COLUMNA DE OPINIÓN
Educación a distancia y vuelta al colegio: la reinvención de la comunidad escolar
21.07.2020
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COLUMNA DE OPINIÓN
21.07.2020
En contextos de pandemia, escuelas en Huechuraba, Teno, Talca, San Nicolás, Melipilla, Renca han logrado mantener y reforzar la comunidad escolar a través de distintas estrategias: hablando más con las familias, distribuyendo tablets, creando actividades para apoyar a profesores y estudiantes. Esta columna revisa esas prácticas e identifica los desafíos que enfrentarán las escuelas cuando vuelvan las clases presenciales. No hay una recomendación única pero sí un criterio: que el retorno sea resultado de un acuerdo de la comunidad escolar y no de una imposición de la autoridad.
Se han cumplido ya más de cuatro meses desde que se interrumpió el funcionamiento del sistema escolar tal cual lo conocíamos. El “shock” inicial de la suspensión de clases presenciales en todo el país derivó rápidamente en la puesta en marcha de una modalidad de educación a distancia que, ya sabemos, se extenderá por un tiempo. Mejorar este trabajo educacional “remoto” será un reto que convivirá con la preparación de la compleja e inédita fase de “regreso” al trabajo cara a cara en las escuelas y liceos. La reflexión que acá realizamos busca aportar en ambos sentidos, por una parte, identificando algunas lecciones que consideramos centrales para sostener y mejorar la educación en este período de confinamiento y, por otra, relevando los que observamos como nudos críticos del proceso de vuelta a clases presenciales. Aprovechando la experiencia y evidencia disponible, sugerimos cursos de acción y proponemos algunas condiciones que habría que generar desde las políticas para que el progresivo reimpulso del proceso educativo presencial nos permita ir mejorando la experiencia educacional de niños, niñas y jóvenes en Chile.
La inédita situación que está enfrentando nuestro sistema escolar arroja ya algunos aprendizajes que bien vale considerar para seguir adelante y acompañar mejor el proceso educacional a distancia. A nuestro juicio, las áreas más desafiantes en este período de confinamiento han sido: i) sostener el vínculo con los estudiantes, ii) desplegar un proceso de enseñanza y contención pertinente al contexto, y iii) organizar “la escuela a distancia” para atender las necesidades de los niños y la comunidad educativa. Para cada uno de estos desafíos desarrollamos brevemente lo que la evidencia ha ido mostrando, destacamos experiencias concretas que sirven para ilustrar el “problema” y sus salidas, y planteamos algunas ideas sobre cómo se podría avanzar mejor.
Sosteniendo el vínculo con los estudiantes
La escuela conecta a los estudiantes con una comunidad más amplia que su familia, y en último término con la sociedad. Siempre hemos sabido la importancia de este rol «socializador», pero en este contexto se revela más dramáticamente la necesidad de que la escuela – ahora no presencial, pero no por ello menos real – siga abriendo y ensanchando el mundo vital de los estudiantes, más allá de las paredes de su hogar. La cotidianeidad escolar perdida no debe significar la pérdida de la comunidad escolar y menos poner en riesgo el derecho a la educación de los niños. Un estudio nacional[1] realizado por un consorcio de universidades después de un mes de educación a distancia (fines de abril), mostró que si bien un 62% de los docentes se había comunicado regularmente o casi todos los días con sus estudiantes, solo había logrado mantener un contacto frecuente con la mitad de ellos. Esta cifra es preocupante, sobre todo si consideramos que mantener este vínculo se ha ido haciendo cada vez más difícil a medida que se agudiza la crisis social y económica que la pandemia trae consigo. En Chile cerca de 180.000 niños y jóvenes se encuentran fuera del sistema escolar y anualmente un 1% y un 2,5% de los estudiantes abandona la educación básica y media, respectivamente (MINEDUC, 2019); hoy las posibilidades de que estas cifras se amplifiquen son altas y debieran ocuparnos.
Mantener la conexión con los estudiantes y evitar que abandonen el proceso educativo debe ser la primera prioridad de las políticas y prácticas educacionales en este período.
