LA VERSIÓN FALSA DE LOS UNIFORMADOS FUE DESBARATADA POR LA INVESTIGACIÓN JUDICIAL
Las mentiras de Carabineros para justificar la golpiza a Moisés Órdenes
03.02.2020
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LA VERSIÓN FALSA DE LOS UNIFORMADOS FUE DESBARATADA POR LA INVESTIGACIÓN JUDICIAL
03.02.2020
El hombre de 55 años estaba manifestándose en la Plaza Ñuñoa, en Santiago, cuando fue atacado por un piquete de Fuerzas Especiales. Las consecuencias para su salud fueron graves: tres meses después aún no recupera la vista. Además quedó con un pulmón perforado, cinco costillas fracturadas, un hombro dislocado, un diente menos, dos astillados y su nariz rota. Los 12 policías involucrados entregaron a la justicia una versión falsa, la que fue desestimada por una investigación interna de Carabineros, por la PDI y por testigos. Hace unos días una jueza liberó a todos los involucrados de la prisión preventiva. La familia, el INDH y la Fiscalía ya presentaron una apelación. Los uniformados eran investigados por el delito de torturas.
Moisés Órdenes (55) es pintor y poeta, pero hace más de tres meses que no toma un pincel ni un lápiz. No tendría sentido hacerlo: lleva más de cien días ciego. Solo ve destellos de luz desde que el 21 de octubre pasado, cuando comenzaba la tercera noche de toque de queda, un grupo de carabineros de Fuerzas Especiales (FFEE) le dio una golpiza en plena Plaza Ñuñoa. Las patadas, puñetes y lumazos de los uniformados terminaron dejándolo un mes hospitalizado, con la nariz rota, un diente menos y dos astillados, y cinco costillas fracturadas. No fue la única consecuencia de la agresión: un pulmón perforado, un hombro dislocado y el ojo izquierdo irrecuperable. El derecho tuvo un desprendimiento de retina, y aún no se sabe si volverá a ver.
La paliza fue televisada. El noticiero de CNN-CHV mostró en vivo cada segundo. Eran las 20:40 cuando llegó la sección 02 de la 28º Comisaría de Fuerzas Especiales, con sus once uniformados dirigidos por el teniente Martín Blanc Cabrera (27). Ese día en Plaza Ñuñoa se había reunido una multitud que destacó en la prensa, por pacífica; pero a esa hora, según testigos, ya quedaba poca gente. Uno de ellos era Moisés Órdenes, quien apareció en pantalla poco después de que lo hiciera el piquete de Carabineros. Iba con ambas manos ocupadas: una sartén en una y un celular en la otra, grabando lo que ocurría. Algo le gritaba al vehículo de Carabineros estacionado frente a él, pero no se escuchaba lo que les decía.
En las declaraciones judiciales de los uniformados -que CIPER revisó-, los carabineros aseguran que Órdenes era un “peligro inminente”. “Estaba muy agresivo y pese a que nosotros en todo momento tratamos a viva voz de que depusiera su actitud, él continuaba insultando con groserías y además mantenía un objeto tipo sartén en sus manos con lo cual intentaba dar golpes”, detalló el teniente Blanc el 30 de octubre. Algo parecido dijeron los demás. También que Órdenes los amenazaba de muerte: «pacos culiados hijos de puta«, «cafiches del Estado«, «los voy a matar«, «todas las balas se van a devolver«.
Pero la realidad era otra. CIPER revisó el video que grabó Moisés con su celular, donde se escucha con nitidez lo que les gritó a los carabineros. Al poner play en el reproductor se oye su voz desgarrada:
– Dejen de reprimir al pueblo, hueones ¡Dejen de atacar a la gente del pueblo! ¡Oye! ¿Acaso no tienen familia, pacos culiaos? ¿Ah? ¡Todo porque tienen una mejor previsión!
Moisés los increpaba, sin saber que él también -por suerte, dice su familia- estaba siendo grabado.
– ¡Dejen de atacar al pueblo, pacos! ¡No sean hueones! Les están vendiendo la pomada una vez más…
Su cámara no registró advertencia alguna de parte de los uniformados. Tampoco desde dónde vino el primer golpe. Moisés no alcanzó a terminar la frase: la última palabra se convirtió en un grito entrecortado. CNN-CHV mostró cómo cinco carabineros se le acercaron a paso rápido. Uno de ellos inició la paliza con un puñetazo en la cara y un empujón. Moisés Órdenes perdió el equilibrio, retrocedió, tratando de alejarse. Recién ahí comenzó a lanzar manotones desesperados, sartén en mano, defendiéndose de los lumazos. Intentó evitarlos, retrocediendo de espaldas. El grupo de policías que lo rodeaban crecía. La patada del teniente Blanc le llegó por atrás, directo a las costillas.
