LA RUTA DEL DINERO DE PODEROSOS EMPRESARIOS CERCANOS A GOBIERNOS DE CHÁVEZ Y MADURO
“FinCEN Files”: Cómo los bancos ayudaron a los “boliburgueses” venezolanos a sacar sus fortunas del país
21.09.2020
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LA RUTA DEL DINERO DE PODEROSOS EMPRESARIOS CERCANOS A GOBIERNOS DE CHÁVEZ Y MADURO
21.09.2020
Los “FinCEN Files” evidencian cómo miles de millones de dólares de recursos públicos se esfumaron de un país en pleno colapso. Este reportaje del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación y de Armando.Info muestra cómo poderosos hombres de negocio venezolanos amasaron enormes fortunas gracias a millonarios contratos públicos y a sus vínculos con los gobiernos de Chávez y Maduro. Conocidos como “boliburgueses”, varios recibieron ayuda de bancos globales para llevar sus dineros a sociedades offshore. Entre ellos el magnate Alejandro Ceballos, quien envió secretamente más de 100 millones de dólares a cuentas extranjeras. Para ello contó con la ayuda del desaparecido banco Espirito Santo, el mismo que fue sancionado en 2005 por abrirle cuentas secretas a Augusto Pinochet.
*Crédito imagen de portada: ICIJ / Alicia Tatone – BuzzFeed News
Sobre la polvorienta estufa de gas instalada en el departamento de Selena Ramírez baila una pequeña llama.
A sus 69 años, Ramírez comparte el departamento con su hija y su nieto de once años, ubicado en la planta baja de una unidad habitacional pública en San Francisco de Yare, una ciudad ubicada a 70 kilómetros al sur de Caracas. En la fachada del edificio están estampados los ojos vigilantes de Hugo Chávez, el expresidente de Venezuela.
Ramírez mantiene su estufa prendida durante horas cuando se dedica a sus quehaceres domésticos.
“La dejo encendida porque los fósforos están muy caros”, dijo Ramírez. “No podemos andar comprando a cada rato”.
Venezuela está sufriendo una de las crisis humanitarias más graves del mundo. La inflación está fuera de control y la industria petrolera, que antes nutría la economía, está en ruinas. Una de cada tres personas no tiene lo suficiente para comer y más de 5 millones de venezolanos –más de uno de cada seis– ha abandonado el país.
Potentados hombres de negocios, cercanos a los gobiernos de Chávez y de Nicolás Maduro, su sucesor, participaron en el desastre. Se les conoce como “boliburgueses”, una referencia irónica a Simón Bolívar, el héroe de la independencia sudamericana al que Chávez invocaba como inspiración para su movimiento político. La mayor parte de su fortuna es producto de contratos públicos, a menudo otorgados para proveer servicios a la gente pobre.
Una muestra de reportes bancarios confidenciales, obtenidos por BuzzFeed News y compartidos con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), muestra cómo los “boliburgueses” sacaron miles de millones de dólares del erario fuera de Venezuela –recursos destinados a la vivienda y a otros servicios básicos–, y ello en pleno derrumbe de la economía. La muestra, conocida como los “FinCEN Files”, incluye más de 2 mil 100 reportes de actividad sospechosa (SAR, por sus siglas en inglés), que bancos entregaron a la Red de Control de Delitos Financieros (FinCEN), una agencia del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
Alejandro Ceballos Jiménez, un magnate de la construcción con generosas conexiones en el gobierno, envió de manera secreta al menos 116 millones de dólares de contratos de vivienda pública hacia beneficiarios diversos, que incluían compañías offshore y cuentas bancarias pertenecientes a familiares, según muestran los documentos. Esos contratos amparaban la construcción de la unidad familiar en la que vive Ramírez, la que forma parte de un extenso programa para ofrecer millones de viviendas sociales a precio accesible para los venezolanos de a pie.
Ceballos es dueño de una mansión en Caracas y de una casa con ocho habitaciones en la periferia de Miami, cerca de un hipódromo donde sus caballos compiten cada semana por premios que se elevan a varias decenas de miles de dólares.
