso siguiente, una mujer haitiana lo explica claramente: “el motivo principal de por qué no tengo tarjetas es porque, ejemplo, si compro una cosa a crédito ahora, y tengo que pagar en 15 días más, y no alcanzo a tener plata en la fecha de pago, me empiezan a cobrar. Por eso yo prefiero tratar de juntar dinero y comprar las cosas más adelante digamos, cuando tenga dinero”.
No obstante, con el tiempo, según señalan las personas entrevistadas, valoran el crédito como una “oportunidad” para poder solventar el alto costo de la vida en el país y como un recurso para responder a alguna necesidad particular que no puede ser subsanada con el sueldo mensual. Un hombre haitiano entrevistado señala que “no, no voy a decir que es algo malo, porque uno debe para responder a su necesidad, por eso para mí deber no es algo malo, al contrario, es algo bueno, porque si por ejemplo necesito comprar una camisa y no tengo dinero, en efectivo, y tengo una tarjeta, lo puedo comprar, para mí eso es una necesidad, no es nada malo…cuando tengo trabajo más estable”. Mientras, otro enfatiza que “normalmente para la persona que tiene mucho gasto o mucha carga, un hijo o algo así, le conviene tener una tarjeta, porque si de repente necesita algo y no tiene nadie que te presta la plata, puede pedir un avance en efectivo, eso ayuda mucho. Es importante tener una tarjeta para una persona que tiene una familia, pero como yo no tengo hijos por el momento, y no tengo tantas necesidades ni emergencias, no lo uso, no es necesario”.
La mayoría señala que endeudarse puede convertirse en algo problemático si finalmente nunca pueda pagarse, generando intranquilidad y miedo respecto de poder afectar su estabilidad administrativa en el país. Sobretodo considerando los efectos que “entrar en DICOM” puede tener en sus trayectoria de inserción. En ese sentido, sobre todo las mujeres haitianas entrevistadas, destacan la importancia de “ahorrar” más que usar créditos, o de acudir a redes, antes que a la banca. Como se ve en la siguiente cita de una mujer haitiana con más de 4 años de residencia, el temor a la institucionalidad chilena -la cual no se comprende completamente- y la confianza en la palabra de las personas, hace que la red comunitaria esté siempre en la primera opción: “a veces yo le presto a un amigo o le pido a mi marido, y eso, pero al banco no, porque no me gusta, porque en Haití no es fácil hacer negocios, si uno pide un préstamo es un riesgo, porque no es fácil, poder pagar, y está eso de DICOM… es un riesgo en Haití y yo creo que aquí también… mejor a las personas”.
El proyecto migratorio se entiende como una apuesta colectiva que involucra una decisión económica familiar. Esto, bajo el supuesto de que el miembro de la familia que migra enviará remesas una vez instalado en el país de destino
Lo mismo dicen otros dos hombres entrevistados: “Lo que no me gusta de la tarjeta de crédito es que siempre queda una deuda pendiente; siempre, aun si compras algo, se borró toda deuda, se queda algo, y te van a decir que la deuda que queda es el seguro de la tarjeta y así. No me gusta”. “Es malo pedir mucho, es malo tener mucho crédito y todo eso, porque te pueden meter en ¿cómo se llama? ¿En problemas? En Dicom. Y ahí no puedes ni viajar ni hacer nada”.
En los relatos se coloca como ideal la posibilidad de ahorrar dinero antes de acceder a una deuda, principalmente porque se siente una gran responsabilidad respecto del pago de cualquier compromiso económico. En la cita a continuación otro hombre haitiano destaca cómo la familia evita la deuda en la medida en que pueda distribuir bien su ingreso entre las necesidades básicas y que, en algunos casos, antes que endeudarse, evita enviar dinero a Haití: “Noooo, si podemos pagar con sueldo mejor… aquí en Chile pago un arriendo, el arriendo nos cuesta $140.000 por persona y nosotros estamos trabajando por sueldo mínimo. Con el sueldo mínimo no es suficiente para mandar todo allá, hay que dejar para comer, para pagar pasaje, salud, todo eso… y a veces no alcanza, pero lo intentamos”.
Se destaca que prefieren acudir a las redes, pero en caso de no estar disponibles, algunos señalan haber tenido acceso a créditos en tiendas de Retail para cubrir necesidades iniciales y básicas cotidianas: alimentación, pago de cuentas, movilización. Generalmente, la información que poseen sobre el sistema financiero chileno se adquiere oralmente a través de otras personas. Sin embargo, entre las personas entrevistadas, existe una queja abierta a las tiendas de retail porque muchas veces dan facilidades, pero sin entregar una información más profunda sobre las tasas y otras características de los créditos, lo que termina generando un endeudamiento mayor al esperado. En ese sentido, el hecho de no manejar el idioma español en profundidad y el racismo existente (Tijoux et.al., 2015), genera que algunas personas haitianas sean más afectadas por situaciones que consideran injustas e, incluso, de engaño de parte de estas casas comerciales. Pese a que se accede en algunos casos a estos créditos, el relato constantemente señala que se está “haciendo un mal negocio” al endeudarse con dichas casas comerciales, considerando sus bajos salarios. Esto se visualiza en las siguientes citas:
“Es como la tarjeta Hites, a mí no me gustó, ¿sabes por qué? La mantención es muy alta. Si me atraso hay un interés que tengo que pagar en el banco. Así nunca se va a ahorrar algo” (Entrevista hombre haitiano).