Fueron segundos desde el primer impacto hasta que Moisés se azotó como un muñeco contra el pavimento. Su celular rodó y quedó apuntando al cielo. En la transmisión televisiva se vieron los golpes que siguieron. En el video del teléfono se escucha a una mujer gritando: “¡Suéltenlo!, ¡suéltenlo!”.
– Lo que ve mi hermano desde el piso son botas que le pegan. Es una visión tortuosa-, dijo a CIPER el periodista Dino Pancani.
Lo dejaron tirado. En televisión se vio cómo se ponía de pie y se alejaba, para luego volver a aparecer –ensangrentado- buscando algo en el suelo. Recién entonces lo detuvieron. Después vino el traslado en el carro policial, la larga espera, el dolor punzante, la constatación de lesiones, la hospitalización y la oscuridad total. También una investigación del Ministerio Público que inició con las querellas por torturas que plantaron el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) y la familia de Órdenes; un sumario interno en Carabineros y las contradicciones de los Fuerzas Especiales.
Esa misma noche, Martín Blanc llamó a la Fiscalía para dar inicio al procedimiento de la detención del pintor. Titubeante, el teniente improvisó en esa llamada una primera versión. Al día siguiente emitió un informe -solicitado por su jefatura- que afinaba los detalles que luego repetirían sus subalternos, algunas veces de forma textual. Todos culpan a Órdenes y minimizan la violencia de la que fue víctima: dicen que los agredió y amenazó de muerte, que era un peligro y se resistió a la detención, que le advirtieron que debía irse, que estaban muy cansados, que el hombre tenía lesiones anteriores, que no se reconocen unos a otros en el video.
Esa también ha sido la estrategia de sus abogados, quienes lograron revocar las medidas cautelares que pesaban sobre los uniformados cuando -el 22 de enero pasado- la jueza Patricia Ibacache determinó que Moisés no había sido torturado. Siete carabineros fueron sobreseídos de la causa por no participar directamente, y los otros cinco -entre los que se cuenta Blanc- libraron de la prisión preventiva y, en cambio, les fijaron las medidas cautelares de firma semanal o mensual y prohibición de dejar el país.
La historia de los carabineros también ha tenido eco en las entrevistas que el teniente Blanc ha dado en prensa y televisión. CIPER accedió a los documentos, videos y testimonios que dejan en evidencia los vacíos de esa versión. Para este reportaje se revisó el proceso judicial, el sumario interno de Carabineros, el informe que hizo la Policía de Investigaciones (PDI) para la Fiscalía, las declaraciones de los uniformados, de los testigos, y también las de Moisés Órdenes. Además se tuvieron a la vista sus registros médicos y el video que grabó. Todo ese material sirve para reconstruir lo que ocurrió esa noche y los días que siguieron.
En las próximas semanas se discutirá en tribunales la apelación de los querellantes y de la Fiscalía para que se siga el proceso en contra de los doce funcionarios policiales por el cargo de torturas. Francisco Bustos, uno de los abogados de Órdenes, dijo a CIPER que aún faltan diligencias clave para determinar con certeza si los carabineros esa noche lo torturaron. La más importante es, a juicio del abogado, recibir los resultados de la aplicación del Protocolo de Estambul: una serie de exámenes y análisis que hace el Servicio Médico Legal. Solo así, explica Bustos, se puede comprobar o descartar que se cumplen los tres elementos que exige la ley para determinar la agresión como una tortura: “…haber participación de agentes del Estado, que ésta cause dolores o sufrimientos graves, y que la finalidad sea reprochable, como interrogar o castigar”. Antes de eso, cree Bustos, “no se puede sobreseer a nadie”.
La tarde del martes 22 de octubre el mayor Juan Muñoz, Comisario de la 28° comisaría de Fuerzas Especiales, le envió un oficio al teniente Martín Blanc, exigiendo una explicación. Su subordinado debía “informar amplia y detalladamente procedimiento adoptado el día 21 de octubre (…), en circunstancias que se encontraba de servicio (…) en el sector Plaza de Ñuñoa, siendo transmitido en vivo por un canal de televisión y su amplia difusión en redes sociales, situación que fue observada por el mismo jefe de Zona y Mando de Repartición”, consigna ese documento, al que accedió CIPER.
