COLUMNA DE OPINIÓN
Covid-19 y Terapia de Plasma Convaleciente ¿Una terapia promisoria?
29.05.2020
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COLUMNA DE OPINIÓN
29.05.2020
La sangre de personas que vencieron al coronavirus puede, de acuerdo a estudios clínicos preliminares, ayudar a quienes todavía batallan contra la enfermedad. El tratamiento se llama “terapia de plasma convaleciente” y la autora de esta columna –doctora en Ciencias Biológicas- explica la antigua historia detrás de esta estrategia que tiene éxitos y posibles limitaciones. Argumenta que, si funciona contra el SARS-CoV-2, puede hacer que los meses que faltan para una eventual vacuna sean menos catastróficos.
El mundo ha sido testigo y protagonista de la pandemia del virus SARS-CoV-2, responsable de COVID-19, que hasta la fecha ha infectado a millones de personas con cientos de miles han fallecido. Lamentablemente tanto las infecciones como las muertes seguirán aumentando a nivel global en los días, semanas y meses por venir.
Más de 100 proyectos alrededor del mundo trabajan en el desarrollo de una vacuna que prevenga esta enfermedad. Toda nueva vacuna, sin embargo, requiere pasar por una serie de controles para verificar que es segura y efectiva. Por ello, como lo han sostenido científicos y autoridades de Salud, una vacuna tomará al menos 18 meses, desde el inicio de la pandemia. Y sin una vacuna producida a gran escala, distribuida globalmente y administrada sin costos para la población, el virus seguirá su senda. Por otro lado, los tratamientos farmacológicos, aún en etapa de estudios, deben asegurar como cualquier otra medicina, su efectividad y no toxicidad.
Sin embargo existe una terapia no farmacológica que se está implementando en numerosos países y que ha tenido resultados promisorios: la terapia de plasma convaleciente.
Cuando separamos la sangre obtenemos las células sanguíneas y el plasma. Las personas que se han recuperado de COVID-19, poseen en su plasma proteínas llamadas anticuerpos o inmunoglobulinas que fueron producidas como respuesta para combatir al SARS-CoV-2. Estas proteínas les permitieron, a quienes se recuperaron, neutralizar al virus.
Este plasma se puede obtener por donación de sangre, usando protocolos estándares de transfusión. Una vez separado el plasma rico en estos anticuerpos, este puede ser transfundido a pacientes graves de COVID-19 que no son capaces de producir estos anticuerpos eficientemente. En teoría, esto les permitiría recuperarse de la enfermedad, o bien como profilaxis para prevención.
Además de los protocolos de seguridad estrictos para todas las transfusiones de sangre, se debe considerar también que los donantes de este plasma cumplan los requisitos de haber dado positivo en la prueba de detección para el virus, no hayan tenido síntomas durante 28 días, y tengan una cantidad de anticuerpos determinada, lo que se establece mediante un test.
Hay voces que alertan sobre los riesgos de esta terapia. Se dice que implica peligros al ser -por ahora- una terapia experimental para COVID-19 y que puede transmitir algún agente infeccioso durante la trasfusión. Sin embargo, los bancos de sangre han adoptado medida para garantizar que cada transfusión sanguínea sea estrictamente examinada para detección de algún patógeno.
Lo cierto es que el uso de anticuerpos como terapia tiene más de 100 años. Incluso, el primer premio nobel de medicina, Dr. Behring en 1901 recibió el ese galardón por aplicar suero sanguíneo para tratar la difteria.
Su uso fue muy común en la época anterior al desarrollo de los antibióticos en infecciones bacterianas. En un estudio recopilatorio que evaluó el uso de esta de terapia en la época de la gripe española (se analizó ocho diferentes estudios que incluían en total a 1.703 pacientes), se mostró que quienes recibieron transfusiones presentaron una reducción en morbilidad y mortalidad.