Ceballos es uno de los siete magnates venezolanos cuyos negocios con las administraciones de Chávez y Maduro aparecen en los documentos que integran los “FinCEN Files”. Estos hombres de negocios, famosos por su gusto por los relojes Rolex y las carreras de caballos, en general viven fuera de Venezuela, ya sea en Florida, en Madrid o en las playas exclusivas de Punta Cana, en República Dominicana.
Los documentos también revelan cómo bancos de Europa y Estados Unidos juegan un papel clave en la sustracción del dinero de Venezuela, a pesar de las alertas que señalaban irregularidades financieras. Bancos de menor tamaño, entre ellos los bancos suizos CBH y el Julius Baer Group, ayudaron a los ricos venezolanos a sacar efectivo fuera del país mediante cuentas offshore que escondían el origen del dinero, tal como muestran los reportes y otros documentos.
El disuelto Banco Espirito Santo, de origen portugués y sancionado en 2005 por abrir cuentas secretas al dictador Augusto Pinochet, movió más de cien millones de dólares fuera de Venezuela para la familia Ceballos, antes de que las autoridades de Portugal y Estados Unidos lo investigaran por lavado de dinero. Entre las agencias públicas que pagaron enormes montos a las empresas de Ceballos –a través de una empresa de papel instalada en Londres– estaba la empresa nacional venezolana de petróleo, PDVSA, y un programa de combate a la pobreza llamado “Misión Che Guevara”.
Algunos de los bancos más importantes del mundo también tuvieron su responsabilidad. JP Morgan Chase, basado en Nueva York, y Standard Chartered, cuya sede está en Londres, procesaron transacciones cuestionables como “bancos corresponsales”, intermediando con bancos transnacionales para conectar prestamistas más pequeños al sistema financiero global.
Entre 2009 y 2017, distintos bancos reportaron transacciones sospechosas vinculadas con Venezuela por un monto total de más de 4 mil 800 millones de dólares, según un análisis del ICIJ. Cerca del 70% de este monto involucró recursos públicos y tenían a una agencia del Estado, como el Ministerio de Finanzas o la empresa estatal de petróleo, como protagonista.
“Eso es lo que la gente no conecta”, dice Zair Mundaray, quien fue fiscal anticorrupción en Venezuela hasta que se exilió en 2017, y es ahora asesor del líder de oposición Juan Guaidó. “Todo lo que el venezolano no tiene es del dinero que ha ido afuera”.
En una comunidad exclusiva ubicada en las afueras de Miami, la casa de Ceballos ocupa la esquina de Jockey Circle y Steeplechase Drive. Al otro lado de la calle, algunos caballos mordisquean el abundante césped verde de las casas.
A media hora en auto de la casa se encuentra el hipódromo Gulfstream Park, en Hallandale Beach. Ahí, caballos del establo de Ceballos compiten cada semana por premios que alcanzan hasta 75 mil dólares. En la entrada, un Pegaso de 30 metros de altura se encabrita encima de un dragón derrotado. Es la segunda estatua más alta de Estados Unidos, después de la Estatua de la Libertad.
Para Ceballos, ganar una carrera de caballos es uno de los grandes placeres de la vida. Es como “darle un beso a una mujer bella”, dijo en una entrevista publicada en 2016 en su propio sitio de Internet.
La fortuna de Ceballos viene del negocio de la construcción que heredó de su familia. Su madre, Maura Betty Jiménez de Ceballos, fundó el negocio en 1978, y muchas de sus operaciones fueron consolidadas en 2000 bajo una empresa principal: Inversiones Alfamaq. Grupo 7C, la empresa matriz de la familia, toma su nombre de Maura y sus seis hijos; siete integrantes de la familia Ceballos.
Durante el gobierno de Chávez, la familia Ceballos ganó decenas de contratos para construir escuelas, plantas tratadoras de agua y otros proyectos, como la renovación del Poliedro de Caracas, uno de los recintos deportivos más importantes del país.
“No hay un estado en Venezuela donde, a lo largo de estos 37 años, Alfamaq no haya trabajado,” se jactó Alejandro Ceballos en una entrevista de 2016.
Ceballos ha sido acusado de corrupción. La Asamblea Nacional venezolana –controlada por la oposición– lo investigó por su participación en varios esquemas diseñados para robar recursos públicos. En una ocasión, fue señalado por intervenir en el desvío de 500 millones de dólares de una empresa paraestatal productora de aluminio y oro; en otra, colaboró en la venta fraudulenta de terrenos públicos en una zona turística llamada el “Acapulco Venezolano”.
