Cuotas de género: “La crisis del hombre mediocre”
09.12.2019
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09.12.2019
“La crisis del hombre mediocre”. Ese es el título de un artículo en que Besley, Folke, Persson y Rickne, revisan el sistema electoral sueco y sus cuotas de género, y, en particular, los efectos del modelo afirmativo que los Socialdemócratas introdujeron en 1993.
Básicamente, lo que demuestran es que cuando aumenta la competencia entre hombres, producto de tener que dar espacios a las mujeres, se eligen mejores representantes masculinos. Claro, para pena de aquellos mediocres que han sido subvencionados con la baja participación femenina.
En estos días en que se discute en Chile la composición de un posible órgano constituyente, es importante tener esto en mente y reflexionar por qué son necesarios, desde dos perspectivas, los mecanismos de discriminación positiva. Una es porque mejoran la calidad de nuestra democracia y, en segundo término, por el imperativo ético de que el derecho a ser elegidas no sea sólo teórico.
Son días en que hemos escuchado al colectivo Las Tesis denunciar la violencia sexual como una de las tantas formas de discriminación. Y aunque algunos reduzcan su mensaje a una lectura literal de éste, la verdad es que dan en el clavo. “El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que no ves”. Hay muchas formas de violencia: estructural, de reglas, económica. Todas ayudan a que algunos con menos talento que otras tengan más acceso a los puestos de poder porque nacieron hombres.
Pero, ¿quiénes son esos mediocres a los que hace alusión el artículo de Besley? Son hombres de los que, según el trabajo citado, se rodean los líderes para que (dicho en chileno) no les hagan sombra ni amenacen su propio estatus.
"Los mecanismos para garantizar o propender a la igualdad representativa no son muletas, sino el intento de reparar una injusticia. Porque son los condicionamientos culturales machistas, las élites masculinas que se reproducen a sí mismas y los problemas de acceso a financiamiento, entre otros múltiples factores, los que nos siguen jugando en contra".
Cuando entran a funcionar las cuotas de género ocurren varias cosas: las cúpulas partidarias entienden que deben hacer un descreme para salvaguardar el acceso a cargos de la colectividad, competencia real, mayor visibilidad femenina y un largo etcétera que tiene como consecuencia que sean electos (por lo general) representantes masculinos más aptos. “Lejos de oponerse a la meritocracia, la cuota eleva el nivel de competencia de los hombres políticos donde crece la representación femenina. Argumentamos que la salida de líderes masculinos mediocres fue un factor clave en lograr este efecto” (Besley).
En el mundo hay a lo menos cien democracias que funcionan con sistemas de equilibrio. Dado que aún no se descubre que los hombres sean biológicamente más aptos para la política (una mirada al estado de las cosas en el mundo donde ellos mayoritariamente han liderado no da como para aplaudirlos), entonces hemos de aceptar que el talento político está por igual en ambos géneros y que estamos perdiendo mucho al tener a las mujeres subrepresentadas. “Estamos eligiendo a una pequeña muestra y probablemente no estamos eligiendo a los mejores, estamos eligiendo a los mejores y a otros que se nos cuelan y no son tan mejores y quizás elegir 50% y 50% nos ayudaría a tener a los y las mejores”, explica la politóloga Julieta Suárez Cao.
Por si es necesario comprobarlo, Murray (2010) vio que las legisladoras francesas electas tras la implementación de cuotas eran iguales de eficientes que sus colegas hombres y O´Brien (2012) llegó a la misma conclusión respecto a lo sucedido en Uganda. Todos ganamos: más mujeres y hombres en su justa medida, pero además más capaces.
Los mecanismos para garantizar o propender a la igualdad representativa no son muletas, sino el intento de reparar una injusticia. Porque son los condicionamientos culturales machistas, las élites masculinas que se reproducen a sí mismas y los problemas de acceso a financiamiento, entre otros múltiples factores, los que nos siguen jugando en contra. Y una democracia que no garantiza altos grados de representatividad por género, es una democracia débil e injusta.
Somos muchos los que no queremos una Constitución con problemas de legitimidad de origen porque el órgano que la parió no haya tenido en el porcentaje que merece al 51% de la población. Somos muchos los que no queremos seguir viendo como en cada órgano de representación la voz femenina no está presente con la fuerza que debiera.
Los parlamentos se renuevan cada pocos años y en esas elecciones las cuotas de candidatas funcionan bien, aunque sería mejor que fueran aplicadas a cada distrito y no a nivel nacional. Pero el “Momento Constituyente” ocurre muy rara vez, genera la madre de todas las normas y, por tanto, debería considerar mecanismo efectivos (hay varias opciones) para que la convención sea paritaria. “Me sorprende por qué genera tantas resistencias, porque el sistema electoral parlamentario actual lo realiza. Cuando hablamos de los arrastrados, hablamos de parlamentarios que fueron electos con menos votos que otros candidatos que tuvieron más votos. Me parece que el malestar viene porque se trata de un equilibrio de género y no por otra cosa”, sostiene Suárez Cao.
No basta con la promesa de algunos partidos de llevar más candidatas. Mejorar la representación femenina parlamentaria o la paridad de un proceso constituyente, no tiene que depender de la voluntad de las colectividades, así como se entiende que el buen comportamiento de alguien o el respeto de derechos no se pueden dejar a la voluntad de ángeles inmaculados que, por lo demás, no existen. Y el derecho a ser elegidas, como todo derecho, para que no sea de papel, debe ser garantizado por ley.
Con qué sistema y en qué porcentaje, eso puede discutirse. Pero está claro que en ninguna instancia de poder del mundo público (tampoco en el privado) hay equidad de género. El desbalance hombre-mujer no es una suave pendiente apenas perceptible, es una cuesta abajo abrupta o una montaña imposible de abordar para muchas.
Porque hoy, en la práctica hay escaños reservados en Chile. Sí, para algunos hombres mediocres a los que la cultura machista ha subvencionado. Lo dice un paper de Rainbow Murray: “Llamamos a un cambio normativo en el problema de la sobre representación masculina, argumentando que la calidad de la representación es afectada de manera negativa, teniendo un grupo tan grande electo, pero desde un conjunto muy reducido”
Inspirador, porque nos invita a hacer un giro discursivo y de mentalidad. A dejar de centrar la discusión de la igualdad de representación política en las cuotas de género llamándolas cuotas femeninas. Porque con ello se normaliza a los hombres como la norma y a las mujeres como “lo otro”, porque así son ellas las que tiene que probar que son competentes para entrar y no ellos los que deberían explicar por qué son mayoría en cada espacio de poder.
“Y la culpa no era mía…”. Empecemos a entender que no es nuestra culpa, que la sub representación femenina NO es el problema, sino la SOBRE REPRESENTACIÓN masculina que, además de ser injusta, afecta la calidad de la democracia. Es la sobre representación masculina la que atenta contra la meritocracia al admitir a hombres con menos talento y capacidad que muchas mujeres que quedan fuera o que ni siquiera postulan.
Así es que me sumo a la idea de Murray de crear cuotas masculinas, máximas, de tope. Vamos por esa ley de cuotas… para hombres.