COLUMNA DE OPINIÓN
La crisis y el futuro incierto
05.04.2020
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COLUMNA DE OPINIÓN
05.04.2020
¿El coronavirus matará también al capitalismo o, como sugiere el filósofo Byung-Chu Han, se mantendrá fuerte, protegido por estados policiales? El cientista político Claudio Fuentes trae ese debate a Chile, país donde se llegó a anunciar la muerte del neoliberalismo. Cuando la epidemia pase ¿cambiaremos en algo o volveremos a las rutinas del país desigual que somos?
La pandemia del coronavirus abrió un relevante debate sobre las consecuencias que tendrá este evento de escala mundial. El filósofo Slavoj Žižek plateaba hace poco que esta epidemia podría convertirse en un ataque letal al sistema capitalista global. Diez días más tarde, el mismo autor reafirmaba esta idea, indicando que esta crisis colocaba al mundo en el siguiente dilema: o se optaba por la ley de la selva o bien se reinventaba el comunismo.
Pero, ¿a qué específicamente hacía referencia Žižek con esta provocadora afirmación? Sostiene este autor que la naturaleza global de la pandemia estimularía a las sociedades del mundo a encontrar soluciones fuera de las estructuras tradicionales del Estado (a partir de la solidaridad social), y a partir de una fuerte colaboración y coordinación internacional (solidaridad global). Es decir, no es que Žižek defienda la necesidad de aparatos gubernamentales comunistas, como el de China. Su apelación tiene que ver con la necesidad de un marco de entendimiento global —transnacional— para resolver esta crisis.
Lo que estaría demostrando la pandemia serían las limitaciones y debilidades del mercado, y la necesidad de abrirse a nuevas formas de solidaridad social (local y global). Pero la propuesta de Žižek se acerca más a una expresión de deseo (e incluso de necesidad), que de afirmación categórica sobre el futuro.
Byung-Chul Han discrepa del planteamiento anterior. El filósofo coreano argumenta que, por una parte, lo que la pandemia ha provocado a nivel individual no es solidaridad social sino, todo lo contrario, un marcado aislamiento social. Es decir, no generaría sentimientos comunitarios.
Por otra parte, sostiene que el capitalismo continuará y quizás con mayor pujanza. Las fuerzas autoritarias que priman en parte del planeta continuarán su tarea de estado policial, cuestión que incluso podría llegar a ser exportada hacia las sociedades occidentales con miras a controlar futuras plagas. Para Byung-Chul Han no será el virus el que termine con el capitalismo. Lo que podría generar su fin es cualquier revolución humana que cuestione al capitalismo destructivo. Son las personas, dotadas de razón, las que podrían superar este esquema económico.
La interrogante que emerge de este debate es si algo sustantivo sucederá en el mundo —y en nuestro país— cuando el ciclo de la pandemia acabe. Después de ver tantas muertes y deficiencias de los sistemas estatales y sociales ¿veremos emerger una sociedad que transforma el modo de convivir? ¿Observaremos estados que se preocupan por proveer mejor salud, que se preocupan de los sectores vulnerables? ¿Se invertirá en ciencia y tecnología para enfrentar este tipo de pandemias? ¿Se estimulará la cooperación internacional para promover políticas globales en materias de salud pública global o primará una lógica nacionalista y centrada en el encierro estatal?
Estas preguntas son particularmente acuciantes para países marcados por la desigualdad y donde crisis sanitarias afectan tanto y tan desigualmente a la población. Aunque en estos momentos la preocupación central está en enfrentar el día a día de la crisis, en pocos meses más las interrogantes se asociarán con lo que aprendimos de este proceso respecto del rol del Estado, de los privados, de la sociedad civil organizada, del rol que cumple o debiera cumplir la comunidad científica, y de la ciudadanía en general.
¿Aprenderemos algo o volveremos a nuestro quehacer rutinario?
