COLUMNA DE OPINIÓN
Inmunidad y autoinmunidad: paradojas pandémicas
10.05.2020
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COLUMNA DE OPINIÓN
10.05.2020
El enorme esfuerzo sanitario, político y moral que está requiriendo el preservar la vida de las personas, hace que la sociedad pierda “su coordinación como un todo”, argumenta el autor de esa columna. Así, mientras la política obliga a cuarentenas, la economía puja por seguir con el intercambio y en esa falta de coordinación, cada sistema obstruye a los otros. “La sociedad se transforma en una paradoja, en un virus de sí misma. Se observa a sí misma como un ‘otro extraño’, adopta conductas inmunitarias frente a ese ‘otro interno’, y provoca actos de autodestrucción”.
Desde los descubrimientos bacteriológicos del siglo XIX, una de las obsesiones de la modernidad ha sido la inmunización frente a lo que cada unidad considera ajeno a lo propio (Sloterdijk 2006). Esto no aplica solo a las pandemias, sino también a las pretensiones por mantener la diferencia ante los intentos de homogenización que surgen desde distintos rincones del planeta y de sus propias estructuras sociales. La Primera Guerra Mundial fue una inmunización de cada Estado frente a las pretensiones imperialistas de otros; la segunda consistió en una inmunización ante el totalitarismo. Los derechos humanos que ahí nacen buscaron la inmunización de lo humano ante su degradación; y las pretensiones de autonomía de los movimientos sociopolíticos del siglo XXI son una reacción inmunitaria a la homogenización étnica impulsada por Estados nacionales o a la homogenización social impulsada por sistemas sociales globales.
El Covid-19 puede haber tomado por sorpresa al mundo porque no se espera que la mayor amenaza provenga desde la naturaleza –el cambio climático sigue siendo menos relevante que la guerra comercial entre EEUU y China, o que el reposicionamiento internacional ruso. No obstante, el Covid-19 cayó en un mundo que ya conoce de reacciones inmunitarias generalizadas.
Frente a las plagas las conoce desde la Antigüedad (Davis 2020). Más aún, las últimas dos décadas se han empeñado en preparar el escenario pandémico: SARS en 2002, gripe aviar en 2004 a 2006, gripe porcina en 2009, ébola en 2014 (Ashton 2020; McCloskey y Heymann 2020). ¿Qué es lo extraordinario de esta situación entonces?
Lo extraordinario es la sintonía socionatural de la crisis: su propagación física como virus y su propagación social como comunicación simultáneamente. La inmunización frente al virus no se ha hecho por vía biológica. No hay vacuna descubierta ni infraestructura que dé abasto para diagnosticar a todos los susceptibles, tratar a todos los contagiados y procesar a todos los muertos.
El Covid-19 puede haber tomado por sorpresa al mundo porque no se espera que la mayor amenaza provenga desde la naturaleza. No obstante, el Covid-19 cayó en un mundo que ya conoce de reacciones inmunitarias generalizadas.
La inmunización viene entonces por medios comunicacionales, a través de un extenso repertorio de instrucciones que crece cada día que pasa, desde la enumeración interminable de posibles síntomas, hasta la comunicación de medidas de prevención, suspensión y reclusión (Singhal 2020; Sohrabi et al. 2020).
Por todo ello, el enfrentamiento de la pandemia no se reduce al sistema de salud, a los colapsados hospitales y personal médico que atiende a los cuerpos enfermos a lo largo del mundo, sino que se extiende a todo tipo de sistema social. La estrategia de distanciamiento físico afecta la continuidad de cualquier sistema de interacción mundial, cada uno de ellos vital para la reproducción de distintas organizaciones.
Las estrategias de aislamiento sobrecargan la base tecnológica de diversas redes sociales electrónicas, a las que ahora se les exige además suplir la ausencia de interacción. Las organizaciones, por su parte, se ven enfrentadas a una incertidumbre inmanejable que les impide tomar decisiones que reproduzcan su propio funcionamiento; sin otra opción, lo ponen en pausa hasta nuevo aviso, transfiriendo la incertidumbre a sus miembros y stakeholders.
Mientras esto sucede, el sistema político cierra sus fronteras simultáneamente, subordina derechos fundamentales al poder estatal y decreta el cierre de actividades productivas no esenciales. Con ello, la economía es intervenida en sus operaciones y expectativas fundamentales. La recesión que se incuba sería mayor que la de 2008, anuncian expertos (Tooze 2020).
El sistema jurídico comienza a sobrecargarse con exigencias de todo tipo, desde la resolución de contratos domésticos e internacionales por fuerza mayor, hasta demandas laborales de distinto alcance.
