COLUMNA DE OPINIÓN
¿Cómo gobernar un desastre? Diálogo, colaboración y democracia
14.05.2020
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COLUMNA DE OPINIÓN
14.05.2020
En una crisis sanitaria el objetivo más importante del gobierno debe ser “construir una estrategia compartida, convocar y unir a todos y todas para llevarla adelante” escriben los autores y la autora de esta columna, investigadores de Gestión del Riesgo de Desastres. Proponen al gobierno una serie de reflexiones para enmendar el rumbo, basadas en la convicción de que la gestión sanitaria no es solo eso, sino que es necesario pensarla “en función de las condiciones socio-políticas y en el horizonte de crear un clima democrático de unidad y colaboración”.
Los conflictos por los datos y el acceso a la información, las “mesetas dinámicas”, los reportes confusos o inexactos que han debido re-hacerse, el carnet Covid, la apertura de malls, la “nueva normalidad” y las fiestas en cuarentena, son todas señales que dejan en evidencia que el gobierno ha fallado en comunicar y convocar transversalmente a los chilenos y chilenas para superar este desastre.
Esto va en directo detrimento del objetivo más importante que debe tener cualquier gobierno que se enfrenta a una crisis de estas proporciones: construir una estrategia compartida, convocar y unir a todos y todas para llevarla adelante. Lamentablemente, la situación actual es totalmente distinta. Se instala la sensación de que tanto las experiencias de los países que se enfrentaron al coronavirus antes que nosotros, así como la evidencia científica acumulada hasta ahora, por algún motivo, no aplican al contexto chileno. Un clima de seguridad se instaló en el gobierno, cuando la experiencia indica que la crisis sanitaria debe ser abordada con decisión y pragmatismo, pero también con cautela y humildad.
¿Qué hacer? De cara a una situación que está lejos de amainar y requiere de un esfuerzo mancomunado mayor para salir de ella, la revisión de lo que décadas de investigación y práctica sobre la gestión del riesgo de desastres (GRD) ha dicho sobre la gobernanza y comunicación de crisis puede ayudar. Porque si hay algo que la experiencia en GRD ha logrado establecer, es que los eventos naturales o biológicos son inseparables de las dimensiones sociales, económicas y políticas de una sociedad.
Por lo mismo, una crisis puede ser una oportunidad para enmendar las condiciones que la hicieron posible, o ayudar a profundizar conflictos pre-existentes, incluso crear otros nuevos. Chile atraviesa por un momento de movilización social que nos llama a ser doblemente cuidadosos, tanto en las formas como en el fondo de las acciones y mensajes que las autoridades deben diseñar. Lo que nos enseña la GRD es que la gestión sanitaria en un contexto como el actual, no puede ser solamente sanitaria: es necesario pensarla siempre en función de las condiciones socio-políticas de cada sociedad y en el horizonte de crear un clima democrático de unidad y colaboración.
En base a las lecciones que nos entregan siglos de desastres socio-naturales, y a la luz de las investigaciones que hemos desarrollado en el Centro de Investigación para la Gestión Integrada de Riesgo de Desastres, hay al menos seis reflexiones que, creemos, podrían ayudar a mejorar en las difíciles etapas que vienen:
Chile atraviesa por un momento de movilización social que nos llama a ser doblemente cuidadosos, tanto en las formas como en el fondo de las acciones y mensajes que las autoridades deben diseñar.
Los sociólogos británicos John Law y Vicky Singleton dicen que el desafío de los desastres no es la falta de sentido, sino el exceso de éste: demasiada información, demasiadas soluciones, demasiados expertos. Es por esto que frente a una crisis es crucial que las autoridades establezcan y expliquen los objetivos de la estrategia que se seguirá, dibujen un camino, que sin ser lineal, debe ser comprendido y sostenido en el tiempo. Y si ese camino no puede ser trazado o mantenido, entonces reconocerlo explicando las razones de ello. Lo que hemos visto en este período ha sido, lamentablemente, bien diferente.
Cada semana el gobierno nos ha sorprendido con nuevas estrategias, nuevos conceptos o definiciones, y peor aún, nuevas formas de contabilizar las estadísticas sanitarias. ¿Cómo enmendar el rumbo? Una clave que emerge de la literatura sobre GDR es buscar la colaboración y coordinación con distintos actores: la ciencia, las comunidades, las empresas, las organizaciones sociales, las ONGs, etc. Articulando a través de un mecanismo transparente las distintas experticias y sensibilidades, la ruta trazada ganará legitimidad y una mínima sustentabilidad.
Si pudiésemos anticipar los desastres o saber cómo se desarrollarán, no serían desastres.
Por eso que enfrentados a lo desconocido, los gobiernos deben siempre nutrir sus análisis y acciones con cautela y humildad, algo que ha brillado por su ausencia en estos dos meses de crisis. En lugar de aceptar los “unknown unknowns” de la situación y optar por un principio precautorio, el discurso oficial ha preferido la autocomplacencia, donde abundan comparaciones en las que majaderamente Chile es siempre “top ten”.
Este tipo de mensajes a la población, que en un contexto de desastre debe más bien entender las dificultades que enfrentan los sistemas formales establecidos para contenerlo y así asumir un rol activo en las soluciones que se diseñen, no pueden ser peores. La actitud desafiante y “ganadora” en la que no cabe la duda ni la fragilidad, genera una sensación de normalidad que puede ser letal en el contexto de un desastre, más aún en una pandemia cuyo peak es incierto y desconocido.
