COLUMNA DE OPINIÓN
Sistema de pensiones: una historia de reformas condicionadas por la mirada económica y el poder masculino
20.07.2020
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COLUMNA DE OPINIÓN
20.07.2020
La comisión Marcel diseñó las bases de la primera reforma al sistema previsional creado por José Piñera. Esta columna analiza los logros y limitaciones de esa comisión desde una perspectiva de género y poder y concluye que el saber que dominó allí fue el del hombre-economista. Un experto que consiguió enfrentarse “a las fuertes presiones de lobbistas de la industria”, pero que impuso una mirada limitada -financiera y de mercado- en lugar de escuchar otras disciplinas y crear un sistema de seguridad social.
Desde 1990, la cultura política en Chile ha reproducido una visión bastante antidemocrática en el diseño de las políticas de pensiones. Usando una y otra vez la distinción entre lo “técnico” y lo “ideológico,” autoridades de la centroizquierda han promovido la idea de que la ciencia entrega una mirada objetiva, neutral, totalmente separada de la política. Además, bajo el discurso de los “consensos,” autoridades de la centroizquierda y derecha han movilizado la idea de que cuando “los técnicos” se ponen de acuerdo, entonces el resultado siempre es mejor. Esta visión tan acrítica de la ciencia (la ciencia nunca es neutra) y tan falta de diversidad (algunas personas con un saber superior) ha permitido justificar la mantención de un sistema de mercado de pensiones, a pesar de masivas movilizaciones ciudadanas en su contra y de evidencia empírica que ha corroborado no sólo el bajo nivel de las pensiones, sino también de cómo el sistema ha profundizado las desigualdades en el país. ¿Quiénes son las personas expertas en pensiones? ¿Qué han hecho para justificar el actual sistema bajo argumentos “técnicos” y de “consenso”?
Para responder estas dos preguntas realicé 72 entrevistas a personas que han participado directa o indirectamente en el debate de pensiones (todas las citas en esta columna corresponden a estas entrevistas). Además, revisé estudios y reportes y videos producidos por las dos comisiones nacionales creadas en el año 2006 y 2014 (aunque el análisis de esta columna se enfoca en la Comisión Marcel). De la revisión de todas estas fuentes, saco dos conclusiones principales[1].
Desde 1990 a 2008 un grupo específico de personas de la centro-izquierda, en su mayoría economistas, hizo un esfuerzo colectivo por armar una estructura organizacional e institucional en el Estado que generara conocimiento experto en materia de pensiones. Este fue un largo proceso que involucró dar muchas batallas contra la industria de las AFPs y aseguradoras, y contra autoridades de la Concertación. Como me comentaron las personas que entrevisté, la industria se opuso a prácticamente cualquier cambio que involucrara mayor regulación, por ejemplo, en el cobro de comisiones excesivas o del comercio ilegal de listas de personas por pensionarse. Esta oposición fue tal que en algunos casos llegó a materializarse en demandas al Tribunal Constitucional[2]. Para 2008, sin embargo, a punta de batallas contra la industria y sectores de la Concertación, se logró establecer un régimen de conocimiento al interior del Estado que definió quién era una persona experta en pensiones (economistas) y qué competencias se esperaba de ella (conocimiento matemático y en finanzas).
En este proceso político de construcción de conocimiento experto no se entregaron recursos de manera permanente, como política de Estado, ni a centros de estudios ni a universidades para generar estudios en pensiones. Tampoco se generaron redes de colaboración interdisciplinarias. De hecho, todo lo contrario. Economistas terminaron trabajando entre economistas con muy pocos, casi nulos, canales institucionales de diálogo con personas de otras profesiones.
Bajo el discurso de los ‘consensos’, autoridades de la centro-izquierda y derecha han movilizado la idea de que cuando ‘los técnicos’ se ponen de acuerdo, entonces el resultado siempre es mejor.
El grupo de economistas que ganó la autoridad de ser “expertos en pensiones” me comentó una y otra vez lo significativa que fue la reforma implementada en 2008 que, entre otras cosas, amplió la cobertura de pensiones financiadas por el Estado y focalizadas a personas más pobres. Para este grupo, esta reforma representó la culminación de un largo y difícil proceso, pero que como me dijo con gran orgullo un economista, terminó siendo la reforma “más científicamente hecha en la historia de Chile. Nunca se había preparado tanto una reforma, nunca se discutió tanto, nunca se hizo tanto estudio empírico, así de alta calidad…un equipo de estudios que era un lujo, todos los grandes expertos de pensiones”. No sólo eso, como me dijo otro economista: “o sea, si Marcel[3], él presidió la comisión asesora presidencial, con Rosanna Costa, que después fue directora de presupuestos de Chile, con un ex director de presupuestos de Pinochet, y los tres firmaron, más 30 personas, David Bravo, Uthoff, o sea, gente que piensa muy distinto. Todos firmaron algo que dice ‘vayamos en esta dirección”. En otras palabras, fue una reforma emblemática de la política de “consensos” y de argumentos “técnicos” tan valorada por la cultura política del país.