La experiencia muestra que para enfrentar esta situación de riesgo un trabajo territorial multidisciplinario rinde frutos. La Municipalidad de Huechuraba, por ejemplo, ha implementado un sistema de monitoreo de todos sus estudiantes, cuyos resultados son destacados: de una matrícula de 3.300 alumnos, durante el mes de junio no pudo establecer contacto con sólo 118. Este trabajo se realiza de formas múltiples, aunque usando primero las herramientas que están más a la mano: llamadas telefónicas y mensajes de whatsapp. Conversaciones lo más regulares posibles entre profesores jefe y familias, apoyo de especialistas del equipo psicosocial para ese diálogo cuando se requiere, uso de matrices que permiten monitorear el estado de situación de cada niño o niña, son prácticas clave en este caso. Todo lo anterior se sostiene en un apoyo estrecho al equipo docente, para que éste se sienta respaldado, contenido y cuente con las herramientas para abordar este trabajo. Por cierto, muchas escuelas privadas subvencionadas están en este mismo propósito, incluso en condiciones de alta ruralidad y dispersión, como el Colegio Menesianos de Culiprán (cerca de Melipilla) que, entregando tablets, materiales, pendrives, e, incluso, visitando a los alumnos en sus casas, ha puesto la energía en llevar el mensaje clave de estos días: tú nos importas, todos nos importan.
Si Chile tuviera redes locales de organización del sistema educativo financiado por el Estado, hubiese sido más fácil integrar y apoyar todos los esfuerzos en momentos como éstos. Por ahora, el desafío consiste en elaborar una respuesta coordinada desde los niveles intermedios, catastrando al universo de familias con niños en edad escolar, identificando, junto a las escuelas, a las familias y estudiantes con quienes se ha perdido el vínculo y organizando un operativo socioeducativo de contacto, que debiera incluir visitas a los hogares (¡esta sí que es una actividad esencial!)[2]. El MINEDUC convocó a una mesa nacional de trabajo en este tema, que esperamos tome como referencia estas buenas experiencias[3] y se traduzca cuanto antes en estrategias concretas que operen a nivel local. Ayudaría muchísimo complementar este trabajo territorial con la eliminación de la repitencia para al menos este año y el próximo (ya que esto lo único que hace es amplificar el riesgo de deserción). Mantener la conexión con los estudiantes y evitar que abandonen el proceso educativo debe ser la primera prioridad de las políticas y prácticas educacionales en este período.
Enseñando y conteniendo a distancia
Como comienzan a reconocer los análisis internacionales[4] sobre la enseñanza en línea y el tipo de apoyo que se ha brindado a los estudiantes, el proceso de aprendizaje en nuestro país ha sido sinuoso pero positivo. El baño de realidad demoró solo algunos días: una gran mayoría de estudiantes (y también de docentes) no contaba con las condiciones para seguir un proceso educativo a distancia basado en internet[5]. Fue así como, luego de una comprensible desorientación inicial y un intento de muchos por llevar “la escuela a la casa”[6], los docentes comenzaron a diseñar y probar sus propios caminos para enseñar (en un sentido amplio) en este extraño escenario. Aún cuando hay mucha diversidad en los métodos, los profesores y profesoras han seguido una ruta que en lo esencial converge: las actividades pedagógicas principales han sido el envío de guías de trabajo e interacciones simples. Los medios que más frecuentemente se han utilizado para orientar el aprendizaje han sido los mensajes de whatsapp, los correos electrónicos y las llamadas telefónicas. Las clases virtuales estarían ocurriendo solo en aproximadamente un tercio de los casos, con muchas dificultades para la interacción en línea. Las evaluaciones pasaron a ser principalmente formativas. A pesar de estas adaptaciones, la motivación de los estudiantes y su aprendizaje en este período preocupa a los profesores: los estudios muestran que solamente la mitad de ellos considera que ha logrado que sus estudiantes aprendan[7].
Durante la pandemia, 'las actividades pedagógicas principales han sido el envío de guías de trabajo e interacciones simples. Los medios que más frecuentemente se han utilizado para orientar el aprendizaje han sido los mensajes de whatsapp, los correos electrónicos y las llamadas telefónicas'.
