CIPER ACADÉMICO / RESEÑAS
El motín de la naturaleza
12.09.2020
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CIPER ACADÉMICO / RESEÑAS
12.09.2020
El libro El motín de la naturaleza examina cómo un fenómeno natural, conocido como la Pequeña Edad del Hielo, se transformó en el telón de fondo de cambios sociales, políticos, económicos y culturales en Europa. Como consecuencia de las bajas temperaturas, la producción agrícola se vio afectada y un continente que se alimentaba de cereales, experimentó hambrunas y enfermedades. En un contexto de cambio climático y pandemia, dice la autora de esta reseña, este libro “permite informar al presente sobre los efectos que las variaciones climáticas tuvieron en el pasado y las reacciones sociales a éstas”.
“¿Qué cambia en una sociedad cuando cambia su clima?”[1], con esta interrogante el historiador alemán Phillip Blom inicia su investigación destinada a explicar los efectos sociales mediatos e inmediatos de las condiciones climáticas imperantes desde la segunda mitad del siglo XVI hasta fines del XVII. Si bien el autor destaca que las variaciones climáticas fueron un fenómeno natural de características globales, conocido como Pequeña Edad del Hielo (PEH), su obra se concentra en el escenario europeo, pues –a su juicio– es donde tuvo origen una profunda revolución social, económica e intelectual. Como adelanta el título, el libro apela a un movimiento caracterizado por su desorden, un desbarajuste natural que dio paso a una transformación estructural en Europa. Con este objetivo la obra del historiador alemán resulta interesante para el análisis desde la perspectiva de la historia ambiental, pues acorde a lo propuesto por Donald Worster, permite explorar la interacción entre lo natural y lo social en el tiempo, además de las percepciones e ideas que se desarrollan a partir del diálogo entre los individuos y la naturaleza[2].
La obra, organizada en una introducción, tres capítulos y un epílogo, se inserta en el creciente interés que –según advierten Rudolf Brazdil, Christian Pfister, Heinz Wanner, Hans von Storch y Jurg Luterbacher para el caso europeo– han despertado la variabilidad climática en el pasado y el cambio climático actual. Atención que ha contribuido a la comprensión de los procesos climáticos antes de que la influencia humana en la atmósfera se desarrollara de manera sistemática, como según expresan los autores ha acontecido –con distintos niveles de intensidad– desde la revolución industrial[3]. La obra de Blom se beneficia de los aportes de las investigaciones sobre variación climática realizadas por C. Pfister, G. Parker y J. Diamond, quienes han demostrado cómo los factores climáticos han sido decisivos para explicar la ascensión y crisis de diversas culturas. También, y siguiendo la línea de la climatología histórica europea, en El motín de la naturaleza se aprovechan los testimonios, descripciones, crónicas y cuadernos de bitácoras que posibilitan acceder a las narraciones cotidianas de individuos que experimentaron los cambios climáticos, y que permiten, junto a otros escritos, explorar los discursos pasados y las representaciones que se hicieron sobre el clima y sus variaciones. El uso de estas fuentes es uno de los elementos que es necesario relevar de la obra de Blom, pues si bien se han ampliado los vestigios utilizados para abordar las variaciones climáticas –incorporando los registros de las vendimias, las rogativas, obras literarias y pictóricas, entre muchos otros– en general estos documentos no han sido utilizados en las investigaciones históricas para reconstruir la cotidianeidad de “una sociedad sobre el hielo”[4]. Distinto resulta el uso que el autor hace de las investigaciones provenientes del área de la paleoclimatología y dendroecología, cuyos resultados si bien son mencionados en diversas partes de la obra, son abordados de manera superficial[5]. Este desbalance en el uso de las fuentes y el resultado de las investigaciones históricas y científicas constituye una de las falencias de la obra de Blom, que no solo limita las posibilidades de un diálogo disciplinario, sino que también dificulta el objetivo mismo del libro: identificar y explicar las relaciones entre fenómenos naturales y sociales.