En resumen, para crear la figura de personas expertas en pensiones, se armó una estructura institucional al interior del Estado que priorizó la presencia de economistas y de su saber en números y finanzas. Este fue un proceso que tardó años, que requirió de muchos esfuerzos personales, grupales e institucionales por parte del grupo “experto” en pensiones no sólo para generar estudios, sino también para convencer a autoridades concertacionistas de la necesidad de un cambio. Este grupo tuvo que tramitar leyes, contrarrestar demandas en tribunales y las fuertes presiones de lobbistas de la industria[4]. Al mismo tiempo, fue un grupo de personas “expertas” que hizo muy poco por incluir miradas disciplinarias distintas a la economía y menos aún por entregar fondos permanentes a universidades y centros de estudios para generar conocimiento en pensiones.
Una cuestión es generar las condiciones organizacionales e institucionales para crear la figura de la persona experta y otra cuestión son las prácticas que las personas realizan día a día para mantener su autoridad experta. En este segundo proceso, importaron mucho las relaciones de género.
La ideología de género separa el mundo en dos, lo masculino y lo femenino. Lo primero siempre con más autoridad que lo segundo. Cuerpos son masculinizados o femenizados (hombres vs mujeres), pero también colores (azul vs rosado), juguetes (autos vs muñecas), profesiones (ingeniería vs enfermería) y prácticamente cualquier aspecto de nuestras vidas. Vivimos en un mundo en que la ideología binaria de género está metida en todo, reproduciendo diferencias, jerarquías y desigualdades. De este modo, en profesiones femenizadas (por ejemplo, la enfermería) si bien puede haber excepciones individuales (la presencia de hombres cis[5]), esto no excluye que la profesión como tal, como espacio femenizado, siga teniendo bajo estatus y bajos salarios[6].
Por otra parte, las desigualdades de género siempre funcionan en interrelación con otros sistemas de poder, por ejemplo, el racismo, la heterosexualidad, colonialismo o clasismo. De este modo, si hay ámbitos en la vida que concentran a hombres cis blancos, heterosexuales, del Norte Global y de clases ricas, lo más probable es que en ese ámbito haya mucho privilegio y poder. Así ha comprobado ser el mundo de finanzas, por ejemplo. Un espacio de muy poca diversidad y de mucho poder a nivel global.
Hechas estas aclaraciones, doy tres ejemplos de cómo un grupo de economistas posicionó la superioridad de su saber en pensiones con las ventajas que da la masculinidad.
Primero, este grupo de economistas usó las ventajas que da la tecnología de las matemáticas y finanzas (tecnologías masculinizadas por la sociedad)[7] y sus redes con organizaciones internacionales encargadas de la gobernanza financiera (redes racializadas y masculinizadas)[8] para desplazar del debate las opiniones de personas del derecho.
Como me contaron abogades[9], en el debate en pensiones les fue muy difícil avanzar la conversación cuando economistas usaban complejas fórmulas financieras o cuando “se sienten con toda la libertad… a mí me ha tocado muchas veces estar con ellos, de tratar de bajar o de tratarte de ignorante, de ningunearte porque estudiaron en Harvard o qué sé yo, o manejan los modelos… te tiran los títulos… y el lenguaje sofisticado, qué sé yo, claro, hablando en inglés, spanglish”. Por supuesto que abogades también podrían usar complejos términos legales y en spanglish para dar opiniones económicas en materia de pensiones y así posicionar su saber como superior al de economistas. Pero en un contexto estructural donde, por un parte, economistas han tenido una posición institucional privilegiada en los gobiernos concertacionistas; y por otra parte, abogades con especialidad en seguridad social han tenido un muy bajo prestigio en la profesión legal, personas del derecho tuvieron muy pocas oportunidades para movilizarse en grupo y posicionar el saber legal como un saber experto en la discusión previsional.
Para crear la figura de personas expertas en pensiones, se armó una estructura institucional al interior del Estado que priorizó la presencia de economistas y de su saber en números y finanzas. Este fue un proceso que tardó años, que requirió de muchos esfuerzos personales, grupales e institucionales por parte del grupo 'experto' en pensiones no sólo para generar estudios, sino también para convencer a autoridades concertacionistas de la necesidad de un cambio.