Las buenas experiencias pedagógicas que hemos conocido en este tiempo coinciden en algunas cuestiones fundamentales: han priorizado las actividades que apuntan a potenciar el bienestar socioemocional de los estudiantes; han integrado lo más posible a las familias en las actividades; han intentado conectar con la experiencia de aprendizaje que la pandemia implica y han debido desafiar la estructura de cursos y asignaturas para responder mejor al momento. La Escuela Juan Atala de Hirmas (Renca), aprovechando su tradición familiar y la situación de confinamiento, creó una modalidad de proyectos donde los niños de una misma familia, junto a los apoderados, trabajan en conjunto para abordar distintos temas, elaborando una presentación que luego se expone a los pares. La Escuela Territorio Antártico (San Miguel), decidió flexibilizar la estructura de asignaturas creando unidades de aprendizaje comunes para áreas como Arte, Música y Tecnología, conectando esas unidades con las necesidades urgentes de los estudiantes durante la pandemia. El Liceo Polivalente San Nicolás (Región del Ñuble), de reconocido desempeño académico, ha confirmado durante este período lo fundamental que resultan las artes y los talleres de exploración de múltiples intereses de los alumnos para desarrollar sus talentos, pero también para sobrellevar de mejor manera este período de confinamiento, para lo cual ha enriquecido las oportunidades, manteniendo su orquesta sinfónica a distancia y múltiples deportes, creando nuevos programas radiales, conversatorios, y talleres de diseño de videojuegos, prototipos electromecánicos y «Yo quiero ser youtuber», entre muchos otros. Un último ejemplo interesante es el Colegio San Esteban (Talca), que ha instaurado la “semana de la empatía”, instancia regular donde todo el colegio se vuelca a conocer cómo están los estudiantes y sus familias, a realizar actividades lúdicas (en línea) y a entregar orientaciones a las familias para que apoyen a los estudiantes, suspendiendo durante esa semana las actividades académicas. El bienestar socioemocional de los estudiantes es lo primero, para enfrentar el confinamiento, como área de desarrollo y como pre-requisito para otros aprendizajes.
Es importante reconocer que en el plano de la enseñanza los apoyos para los profesores desde las políticas han sido débiles. Se puso a disposición del sistema educativo material pedagógico en línea y físico; se impulsó la creación de una señal televisiva con contenido educativo y se propuso una priorización curricular para los años 2020 y 2021, a lo que se ha añadido en el último tiempo un conjunto de seminarios en línea dirigidos a los profesionales de la educación. Estas acciones de política han sido insuficientes y poco sensibles a la desigualdad de nuestra sociedad. Un par de datos iluminadores: a pesar del potencial que tiene la TV para equiparar oportunidades de aprendizaje, solo cerca de un 5% de los estudiantes entre los 4 y 12 años ha aprovechado la nueva señal que se creó en el marco de la pandemia (de acuerdo a las cifras del CNTV)[8]; por otra parte, luego del esfuerzo por crear una plataforma educativa especial con material para esta etapa de confinamiento, solo uno de cada cuatro docentes está usando frecuentemente esta plataforma. Creemos que se puede colaborar mucho más desde las políticas con el difícil proceso de enseñanza a distancia, por ejemplo, proveyendo internet gratuito a los profesores y estudiantes que hoy tienen más dificultad para conectarse, sistematizando y difundiendo ampliamente las mejores prácticas de enseñanza en este contexto[9] y orientando más explícitamente a las familias para que participen del proceso educativo y usen los recursos que existen (como los textos del estudio o la propia TV educativa).