En El motín de la naturaleza la Pequeña Edad del Hielo es definida como un episodio climático en el que “un descenso medio de dos grados Celsius de las temperaturas alteró drásticamente las corrientes oceánicas y los ciclos climáticos y provocó fenómenos meteorológicos extremos en todo el mundo”[6]. El frío, el hielo, las bajas temperaturas en los océanos, el congelamiento de cursos de agua y diversos eventos naturales que, además de agudos se describen como impredecibles –en un contexto de ausencia de instrumentos científicos para realizar mediciones meteorológicas– son reiterados a lo largo de las páginas de este libro. La definición entregada por Blom y la caracterización de este periodo se diferencia de la de otros historiadores del clima, que se han ocupado especialmente del estudio de la PEH. Este es el caso de Brian Fagan, quien propone que la PEH no constituyeron años exclusivamente de frío intenso, sino que más bien el periodo fue una época caracterizada por cambios climáticos súbitos y drásticos, que hacían pasar de un extremo a otro. Así, más que con el frío, la PEH se relaciona con la oscilación térmica, que produjo un vaivén de cambios climáticos; se trató de un periodo de varios ciclos, cada uno con una duración aproximada de veinticinco años[7].
La baja de las temperaturas durante la PEH alteró a una sociedad que vivía en base a la agricultura y a un continente cuya principal fuente de alimento eran los cereales.
Uno de los elementos que llama la atención en la definición y caracterización de Blom, y que creemos que es el que restringe la comprensión de la complejidad de la PEH, es el problema de la causalidad y cronología. Si bien Blom reconoce que existe un debate respecto a estos temas, no aborda la discusión, omitiendo referirse a los orígenes de la variación climática y situándola, sin justificaciones, desde la segunda mitad del siglo XVI hasta las últimas del XVII. Una decisión de marginarse del debate por los orígenes y cronología que creemos habría sido conveniente argumentar pues, tal y como han señalado autores como Emmanuel Le Roy Ladurie, la fijación de la cronología de este periodo es importante para entender su variabilidad en el tiempo, caracterizar sus cambios y comprenderla no como un hecho estático sino que en mutación constante[8]. A lo largo del texto se encuentran escasas menciones que, según muestra Blom, permiten apreciar algunas de las causas que contribuyeron al descenso de las temperaturas, como lo demuestra el caso de la erupción del volcán Huaynaputina en el virreinato del Perú el año 1600; un hecho que tuvo consecuencias cruciales para Europa, pues el ácido sulfúrico llegó a la atmósfera con cenizas volcánicas, produciendo un enfriamiento incluso en el polo norte. Un fenómeno natural que no solo comprueba los alcances globales de un evento local, sino que también estimula la reflexión, no abordada por el autor, de distintos momentos e intensidades en el periodo conocido como PEH.
Uno de los aspectos más sugerentes del libro de Blom es la atención que el autor dedica a explicar las interpretaciones que los humanos hicieron de la naturaleza y los fenómenos naturales, y la forma en la que estas fueron cambiando. Así el libro aborda la manera en que las interpretaciones religiosas fueron perdiendo importancia y, con ello, ganaron terreno otras explicaciones sobre la naturaleza, la relación de esta con los individuos y las transformaciones climáticas. Así, se analizan los escritos de Lucrecio y su propuesta de que en la naturaleza todo transcurre según sus propias leyes, sin la intervención divina. También, resulta interesante la manera en la que aborda los trabajos del filósofo neerlandés Spinoza en este contexto en el que se abre el horizonte de explicaciones; interpretaciones que son consideradas como un momento de transición entre un entendimiento laico y religioso de la naturaleza, y que manifiestan en la manera en que se imbricaron la ética secular con los planteamientos teológicos sobre el mundo natural y social. En definitiva, Blom plantea un recorrido por una época en que los individuos, insertos en un contexto de fenómenos naturales extremos e impredecibles, intentaron dar sentido a su contemporaneidad; un proceso en el cual confluyeron interpretaciones de la más diversa índole, desde las religiosas, a las mágicas y científicas.
Además, a través de los diarios y crónicas que detallan la vida cotidiana, accedemos a las reacciones de quienes experimentaban los fenómenos climáticos: el temor, la incertidumbre y la impresión, que aparecen como respuestas constantes ante realidades desconocidas. El intento por dar sentido a este acontecer tuvo una fuerte raíz religiosa y se expresó particularmente en la comprensión de la variación climática como una manifestación de la voluntad divina, un designio de que la naturaleza se había vuelto contra los humanos, una forma de castigo y una expresión elocuente de la proximidad del Juicio Final. Todas interpretaciones que es posible rastrear principalmente en los diarios de pastores y monjes de la época, como Wouter Jacob Szoon y Daniel Schaller. Estas explicaciones sobre los fenómenos naturales, o fantasías apocalípticas –como las llama Blom– promovieron ciertas prácticas, como las rogativas, las procesiones y la matanza de los considerados culpables. Así lo demuestra la cacería de brujas que se explica en el libro, promovida por la Inquisición europea, particularmente la holandesa y alemana. Recuperando los testimonios de víctimas entre las que se cuentan Rebekka Lemp, el autor analiza cómo se asoció a ciertas mujeres con las condiciones climáticas extremas e impredecibles y con la ruina de las cosechas, rescatando que –en algunas ocasiones– fueron las mismas víctimas las que se definieron como causantes de los eventos naturales que caracterizaron la PEH. Los casos abordados por Blom y la explicación de cómo la cacería de brujas se transformó en una práctica cotidiana permiten tender puentes entre la historia ambiental y la historia cultural, a la vez que promover una lectura novedosa de los casos inquisitoriales. En este sentido, el análisis de Blom se inserta en el de otros estudiosos de la climatología histórica, como Geoffrey Parker, que han intentado establecer relaciones entre los fenómenos meteorológicos y la creación de una llamada “psicosis colectiva”[9].