Segundo, el grupo de economistas con saber “experto” en pensiones usó las ventajas que dan los números y finanzas para desplazar a personas de la sociología como expertas en pensiones.
Gente de la disciplina de la sociología me comentó que, al no tener suficientes recursos para generar una masa crítica de conocimiento cuantitativo en pensiones, tuvieron que generar estudios cualitativos más “baratos” y con “menos impacto” en la discusión sobre el tema. La particularidad que se dio para el caso de la sociología es que, al contrario de las dinámicas hostiles que economistas tuvieron en contra de abogades, economistas subordinaron el saber experto sociológico de forma benevolente. Por ejemplo, economistas me explicaron que la sociología aporta el lado “humanista” a la discusión de pensiones y con eso “complementa” la aridez de las finanzas y los números. En otras palabras, economistas exaltaron las competencias humanistas, cualitativas, más femeninas de la profesión sociológica. Pero al hacerlo, reintrodujeron la jerarquía del saber financiero/numérico por sobre el sociológico. Como me dijeron, las propuestas sociológicas son propuestas de “soñadores”, de “filosofía”; no de números y “causalidades,” el terreno propio de las pensiones y de economistas.
Tercero, el grupo “experto” de economistas desplazó las opiniones de profesionales de la ciencia actuarial, estableciendo una jerarquía entre masculinidades[10].
Una cuestión es generar las condiciones organizacionales e institucionales para crear la figura de la persona experta y otra cuestión son las prácticas que las personas realizan día a día para mantener su autoridad experta. En este segundo proceso, importaron mucho las relaciones de género.
En la mayoría de las entrevistas que realicé, las personas me comentaron que un rasgo distintivo de quienes se dedican a la economía es su excesiva autoconfianza. Como se ha estudiado en la sociología, una característica fundamental de la masculinidad “ideal” o hegemónica es su agresividad y soberbia[11]. Por ejemplo, en el mundo de finanzas, hombres cis blancos del Norte Global construyen sus identidades como sujetos heroicos que conquistan territorios alrededor del mundo, en una actitud arrogante y segura para tomar riesgos[12]. En línea con esta actitud, el entrenamiento que reciben las personas que se dedican a la economía en Chile fomenta un tipo hegemónico de arrogancia masculina profesional. En el debate de pensiones, esa arrogancia le permitió al grupo “experto” de economistas desplazar las opiniones de actuarios quienes se autodefinieron en mis entrevistas como personas “de pocas palabras”, “más bien retraídos”, “que trabajan en las esquinas” y “escondidos”, que son “arqueros” más que “goleadores.” Esta forma específica de masculinidad en la literatura en inglés se le llama masculinidad “nerd”[13] y como me dijo un actuario consciente del carácter subordinado de su identidad, los economistas “son pasados para la punta, y se meten y opinan y hacen cuestiones…que a mí me da risa porque de matemáticas saben hasta ahí no más. Pero opinan de todo como si tuvieran posición para todo. Pero por último tienen esa ventaja, de que han logrado por lo menos imponer su [opinión]”.
En resumen, mi foco en las relaciones de género permite reconocer cómo se gana autoridad y se posiciona el propio saber como un saber superior al del resto. Economistas han logrado dominar la discusión en pensiones en Chile al tratar a personas del derecho como ineptas en sus capacidades numéricas, a gente de la sociología como “humanistas” y a personas de la ciencia actuarial como hombres faltos de autoconfianza. Con el uso de las ventajas de la masculinidad hegemónica, economistas de la centro-izquierda crearon ignorancia en materia de pensiones al priorizar algunos temas de investigación (por ejemplo, cómo aumentar la competencia entre AFPs ó cómo entregar más pensiones focalizadas); dejando de lado otros temas que eran preocupación de profesionales del derecho, sociología y ciencia actuarial, como por ejemplo, la evaluación de cuánto más eficiente es el Estado que la empresa privada para hacer rentar las pensiones o la evaluación de un sistema que permita distribuir los riesgos entre toda la población. Como me dijo un actuario, para él un buen diseño del sistema de pensiones debe hacerse “cargo del desempleo… que la gente no cotiza, y que se haga cargo de la cuestión para que al final entregue unas pensiones… no vamos a crear una economía próspera para los viejos, cuando los jóvenes no eran prósperos. Ahí hay una relación. Es evidente”.