De madrugada, mientras esperaba que los funcionarios del Hospital del Salvador atendieran a Órdenes, Blanc ya había ensayado una primera versión de los hechos. Eran cerca de las tres de la mañana, y el teniente llamó a la Fiscalía para iniciar el trámite de la detención de Moisés. Luego de las presentaciones de rigor, el uniformado explicó la situación: el procedimiento había sido en Ñuñoa, donde quedaban unas “100 o 200 personas” haciendo “desórdenes graves”. Que aprehendieron a Órdenes por amenazas de muerte y “el tema del toque de queda”. También acusó maltrato de obra, pero luego se desdijo.
Aprovechando un momento de silencio en que Gonzalo Tolorza (funcionario del Ministerio Público) se ordenaba para anotar lo que le decían del otro lado de la línea, Blanc tanteó terreno:
– Blanc: El motivo de la demora en la llamada es por el tema del certificado de lesiones.
– Tolorza: ¿Tiene lesiones él?
– Blanc: Tiene demasiadas lesiones.
– Tolorza: ¿Y por qué?
– Blanc: Tiene… bueno, tiene lesiones graves (…)
– Tolorza: ¿En qué consisten éstas?
– Blanc: Esto es lo que me… Igual le consulto a usted, para ver si me puede ayudar un poco con esto, porque igual uno está preocupado por esta cuestión, el tema de las lesiones… Dice… Espéreme un segundito, por favor.
Blanc enumeró, uno a uno, los rastros de la golpiza que quedaron en el cuerpo de Moisés: “Politraumatizado grave, trauma ocular izquierdo, fractura nasal, trauma torácico contuso, fracturas costales izquierdas múltiples. Neumotórax izquierdo leve, luxación hombro izquierdo, fractura dental incisivo central superior izquierdo”.
Hablaron largo rato. En las 19 páginas de la transcripción de esa conversación, que CIPER revisó, el oficial explicó lo que había pasado la noche en que él y los once carabineros a su cargo -la mayoría jóvenes, menores de 30, de provincia- apalearon a Moisés Órdenes y lo llevaron en calidad de bulto desde Ñuñoa al hospital en Providencia. Según su versión, ellos no habían golpeado tan brutalmente a Órdenes: el hombre -que supuestamente había estado tirando piedras al carro policial e insultando a sus uniformados- venía abatido desde antes.
– No sé si estará bien decírselo a usted, pero igual le pido como una guía en cómo poner eso en la declaración (…) que según yo, nosotros no le provocamos todas estas lesiones. (…) Entonces cómo poder ponerle eso, porque en realidad nosotros no le fracturamos las costillas, quizá la luxación del hombro podría haber sido producto del golpe en el suelo, pero la fractura nasal y la fractura en las costillas (…) y lo otro que tiene, nosotros no se lo provocamos a este tipo. Por eso a mí me parece súper extraño, y el certificado de lesiones dice que es reciente, pero ¿qué significa que sea reciente? (…) Nosotros no le provocamos todas esas lesiones a ese tipo y eso es lo que me tiene así como “chuta”. ¿Cómo lo pongo?
Del otro lado del teléfono le respondieron que debía explicar cómo había pasado, según su perspectiva.
– Mmm, ya. Bueno, le pongo con mis propias palabras no más lo que yo quiero decir, no más.
Al día siguiente su informe explicó en tres carillas justamente eso: lo que Blanc quería decir. El relato detallaba que habían sido enviados al sector para controlar “una turba de alrededor de 300 personas”, que tiraban palos y botellas con pintura al carro policial y prendían barricadas en la calzada durante el toque de queda. Que Moisés, “haciendo caso omiso a las órdenes de Carabineros”, les gritó y los amenazó de muerte. Que el cabo 2° Samuel Mora Lodi (27) lo había reconocido por sus vestimentas (ropa negra con un estampado blanco en la polera), como uno de los que atacaron el vehículo, por lo que “proceden a intentar reducir al individuo (…) con la finalidad de lograr su detención, utilizando los medios de defensa entregados por el Estado a Carabineros de Chile, ante lo cual dicho individuo opone tenaz resistencia”.
Por eso, supuestamente, Blanc tuvo un “acto reflejo” (tenía las manos ocupadas con la escopeta antidisturbios) y, para evitar que se fugara, le dio a Órdenes la patada por la espalda que lo dejó tirado en el suelo, a la que siguieron el resto de los golpes.