La manera en la que aborda la heterogeneidad de los actores y sus prácticas para explicar los fenómenos naturales es una de las contribuciones del libro de Blom. Es esta diversidad la que creemos que hubiera sido conveniente aprovechar para el análisis general que Blom hace de la PEH. Esto porque no fue un periodo uniforme ni en términos temporales ni espaciales. El autor llama la atención respecto de esta diferencia, relevando al principio del libro que no todos los años fueron extraordinariamente fríos, ni todas las regiones resultaron afectadas de la misma manera, sin embargo esta importante característica se pierde a lo largo de las páginas. Una generalización que extraña pues los mismos autores que cita Blom se han encargado de relevar la importancia de los estudios regionales de la PEH para poder comprender la complejidad del fenómeno y la riqueza que ofrece su investigación. En el libro no solo no son explicitados los distintos impactos que tuvieron esas mismas diferencias en las condiciones climáticas, sino que la geografía europea pareciera uniformarse, sin considerarse las diferencias norte-sur y este-oeste del continente. En este sentido, el excesivo interés por espacios como los Países Bajos, Inglaterra y Francia, contribuye a pensar en una excepcionalidad de los procesos históricos en estos países, antes que permitir la comprensión de cómo las condiciones climáticas catalizaron o contribuyeron a generar un punto de inflexión en diferentes culturas. Así, la lectura de la obra puede motivar la idea de que la relación entre la PEH y la crisis del sistema feudal de la que se ocupa el libro, fue más una coincidencia en el tiempo antes que mostrar a la naturaleza como un actor relevante en este proceso histórico.
Uno de los grandes problemas históricos que analiza la obra es el paso de un sistema feudal a uno moderno con economía mercantil, intentando explicar cómo interactuaron las sociedades y las condiciones climáticas para moldear esta transformación. Según explica Blom, la presión constante del clima sobre los que, según se menciona en el libro, eran considerados “recursos” fue un factor crucial para el paso del orden feudal a uno moderno[10]. La baja de las temperaturas durante la PEH alteró a una sociedad que vivía en base a la agricultura y a un continente cuya principal fuente de alimento eran los cereales. El autor no explica cómo y por qué los granos se transformaron en recursos y adquirieron la importancia que señala; una razón por la cual la relación entre naturaleza y sociedad se hace menos perceptible para el lector de lo que el mismo Blom afirma.
Sin embargo, el libro sí analiza las consecuencias de la escasez de cereales. Particularmente las grandes hambrunas, que no solo provocaron miles de muertos, sino que también hicieron a los individuos más susceptibles a las enfermedades, favoreciendo la propagación de las epidemias, como lo ejemplifica el caso de Rusia en 1601. Esta suma de desgracias es definida por Blom como “Edad del Hierro”, siguiendo la argumentación de Jean-Nicolas de Parival que, en 1654, intentó explicar la forma en la que las calamidades se hicieron generales en un siglo. Todas descripciones que abren preguntas al lector: ¿Cómo afectaron estas epidemias y hambrunas? ¿Qué significaron estos hechos en términos demográficos? ¿Las consecuencias demográficas tuvieron a su vez impactos climáticos?