Las investigaciones, que Ceballos tachó como “acusaciones infundadas” promovidas por “intereses malsanos”, fueron abandonadas.
La familia Ceballos mantuvo sus lazos cercanos a la élite venezolana en el poder durante el gobierno de Maduro.
En 2016, el gobierno venezolano firmó un acuerdo con Gold Reserve, una empresa minera canadiense especializada en la extracción de oro. Después de la ceremonia oficial, protagonizada por Maduro, se llevó a cabo una celebración en la mansión de cuatro pisos de Ceballos, ubicada en el exclusivo barrio de Alto Hatillo en Caracas, según contó un empleado de la familia a Armando.info, un medio de investigación venezolano socio de ICIJ.
Inversiones Alfamaq aquirió acciones en Gold Reserve y proveyó “servicios de apoyo” en una operación minera de metales preciosos en el estado de Bolívar, al sur de Venezuela.
Entre los venezolanos, los magnates ligados al gobierno como los Ceballos, son apodados “los enchufados”. Muchos los consideran como oportunistas, explotadores de un país que Transparencia Internacional consideró este año como uno de los cinco más corruptos del planeta.
Antonio Travieso, un vendedor de comida de 55 años que trabaja en el mercado de Chacao, en Caracas, dice que los negocios de “los enchufados” no producen ningún beneficio para Venezuela o su gente.
“Es un negocio que va a traer dinero fácil, dinero con trampa, sin importar las consecuencias,” dice a Armando.info.
Ceballos no contestó a las solicitudes de entrevista del ICIJ, ni respondió a un cuestionario que recibió en agosto. En un correo electrónico a un reportero de ICIJ, dijo que tenía dificultades para acceder a documentos debido al confinamiento por la pandemia de Covid-19. Posteriormente, dejó de contestar a emails en los que se le ofreció un plazo más amplio para dar su versión.
“Visto lo indicado, le manifiesto la imposibilidad de satisfacer sus pretensiones en el lapso previsto, y ratifico la consideración que se merece el arrojo, valentía y ética de los periodistas, siempre y cuando su trabajo tenga como norte el respeto por la verdad”, escribió Ceballos.
Parte del dinero que salió de Venezuela se esfumó de las arcas públicas. Los documentos de “FinCEN Files” permiten observar de dónde salió, y cómo los bancos ayudaron a moverlo en su camino.
La información viene de los propios bancos.
Un banco debe enviar un reporte de actividad sospechosa al FinCEN si “sabe, sospecha o tiene una razón de sospechar” que una transacción que transita por Estados Unidos tiene un origen criminal o no tiene un propósito de negocios claro. Estos reportes no son denuncias formales, pero otorgan al sistema financiero su línea de defensa más fuerte contra operaciones de lavado de dinero realizadas por políticos corruptos, narcotraficantes o delincuentes comunes. Los bancos deben investigar de manera activa y señalar las transacciones sospechosas.
La rama en Miami de Banco Espirito Santo procesó transacciones vinculadas con Ceballos por más de 262 millones de dólares.
Luego, tardíamente, trató de verificar si las transferencias eran legítimas, pero ya no pudo. Los pagos a familiares aparecieron “excesivos”; los documentos justificativos “despertaron muchas preocupaciones”, mientras que varios transacciones con entidades vinculadas con esquemas de lavado de dinero aparecieron como “artificiales por naturaleza”, según reportes que el banco envió a los reguladores en 2013 y 2014.
En 2014, el Wall Street Journal reportó que las autoridades de Estados Unidos estaban investigando la oficina en Miami de Espirito Santo por supuesto lavado de dinero vinculado con Venezuela.
Después que las autoridades portuguesas disolvieron Espirito Santo, la oficina de Miami fue renombrada Brickell Bank, la cual fue adquirida en 2019 por Banesco USA. Banesco USA dijo que la unidad ya no tiene directores que hayan trabajado con los dueños anteriores, y que puso en marcha un robusto programa de combate al lavado de dinero.