También se ha usado con gran éxito para curar la fiebre hemorrágica argentina. En este caso, si es administrada dentro de los primeros ocho días del comienzo de la enfermedad, hay una dramática reducción de la mortalidad desde un 30% a un 1%.
La OMS ha presentado una guía para el uso de esta terapia en el combate del ébola; de hecho, actualmente, este es el único tratamiento para los brotes infecciosos.
Otros casos destacables son su aplicación a enfermedades como sarampión y poliomielitis. En otros virus de la familia de los coronavirus, como de las enfermedades del SARS and MERS han sido observados una reducción de la mortalidad, sin embargo debido al término de los brotes por estos coronavirus, terminó el financiamiento que podría haber demostrado su efectividad.
Varios ensayos se han realizado usando plasma convaleciente para personas enfermas de COVID-19, los resultados han sido promisorios. En particular en China se realizaron algunos estudios de esta terapia que resultaron en mejoras en la evolución clínica. En Italia en un ensayo piloto, se encontró que su uso reduce los riesgos de complicaciones y muertes. No obstante estos estudios se limitaron a un bajo número de pacientes. Se necesitan futuras evaluaciones de efectividad en ensayos clínicos a mayor escala que hoy se están llevando a cabo en numerosos países.
Dado que el desarrollo de una vacuna o vacunas tomará varios meses, la opción del uso del plasma convaleciente ha ido ganando espacio en la discusión pública. En Estados Unidos el debate se abrió cuando el Dr. Arturo Casadevall, jefe del Departamento de Microbiología Molecular e Inmunología en la Universidad Johns Hopkins, publicó una carta en el The Wall Street Journal donde describe cómo este tratamiento fue usado con éxito en el pasado contra el sarampión. Luego publicó una revisión de casos y con estos antecedentes se comenzaron a conectar científicos y médicos de organizaciones de diferentes partes del país, (incluyendo el Hospital de Mount Sinai en Nueva York donde yo trabajo). Hoy esa red forma el proyecto nacional de plasma convaleciente en los Estados Unidos, que incluye más de 50 hospitales con el fin de realizar pruebas clínicas de plasma convaleciente en pacientes de COVID-19.
Uno de los primeros resultados de este proyecto, en el cual más de 5.000 pacientes de COVID-19 hospitalizados recibieron plasma convaleciente, es que la terapia es segura, sin efectos adversos más allá de los riesgos habituales de las transfusiones en pacientes graves. En el Hospital de Mount Sinai (Nueva York) preliminares resultados con un grupo de 39 pacientes, muestran que su administración en etapas temprana de la enfermedad mejoraría la recuperación de los pacientes hospitalizados por COVID-19. Estos resultados son promisorios pero requieren seguir las siguientes etapas clínicas.
Experiencias similares también se han llevado adelante en Argentina, donde un grupo de científicos y médicos desarrolló protocolos usando esta terapia de pacientes recuperados de COVID-19 para su aplicarlos en pacientes que estén con la enfermedad. Hoy se encuentran desarrollando un ensayo clínico.
En Chile también se ha comenzado a desarrollar una iniciativa iniciada por la fundación Arturo López Pérez.
Para que esta terapia sea aplicable, es necesario coordinar varios factores. Primero obtener un gran número de donantes recuperados de COVID-19 (lo que implica informar a las personas recuperadas para que se acerquen a los centros de salud certificados y donen plasma). Segundo, que a la población enferma tenga acceso gratuito a este plasma mediante políticas públicas sanitarias, como un derecho a la salud.
Para Chile, cuya red hospitalaria evidenció su fragilidad ante el COVID-19, la implementación de la terapia de plasma convaleciente podría reducir el riesgo de complicaciones y salvar vidas. También creemos que la detección y aislamiento de anticuerpos de pacientes recuperados de COVID-19 y su posterior generación y producción de anticuerpos monoclonales usados como terapia y/o profilaxis, podría ser una alternativa efectiva y más rápida, mientras esperamos una vacuna que pueda ser administrada a la población como un derecho a la salud.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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