Y puesto que las crisis complejas son crisis sin solución, ningún gobierno o sistema político puede ‘hacerlo bien’, con lo que la confianza en instituciones públicas se pone en entredicho nuevamente. El personal médico, la religión y el esoterismo pueden ser los ganadores en medio de este trance: los primeros por su universalismo moral, la segunda por la esperanza trascendente frente a una realidad inmanejable, y el tercero por efecto del virus de la ignorancia.
La simultaneidad entre propagación física del virus y la comunicación social acerca de él es, sin duda, mayor que nunca. No podía ser de otro modo con la exponencial expansión tecnológica de la última década. Pero cuando esto acontece, hay que contar con que la reacción social a la inmunidad de los cuerpos individuales genera una autoinmunidad de la sociedad en general (Derrida 2003; Cohen 2004; Mutsaers 2015; Ferri 2018).
En su esfuerzo sanitario, político y moral por preservar su base psicofísica de existencia (los individuos), la sociedad pierde su coordinación como un todo y cada sistema social, preocupado en primera instancia de su propia subsistencia, produce comportamientos que obstruyen el funcionamiento del resto. La sociedad se transforma en una paradoja, en un virus de sí misma. Se observa a sí misma como un ‘otro extraño’, adopta conductas inmunitarias frente a ese ‘otro interno’, y provoca actos de autodestrucción mediante autoagresión.
La política motiva (obliga) a la clausura de actividades económicas que dejan sin empleo a miles de trabajadores y llevan a la quiebra a cientos de empresas; la economía motiva a continuar el intercambio de bienes y servicios, con lo que deflaciona el valor de órdenes imperativas y normas de derecho; el derecho suspende sus propios derechos fundamentales por instrucción política, con lo que se pone en riesgo a sí mismo; o no los suspende por la acción de tribunales, con lo que debilita el poder político. La religión invita a abandonarse a la trascendencia, con lo que la inmanencia de la conducta pierde relevancia; mientras que la ciencia, acostumbrada desde Popper a sus verdades provisionales, cambia sus recomendaciones cada día de acuerdo a los resultados de sus conjeturas y refutaciones.
En órdenes sociales complejos, las crisis verdaderas son el único momento histórico en que esto se puede intentar con relativa probabilidad de éxito, aunque se debe tener claro que esa reconstrucción puede ser tanto para mejor como para peor.
Si la sincronía entre propagación física global del virus y propagación social mundial en la comunicación es mayor que nunca, entonces contamos con un nuevo tipo de crisis pandémica socionatural en la que la reacción inmunitaria que protege a los cuerpos del virus es simultánea a la reacción autoinmunitaria de la sociedad en la que ella adopta un comportamiento errático autodestructivo.
Dicho de otro modo, los cuerpos que sobrevivan no solo contarán con el peso de la muerte cercana o de sus propias heridas, sino también con el peso de reconstruir la forma de la sociedad en que viven. En órdenes sociales complejos, las crisis verdaderas son el único momento histórico en que esto se puede intentar con relativa probabilidad de éxito, aunque se debe tener claro que esa reconstrucción puede ser tanto para mejor como para peor.
Ashton, J. 2020. The pandemic of coronavirus: tackling the last plague. Journal of the Royal Society of Medicine 113(3): 123-124.
Cohen, E. 2004. My self as an other: on autoimmunity and “other” paradoxes. Medical Humanities 30: 7-11.
Davis, V. 2020. Plagues and panics, ancient and modern.National Review 72(5): 16-18.
Derrida, J. 2003. Autoimmunity: real and symbolic suicides (85-136). EnBorradori, G., Philosophy in a time of terror. Dialogues with Jürgen Habermas and Jacques Derrida. Chicago and London: The University of Chicago Press.
Ferri, B. 2018. Metaphors of contagion and the autoimmune body. Feminist Formations 30(1): 1-20.
McCloskey, B. y Heymann, D. 2020. SARS to novel coronavirus – old lessons and new lessons. Epidemiology and Infection 148(e22): 1-4.
Mutsaers, I. 2020. One-health approach as counter-measure against “autoimmune” responses in biosecurity. Social Science &Medicine 129: 123-130.
Singhal, T. 2020. A review of the coronavirus disease-2019 (COVID-19). The Indian Journal of Pediatrics 87(4): 281-286.
Sloterdijk, P. 2006. Esferas III. Madrid: Siruela.
Sohrabi, C.; Alsafi, Z.; O’Neill, N.; Khan, M.; Kerwan, A.; Al-Jabir, A.; Iosifidis, C.; Agha, R. 2020. World Health Organization declares global emergency: A review of the 2019 novel coronavirus (COVID-19).International Journal of Surgery 76: 71-76.
Tooze, A. 2020. Is the coronavirus crash worse than the 2008 financial crisis?Foreign Policy March 18. Disponible aquí.[acceso 7 de abril 2020].
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