Los bancos contactados para esta historia citaron la privacidad de sus clientes y la naturaleza confidencial de los reportes de actividad sospechosa para justificar que no responderían a preguntas precisas sobre las transacciones.
CBH negó cualquier involucramiento en actividades de lavado de dinero vinculadas con Venezuela. El Julius Baer Group dijo que lamentó sus fallas del pasado y que recientemente tomó medidas para reforzar sus controles contra el lavado de dinero.
Los bancos vinculados con negocios sospechosos hacia Venezuela enfrentaron distintas respuestas de los reguladores. Algunos, como CBH, escaparon a una revisión de fondo. El gobierno de Suiza prohibió al Julius Baer realizar “adquisiciones grandes y complejas”, y nombró a un auditor independiente para vigilar sus actividades.
Pero los castigos llegaron cuando el mal ya estaba hecho, y miles de millones de dólares ya se encontraban fuera de Venezuela. Quedó probado que los supervisores del sistema financiero global no pudieron contener el torrente de dinero que fluyó del erario venezolano hacia cuentas bancarias privadas abiertas en Ginebra o Miami, según detectó el ICIJ.
“Los banqueros estaban totalmente empotrados en este esquema de saquear la riqueza de una nación”, dice Martin Rodil, fundador y director general de InterAmerican Solutions, un despacho de consultoría que asesora el Departamento del Tesoro de Estados Unidos sobre las sanciones contra Venezuela. “Sin los bancos, esto nunca hubiera ocurrido”.
La Gran Misión Vivienda, un programa para construir dos millones de viviendas para las clases pobre y media, fue una de las promesas más ambiciosas del presidente Chávez.
“El problema de la vivienda no puede resolverse desde el sistema capitalista”, tronó Chávez durante la ceremonia de inauguración del programa, difundida en vivo por televisión en abril de 2011. “Aquí lo vamos a resolver con socialismo y más socialismo”.
El año siguiente, Venezuela otorgó un contrato de 126 millones de dólares a Energy Coal SPA, una empresa energética italiana, para construir 1.540 departamentos destinados a personas de bajos recursos en San Francisco de Yare. La ciudad era un bastión político de Chávez, conocida por un festival religioso que se realiza cada año, llamado “los Diablos danzantes de Yare”, en el cual feligreses disfrazados de demonios bailan en las calles.
El trato comprometía el gobierno venezolano a entregar coque –un combustible derivado del carbón– a la empresa italiana a cambio de las viviendas. Sin embargo, los italianos “no tenían la capacidad técnica o la experiencia” para construir los inmuebles, según determinó una investigación oficial realizada posteriormente. Energy Coal subcontrató el trabajo a Sarleaf Limited, una sociedad basada en Londres, controlada por Ceballos y sus familiares.
Abogados suizos sirvieron como testaferros de Sarleaf para encubrir la participación de la familia Ceballos en la sociedad, según un reporte que Espirito Santo envió posteriormente al Departamento del Tesoro de Estados Unidos. La sociedad offshore fue creada por “motivos de seguridad”, para “proteger a la familia Ceballos de estar expuesta en Venezuela”, escribió el banco.
Entre abril de 2013 y enero de 2014, agencias del gobierno de Venezuela pagaron más de 146 millones de dólares a Sarleaf, según los reportes de Espirito Santo. Entre las agencias que trabajaron con Sarleaf destacan la empresa nacional de petróleo y el programa de combate a la pobreza llamado “Misión Che Guevara”.
Sarleaf distribuyó decenas de millones de dólares a empresas y cuentas bancarias de miembros de la familia Ceballos, según reportó Espirito Santo.
Parece que Alejandro Andrés Ceballos, el hijo de Ceballos, fue el más beneficiado. Amasó 22 millones de dólares en una cuenta bancaria creada para gestionar sus “ahorros, inversiones y gastos personales”, y otros 22 millones en una sociedad en Panamá que “provee servicios de facilitación de importación y exportación de productos en la industria de la construcción”. Alejandro Andrés Ceballos no contestó a preguntas que ICIJ envió a su empresa Proyectos y Construcciones 1128 y a Inversiones Alfamaq.