Organizando la escuela virtual
Un tercer ámbito de desafíos tiene que ver con cómo las escuelas y los administradores se han organizado para este nuevo escenario. Sabemos que adaptarse al trabajo virtual en equipo ha sido un reto gigantesco; sabemos también que la necesidad de coordinación ha hecho de las reuniones en línea una tarea intensa y por momentos agobiante para los equipos: en Abril, cerca de un 75% de los profesores estaba participando en reuniones todos o casi todos los días con integrantes de su equipo directivo, mientras que cerca de la mitad ha tenido reuniones con sus colegas todos los días. Los directivos han debido atender necesidades nuevas y de muy distinto tipo, conduciendo en un marco de incertidumbre, privados de la mayoría de sus herramientas tradicionales, e invirtiendo un tiempo inédito en guiar de forma remota a equipos numerosos y complejos. Se ha intentado integrar con la mayor eficacia posible a los equipos multidisciplinarios y a los asistentes de la educación. A pesar de todo, los profesores se sienten poco apoyados: menos de la mitad de los docentes afirma que ha recibido acompañamiento pedagógico para preparar clases y menos de un tercio para el uso de recursos o plataformas digitales.
La motivación de los estudiantes y su aprendizaje en este período preocupa a los profesores: los estudios muestran que solamente la mitad de ellos considera que ha logrado que sus estudiantes aprendan.
En esta dimensión, en la comuna de Teno se creó una mesa de trabajo territorial integrada por directivos, docentes, apoderados, equipo DAEM, profesionales de la salud y del nivel provincial del MINEDUC, con el objetivo de abordar de manera coordinada la gestión educacional de esta crisis sanitaria. En este mismo territorio, la Escuela San Rafael se ha transformado en un caso muy interesante de cómo la planificación rigurosa del trabajo a distancia no solo es posible sino indispensable para enfrentar el escenario incierto en el que estamos. Este establecimiento desarrolló, con el impulso del equipo directivo y con apoyo del equipo docente, un plan de aprendizaje remoto[10] que ha permitido fijar un modo de trabajo para lo que resta de 2020 – flexible, por cierto – y comunicarlo a toda la comunidad. Algunos de los nuevos servicios locales de educación pública – como Andalién Sur – han tenido un rol activo en este mismo sentido, potenciando el trabajo en red entre escuelas y organizando los apoyos que fundaciones y universidades han entregado en ese territorio. Planificar y colaborar – a pesar de las complejidades que implican en tiempos como éstos – son dos principios guía que estos buenos casos están poniendo en práctica.
Si bien en este plano los equipos directivos y sostenedores siguen buscando las mejores formas para organizarse y responder a las necesidades de sus comunidades, nos parece que es mucho más lo que podemos hacer para facilitar su tarea. Por ejemplo, es importante multiplicar las instancias de mentoría y acompañamiento a directivos escolares (trabajo que ha iniciado la Agencia de Calidad, aunque con una cobertura muy limitada y con poca coordinación con los sostenedores), así como desplegar instancias de formación de docentes y directivos que les ayuden a enfrentar mejor el contexto (las áreas prioritarias de acuerdo a su opinión son la enseñanza a distancia y el apoyo emocional a los estudiantes). Estas medidas debieran ser complementadas con otras que apunten directamente a descomprimir la tarea educativa de las comunidades para que éstas puedan concentrarse en lo importante. En esta línea, haber suspendido el SIMCE[11] y flexibilizado el calendario escolar 2020 (estableciendo recesos y tiempos de descanso, aunque de un modo algo caótico y poco claro) son decisiones correctas, que habrá que complementar con una atención prioritaria de la salud mental y situación socioemocional de los equipos profesionales de las escuelas, que sufren hoy las consecuencias de una extenuante etapa de adaptación a la educación a distancia.
Quizás una de las decisiones más difíciles que van a enfrentar los sistemas educacionales sea la de cuándo y cómo retomar las actividades presenciales en medio de esta pandemia. Hay mucho en juego y el riesgo atraviesa todo el proceso, pero quizás lo más complicado sea la incertidumbre: desconocemos aún aspectos fundamentales involucrados en la evaluación de dichos riesgos. El saber experto sobre el COVID-19 ha avanzado rápido, pero no lo suficiente como para dar certezas sobre las múltiples dimensiones involucradas en el complejo y masivo funcionamiento de los sistemas escolares[12]. Por cierto, en las condiciones de la modernidad nos hemos acostumbrado a realizar acciones que involucran riesgos que desconocemos, como meternos en un tubo metálico que se traslada a diez mil metros de altura y mil kilómetros por hora, pero cuando volamos en avión nos tranquiliza saber que la física y la ingeniería han avanzado lo suficiente como para controlar y minimizar los riesgos involucrados. Confiamos en lo que nos dicen los y las expertas, aunque para muchos esa confianza proviene sobre todo de haber visto miles de veces los aviones cruzar el cielo y saber que llegaron seguros a destino. Ninguna de las dos condiciones se da aun con la reapertura de las escuelas.