El oficial cerró su argumentación insistiendo en su tesis: “Mientras ocurría el procedimiento, el suscrito se percata que dicho detenido mantenía una lesión antigua en uno de sus ojos” y que “podría haber ocurrido anteriormente a la detención, puesto que el actuar policial en ningún caso podría haber provocado lesiones como las manifestadas en el documento del hospital”.
Moisés usa lentes ópticos y el año pasado se hizo una cirugía para corregir un poco el ángulo de su mirada: tenía estrabismo en su ojo izquierdo, según registros médicos a los que accedió CIPER. Un certificado extendido por el doctor Francisco Villarroel, de la clínica oftalmológica IOPA, indica que “en octubre de 2018 presentaba una visión de AV 0.7 y OD y 0.2 OI, con corrección”.
– Era piti, tenía una visión reducida, pero veía- explicó Pancani a CIPER.
Órdenes no intentó escapar. Eso se ve en la transmisión de CNN-CHV. Según él mismo dijo a la Fiscalía, no lo hizo porque con la paliza “quedé desorientado. Pensé en arrancar, pero como estaban todos estos tipos ahí se me vino a la mente que me podían balear por la espalda, así que me quedé ahí”. Los testimonios de dos personas que iban detenidos en el mismo carro que Moisés -que CIPER leyó-, coinciden en que el hombre iba en posición fetal, su cara y ropa cubiertas de sangre, y casi ni se podía sentar por el dolor.
Tampoco era una amenaza: sus heridas estaban frescas y apenas se podía mover. En su testimonio dijo que “les gritaba ‘por favor tírenme en cualquier parte, necesito atención médica’. Estaba tan desesperado que les decía ‘no los denuncio, pero déjenme en una posta, digo que me caí’”. A las 21:41, cuando llegó escoltado, la sala de espera del Hospital del Salvador parecía territorio en guerra. Ese lunes 21 de octubre fue el día más violento en los meses que han seguido a la revuelta del 18/O, con 410 personas heridas en manifestaciones. Un hombre que quedó parcialmente ciego luego de que un carabinero aún no identificado le disparó perdigones en la cara durante las protestas en Plaza Italia vio a Moisés esa noche. Según relató a CIPER, vio a Órdenes reprochar a sus acompañantes: “Miren cómo me dejaron, niñitos, ¿ven lo que me hicieron?”, les decía. Su familia, que había visto la tortura en vivo por televisión, llegó al hospital poco después. Lo encontraron sentado en el suelo, encorvado y ensangrentado, con la cara hinchada.
Mientras Moisés era hospitalizado, Blanc le planteaba sus dudas por teléfono al funcionario de la Fiscalía:
– Blanc: No me gusta “pa ná” como se viene esta cuestión.
– Tolorza: No, no, ¿por qué?
– Blanc: Usted sabe cómo son las cosas, poh, oiga. Al final, uno termina más perdiendo que ganando
Horas después comenzó el sumario interno que recogió las declaraciones de todos los carabineros involucrados, que insistieron en la misma línea que Martín Blanc, más o menos con las mismas palabras: la situación era un caos y Moisés una amenaza; ellos se lo advirtieron, él no hizo caso y los amenazó de muerte; ellos no lo querían detener, estaban cansados, pero Órdenes “opuso tenaz resistencia”. Pero hay una frase que repitieron, como si se la hubiesen aprendido de memoria, cuando el capitán Jorge Gutiérrez -quien llevó la investigación dentro de las filas- les preguntó si reconocían a alguien más que a sí mismos en el registro televisivo.
– No mi capitán, dada la efervescencia del momento y como todos utilizamos casco de protección, sumado al hecho que era de noche, no logro reconocer a los otros funcionarios-, respondieron siete de ellos.
A 20 días del ataque de los policías contra Moisés Órdenes, el capitán Gutiérrez determinó que no se evidenció “en ningún momento algún tipo de amenaza o peligro a la integridad física del personal que procede en contra de esta persona, la cual producto de los golpes recibidos resulta lesionado, no obstante permiten que se ponga de pie por sus propios medios y camine hacia un paradero, donde recién pasado un lapso de tiempo, lo detienen”. En el documento, al que accedió CIPER, recomendó “separar del servicio” al teniente Martín Blanc Cabrera y la “baja de las filas de la institución” para los cabos 2° Álvaro Yáñez Garrido y Eduardo García Rivera y los carabineros Nicolás Cuevas Cárcamo, Gabriel Fernandois Soto y Fernando Espinoza Acuña.
La PDI, mandatada por el Ministerio Público, emitió su informe un mes después de la resolución de Carabineros, e iba en la misma línea: “Se determina que no hubo por parte del señor Órdenes Corvalán provocación alguna en contra de los funcionarios policiales que justificara su actuar.