El principal temor que emerge es que este momento traumático que estamos viviendo no genere un cambio de comportamientos sociales y estatales relevantes. El temor es que no suceda nada. Retomada la “normalidad”, algunos canten victoria por cómo se actuó; otros rasguen vestiduras por lo obrado; pero que las cosas sigan más o menos igual.
Mi temor o escepticismo surge respecto del modo en que se han enfrentado otras crisis sociales en Chile y el mundo. Parto de la premisa que los marcos ideológicos (idiosincráticos) es difícil modificarlos, que cuesta mucho modificar comportamientos políticos y sociales tanto porque existe una alineación de intereses de poder, como porque socialmente tendemos a optar por lo conocido. Para superar una crisis —y en el caso de Chile hablamos de una doble crisis socioeconómica y ahora sanitaria— se necesita una alteración del modo de pensar y de hacer las cosas. Me temo que aquello no sucederá.
En un reciente libro, Jared Diamond (Upheaval: How Nations Cope with Crisis and Change, 2019) nos ilustra sobre la respuesta de los países frente a las crisis. Tomando el caso de siete naciones —incluyendo a Chile— delinea algunos aspectos centrales que podrían incidir en un desenlace favorable para momentos decisivos de una nación.
Lo que examinaré a continuación es si esos elementos se hacen presentes en la realidad nacional, en otras palabras, si las condiciones delineadas por Diamond podrían hacerse presentes en el debate nacional; y que circunstancias podrían ayudar a modificar —como sociedad— el modo en que pensamos y hacemos las cosas. Destacaré solo cinco elementos:
El primer paso que nos explica Diamond es el reconocimiento social que nos encontramos en una situación de crisis, esto es, que estamos en una circunstancia que requiere alterar los fundamentos mediante el cual nos hemos relacionado.
Si pensamos, por ejemplo, que los últimos 30 años han sido una panacea social, que Chile fue capaz de resolver sus problemas, que no se justifica alterar la relación Estado-Mercado, que nada de lo que se experimenta hoy tiene que ver con las precariedades del sistema de salud público, que solo se requieren mejoras del modelo (más camas, más ventiladores, más hospitales, mejor infraestructura), o que dada la magnitud de la pandemia las respuestas fueron las correctas, seguramente seguiremos enfrascados en el mismo debate que hemos tenido por ya más de dos décadas entre auto-flagelantes y auto-complacientes del modelo chileno.
El reconocimiento social de una “crisis” entonces se hace central: ¿Existe algo en las relaciones de Estado-mercado que no está funcionando? ¿Se necesitan nuevos arreglos político-institucionales para, por ejemplo, distribuir de mejor modo la implementación de recursos y ejecución de las políticas públicas en los territorios? ¿Se requieren nuevos arreglos de vínculo entre sociedad-Estado?
Para Byung-Chul Han no será el virus el que termine con el capitalismo. Lo que podría generar su fin es cualquier revolución humana que cuestione al capitalismo destructivo. Son las personas, dotadas de razón, las que podrían superar este esquema económico.
La cuestión de las responsabilidades es también central para salir de una crisis. El comportamiento intuitivo humano pareciera ser no hacerse cargo de sus propias faltas, sino más bien culpar a otros o bien jugar un rol de víctimas. Esta aseveración que hace Diamond es muy crucial para el caso de Chile, que desde hace tiempo se encuentra subsumido en una lógica de víctimas y victimarios del modelo. Asumir responsabilidades implica aceptar y reconocer las limitaciones en lo obrado cuestión que rara vez emerge en el diálogo político.
Al analizar cómo las sociedades han superado momentos de crisis y se han abierto a nuevos paradigmas, prima la idea del cambio selectivo, esto es, la opción que los sistemas políticos hacen por transformar ciertos aspectos críticos en una determinada coyuntura y no modificarlo todo simultánea y dramáticamente. En este sentido, los momentos “refundacionales” operan siempre serán acompañados de elementos de continuidad.