Espirito Santo encontró que algunas transferencias eran “consistentes con el propósito de las cuentas” usadas por los negocios de la familia (por ejemplo, $24 millones fueron enviados a Inversiones Alfamaq). Pero el banco manifestó preocupación sobre más de 6 millones de dólares que se enviaron a cuentas bancarias personales de miembros de la familia, días después de recibir el dinero del gobierno venezolano a través de Sarleaf.
“El patrón de pagos y la porción significativa enviada a los miembros de la familia parece excesiva”, escribió Espirito Santo en un reporte de febrero de 2014.
Después de revisar facturas y contratos que Sarleaf le envió para justificar una nueva serie de transferencias, Espirito Santo concluyó que eran probablemente “artificiales por naturaleza”; es decir, que eran transferencias apócrifas vinculadas con lavado de dinero o evasión de impuestos.
En 2015, el gobierno de Venezuela investigó el proyecto de vivienda. Su reporte encontró “irregularidades” en su financiamiento y concluyó que Sarleaf había cobrado de más por su trabajo.
Los residentes empezaron a mudarse al complejo a finales de 2015, según dijeron a Armando.info, socio de ICIJ.
El departamento de Selena Ramírez está completo, pero escasamente amoblado, con un puñado de sillas, una mesa, un refrigerador y una máquina de coser. El agua sale del grifo solo algunas horas por día. En la entrada, una pequeña cartulina invita a los transeúntes a inscribirse a lecciones de coser.
“Soy costurera, sé hacer zapatos”, dice Ramírez con una sonrisa.
Muchos de sus vecinos se están yendo de Venezuela y de su economía en ruinas. Dejan departamentos vacíos, que parecen saqueados, observa Ramírez.
La familia Ceballos aprovechó de una abundante fuente de ingresos del gobierno de Venezuela. Pero para disfrutar del dinero lejos de la crisis que azota a Venezuela, y comprar propiedades y caballos de carrera en Florida del Sur, la familia requería ayuda.
La familia necesitaba mover dólares, que eran difíciles de conseguir en Venezuela, debido a la inflación descontrolada y a restricciones de monedas extranjeras.
El Espirito Santo, entonces el segundo mayor prestamista de Portugal, y su oficina en Miami, estaban dispuestos para ayudar. Como parte de una agresiva estrategia de crecimiento, Ricardo Espirito Santo Salgado, su entonces director general, había cultivado vínculos cercanos con funcionarios y familias adineradas en países en desarrollo.
En 2012, Espirito Santo creó una cuenta de cheques para Sarleaf, la compañía offshore controlada en secreto por la familia Ceballos.
El banco procesó más de 262 millones de dólares en pagos ligados con Sarleaf, pero también transacciones vinculadas con los magnates Isabel Dos Santos, de Angola, y Dmytro Firtash, de Ucrania, según muestran los documentos del FinCEN. Dos Santos y Firtash enfrentan cargos de corrupción en Angola y Estados Unidos, respectivamente. Otros bancos involucrados en estas transacciones las denunciaron al FinCEN como potencialmente vinculadas a actos de corrupción.
En 2014, Espirito Santo se derribó. Las autoridades portuguesas disolvieron el banco y movieron sus inversiones sanas a Novo Banco, una institución controlada por el Banco Central de Portugal.
Salgado fue detenido y pasó brevemente por la cárcel. En julio de este año, las autoridades lo acusaron de lavado de dinero, sobornos, malversación y defraudación fiscal.
El banco suizo CBH también ha sido vinculado en varias ocasiones con venezolanos acusados de corrupción.
Entre sus clientes más prominentes destacaba Alejandro Betancourt, quien a los 29 años fundó Derwick Associates, una empresa de energía que ganó miles de millones de dólares en contratos adjudicados sin licitación para arreglar la defectuosa red eléctrica de Venezuela. Betancourt y sus jóvenes socios bien conectados se ganaron el apodo de “bolichicos”.
En 2018, el Departamento de Justicia de Estados Unidos acusó a un ejecutivo de Derwick, Francisco Convit Guruceaga, y otras siete personas, por su participación en un esquema de sobornos y lavado de dinero que involucró más de mil 200 millones de dólares. En el reporte criminal, Betancourt estaba sindicado como co-conspirador anónimo, según reportó el Miami Herald.