La ciencia nunca es neutra. Toda investigación parte desde preguntas políticas. Como hemos visto aquí, el mismo proceso de generación de conocimiento depende de desigualdades de poder que priorizan a algunas personas como las expertas, algunos temas como importantes de estudiar, y algunas metodologías de estudio como legítimas. Desde un punto de vista sociológico, si bien no hay conocimiento objetivo y neutral, sí hay una aspiración a la verdad asumiendo la necesidad de tener una diversidad de saberes que muestre las distintas y complejas capas de la realidad. Lamentablemente lo que se ha dado en Chile en materia de pensiones es un proceso de casi nulo diálogo desde “los expertos” con la comunidad científica integrada por gente de distintas disciplinas. En este proceso de nulo diálogo se terminó definiendo unilateralmente cuáles son los problemas “técnicos” y las soluciones “de consenso” para asegurar una vida digna a las personas que se pensionan.
[1] Para más información, ver Maria Jose Azocar, “Policy Debates on Pension Reform in Chile: Economists, Masculinity and the Mobilization of Strategic Ignorance,” Social Politics: International Studies in Gender, State & Society, Summer (2020).
[2] Ver, por ejemplo, Alejandro Ferreiro, “A una década de la reforma al sistema de rentas vitalicias: aprendizajes, avances y desafíos pendientes,” en Escáner a las Rentas Vitalicias los éxitos, los riesgos y las grandes oportunidades del futuro, Asociación de Aseguradores de Chile AG. (2015).
[3] Mario Marcel Cullell, actual presidente del Banco Central, ex Director de Presupuestos y presidente del Consejo Asesor Presidencial Para la Reforma Previsional
[4] Ver, por ejemplo, Alberto Arenas, Historia de la Reforma Previsional Chilena: Una Experiencia Exitosa de Política Pública en Democracia, Oficina Internacional del Trabajo, (2010).
[5] Cis o cisgénero se refiere a las personas que no transitan en su identidad de género o, en otras palabras, a personas que consideran que el género que le asignaron al nacer es el correcto. Vivir en una sociedad que normaliza la cisnormatividad, es decir, que la considera “ideal”, ejerce una especial violencia y opresión a las personas transgénero, personas intersex y personas no binaries. La cisnormatividad también es opresiva para hombres y mujeres cis. Por ejemplo, define la masculinidad de las personas en función del tamaño de su pene y establece como estándar de belleza femenina tener cuerpos sin pelo. Para más información ver el siguiente enlace.
[6] Ver por, ejemplo, Paula England «The gender revolution: Uneven and stalled.» Gender & Society 24, no. 2 (2010): 149-166.
[7] En las ciencias sociales, la masculinización de los números ha sido un fenómeno relativamente nuevo, sin embargo, con un alto impacto en la forma cómo se distribuye prestigio y recursos en distintas disciplinas. Por ejemplo, en la disciplina de ciencia política en Estados Unidos, las mujeres representan al menos un 40% de quienes tienen doctorado, pero están subrepresentadas como autoras de publicaciones en revistas de prestigio de la profesión. No sólo eso, cuando se estudia por el tipo de método usado en la investigación publicada, las politólogas siguen siendo sub-representadas con la excepción de estudios que usan primariamente métodos cualitativos. Esto no quiere decir que las politólogas por ser mujeres tienen habilidades naturales para la investigación cualitativa (ese sería un argumento sexista y androcéntrico). Por el contrario, este hecho pone de manifiesto que la investigación cualitativa en ciencia política ha sido socialmente construida como un espacio para mujeres y con ello, de menor prestigio en la profesión. Para mayores referencias ver Dawn Langan Teele y Kathleen Thelen. «Gender in the journals: Publication patterns in political science.» PS: Political Science & Politics 50, no. 2 (2017): 433-447.
[8] Ver, por ejemplo, Eleni Tsingou. «Club governance and the making of global financial rules.» Review of International Political Economy 22, no. 2 (2015): 225-256.
[9] Uso el término inclusivo “abogades” porque existen personas no binarias en el mundo del derecho.
[10] La ciencia actuarial usa herramientas estadísticas para calcular (e inventar) riesgos. Por ejemplo, calculan la probabilidad de muerte de un grupo específico de la población y con eso calculan los precios de seguros de vida para vender a esa población.
[11] Sobre el concepto de masculinidad hegemónica ver RW Connell y James W. Messerschmidt. «Hegemonic masculinity: Rethinking the concept.» Gender & society 19, no. 6 (2005): 829-859.
[12] Ver, por ejemplo, Penny Griffin, «Gendering global finance: Crisis, masculinity, and responsibility.» Men and Masculinities 16, no. 1 (2013): 9-34.
[13] Ver, por ejemplo, Marianne Cooper. «Being the “go-to guy”: Fatherhood, masculinity, and the organization of work in Silicon Valley.» Qualitative Sociology 23, no. 4 (2000): 379-405.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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