En esta situación de incertidumbre es crucial reconocer que, para ser efectiva, la decisión de volver al colegio no podrá provenir exclusivamente de un mandato de la autoridad. Deberá contemplar la participación de las comunidades locales, las comunidades escolares y las propias familias ¿Cómo podría ser este proceso?[13] En primer lugar, garantizando que todas las medidas de prevención para estudiantes, docentes y funcionarios estén operativas; cuidando que los espacios y organización de los tiempos permitan el relativo distanciamiento necesario; asegurando que el personal ha sido debidamente capacitado para mantener este comportamiento, guiar a los estudiantes en él, prevenir y enseñar normas de salud y cuidado, detectar nuevos casos y que exista una red de respuesta inmediata ante ellos. Este es el piso mínimo, necesario, pero no suficiente. Las comunidades locales y escolares tienen mucho que decir sobre los aspectos prácticos del nuevo régimen escolar.
El proceso de retorno será lento, gradual, caso a caso: lo que no debe haber son órdenes universales. Horarios diferidos, división de cursos, asistencia en días alternados, uso de espacios adicionales, extensión del calendario escolar, por nombrar algunas alternativas que seguramente deberán usarse, requerirán una buena dosis de consideración de las condiciones locales y de comprensión por las familias. Quizás la noción central sea precisamente el estar abiertos a que haya una enorme diversidad de situaciones: desde lugares en que las clases pueden retornar casi completas, hasta otros en que aun la suspensión dure un tiempo y el retorno sea muy parcial. Además, es muy importante entender que la medida de vuelta a clases puede ser rápidamente revertida, según se den las circunstancias, lo que también aconseja continuar fortaleciendo las prácticas de enseñanza y aprendizaje a distancia. Más aun, será perfectamente comprensible que muchas familias no se sientan seguras de esta decisión y, mientras dure la emergencia, el sistema educacional deberá aceptar ello, proporcionándole apoyo, manteniendo a esos alumnos informados sobre el avance, y, por cierto, evitando toda sanción relacionada. Empatía es lo que se requiere; muchas familias se irán sumando al retorno en la medida en que observen que éste funciona bien y es razonablemente seguro: no basta que los físicos nos expliquen las leyes de la aerodinámica, necesitamos ver los aviones volar.
Es importante reconocer que en el plano de la enseñanza los apoyos para los profesores desde las políticas han sido débiles.
La vuelta al colegio no será simplemente para retomar “¿en qué página estábamos?” Hay al menos cuatro dimensiones que habrá que priorizar y organizar[14].
i) La centralidad de la experiencia socioemocional[15]. El período de confinamiento habrá sido y en alguna medida seguirá siendo una vivencia dura, difícil y en algunos casos trágica. El rompimiento de la vida cotidiana, el encierro, el distanciamiento de los amigos, se suman a la ausencia de escuela. Todos los docentes deberán esperar que esto surja una y otra vez en sus aulas y no pretender que se pueda simplemente reprimirlo porque hay materia que recuperar. En efecto, los propios docentes también estarán afectados, luego del confinamiento, el estresante trabajo a distancia y las incertidumbres del retorno a la escuela. Pero, ciertamente, procesar esta experiencia y canalizarla lo mejor posible será más fácil si las escuelas organizan actividades dedicadas a ello. Escuelas y liceos en Chile tienen experiencia en organizar talleres y actividades de reflexión grupal para abordar este tipo de asuntos; también cuentan muchas de ellas con equipos psicosociales que debieran proponer un plan de trabajo, diagnóstico de situaciones problemáticas, y acompañamiento de las comunidades. Los municipios y Servicios Locales de Educación debieran apoyar a sus escuelas en el diseño y desarrollo de dichos planes, y el Mineduc al sistema completo. No se trata sólo de hacer un test sicológico de diagnóstico (instrumento ya comprometido por la Agencia de Calidad), sino de generar espacios colectivos de conversación: a problemas comunitarios respuestas comunitarias, restablecimiento del vínculo social, y, cuando se requiera, apoyo profesional especializado. El retorno de los estudiantes permitirá además al país tener un diagnóstico cara a cara de la situación de los hogares: los niños son una ventana hacia las familias; en muchos casos los docentes conocerán de situaciones duras y precarias que requieren apoyo social: la red local de política social deberá estar muy cerca de las escuelas, en colaboración mutua. Tendremos que tomarnos en serio lo que muchos educadores nos han dicho siempre: la escuela es una institución nodal de sus comunidades. Es el momento de capitalizar ello.