A pesar de los esfuerzos de Betancourt para cerrar el caso –hasta contrató a Rudolph Giuliani, el abogado personal del presidente Donald Trump, para cabildear en el Departamento de Justicia–, los fiscales siguieron cavando. En febrero, la máxima corte de justicia de Suiza ordenó a CBH y otros bancos suizos a entregar sus expedientes sobre Betancourt a los fiscales de Estados Unidos.
En 2019, Bloomberg News reportó que CBH ayudó a clientes venezolanos en ambos lados de las transferencias de dinero, y les permitió utilizar los inmuebles del banco en Ginebra como su dirección; un privilegio especial que les ayudó a evadir el escrutinio.
El Julius Baer Group fue otro banco suizo usado por los más altos ejecutivos de Derwick.
Betancourt y Convit eran clientes personales de Matthias Krull, exdirector y vicepresidente de Julius Baer. En octubre de 2018, Krull fue condenado a una pena de 10 años de cárcel por su participación en el esquema de lavado de dinero de mil 200 millones de dólares.
CBH negó estar involucrado en actos de corrupción vinculados con Venezuela, y cuestionó la nota de Bloomberg. El banco dejó todas sus inversiones de Venezuela en 2013, dijo su director jurídico, Christopher Robinson, a los socios de ICIJ en el Miami Herald.
“CBH nunca ha participado, facilitado o tolerado lavado de dinero, corrupción, malversación o cualquier otro acto ilegal ni transacciones bancarias ilegales”, dijo Robinson.
El Julius Baer Group dijo que Krull perpetró sus delitos fuera del alcance de sus deberes oficiales en el banco, y que éste salió del mercado venezolano en 2018. El banco dijo que en los últimos tres años ha tomado “medidas extensas” para mejorar su monitoreo.
“Deploramos los defectos identificados en nuestros negocios con clientes de América Latina”, dijo el Julius Baer Group a ICIJ en una declaración.
Un abogado de Betancourt dijo que su cliente desmiente cualquier irregularidad y un abogado de Convit se negó a entregar una versión.
Los flujos ilícitos de efectivo no solo chapotean a través de los bancos suizos y los centros financieros offshore. Muchos transitan por dos capitales financieras: Nueva York y Londres.
Wall Street, en particular, juega un papel esencial. La Reserva Federal otorga a los bancos más importantes un poder especial, el de convertir distintas monedas en dólares, la moneda de reserva mundial, y enviarlas a otros bancos o compañías. Este servicio discreto, que se realiza a cambio de una cuota para bancos más pequeños o regionales, mantiene en movimiento el sistema financiero global.
Los reportes al FinCEN muestran que estas instituciones financieras, conocidas como “bancos corresponsales”, enviaron alertas a las autoridades de Estados Unidos sobre decenas de pagos sospechosos que involucraron a Derwick, CBH y Julius Baer.
Para asegurarse de que no están moviendo dinero ilícito, se supone que los grandes bancos deben vigilar a sus clientes –los bancos más pequeños– y los millones de pagos que fluyen a través de sus cuentas. Los reportes de actividad sospechosa muestran que este examen es a la vez azaroso e inefectivo, ya que a menudo los bancos corresponsales son incapaces de determinar si el dinero que mueven proviene de actividades criminales o de corrupción. Muchas veces, señalan transacciones años después de que ocurrieron.
Los bancos corresponsales jugaron un papel crucial en permitir que el dinero de presuntos actos de corrupción en Venezuela viajara de Caracas hacia Zurich, pasando por Nueva York, para luego ser gastado alrededor del mundo.
Por ejemplo, Derwick envió cera de 12 millones de dólares a una sociedad llamada Mediterraneo Global Investments. Standard Chartered, que actuó como banco corresponsal, determinó tiempo después que los pagos eran sospechosos, pero no pudo determinar “el perfil de negocios ni la identidad” de la compañía.
Una mirada más profunda a sus propios archivos le hubiera ofrecido información valiosa: apenas un mes antes, el mismo banco, Standard Chartered, había señalado a Mediterraneo como receptor de 6,5 millones de dólares de una compañía relacionada con Martin Lustgarten Acherman. Este magnate venezolano fue acusado por las autoridades de Estados Unidos en mayo de 2015 por lavar millones de dólares de cárteles de la droga que usaban el sistema del mercado negro de monedas en Venezuela.