Una de las precisiones que se establece en El motín de la naturaleza es que las bajas temperaturas no tuvieron los mismos impactos para los distintos grupos sociales, como lo ejemplifican los casos de los campesinos y la aristocracia. Para los primeros, que practicaban una economía de subsistencia y para quienes el dinero tenía un papel secundario en la existencia cotidiana, el enfriamiento fue sinónimo de pérdida de cosechas y de hambre; mientras que para la nobleza las bajas temperaturas resultaron menos problemáticas, pues tenían o formularon estrategias para suplir sus efectos. En definitiva, Blom muestra cómo la crisis de la agricultura se transformó en una catástrofe para un sector social; un concepto que es utilizado por el autor, pero no explicado, para lo cual hubiera sido conveniente profundizar en los contextos de los diferentes grupos que los hacían más vulnerables a las transformaciones climáticas, permitiendo así comprender los vínculos entre los fenómenos naturales y las condiciones sociales, cuya imbricación devinieron en catástrofes. En vez de detenerse en estas problemáticas, el autor se ocupa de otros procesos históricos. Entre los que más destacan, cabe mencionar: el paso de la crisis de la agricultura a la crisis de la aristocracia, trasladando al lector por una serie de temas que dan cuenta de las prácticas a través de las cuales se intentó palear el problema de la escasez de granos. Entre estas destacan: el establecimiento de relaciones comerciales mercantiles para satisfacer la carencia de la producción local de cereales, la migración a las ciudades por parte de los campesinos como consecuencia de la privatización de las tierras comunales, las rebeliones y protestas producto de dichas privatizaciones, los problemas de estos éxodos urbanos según el grupo social al que se perteneciera, la construcción de centros urbanos que comenzaron a florecer por su vida económica, social y cultural.
La naturaleza vuelve a adquirir relevancia en el relato cuando el autor se refiere a algunas transformaciones en las prácticas agrícolas, particularmente de los campesinos neerlandeses, que reaccionaron a la competencia en el comercio de cereales, cultivando otros productos y dedicándose a la ganadería, lo que permitió que los suelos agotados se recuperaran y abonaran con el estiércol animal. También, resultan interesantes las transformaciones en el paisaje que se produjeron en Francia, con el propósito de constituir al país en un Estado fuerte; una decisión que incluyó el trazado de redes y canales, el mandato de dragar pantanos para poder aumentar la producción de cereales para la exportación y el impulso de una reforma agraria. Todos hechos que abren la pregunta sobre las consecuencias ambientales de los procesos descritos por Blom, cuya explicación hubiera permitido profundizar en la forma en la que la PEH se imbricó con los contextos sociales promoviendo diversas transformaciones, puntos de inflexión –como los llama el autor–, y cómo estos a su vez reorganizaron, modificaron y mutaron paisajes, usos de recursos y la relación de los individuos con su entorno.
Las bajas temperaturas no tuvieron los mismos impactos en los distintos grupos sociales (…) Para los campesinos, que practicaban una economía de subsistencia y para quienes el dinero tenía un papel secundario en la existencia cotidiana, el enfriamiento fue sinónimo de pérdida de cosechas y de hambre; mientras que para la nobleza las bajas temperaturas resultaron menos problemáticas, pues tenían o formularon estrategias para suplir sus efectos.
Para explicar el quiebre con el sistema feudal, Blom acude a la interpretación de Karl Polanyi, quien sostiene que la base de aquel orden era la mantención del estatus social, antes que la obtención de riqueza o el ascenso en la jerarquía. Polanyi explica la forma en la que el comercio a larga distancia fue incentivado como consecuencia de las hambrunas y las migraciones de la población afectada, sin embargo, en su obra no aparecen las condiciones climáticas como un factor relevante para el análisis. En El motín de la naturaleza, la PEH es integrada al análisis del filósofo austriaco, con la premisa de que un sistema basado en la propiedad de la tierra y la producción de cereales se vio afectado por el descenso de las temperaturas, alterando la producción de granos, haciendo tambalear la base económica y obligando a los europeos a buscar alternativas. La forma en la que Blom agrega la variación climática a la interpretación de Polanyi, explica en gran medida el papel que se le otorga a la naturaleza en su obra, desplazándola de un lugar que intenta ser central –como bien lo anuncia el título– a la función de un simple escenario en el que suceden los acontecimientos. La PEH se transforma así en el telón de fondo de los cambios sociales, políticos, económicos y culturales; como lo señala Blom es el catalizador que aceleró procesos o un factor de constante presión que terminó por agotar estructuras. Sin embargo, en la narración del autor la variación climática solo se identifica al principio de la explicación y la constancia de esta condición en el relato se diluye. Es esta manera de abordar la PEH la que sin duda contribuye a un relato teleológico de la crisis del sistema feudal y el surgimiento de la modernidad, pues creemos que las condiciones climáticas y sus variaciones en los años abordados hubieran permitido una explicación que relevara las adaptaciones, reveses, tensiones y los caminos torcidos que contribuyen a comprender la complejidad de los procesos históricos, moldeados por las interacciones entre los individuos y los fenómenos naturales.