Se puede colaborar mucho más con el difícil proceso de enseñanza a distancia, por ejemplo, proveyendo internet gratuito a los profesores y estudiantes que hoy tienen más dificultad para conectarse, sistematizando y difundiendo ampliamente las mejores prácticas de enseñanza en este contexto y orientando más a las familias para que participen del proceso educativo.
ii) La heterogeneidad de situaciones de aprendizaje. El período de confinamiento habrá producido una enorme diversidad de situaciones respecto del avance en los aprendizajes esperados; por cierto, también habrá gatillado muchos aprendizajes valiosos, algunos dolorosos, que no estaban escritos en ningún programa de estudios pero que la escuelas deberán recuperar una y otra vez. Retomar el currículum priorizado requerirá creatividad, paciencia y solidaridad. Los profesores deberán ensayar formas nuevas de integración de contenidos y favorecer actividades integradoras que permiten el avance simultáneo en diferentes frentes y hacen el aprendizaje más atractivo. No serán los tiempos para la pedagogía mecánica y poco estimulante, tampoco para obsesionarse con el rendimiento académico: la norma deberá ser una aproximación ponderada que no olvide la integralidad del aprendizaje. Los docentes también deberán estar conscientes de que los avances serán más lentos, en espiral y con retrocesos, incluyendo el hecho de que al inicio habrá menos tiempo y que se necesitará combinar con la enseñanza a distancia. Por eso es tan importante ver, al menos, el 2020 y el 2021 como un gran mini-ciclo educativo. Nada de angustias por no cumplirlo todo antes del verano. Igualmente deberá ponerse en práctica la solidaridad en todas sus formas, porque un principio rector de la escuela reabierta debe ser la equidad. Las escuelas tienen mucha experiencia en organizar variadas metodologías de reforzamiento para “poner al día” a los estudiantes que van más atrasados: docentes auxiliares, talleres de repaso, agrupación en diferentes niveles con apoyo especializado, etc. Respecto de las asignaturas en que la secuencialidad del aprendizaje es esencial y aquellas que son fundantes para otros aprendizajes, el reforzamiento y no dar nada por aprendido serán la norma. Los estudiantes de pedagogía también tendrán aquí un buen espacio de práctica docente, como tutores individuales o grupales, práctica que debería masificarse a través de programas como Tutores Para Chile[16] recientemente lanzado. En esta dimensión, las diferentes metodologías que aprovechan el trabajo entre compañeros son una fuente solo parcialmente explotada en Chile y es el momento de rescatarlas: los alumnos más avanzados pueden aprender mucho ayudando a sus compañeros (por lo pronto, prepararse para enseñar es un excelente método de reforzamiento y profundización de los aprendizajes, y de paso, ayudar a los demás será un aprendizaje vital invaluable), sirviendo de monitores, organizando grupos de estudio. Una de las maravillas del saber es que al compartirlo no disminuye, aumenta.