Lustgarten negó los cargos, que posteriormente fueron abandonados, ya que sus abogados determinaron que los fiscales no pudieron obtener documentos bancarios clave de otros países.
Tres de las sociedades de la red de Lustgarten usaron cuentas bancarias en CBH, según encontró Standard Chartered.
Un informe de JPMorgan Chase fechado en febrero de 2017 –mientras actuaba como banco corresponsal– señaló transferencias realizadas por Julius Baer. El informe examinó compañías sospechosas y pagos vinculados con Alejandro Isturiz, un funcionario del área de contratos de la empresa nacional de petróleo de Venezuela. El año pasado, Isturiz fue condenado en Texas por cargos federales de lavado de dinero.
Una compañía de Panamá vinculada con Isturiz, Large Investment Inc, apareció en el reporte. Usó una cuenta de Julius Baer en Suiza y pagó o recibió dinero de otras tres entidades. Isturiz es prófugo de la justicia de Estados Unidos. ICIJ no pudo contactar a Isturiz para comentar.
En una declaración a ICIJ, JPMorgan Chase reconoció que, a principios de la década, su régimen antilavado “necesitaba mejorar”, pero que ahora ha tomado el liderazgo en el combate contra los delitos financieros. Standard Chartered dijo que invirtió más en su programa de cumplimiento y llevó a cabo “una transformación comprensiva y positiva en los últimos años”.
Mundaray, el ex fiscal venezolano, dijo que el dinero derivado de la corrupción pública en Venezuela ha sido lavado a escala masiva. “Lo que empezó con los pequeños bancos cómplices llega inundando todo el sistema bancario,” señaló.
La administración del presidente Donald Trump adoptó una línea dura contra Venezuela. En marzo pasado, el gobierno de Estados Unidos acusó a Maduro por tráfico de drogas y corrupción. También sancionó a más de 90 funcionarios del gobierno de Maduro y de instituciones públicas, incluyendo el Banco Central y la empresa nacional de petróleo.
Pero la mayor parte de los empresarios socios del gobierno de Venezuela escaparon a la persecución, a pesar de que sus actividades financieras despertaron alertas.
De al menos 26 personas, compañías y agencias del Estado que aparecen en los “FinCEN Files”, solo tres han sido sancionadas por la Oficina de Control de Bienes en el Extranjero (OFAC, por sus siglas en inglés).
La impunidad de la que gozan muchos de los “boliburgueses” es una consecuencia directa del fracaso de los bancos en aplicar un monitoreo apropiado a las actividades financieras de sus clientes, dijo Mundaray: “Ninguno de los bancos investigó suficiente sobre eso (…) y lo que realmente pasaba era el saqueo de un país”.
Además de los destinos predilectos, como Miami y Suiza, en fechas recientes las élites de negocios cercanas al régimen de Maduro eligieron nuevos escondites para sus fortunas, como Hong Kong, Chipre y Turquía.
En Venezuela, la familia Ceballos sigue ganando contratos públicos. Entre sus adjudicaciones recientes destacan la reparación del sistema de agua potable en el estado de Anzoategui y de estaciones de bombeo en otros tres estados. Ambos se están llevando a cabo ahora.
No queda clara la regularidad con la que Alejandro Ceballos pernocta en su casa de las afueras de Miami pero su Grupo 7C Racing Stable –la compañía de carreras de caballo– floreció, y sus caballos ganaron al menos 116 carreras desde su fundación.
En 2016, el caballo Majesto compitió en el Kentucky Derby, un evento con el que Ceballos había soñado cuando tenía seis años, según dijo. En una entrevista previa a la carrera, Ceballos expresó su confianza de que los venezolanos apoyarían una victoria de Majesto.
“Yo le quiero decir a Venezuela, sientan ese caballo suyo,” dijo Ceballos. “Es el esfuerzo de los venezolanos”.
Majesto terminó en el bloque de cola de la carrera.
*Colaboraron con esta historia: Agustin Armendariz, Delphine Reuter, Tamoa Calzadilla, Sylvain Besson, Kevin Hall, Antonio Delgado, Jay Weaver, Ewald Scharfenberg.
*Patricia Marcano es periodista de Armando.info