No se aprecia el lanzamiento de objetos contundentes de parte de la víctima en contra del personal de Fuerzas Especiales. Únicamente se aprecia que sostiene una ‘paila’. De parte del afectado no hubo oposición alguna al actuar policial, cuestión que resultaba imposible considerando el número de estos, su equipamiento y la evidente desproporción en las fuerzas que se ‘enfrentaban’”.
En sus argumentos finales, la PDI apuntaló los tres argumentos clave para que -según el abogado Francisco Bustos- se configure el delito de torturas: “La conducta desplegada por los funcionarios policiales tuvo como único objeto infligir golpes y sufrimientos graves a la víctima, sin justificación alguna, los que resultaron de carácter grave”.
El informe de la PDI consigna un antecedente especialmente grave: que Moisés “es víctima calificada por la Comisión Nacional sobre Prisión y Política y Tortura conocida como VALECH”. Es decir, agentes del Estado han abusado de él dos veces. Su familia es escueta al relatarlo. Dino explica que “fue en 1984. Lo tomaron, lo detuvieron, lo retuvieron dos días. Él era muy joven. No tuvo ninguna lesión que pudiera durar 40 años. Eso solo está en la cabeza de los carabineros”.
Hasta el 15 de enero pasado el INDH había presentado 770 querellas por torturas y tratos crueles. Una de ellas es la que estampó el 24 de octubre en contra de los agresores de Moisés Órdenes. El 22 de enero, en el Octavo Juzgado de Garantía de Santiago, la jueza Patricia Ibacache revocó la sentencia que había impuesto cautelares a los 12 carabineros que participaron -por acción u omisión- en la golpiza de Moisés. Esa decisión sobreseyó de la causa a los cabos Fernando Soto, Samuel Mora, Fabián Torres, Ricardo Gómez e Iván Hernández; al carabinero Carlos Cerda y al suboficial Daniel Hervias. Los otros cinco -el teniente Martín Blanc, el cabo Álvaro Yáñez y los carabineros Fernando Espinoza, Nicolás Cuevas y Gabriel Fernandois- están con firma semanal o mensual y prohibición de dejar el país.
“Esa resolución la apelamos nosotros, el INDH y la Fiscalía”, explicó a CIPER Francisco Bustos, abogado de Moisés Órdenes. “Ya es hora de que la judicatura y los actores relevantes vayan superando esa idea de que la tortura es solamente lo que ocurría en dictadura. Una golpiza entre tantas personas, todas además mucho más corpulentas que Moisés, y que tiene este nivel de consecuencias, puede ser tortura”.
Esa apelación deberá ser revisada en tribunales en las próximas semanas. De tener éxito, la investigación volvería a considerar a los 12 funcionarios formalizados inicialmente. Esto es central, creen cercanos a Moisés e intervinientes en la causa, porque los carabineros que fueron testigos de la golpiza y no la evitaron también tendrían responsabilidad. Por esto, dijo Bustos a CIPER, la jueza se apresuró al sobreseer a los siete uniformados, ya que “no se puede descartar lo que no se ha terminado de investigar”. No se ha hecho una restitución de escena. Tampoco han recibido los resultados del Protocolo de Estambul: Moisés se hizo los exámenes hace algunos días, pero los informes del SML aún no están listos.
Además, hay un punto en la argumentación de las defensas de los carabineros que le parece especialmente peligrosa al abogado Bustos: el cuestionamiento a la duración de la tortura. “Dicen que esta agresión fue tan corta que no puede ser tortura. En realidad, eso no es parte de la convención de las Naciones Unidas. No da una duración porque es un requisito muy arbitrario”.
– ¿Cuánto dura la tortura? ¿Son los 40 segundos que duró la paliza o tiene una permanencia? Cuando aparecen hablando mentiras en la tele, esa también es una prolongación de la tortura. No hay un reconocimiento de él como víctima y esperamos que eso se solucione, que se haga justicia-, agregó Dino Pancani.
El resultado de esta causa podría ser determinante para una investigación que se inició el viernes 31 de enero, cuando nueve carabineros golpearon brutalmente a un joven en Puente Alto luego de una manifestación por la muerte de Jorge Mora, atropellado por un camión policial la noche anterior. El ataque quedó registrado en las cámaras de seguridad del sector, y Carabineros anunció que iniciará un sumario y que ya dieron de baja a siete uniformados.
Puedes escuchar esta investigación aquí:
*Audio realizado por CarolinaPereira.de