'Es malo pedir mucho, es malo tener mucho crédito y todo eso, porque te pueden meter en ¿cómo se llama? ¿En problemas? En Dicom. Y ahí no puedes ni viajar ni hacer nada', dice un entrevistado
“Claro, [los intereses] son una cosa automática, entonces ¿yo? no -ríe- yo, esos diez mil pesos que te cobran al mes se transforman, en un año en ¡noventa!, entonces por eso no me gustan tarjetas de crédito, no me gusta nada. Me gusta mi vida tranquila, no me gustan dolores de cabeza”(Entrevista hombre haitiano).
A pesar de que la mayoría de nuestros entrevistados no han tenido experiencias previas con el sistema financiero haitiano -dominado por una élite mulata de comerciantes y blancos de diifcil acceso- y que en su mayoría cargan deudas con familiares o con conocidos regidas por la palabra y la confianza mutua, las personas entrevistadas logran identificar profundas diferencias existentes entre el sistema financiero haitiano y el chileno. En Chile, reconocen el peso de las instituciones formales, los riesgos asociados y lo perjudicial que puede resultar endeudarse con el retail dado las altas tasas de interés y los cobros abusivos. Ahora, a pesar de lo confuso del lenguaje financiero y de la voracidad del sistema crediticio chileno -en términos de publicidad y transversalidad- la circulación de información oral comunitaria les permite protegerse de un sistema que puede profundizar sus precariedades económicas. En este sentido, la red social que construyen las familias haitianas no sólo les permite soportar materialmente la ayuda entre unos y otros, sino que también fomenta la circulación de información económica traduciendo el lenguaje financiero a una experiencia concreta que circula al interior de la comunidad.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
CIPER/Académico es un espacio abierto a toda aquella investigación académica nacional e internacional que busca enriquecer la discusión sobre la realidad social y económica.
Hasta el momento, CIPER Académico recibe aportes de seis centros de estudios: el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), el Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social (CICLOS) de la Universidad Diego Portales, el Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP), el Observatorio del Gasto Fiscal y el Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP). Estos aportes no condicionan la libertad editorial de CIPER.
Nuñez, Lorena. 2019. “Yon ede Lot: Estudio de caso acerca de las prácticas y circuitos relacionales económicos de familias transnacionales haitianas residentes en la Comuna de Estación Central”. Tesis Magister, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Alberto Hurtado, santiago, Chile.
Centro Nacional de Estudios Migratorios. (2018). Haitianos en Chile: Integración laboral, social y cultural. Centro Nacional de Estudios Migratorios. Universidad de Talca. Disponible aquí.
Tijoux Merino, María Emilia, & Córdova Rivera, María Gabriela. (2015). Racismo en Chile: colonialismo, nacionalismo, capitalismo. Polis, 14(42),713.
[1] Se seleccionó esta comuna por diversos motivos: es una de las zonas de la Región Metropolitana con mayor población migrante; es uno de los territorios que aglutina a más población haitiana, producto de las redes de cooperación que existen en el colectivo y por los servicios de apoyo que ha extendido el municipio con intérpretes del creole; y, en los últimos años, ha sido uno de los espacios seleccionados por la población venezolana por la existencia de redes de apoyo, lo que les permite en un primer momento solventar la vida en Chile (Galaz, Poblete y Frías, 2017; Thayer y Stang, 2017). De acuerdo con los datos del CENSO 2017, la población migrante en Quilicura alcanzó las 23.585 personas, lo que equivale al 8% de la población comunal (210.410). Ahora según los datos INE-DEM de 2019, dicha cifra se incrementó en 25.556 lo que equivale al 12% de la población comunal. Asimismo, Quilicura se ubica en el 13vo lugar a nivel nacional con mayor proporción de población migrante y en el noveno lugar en la Región Metropolitana, según la oficina para migrantes y refugiados/as del municipio ya que Quilicura registra el 1,7% de la población migrante a nivel nacional y el 3% de la población migrante a nivel RM. Según los datos de la oficina de migrantes, las nacionalidades residentes en este territorio corresponderían a un 57,5% de haitianos/as, 15% de peruanos/as 8,4% de venezolanos/as y 6.6% de colombianos/as.
[2] Se entiende por bancos establecidos en Chile a aquellos que están operativos en la actualidad y son fiscalizados, 14 de ellos son privados nacionales, 6 de ellos son privados internacionales y uno es estatal, sumándose el Banco Central de Chile que no es fiscalizado, según la comisión para el mercado chileno (2018)