Frente a una crisis es crucial que las autoridades establezcan y expliquen los objetivos de la estrategia que se seguirá, dibujen un camino, que sin ser lineal, debe ser comprendido y sostenido en el tiempo. Y si ese camino no puede ser trazado o mantenido, entonces reconocerlo explicando las razones de ello. Lo que hemos visto en este período ha sido, lamentablemente, bien diferente. Cada semana el gobierno nos ha sorprendido con nuevas estrategias, nuevos conceptos o definiciones, y peor aún, nuevas formas de contabilizar las estadísticas sanitarias.
Que el lenguaje crea realidad es una máxima que cobra especial importancia en
situaciones de desastre. Cabe recordar que los desastres son momentos en los que, como dice Kay Erikson, se desdibuja el “nosotros”, es decir, se pone en jaque la estabilidad completa de la vida social. Es por ello que se deben buscar formas de comunicar que ayuden a recuperar un sentido de comunidad. La gramática de la guerra que ha utilizado el gobierno va precisamente en la dirección contraria. Primero, porque asume que hay un enemigo, cuando si hay que apuntar a alguien para superar un desastre, es al actuar humano y a las condiciones socio-materiales que ha construido. Y segundo, porque plantea la pandemia como un asunto bélico y de choque, cuando en situaciones de desastre la energía de las comunidades está, por el contrario, en cuidar afectos, relaciones y lo común.
La tensión entre el gobierno y los municipios ha sido una mala señal. Sin encontrar apoyo en el gobierno ni la voluntad para entender los desafíos territoriales, muchos municipios han optado por desplegar autónomamente sus propias intervenciones. Un trabajo mancomunado con los municipios y los colectivos territoriales hubiese sido una señal potente a la ciudadanía, que hubiera contribuido a mejorar las confianzas y reducir la incertidumbre.
El rol de los medios en cómo se comunica una crisis es fundamental para una GRD exitosa. Ni los medios ni la comunicación pueden resolver problemas incubados en—y que responden a—procesos políticos estructurales, pero pueden ayudar a mitigarlos. Es por ello que el papel de los medios en la construcción de narrativas convocantes y estrategias claras es central. De acuerdo a algunos expertos, la comunicación en crisis podría abordarse como un instrumento para simplemente transmitir datos; la función de los medios sería entonces transportar la información desde las fuentes oficiales hacia las personas, y esperar que de esa forma la población siga las instrucciones diseñadas por el Estado. Pero como plantea Robert Cox, la comunicación también puede ser un agente que participa de la creación del sentido de la crisis, facilitando un proceso de diálogo entre diversos actores. Lamentablemente, los medios en Chile han optado, en su mayoría, por el primer modelo. Es más, en no pocos casos han caído en dolorosas estigmatizaciones (por ejemplo a la población migrante) o en innecesarios centralismos, impidiendo la construcción de sentido común para enfrentar la crisis.
Una lección fundamental en la teoría y práctica de la GRD es la importancia del nivel local en todo el ciclo del desastre. Es ahí, en los territorios y comunidades, donde finalmente debe desplegarse cualquier acción y donde residen los conocimientos situados para que ese despliegue se ajuste a las realidades locales. Por eso la tensión entre el gobierno y los municipios ha sido una mala señal. Sin encontrar apoyo en el gobierno ni la voluntad para entender los desafíos territoriales, muchos municipios han optado por desplegar autónomamente sus propias intervenciones. Un trabajo mancomunado con los municipios y los colectivos territoriales hubiese sido una señal potente a la ciudadanía, que hubiera contribuido a mejorar las confianzas y reducir la incertidumbre.
Creemos que el gobierno está a tiempo para corregir los problemas que hemos abordado. La experiencia ganada al enfrentar terremotos, tsunamis, aluviones o incendios, debiera considerarse para dibujar una nueva estrategia comunicacional y relacional entre actores claves.
Un desafío crítico para la GRD es definir el rol de las ciencias, y establecer la relación entre éstas y la ciudadanía. Y como lo indica Andrew Lakoff, los desafíos son múltiples. Por un lado, los gobiernos deben tomar decisiones basadas en evidencia, pero de forma transparente y sin perder de vista consideraciones políticas y sociales. Por el otro, los gobiernos deben ser capaces de explicar clara y abiertamente el sustento científico de las decisiones que toman: esta no es sólo una condición en sociedades democráticas, sino que además en situaciones de desastre, es requisito para que la población recobre lo que Anthony Giddens llama la “seguridad ontológica”. Los problemas con la entrega de datos—incluyendo la crisis de la Mesa de Datos—y el malestar ciudadano por las cuarentenas dinámicas y su caprichosa segmentación espacial, son muestras de las dificultades que ha tenido el gobierno chileno para articular una plataforma abierta,
transparente y colaborativa y potenciar la relación Estado-ciencias-ciudadanía de cara a las enormes necesidades por certidumbre en tiempos inestables.
Creemos que el gobierno está a tiempo para corregir los problemas que hemos abordado. La experiencia ganada al enfrentar terremotos, tsunamis, aluviones o incendios, debiera considerarse para dibujar una nueva estrategia comunicacional y relacional entre actores claves. Sería un paso importante para que el gobierno construya una visión amplia y compartida que considere las complejas dimensiones en juego. En tiempos de desastre, las formas y el fondo se equiparan en importancia y son claves no solo para hacer una gestión efectiva de la crisis, sino que también para preparar lo que vendrá después: el desconfinamiento traerá desafíos en el ámbito de la movilidad, la educación, los espacios públicos y el trabajo, sin contar con el riesgo inminente de nuevos brotes, la inevitable recesión económica y el contexto del plebiscito constitucional en octubre. Sería imperdonable salir de la pandemia con una convivencia política y social aún más quebrada que la que teníamos cuando entramos en ella.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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