iii) Nunca más solos: distancia física, cercanía social. Por último, las escuelas deberán organizarse como comunidades estrechas, unidas, que valoran y cuidan a todos sus miembros. Esto no puede quedar a la espontaneidad; en marzo el confinamiento nos sorprendió y atomizó, ahora no hay razones para no hacer de la mantención de los vínculos y el cuidado de todos una verdadera prioridad, para que ningún estudiante quede o se sienta excluido. Con apoyo de las autoridades y organizaciones locales, las escuelas debieran generar un catastro de todas sus familias/alumnos con recursos para mantener el contacto e identificación de situaciones de riesgo; esta labor supera a cada profesor y su lista de teléfonos. Una alternativa es organizar los cursos en unidades pequeñas, en grupos de 5 ó 6 alumnos que viven cerca o tienen alguna afinidad de manera que puedan estar siempre atentos a la situación de cada uno. Quizás la familia de uno de ellos no se ha decidido aun a retomar las clases presenciales: ese grupo podría comprometerse a proveerle los materiales; uno de ellos faltó, el grupo lo puede llamar para saber que está bien; esos mismos grupos pueden servir de espacios de socialización reducido, como grupos de estudio y otras actividades escolares (como algunos expertos sugieren para, además, disminuir los riesgos de expansión del virus y trazar más fácilmente los contactos). El compromiso es monitorearse y cuidarse recíprocamente, e informar a la escuela cualquier situación de necesidad. Además, en caso de interrupción de las clases, esta misma organización permitirá mucho más fácilmente asegurar el vínculo con todos los alumnos, lo cual hará más gestionable el trabajo docente.
En marzo el confinamiento nos sorprendió y atomizó, ahora no hay razones para no hacer de la mantención de los vínculos y el cuidado de todos una verdadera prioridad, para que ningún estudiante quede o se sienta excluido.
iv) Flexibilidad y bienestar: suspender las reglas que no ayudan. Finalmente, como anticipamos y como muestra la experiencia internacional, la escuela reabierta deberá organizarse de un modo muy diferente al que conocíamos. Cada vez que surjan dudas sobre si vale la pena el esfuerzo, será necesario recordarnos lo importante que es ofrecer ese espacio a los niños, niñas y jóvenes: más vale una escuela transformada, adaptada y recortada, que una cerrada. Algunos ejemplos de medidas que deberían contemplarse son las siguientes:
La escuela reabierta deberá organizarse de un modo muy diferente al que conocíamos. Es el momento de reinventar la comunidad escolar.
Ciertamente, nada de pensar que deberían achicarse los recreos para dar más tiempo a la “recuperación de materias”: la escuela no es una fábrica ni los alumnos su materia prima, es una comunidad humana en que la recomposición de los vínculos dañados será más importante que los indicadores tradicionales de “productividad”. Por cierto, para que todo esto tenga viabilidad, las autoridades educacionales deberán modificar las reglas de financiamiento, supervisión, calendario, planes de estudio, evaluación y promoción de alumnos, entre otras. Será el año en que reemplazamos normas por comprensión, reglas por empatía, y control por confianza.
Los desafíos que este 2020 ha presentado al campo educacional no tienen precedentes, como no lo tienen los esfuerzos de reinvención que en tan poco tiempo las educadoras y educadores han estado haciendo, ni el sacrificio que todo esto ha significado para estudiantes y familias. Desafortunadamente, el futuro no se muestra menos incierto ni menos complejo, por lo que debemos prepararnos para sostener en el mediano plazo un modo de funcionamiento quizás más demandante que el anterior, en que convivan la educación a distancia y el retorno parcial a clases presenciales. En dos palabras, nuestra propuesta para enfrentar ese inédito escenario es aprender de las buenas experiencias que se multiplican a lo largo de Chile, y dar confianza, participación, apoyo y autonomía a las comunidades locales, escolares y familias para ir tomando las decisiones críticas que el futuro demanda, especialmente el cuándo, quién y cómo volver al colegio. En contraste, quitar valor a las reglas y prácticas tradicionales que no sólo pueden entorpecer sino perjudicar el proceso, y al ejercicio vertical de la autoridad, evitando así un “se acata pero no se cumple” gatillado por la insensibilidad a las delicadas y heterogéneas situaciones creadas por una tragedia planetaria aún en curso. Es el momento de reinventar la comunidad escolar.
[1] https://www.miradadocentes.cl/
[2] En Uruguay, durante el período de suspensión de clases presenciales, los “maestros comunitarios” (estrategia existente hace ya algunos años) trabajaron visitando a los estudiantes en sus casas con el único objetivo de mantener el vínculo con ellos y prevenir su abandono.