La resolución de una crisis y su superación requiere de ayuda externa. En general, países que han sido exitosos tienden a confiar en sus propias capacidades para resolver y reorientar sus acciones luego de una crisis. Pero eso no basta. La cooperación internacional, el aprendizaje a partir de otras experiencias resulta vital para encontrar nuevas soluciones a nuevos desafíos y problemáticas.
Un elemento adicional es la capacidad de las naciones de desarrollar mecanismos de autoevaluación de modo de aprender de los procesos de crisis. Lo anterior implica un doble desafío, nos dice Diamond, (a) contar con información fidedigna y precisa, y (b) evaluar dicha información con honestidad.
Retornando a mis temores, me pregunto cuánto de estos elementos están y estarán presentes en el debate político y social chileno una vez superada la crisis del coronavirus. Hasta febrero del presente año parecíamos enfrascados en mundos paralelos: unos defendiendo el legado de 30 años de un modelo económico y político que pareció generar crecimiento y oportunidades, y otros delineando las injusticias y desigualdades de tal modelo económico y constitucional. Estos mundos paralelos no eran capaces de generar consensos mínimos para explicar la realidad. Unos pensaban que todos los culpables estaban allá (en los conductores de la transición), mientras otros sostenían que lo hecho, bien hecho estaba.
La interrogante es si, superar la crisis sanitaria, la política y la sociedad volverá a sus acostumbradas trincheras desde donde cada cual seguirá predicando lo que sabe y quiere predicar.
El temor es que no suceda nada; que retomada la “normalidad”, algunos canten victoria por cómo se actuó; otros rasguen vestiduras por lo obrado; pero las cosas sigan más o menos igual. Mi temor o escepticismo surge respecto del modo en que se han enfrentado otras crisis sociales en Chile y el mundo.
¿Habrá espacio para reconocer que nos encontramos en una crisis, que se cometieron errores? ¿Habrá oportunidad para evaluar lo obrado? ¿Habrá oportunidad para reflexionar sobre el tipo de Estado y mercado que se requiere en un mundo como el que vivimos? ¿Habrá tiempo, oportunidad y deseos de evaluar lo realizado?
Mi temor es que después de esta crisis, volveremos a nuestros reductos y rápidamente nos re-acostumbraremos a predicar lo que hemos venido cada cual en su trinchera ha venido predicando. Comparto la expresión de necesidad planteado por Žižek dado que se requiere de un nuevo marco de solidaridad a escala social y global. Pero también comparto el escepticismo de Byung-Chul Han, de observar cómo las fuerzas del status quo son tan poderosas que limitan la posibilidad de generar un cambio sustantivo tanto en los comportamientos sociales como del propio Estado.
Entonces, la gran incógnita es si las crisis simultáneas que ha venido observando Chile abrirán la posibilidad de generar nuevos arreglos sociales, económicos y políticos que permitan un nuevo equilibrio entre Estado y mercado, y entre representantes y representados.
La cuestión central a dirimir será si son necesarios estos nuevos arreglos y aquello pasará por reconocer social y políticamente que nos encontramos aunque una crisis de las estructuras que han modelado la forma de relacionarnos en los últimos 40 años.
Byung-Chul Han. 22 de marzo, 2020. La emergencia viral y el mundo de mañana.
Jared Diamond. 2019. Crisis. Cómo reaccionan los países en los momentos decisivos. Random House Mondadori. Debate.
Slavoj Žižek: Coronavirus is “Kill Bill”—esque blow to capitalism and could lead to reinvention of communism. 27 debrero, 2020.
Slavoj Žižek: Global communism or the jungle law, coronavirus forces us to decide. 10 de marzo, 2020.
Este artículo es parte del proyecto CIPER/Académico, una iniciativa de CIPER que busca ser un puente entre la academia y el debate público, cumpliendo con uno de los objetivos fundacionales que inspiran a nuestro medio.
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