Para concluir creemos que es necesario destacar dos aspectos de El motín de la naturaleza. En primer lugar, es una obra que abre interrogantes, una distinción de una buena historia: no entregar a los lectores únicamente respuestas, sino también promover más reflexiones y el planteamiento de nuevas preguntas. Por otra parte, la calidad de la escritura, que es clara, sintética y elegante. Ambos aspectos relevan el esfuerzo de Blom por realizar una investigación que –destinada a un público general– intente situar y explicar las relaciones entre la naturaleza y la sociedad, analizando los impactos y proyecciones sociales de los fenómenos naturales, así como la manera en la que estos son comprendidos en un contexto específico. Un objeto de estudio que resulta de gran actualidad, pues permite informar al presente sobre los efectos de las variaciones climáticas en el pasado, así como las reacciones sociales a estas y comprender los momentos históricos que transformaron estos acontecimientos en desastres, crisis o transformaciones estructurales. En este sentido, y especialmente por la relevancia actual de los problemas que se abordan y por su propósito de ser un libro de difusión de la investigación histórica, es necesario equilibrar la atención a los fenómenos naturales, de manera que estos sean actores relevantes de aquel motín que anuncia el título de la obra de Blom.
[1] Philipp Blom, El motín de la naturaleza, Barcelona, Anagrama, 2019, p. 15.
[2] Véase la obra Transformaciones de la tierra, Montevideo, Coscoroba Ediciones, Biblioteca Latinoamericana en Ecología Política, 2008. Este libro contiene una selección, traducción y presentación de los textos de Worster, a cargo de Guillermo Castro. Disponible aquí.
[3] Véase “Historical Climatology in Europe-The State og the Art”, en Climatic Change, junio de 2005. Disponible en aquí.
Es necesario destacar que existe una discusión respecto al momento histórico en que la intervención humana comenzó a constituirse como un problema para el ambiente, particularmente en lo referente al clima. Trabajos como los Robert A. Dull, Richard J. Nevle, William I. Woods, Dennis K. Bird, Chiri Avnery y William M. Denevan, han contribuido a comprender el papel de los humanos en el periodo pre-industrial, en relación al uso de la tierra y sus impactos en el sistema climático. Véase su texto, “The Columbian Encounter and the Little Ice Age: Abrupt Land Use Change, Fire and Greenhouse Forcing”, en Annals of the Association of American Geographers, vol. 100, Nº 4, october 2010, pp. 755-771.
[4] Bloom, El motín de la naturaleza, p. 12.
[5] La paleoclimatología corresponde al estudio del clima en tiempos pretéritos en el que no existían ni las variables, como la temperatura, y –por lo tanto– tampoco los instrumentos para medirlas. Para la investigación se acuden a registros naturales, como las piedras, fósiles y glaciares. Por otra parte, la endroecología es una herramienta utilizada por la Ecología que se basa el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles
[6] Bloom, El motín de la naturaleza, p. 15.
[7] Brian Fagan, La pequeña Edad del Hielo: cómo el clima afectó a la historia de Europa (1300-1850), Barcelona, Gedisa, 2008.
[8] Véase Emmanuel Le Roy Ladurie, Historia humana y comparada del clima, México, Fondo de Cultura Económica, 2017.
[9] Sobre este tema, además de la obra de Geoffrey Parker, Global crisis: War, Climate and Catastrophe in the Seventeenth Century, New Haven-Londres, Yale University Press, 2013, es necesario destacar los estudios de Wolfgang Behringer, “Climatic change and witch-hunting: The Impact of the Little Ice Age on Mentalities”, Climatic Change, 43, 1999, pp. 335-351.
[10] Utilizamos el concepto de “recurso”, pues es el que usa Blom en su obra. Sin embargo, las preguntas y análisis que planteamos respecto a ese termino se insertan en las discusiones existentes en historia ambiental, que han problematizado la manera en que ha sido utilizado el término “recursos naturales”, manifestando sus limitaciones. Entre estas se encuentran el habérseles otorgado un carácter esencial y que además contribuye a reforzar una supuesta independencia entre cultura y naturaleza. Sobre la discusión respecto de este concepto véase Andrea Verónica Mastrangelo, “Análisis del concepto de recursos naturales en dos estudios de caso en Argentina”, en Ambiente & Sociedade, Campinas, v. XII, Nº 2, julio-diciembre de 2009, pp. 341-355,
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