[3] Un interesante trabajo al respecto es este realizado por la Fundación Educacional Arauco y Fundación Súmate. Disponible aquí.
[4] https://globaled.gse.harvard.edu/files/geii/files/aprendiendo_durante_la_pandemia_v2-2.pdf
[5] Por ejemplo, un estudio de Elige Educar indicó que, de acuerdo a los profesores, el 70% de los estudiantes tenía problemas de conexión a internet: Disponible aquí.
[6] CIPER Chile, 8 de abril del 2020. «La casa no es una escuela: propuestas de política educativa en tiempos de pandemia»
[7] https://www.miradadocentes.cl/
[8] Una expresión de lo útil que puede ser la TV educativa es que algunos establecimientos han innovado creando sus propios canales o programas, como el caso del Colegio Inglés de Talca, que además pone a disposición de cualquier establecimiento su contenido: Disponible aquí.
[9] Un aporte interesante de la UAH al respecto Disponible aquí.
[10] La Fundación Educacional Arauco ha aportado sistematizando estas experiencias. La del plan de eeducación remota de Teno está disponible aquí. y el set completo de experiencias está disponible aquí.
[11] CIPER Chile, 16 de mayo del 2020. «Simce después del confinamiento: ¿servirá para algo?» y el set completo de experiencias está disponible aquí.
[12] Por ejemplo, ha habido un enorme debate experto sobre el grado en que los niños son o no importantes vectores de transmisión del virus; por otro lado, la OMS acaba de publicar un reporte que indica que los riesgos de la transmisión por aire del virus, especialmente en ambientes interiores, es mayor que la que se suponía (https://www.who.int/publications/i/item/modes-of-transmission-of-virus-causing-covid-19-implications-for-ipc-precaution-recommendations). Dos cuestiones especialmente críticas para orientar la reapertura de las escuelas y liceos. Así, aunque no es nuestro campo de trabajo, una lectura de la evidencia científica sobre retomar las clases presenciales permite concluir que ésta es poca, indirecta, no causal, preliminar y parcial, tanto a favor, como en contra de mantener cerradas las escuelas para prevenir contagios masivos frente al COVID-19. Las incertidumbres aún son mayores que las certezas. Por ejemplo:
https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2020.04.04.20053645v1.full.pdf
https://www.thelancet.com/journals/lanchi/article/PIIS2352-4642(20)30095-X/fulltext
The New York Times, 17 de marzo del 2020. «Is Closing the Schools a Good Idea?»
The Atlantic, 16 de marzo del 2020. «Closing the schools is not the only option»
Una buena discusión en español al respecto se encuentra en CIPER Chile del 20 de abril del 2020, «De vuelta al colegio ¿cerramos o mantenemos abierto el paracaídas?»
Por eso nuestra recomendación es que las autoridades deben tomar esta decisión basadas no solo en los estudios, sino en la prudencia (que ante el alto valor de lo que está en juego debe ser grande), la práctica internacional y la visión de los actores (que advierten y temen el enorme riesgo en juego).
[13] Existen varias organizaciones que han elaborado protocolos y reportes al respecto, ver:
https://en.unesco.org/news/new-guidelines-provide-roadmap-safe-reopening-schools
https://learningpolicyinstitute.org/product/reopening-schools-covid-19-brief
[14] La experiencia internacional muestra algunas convergencias troncales y gran diversidad en los detalles, lo cual constituye acá nuestro mensaje central. Ver por ejemplo: https://bit.ly/2ZJ6fhL y https://nyti.ms/2ZQ0Be1
[15] Reflexiones interesantes sobre cómo abordar educativamente todo este período, incluyendo la vuelta al colegio se encuentran en:
https://www.shankerinstitute.org/blog/five-things-not-do-when-schools-re-open
https://globaled.gse.harvard.edu/files/geii/files/aprendiendo_durante_la_pandemia_v3-21.pdf
[16] https://www.mineduc.cl/wp-content/uploads/sites/19/2020/07/preguntasfrecuentes.pdf
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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